La Batalla de Ituzaingó o Batalla del Paso de Rosario (en portugués Batalha do Passo do Rosário) fue un enfrentamiento ocurrido el 20 de febrero de 1827, que se desarrolló en lo que actualmente es el centro-oeste del estado de Río Grande del Sur y durante el transcurso de la Guerra del Brasil, en el que las tropas de las Provincias Unidas del Río de la Plata vencieron a las tropas del Imperio del Brasil, enfrentadas por el control de la Banda Oriental en manos brasileñas desde 1820.
Fue una victoria táctica del ejército republicano que contribuyó a la Convención Preliminar de Paz que se firmó en 1828 y que culminó con el reconocimiento de Uruguay como estado libre, independiente y soberano.
Durante el transcurso de la Guerra del Brasil, que enfrentaba a las Provincias Unidas del Río de la Plata y al Imperio del Brasil —siete días después del triunfo de las tropas argentinas del general Juan Lavalle frente a las fuerzas del general brasileño Bento Manuel Ribeiro en la batalla de Bacacay y cuatro después del triunfo del general republicano Lucio Norberto Mansilla en la batalla del Ombú, que dispersó con 350 hombres a caballo y 1800 efectivos de infantería a la caballería de Bento Ribeiro, elite de la tropa imperial — el general argentino Carlos María de Alvear, comandante en jefe de las Provincias Unidas del Río de la Plata, atrajo al grueso de las fuerzas del Imperio del Brasil, mandadas por Felisberto Caldeira Brant, marqués de Barbacena, a un enfrentamiento en la vera del río Santa María, en el curso alto del río Ibicuí, antiguo límite entre Uruguay y Brasil.
La Batalla de Ituzaingó fue una total sorpresa para las tropas brasileñas, que hasta el día anterior perseguían a las fuerzas conjuntas argentino-orientales.
El río Santa María separaba el territorio montañoso —donde las caballadas aliadas poco valor táctico tenían— de los terrenos más llanos con buenos pastizales al sur de su cauce. El ejército aliado republicano buscaba campos con forraje adecuado, pero la imposibilidad de vadear el río por estar crecido obligó a efectuar una contramarcha de veinte kilómetros en la noche previa a la batalla recorriendo un camino ascendente que permitía posicionar al ejército aliado en igualdad de condiciones con el oponente.
Como los brasileños estimaron erróneamente que los aliados habían cruzado el río en la tarde anterior, su marcha fue descuidada y desprolija. Barbacena envió el grueso de su infantería en tres columnas a atacar el primer cuerpo del ejército aliado, comandado por Juan Antonio Lavalleja, que estaba ubicado con la artillería en el centro del campo de batalla. Una vez próximos a este, el general argentino Carlos María de Alvear ordenó la carga de la caballería, hasta entonces oculta, sobre el flanco izquierdo de los brasileños. Posicionados sorpresivamente frente a un ejército bien formado y dispuesto para la batalla, los voluntarios que componían este flanco, al mando del mariscal José de Abreu, se desbandaron. El flanco derecho imperial se replegó también, cruzando el río por el vado, y dejando solo a la columna central, la infantería, entre los que se contaban 2000 mercenarios experimentados de origen austríaco y prusiano según fuentes republicanas (505 según las fuentes de Brasil) para resistir las sucesivas cargas dirigidas por el teniente coronel Federico Brandsen —ascendido póstumamente a coronel, tras caer en batalla—, el general Juan Lavalle y el general José María Paz, que fueron decisivas. Luego de intentar pasar la línea defensiva argentina durante 6 horas sin éxito, y siendo bombardeado por la artillería, el ejército imperial se retiró para no ser atacado por la infantería que todavía no había intervenido y para no ser rodeado.
La victoria republicana obtenida en la Batalla de Ituzaingó no pudo capitalizarse por la reticencia del comandante en jefe de perseguir al ejército imperial vencido.
El coronel Tomás de Iriarte afirmó en sus Memorias al referirse a la reticencia del general Alvear:
En el mismo sentido, afirmaba el general José María Paz en su anotación correspondiente al 25 de febrero de 1827:
Como destacó el coronel Iriarte, la guerra hubiera estado muy cerca de su conclusión de haberse continuado con la persecución del enemigo:
Finalmente, la inevitable falta de suministros sobreviniente y el pésimo estado de la caballada impidieron continuar con la persecución del ejército imperial y el normal desenvolvimiento de las acciones en el plano militar.
Proseguida la Guerra del Brasil, el imperio logró la supremacía naval con la batalla de Monte Santiago poco después del triunfo republicano en Ituzaingó. En el plano terrestre aún las ciudades de Montevideo y Colonia del Sacramento seguían bajo el control de Brasil.
Por lo tanto, también el naval fue determinante en el resultado del conflicto, pues que sin la victoria también en el mar las Provincias Unidas no tenían medios para ganar la guerra.
Por lo tanto, aún una victoria decisiva rioplatense en Ituzaingó no logró determinar el resultado de la guerra. José de San Martín fue muy claro sobre eso. Le decía a Tomás Guido en julio de 1827:
Como consecuencia de la Batalla de Ituzaingó el ejército del Imperio del Brasil sufrió 200 muertos, entre ellos el mariscal Abreu y 150 prisioneros.
Las Provincias Unidas del Río de la Plata sufrieron 139 bajas de caballería y 9 de los Cazadores de Infantería. Entre los pertrechos abandonados por el ejército Imperial se encontraba un cofre conteniendo una partitura entregada por el Emperador al Marqués de Barbacena para ser interpretada tras la primera victoria del Imperio del Brasil; el ejército aliado se apoderó de ella y bautizada como Marcha de Ituzaingó se interpreta en conmemoración del hecho de armas cuando la bandera de Argentina se traslada en actos oficiales. Es uno de los tres atributos que ostenta el Presidente de la República Argentina: bastón de mando, banda presidencial y marcha de Ituzaingó.
En Brasil el 4º Regimento Passo do Rosário (el nombre de la batalla en Brasil es Batalla del Passo do Rosário), localizado en Rosário do Sul, Río Grande del Sur, es el mantenedor de las tradiciones de la batalla. Y la memoria de los soldados que han luchado también es mantenida en Brasilia, todos los años, tanto por el Regimento de Cavalarias de Guarda como por los Dragões da Independência.
Esta batalla importante que dio una victoria trascendental a las fuerzas de la República Argentina no terminó generando políticamente los resultados esperados. Los duros conflictos internos por los que atravesaban las Provincias Unidas no fueron solucionados por el Presidente Bernardino Rivadavia. Esto contribuyó enormemente a que no fuera posible poder sacar mayor provecho a la victoria de Ituzaingó por parte de los argentinos.
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