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Agrosilvicultura



La agroforestería o agrosilvicultura es un sistema productivo que integra árboles, ganado y pastos en una misma unidad productiva. Este sistema está orientado a mejorar la productividad de las tierras y, al mismo tiempo, ser ecológicamente sustentable. Entre sus principales beneficios se pueden enumerar la protección física del suelo, los efectos sobre el microclima, el reciclaje de nutrientes y la diversificación de la producción.

La agroforestería combina la tecnología de la silvicultura y la agricultura, lo que permite un uso de la tierra más diverso, integrado, productivo, provechoso, saludable y sostenible. El sistema puede ser integrado en forma espacial o en secuencia temporal. Las dehesas ibéricas (montados, en portugués) son un ejemplo milenario todavía existente de este tipo de explotación.

Los sistemas agroforestales existen prácticamente desde el inicio de la agricultura. Hay vestigios de ello en la mayor parte de las culturas antiguas, en las que se integraban varios componentes productivos y se gestionaban de modo complejo, lo que con algunas modificaciones sigue sucediendo en la actualidad; llamemos a esta actitud humana hacia la producción tradición agroforestal, más claro: sistemas tradicionales con cualidades agroforestales.[1]

A pesar de la densa discusión sobre esto durante los años 70 y 80, hay consenso en que una definición de la agroforestería debe incluir los siguientes acápites:

Son consideraciones que debe tener en cuenta:

Concluyamos que es posible expresarse simplemente:

Y una «versión oficial»:

Es el concepto clave en agroforestería, agroforestería no existe sin los árboles de uso múltiple. Su definición más aceptada es:

Las premisas para nominar a una especie como tal son:

(a) Toda leñosa perenne es un AUM circunstancialmente

(b) No toda leñosa perenne puede ser un AUM para todo SUT (SAF) y

(c) Las funciones de un AUM dependen de las demandas del SUT (SAF).[9]

Esquemáticamente, las funciones de los AUM son: frutales, forraje, madera y leña; siendo las más importantes la leña y el forraje. Otros productos (o subproductos) son: fibra, medicina, aceites, resinas, gomas, etc., y algunas funciones contemporáneas: biorremediación, captura de carbono, desecación, provisión de agua, preservación de la biodiversidad, fijación de nitrógeno, etc.

Se llama práctica agroforestal (PAF) a la generalización de un arreglo físico y su gestión.

Por ejemplo: el cultivo en callejones, que privilegia unas salidas sobre otras, como podas, y promueve ciertas funciones sobre otras (el aporte de biomasa).[3][4]​ Se han estandarizado sus características y su número (véase el capítulo IV).

Un sistema agroforestal (SAF) es la particularización de una práctica en función de las circunstancias locales donde se realiza: especies predominantes, características de su gestión, situación socioeconómica, etc.[4]​ El número de prácticas agroforestales está definido el de sistemas es simplemente ilimitado.

Las tecnologías agroforestales se refieren a innovaciones sobre bases académico-científicas que optimizan la gestión de un sistema de uso de la tierra genéricamente o agroforestal específicamente (por ejemplo: podas de leguminosas, incorporación en la superficie del suelo y fertilización fosfatada).[10]

Una técnica agroforestal es la aplicación concreta de una tecnología y su vulgarización (por ejemplo: poda).

La agroforestería involucra una reconceptualización de las prácticas productivas, una “nueva-vieja” manera de gestionar los sistemas de producción, que en lugar de maximizar una salida única y privilegiar un estilo de producción homogéneo, deberá subrayar la sostenibilidad ambiental, vigorizar la rentabilidad económica, promover la diversidad productiva, fortalecer la equidad social, y defender la diversidad cultural de los sistemas actualmente existentes y en el diseño, evaluación, transferencia y validación de los que se introduzcan.

En la década de los 70, las crisis social y ambiental se hicieron evidentes por sus consecuencias masivas; particularmente resulta de interés la deforestación tropical, para 1991 el Banco Mundial estimó en 12 millones las hectáreas que se perdían cada año,[4]​ y sus efectos en la disminución de la capacidad productiva de los suelos y pérdida de la biodiversidad. Responsables de esta devastación, son las costumbres de habitabilidad, el desmonte (incentivado por la agricultura migratoria principalmente, a la que se orienta alrededor de la cuarta parte de las tierras aprovechables de África y Asia) y la producción animal (en la actualidad, más de la mitad de los espacios destinados a la producción de gramíneas se destinan a la producción de alimento para ganado).

En Los límites del crecimiento, se argumentó científicamente sobre las tendencias implosivas de los patrones de crecimiento y el virtual colapso de las sociedades en el largo plazo, inclusive fijaron fechas límite, mediados del siglo XXI.[11]

Nuestro futuro común o Informe Bruntland, reafirmó esta trayectoria y sugirió una serie de acciones para atenuarla, tal vez su mayor mérito resida en la socialización de la idea en casi todos los foros económicos, sociales y ambientales del planeta. Se acuñó entonces el término de desarrollo sostenible para agrupar este tipo de medidas, que contravenía la común tendencia de enfocar la atención de las necesidades presentes, a cambio atendía la de las futuras, la conservación de los recursos intergeneracionales y el mantenimiento del equilibrio entre intereses locales, nacionales y globales.[12]

Tras la revolución verde, se prestó atención al hecho de que algunos de los beneficios humanos que esta debía alcanzar no se lograron, su alcance no fue democrático y los grupos marginados lo seguían estando. El entonces presidente del Banco Mundial, Robert McNamara y su equipo, propusieron el rediseño de las políticas para apoyar programas nacionales que soporten el desarrollo agrícola; inclusive emitieron una ordenanza sobre los préstamos en temas forestales, a que atendieran no sólo la producción de madera, sino la de alimentos y el cuidado del ambiente.[13]

Al mismo tiempo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO, siglas en inglés) evaluó críticamente sus avances, cuestionando sus logros y actividades en el desarrollo rural, particularmente el de la evolución de la silvicultura, que había definido un perfil marcadamente industrial y con limitado o ningún alcance social.[14]

Al mismo tiempo los trabajos pioneros de K. King, subrayaban las capacidades de los árboles para satisfacer las necesidades alimentarias y la producción agrícola, recomendando una fusión de las disciplinas agricultura y silvicultura.[15]​ En estas circunstancias surgieron algunas variantes de gestión tecnológica: la silvicultura social, silvicultura comunitaria, etc., que de varios modos promovían un paradigma distinto de aprovechamiento del bosque y sus beneficios.

El Grupo Consultivo de Investigación agrícola Internacional (CGIAR, siglas en inglés) como dependencia de la FAO para la investigación agrícola, asumió como estrategia la creación de los Centros Internacionales de Investigación Agrícola (IARC’s, siglas en inglés), que bajo la sombra de la revolución verde, que promovía la maximización de rendimientos a través del uso de tecnovariedades de alta respuesta a insumos, mecanización y agua, debía seleccionar las mejores colectas de los cultivos clave, basándose en sus centros de origen y diversificación, como en los casos de maíz, trigo, arroz y papa fundamentalmente. Antagónicamente a esta tendencia de homogeneización y masificación, emergieron los intercultivos, cultivos mixtos, cultivos asociados, cultivos múltiples, etc., con sus varios beneficios productivos y energéticos: mayor productividad global, óptimo uso de agua, suelo y luz, prevención y control de plagas, enfermedades, etc.[16]

En esta coyuntura el Instituto Internacional para la Agricultura Tropical (IITA, siglas en inglés) con sede Nigeria, inició un prolongado estudio de las asociaciones de árboles y arbustos con cultivos anuales.,[17]​ generando el concepto de «agricultura en callejones» como alternativa a los sistemas de agricultura migratoria; más adelante, este concepto se amplió al de «pastoreo en callejones» por el Instituto Ganadero para África (ILCA, siglas en inglés), dadas sus virtudes en el mejoramiento de la fertilidad del suelo, prevención de la erosión, provisión de leña, etc.

Así el Centro de Investigación para el Desarrollo Internacional (IDRC, siglas en inglés), institución de cooperación internacional canadiense, comisionó en 1975 a John Bene para identificar prioridades y potencialidades en la silvicultura tropical, este sugirió una mixtura entre agricultura y silvicultura, y ganadería y silvicultura como opción masiva, recomendando prestar atención a:

En concreto: un cambio de paradigma productivo. Sugirió Bene como una estrategia para lograrlo, la creación de un consejo de investigación, que genere y gestione un programa que objetive el mejoramiento del uso de la tierra en los trópicos, el que debía financiarse internacionalmente.

Así el ICRAF (Consejo Internacional para la Investigación en Agroforestería, siglas en inglés) se funda en 1977, con el mandato de planear, coordinar y apoyar la investigación en sistemas de uso de la tierra, que combinen la participación de la agricultura y silvicultura. El cuartel general se estableció en Nairobi, Kenia. En 1991 bajo la gestión de B. Lundgren, el consejo se convirtió en Centro Internacional, es decir pasó a ser parte del CGIAR. Ampliando su mandato al liderazgo en recopilación de información, conjunción de la investigación, diseminación de resultados, experimentación, etc.

Más recientemente, en el 2002 durante la gestión de Pablo Sánchez, el Centro Internacional se convirtió en Centro Mundial de Agroforestería (World Agroforestry Centre; Transforming Lives and Lanscapes), pero mantuvo el acrónimo ICRAF, acorde a las tendencias contemporáneas de gestión administrativa que han hecho que los IARC’s exploren sus propias fuentes de financiamiento. Actualmente es liderada por Dennis Garrity.

Sistematizar los sistemas de uso de la tierra adaptados a criterios agroforestales y sus variantes ambientales y geográficas, obedece a una demanda técnica: caracterización y mejoramiento. Varios intentos y pautas se tomaron con tal propósito, sin alcanzar consenso ni universalidad. En este marco, el ICRAF emprendió la realización de un inventario global entre 1982 y 1987, cuya compilación dio lugar a un esquema de clasificación englobante y válido a la fecha. Los criterios de clasificación son muchos y varían de acuerdo a la perspectiva a través de la cual se aprecie los sistemas, pueden así emplearse los criterios de estructura, función y socioeconomía, o mejor aún, considerar todas estas como un «marco de clasificación» secuencial y lógico.[19]

De acuerdo a la participación de los tres componentes principales: silvícola (imprescindible), agrícola y pastoril, es que se dan las combinaciones mostradas. Está claro que cada uno de estos grupos definidos considera un gran número de variantes.

La disposición espacial y el arreglo temporal, son desde la perspectiva biofísica, las cualidades más relevantes de clasificación de las prácticas agroforestales. Caracterizados los componentes: leñoso, herbáceo y animal, los arreglos que en ellos se realicen considerarán criterios de ordenamiento territorial y gestión durante su permanencia.

En lo primero, para definir su organización espacial vertical se tiene: mono-estrato (un nivel único y uniforme de todos los componentes, como en los setos vivos) y multiestrato (varios niveles de gestión, como en los huertos caseros); para su organización horizontal: mixto (dos o más especies compartiendo un espacio común sin arreglo ninguno, como en los árboles en tierras de cultivo) y zonal (cada especie ha definido una característica de establecimiento, como en el cultivo en callejones o parches forestales); adjetivados con términos que los individualicen (presencia temporal, densidad, etc.), como: simultáneo, secuencial, rotacional, denso, disperso, etc. [Young, 1989; Torquebiau, 1993; Krishnamurthy y Ávila, 1999]. De acuerdo a la presencia de componentes y su participación en el tiempo, los ordenamientos posibles han sido sistematizados y ejemplificados

La agroforestería es un método del uso de tierras que permite a los árboles crecer en áreas de ganado y cultivos. En un sentido, para conservar la biodiversidad. La actividad humana y específicamente la destrucción de hábitats han incrementado fuertemente el nivel de perdida en la biodiversidad. Es sumamente importante el mantener un funcionamiento propio de los ecosistemas y sociedades. Es la diversidad de vida la que hace extraordinario a este planeta. Aceite, carbón, cemento y piedras calizas son todas ellas partes de la biodiversidad de la que depende nuestra economía. La mayoría de las medicinas y de los cultivos agropecuarios vienen del ambiente. También es importante para proveer servicios de ecosistemas, así como para polinización y el control de pestes.

Como ya saben, los árboles se plantan en áreas granjeras. Cultivos por tiras es una estrategia usada por granjeros para combatir la erosión del suelo. En este método, se plantan muchos cultivos juntos en tiras surcos o pasillos entre árboles y arbustos. Este diseño provee sombra (reduciendo la pérdida de agua por evaporación), asegura la retención de la humedad del suelo, y también puede producir fruta, leña, forraje, o pasto seco que sirve de adorno en jardines.



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