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Yurupary



La leyenda de Yuruparí (en ñe'engatú: Juruparí [ʒuɾupaˈɾɨ]) es un relato mítico fundacional amazónico que se conoce de la transcripción hecha a partir de la versión relatada a finales del siglo XIX por el indígena José Maximino y traducida al italiano por el conde Ermanno Stradelli. Es una de las obras más antiguas de la literatura de Colombia de las que se tiene conocimientos.[1]

Yuruparí es un héroe mítico, conocido en las tribus indígenas de Brasil y Colombia, por indígenas de las familias lingüísticas tupí-guaraní, tucano y arawak. Esta leyenda interviene en algunas tradiciones importantes como las leyes de Yuruparí - o las leyes del Sol -, el ritual de Yurupary, y dentro de este, las flautas y las máscaras de Yuruparí.

La Leyenda de Yuruparí es uno de los grandes textos precolombinos que sobreviven junto con el Popol Vuh.

La Leyenda de Yurupary[2]​ era de común conocimiento en las tribus del Amazona colombiano-brasileño, especialmente en la cuenca del Río Vaupés, habiendo sido transmitida de manera oral.

A finales del siglo XIX, el indio brasileño Maximiano José Roberto escribió una versión en lengua ñe'engatú con caracteres latinos. Dicha versión se perdió y sólo quedó la versión italiana que de dicho texto hizo Ermanno Stradelli, publicada en el boletín de la Sociedad Geográfica Italiana en 1890 bajo el título de Leggenda dell’ Jurupary. Hay quienes dicen que Stradelli es quien debe llevarse el crédito por la composición del texto, y que Roberto es tan sólo un colaborador que le dio al conde un esbozo escrito de la leyenda en su puño y letra. Pero según lo anota Robin Michael Wright (1981), se puede concluir que lo que hicieron Stradelli y Roberto fue una investigación en equipo:

Stradelli afirma que este acto es

Roberto le dio el texto, luego lo confrontaron con indígenas de la zona, miembros de diferentes tribus, y así fueron articulando las frases de la leyenda, como Stradelli mismo dijo, hasta tenerla terminada y traducida al italiano.

A pesar de existir dicha versión, el texto pasó desapercibido por mucho tiempo tanto para brasileños como para colombianos. Sólo fue hasta la década de los cincuenta cuando Don Pastor Restrepo Lince lo tradujo, con la ayuda de Américo Carnicelli, del italiano al español. Javier Arango Ferrer fue el primero en divulgar el texto en su ensayo Raíz y Desarrollo de la Literatura Colombiana.[3]

La versión italiana fue reproducida de nuevo en São Paulo en 1964 como La leyenda del Yuruparí en otras leyendas amazónicas.

La versión que más se conoce actualmente es la de Héctor Orjuela, traducida al español por Susana Narváez Salessi, publicada en 1983 por el Instituto Caro y Cuervo.

El texto está ubicado temporalmente "en los principios del mundo" y geográficamente en la Sierra de Tenui, ubicada a los márgenes del Río Içana, afluente del Río Negro, que a su vez desemboca en el Río Amazonas.

Una epidemia atacó a los hombres y sólo sobrevivieron algunos viejos y un payé. Para resolver lo que podría ser el fin de la raza, las mujeres se reunieron en el Lago Muypa, donde Seucy (el nombre dado a las Pléyades (hay quien también dice que Seucy podría haber sido el sol) solía bañarse. Las mujeres no llegaron a ninguna solución, cuando Seucy vino a bañarse. En ese momento el viejo payé, quien estaba presente a pesar de que las mujeres no se habían percatado, las reprendió por haber desobedecido su prohibición de acercarse al lago. Como consecuencia, Seucy ya no volvería a bañarse allí y en adelante las mujeres no podría participar en los asuntos de importancia. A continuación el payé fecundó a todas las mujeres. Diez lunas después todas las mujeres dieron a luz en el mismo momento y entre los recién nacidos se destacaba por su belleza una niña que fue llamada Seucy, por ser una réplica de la Seucy del cielo.

Al llegar a la edad de los primeros amores, Seucy, aún pura, se antoja de comer la fruta Pihycan (presuntamente la Piquia, una nuez de la región amazónica). Fácilmente encontró algunas y los jugos de la fruta la fecundaron. Intentó ocultar su estado, pero eventualmente fue imposible y confesó la historia del Pihycan. Cuando nació el niño se parecía al sol por su gran belleza. Los tenuinas lo proclamaron su tuixáua, su jefe, y lo llamaron Yuruparí, que significa engendrado por la fruta.

Una luna después del nacimiento de Yuruparí, la gente decidió entregarle las insignias de cacique, pero no estaba la itá-tuixáua, la piedra del jefe, por lo cual tenían que ir a la Sierra del Gancho de la Luna a recobrarla. Pero las mujeres dividieron la tribu en dos bandos: unas decían que todos debían ir por la piedra, otras que deberían ir solo los hombres ya que las mujeres no podían tocarla. Discutieron por una luna hasta que se dieron cuenta de la desaparición de Yuruparí.

Las mujeres culparon a los viejos y los amenazaron con darles "el suplicio de los peces", una tortura consistente en atar el cuerpo dentro del agua, dejando la cabeza afuera, herirlos para que los peces, atraídos por el gusto de la sangre, vinieran a devorarlos. Incluso llegaron a atar a los hombres para que no escaparan.

Durante la noche, se escuchó el llanto de Yuruparí proveniente del árbol del Pihycan. Cuando llegaron a él, todo quedó en silencio. La segunda noche se repitió el llanto y buscaron entre las ramas del Pihycan pero no encontraron nada. La tercera noche cercaron el árbol pero empezaron a escuchar el llanto entre ellos, sin poder descubrir su origen. El llanto era tan aterrador que decidieron no volver a buscar a Yuruparí.

A pesar de que el llanto no cesaba, todos se olvidaron de Yuruparí menos Seucy, quien retirada en la cima de una montaña lloraba la ausencia de su hijo hasta quedar dormida en las madrugadas. Pasaron tres noches así. Una mañana, cuando se despertó se dio cuenta de que la leche de sus senos no estaba. Intentó quedarse despierta para ver quién se estaba amamantando, pero el sueño la vencía y al día siguiente amanecía sin leche.

Pasaron dos años y el llanto fue remplazado por risas, cantos y gritos de un niño jugando con seres desconocidos. Yuruparý crecía fuerte, aunque invisible, a la vez que Seucy envejecía rápidamente desconsolada sin saber nada de su hijo

Quince años después, en una noche de luna en la que la Seucy celeste vino a bañarse en el lago, reapareció Yurupary en el pueblo de la mano de su madre, la Seucy terrenal. Era un joven tan hermoso como el sol. Los tenuitas se apresuraron a darle los ornamentos de cacique aunque todavía faltara la itá-tuixáua.

En el relato de Maximiano Andrés Caicedo, La leyenda de Yuruparý, "Yuruparý" significa 'hijo del sol blanco', porque el personaje es engendrado del sol. Sin embargo, no es el único significado que se le ha dado. Henri Coudreau (2009) dice que parte de juru – para – i que significa 'salido de la boca del cerdo', mientras que Jacqueline Bolens (1967) opina que es un término tupí que entre los antiguos Tupinambá designa a un espíritu de la perra. Según Reichel-Dolmatoff (1997), la palabra ha sido tomada de la lengua Tucano y su pronunciación correcta es yërëparí y equivaldría a pasaje – abrir – inseminar o pasaje – deshacerse – abrir. Por otra parte, también guarda una correspondencia con la palabra yërë o yuru, del tucano, que combinada con la palabra pariri, se refiere a un ritual de pubertad, y así mismo, al complejo de hechos biológicos, creencias, objetos y prácticas asociados con dicho rito. En otra instancia, dice Anton Szandor LaVey, el término Yuruparí es utilizado solamente en conversaciones con extraños, no con indios, entre los cuales utilizan otros términos, como miriá-porá o minía-poari. Estas palabras, anota el antropólogo, equivalen a los agobiados – hijos, por el carácter secreto de los rituales en los que se inscriben, y por la aversión que estas culturas guardan contra la endogamia. Milagros Palma (1982) dice, por su parte, que la palabra yuruparí fue introducida por los colonos de la región amazónica, para denominar a una divinidad de las frutas, que representan la fecundidad. Stephen Hugh-Jones (1979), desde su visión, dice que el significado es 'hijos de los pájaros'. En La Leyenda de Yuruparí tanto los ancestros míticos como los nombres de los instrumentos están relacionados con los pájaros. Sin embargo, el aspecto del ritual de iniciación, y de la prevención contra el incesto, también son válidos. En resumen, cualquiera de los posibles significados de la palabra podría ser tomado con la misma credibilidad, pues Yuruparí tiene tanto que ver con los pájaros, como con la madera, con las frutas, o con el ritual secreto.

Podemos trazar un patrón con la mayoría de las versiones que se han recogido hasta hoy, y resumirlo en la siguiente sucesión de hechos:

Esta estructura se diferencia bastante a la que sigue la versión de Stradelli y Roberto, en la cual la antropofagia y la quema, así como la resurrección, quedan relegadas a otro personaje. Sin embargo, hay que decir que Roberto y Stradelli tomaron versiones particulares del mito. “De uno y de otro, confrontando y ordenando las diversas narraciones y sometiéndolas a las críticas de los varios indígenas reunidos, para poder estar seguro ahora de presentar esta leyenda indígena”

El ritual de Yuruparí es básicamente un ritual de iniciación masculina, en el cual participan:

La entrada a mujeres está prohibida en la mayor parte del ritual. En dicha celebración se utilizan unas flautas y trompetas, los yuruparís, que producen los rugidos de la Anaconda y del Jaguar ancestrales. También están las máscaras de Yuruparí, tejidas con pelo de mono y de mujer, y con hojas de palma. Después de este evento, los iniciados están listos para casarse y desarrollar todas las actividades propias de un hombre adulto, como cazar, pescar y participar en las decisiones del pueblo.



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