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Castillo de Soria



El castillo de Soria se encuentra en el llamado cerro del Castillo de la ciudad española de Soria, capital de la provincia del mismo nombre.

La ciudad original se encontraba fuertemente amurallada en su totalidad, más de un kilómetro cuadrado, con una doble barrera y barbacana, estando el castillo en el cerro que lleva su nombre, el originario monte Oria de algunos autores, siendo uno de los mejor defendidos en la España de comienzos del siglo XII.

En el cerro del Castillo existió al menos desde la Edad de Bronce un castro celtibérico pues se han descubierto restos de un asentamiento supeditado, sin duda, a la existencia de Numancia. Bartolomé de Torres, en su Topografía de la ciudad de Numancia, asegura que el castillo de esta ciudad tomó el nombre de Oria de un caballero griego llamado Dórico, capitán de los dorios, que llegó a Soria desde Acaya. De esta noticia deducen algunos historiadores que los primeros pobladores de la actual Soria fueron los dorios. No obstante, nada a este respecto ha corroborado la arqueología y para otro grupo de expertos los primeros pobladores de Soria fueron los suevos, cuyos reyes, según Tutor y Malo en su Compendio historial de las dos Numancias, establecieron en ella una de sus cortes. Ambas hipótesis han caído en desuso con el paso del tiempo porque ningún documento las acredita de manera fidedigna. En Época Romana siguió existiendo una aldea poco importante.

Durante la dominación árabe el castillo no pasaría de ser una simple atalaya o pequeña fortaleza que vigilaba esta zona del Duero y protegía la plaza musulmana de Medina-Soria. La construcción del castillo se atribuye al Conde Fernán González, aunque Soria conquistó definitivamente a los musulmanes a comienzos del siglo XII por el rey aragonés Alfonso I el Batallador casado con la reina leonesa Urraca I. Su hijo Alfonso VII el Emperador realizó la barrera interior y Sancho IV las murallas exteriores.

Durante la Guerra de la Independencia el brigadier José Joaquín Durán, ordenó en 1812 su destrucción, con la idea de evitar que los franceses pudieran fortificarse allí. La voladura del castillo dejó la edificación en ruinas, casi completamente destruida. Después de la contienda todo el recinto quedó abandonado.

Para realizar una descripción de lo que fue este importante castillo hay que partir del Plano de Soria realizado por Dionisio Badiola a principios del siglo XIX que muestra fielmente la imagen del castillo en alzado, planta y perfil antes de ser dinamitado por el general Durán.

El castillo, propiamente dicho, estaba constituido por una potente construcción ligeramente trapezoidal flanqueada por cuatro pequeñas torres en las esquinas. Al frente, en la entrada principal, contaba con otra torre un poco mayor y en la parte posterior, en la zona mejor defendida, se situaba la Torre del homenaje. En el interior se encontraba el Patio de Armas en torno al cual se distribuían las dependencias y donde se encontraba el aljibe. Esta estructura se encontraba al Este, próxima a la muralla interior de gran altura, que se ceñía más o menos a la superficie del cerro. Otra barrera, a modo de acceso, partía del oeste y rodeaba a la anterior únicamente por el lado que daba a la ciudad hasta la entrada principal del castillo estando ya ruinosa a principios del siglo XIX. Dentro del recinto amurallado se encontraba la iglesia de San Salvador que servía como capilla para servicio de los habitantes del castillo y que se arruinó a principios del siglo XVII. En este recinto se encontraba además una de las dos aljamas de Soria (la otra se situaba junto a la Plaza Mayor) cuya actividad intelectual, económica y comercial fue notoria.

Del castillo se conservan las ruinas de la Torre del homenaje, el recinto amurallado interior y restos de la barrera exterior con su acceso flanqueado por dos cubos cilíndricos.

Tras la reconquista, la ciudad de Soria nace a la sombra de su castillo extendiéndose a lo largo de una amplia y larga cañada, entre dos cerros, el del Mirón y el del castillo. El límite natural del cauce del río propiciará que se desarrolle urbanísticamente hacia el oeste, ascendiendo por el centro de la vaguada hasta ocupar las zonas más altas formando las 35 Collaciones o parroquias según el Censo de 1270 que mandó hacer el rey Alfonso X el Sabio. El recinto amurallado cubría una superficie cercana a las 100 hectáreas con un perímetro de 4100 m, la misma longitud que el amurallamiento de la Jerusalén vieja. Parece ser que se construyó durante el siglo XIII en tiempos de Sancho IV, pues un documento de esta época habla sobre el dinero destinado a la "cerca de la viella" de Soria.[1]

Partiendo del Cerro del Castillo, por el sur bordea el cementerio continuando en curva por la calle Santa Clara, Alberca y Puertas de Pro por el oeste, buscando dirección norte. Pasa por Santo Tomé y continúa ascendiendo hasta alcanzar la altura del Paseo del Mirón, toma dirección este buscando la ermita de Nuestra Señora del Mirón y desciende por la ladera del monte hacia el Duero, donde bordeando el río regresa al Cerro del Castillo. De todo este recinto quedan importantes vestigios con lienzos y cubos cerca del convento de Santa Clara, en el Paseo de Mirón, el descenso al Duero y en el Postiguillo, además de algunos restos que sirven de soporte a las casas de la calle Puertas de Pro. El tramo que discurre junto al Duero está realizado con piedras sillares sin cubos, puesto que el río actúa como barrera natural, mientras que el resto de la muralla está construida en sillarejo o mampostería, es más elevada y está reforzada con cubos cilíndricos.

A lo largo de esta muralla existieron seis puertas flanqueadas con sus respectivos cubos, cuatro postiguillos (pequeñas puertas abiertas en el recinto) y un portillo (mayor que estos y menor que aquellas). Hoy en día no se conserva ninguna (salvo el Postigo de San Ginés y el Postiguillo de San Agstín), pero de las que se conoce su situación y nombre. En el sur, cerca del cementerio, estaba la puerta conocida como de Valobos o de El Sur. Cerca del antiguo convento de Santa Clara había un postiguillo, el de Santa Clara y cerca de la calle Alberca se abría el Portillo de Santa Clara o Puerta Nueva, la última en abrirse. La Puerta o Arco de Rabanera un poco más adelante, en la calle Caballeros; la Puerta del Postigo en el Collado y la del Rosario en la plaza que lleva su nombre, frente a la iglesia de Santo Domingo. La Puerta de Nájera o del Mirón se abría al norte en la actual salida a la carretera de Logroño. Junto al Duero se encontraba el Postigo de San Ginés y el Postiguillo de San Agustín (los únicos que se conservan), frente al puente la Puerta de Navarra y un poco más adelante el Postiguillo o Postiguillo de San Pelegrín.

Situada al final de la Calle Caballeros y protegida por el Palacio de los Marqueses de Alcántara se encontraba la Puerta de Rabanera o, como se conocía popularmente, el Arco de Rabanera que recibía su nombre de la iglesia de San Juan de Rabanera situada un poco más arriba. Se conservan grabados, fotografías e incluso un plano en el que se muestra su alzado y planta que dan muestra de su precario estado de conservación antes de ser declarada ruina y derribada en 1893.

Lo más probable es que esta puerta no se alzara desde los inicios de la construcción de la muralla o fue reformada en una época posterior pues la técnica empleada en su construcción no es la usada en el resto de la muralla ni corresponde a la de otras puertas coetáneas a las de Soria como las de la villa de Almazán. La construcción estaba constituida por dos torres de planta cuadrada realizadas en mampostería con sillares en las esquinas que flanqueaban un arco de medio punto que parecía apuntarse ligeramente en la parte posterior. Sobre éste aprovechando la construcción, una humilde vivienda abría sus balcones a ambos lados de la puerta.

La parte baja de la torre del Palacio de los Marqueses de Alcántara, construida en buena piedra de sillería, corresponde a uno de los dos cubos que flanqueaban la Puerta de Rabanera; por lo tanto el único vestigio que se conserva de las puertas de la ciudad.

A la salida del Collado junto a la Plaza de Herradores se alzaba la monumental Puerta del Postigo que era la puerta principal de la Ciudad. Estaba protegida por el Palacio del Marqués de Vargas, del que únicamente se conserva su imponente escudo colocado en la fachada del edificio que posteriormente ocupó su lugar. Su nombre se ha atribuido por algunos autores al suceso que tuvo lugar en este lugar cuyo protagonista fue Micer Garcilaso, Merino Mayor de Castilla y hombre de confianza de Alfonso XI:

"Dispuestos a vengarse los sorianos y a escarmentar al que los había insultado, idearon una salida en que pudieran cogerlo desprevenido con los nobles de su comitiva. Para conseguir su objeto socavaron el fuerte muro de la ciudad por la parte que daba frente al monasterio, y abriendo un postigo pequeño que cubrieron por la parte de afuera con un ligero tabique, esperaron el instante en que los atalayas colocados encima de la muralla diesen el aviso oportuno. Llegó este con efecto; Garcilaso y su pequeña corte regresando de una excursión por las cercanías, apeábase a la puerta de su alojamiento cuando los de la ciudad empujando el ligero tapial que los ocultaba, se lanzaron detrás de ellos. Aun tuvieron espacio los perseguidos para encerrarse en el monasterio[...]. Sangrientas fueron las escenas de que fue teatro el monasterio; el tumulto dio con Garcilaso en la iglesia, donde disfrazado con un hábito de fraile, estaba arrodillado con un breviario en la mano vuelto al revés, en lo cual le reconocieron porque no sabía leer, y allí le concluyeron a puñaladas."[2]

Se conserva la importante descripción que realizó Nicolás Rabal en el siglo XIX tras ser derribada en 1865. Entre los dos tambores cilíndricos que a distancias iguales de las jambas defendían la entrada, se alzaba una espadaña con un vano ocupado por la campana de un reloj; debajo se veía la esfera que en caracteres arábigos señalaba las horas; entre esta y el arco de entrada, el águila dorada con el escudo de la Casa de Austria en tamaño colosal, y, a derecha e izquierda del arco dos lápidas de mármol con unas inscripciones en que se declaraba como Soria, leal siempre a sus reyes, al aceptar la nueva dinastía de Borbón, había capitulado con el rey Felipe V, concertando que las armas imperiales de la Casa de Austria se conservarían perpetuamente en aquel sitio público, como grato recuerdo de su dominación.[3]​ La torre del reloj fue realizada en el siglo XVII por el cantero Juan de las Cabadas.

Al final del Camino de San Ginés junto a las ruinas de la iglesia del mismo nombre se conserva un pequeño postiguillo, el Postigo de San Ginés, que daba acceso al río Duero desde esta parte de la Ciudad.

Con motivo de las actuaciones que se realizaron en 2011 en el entorno del río Duero, dentro de la Fase II de las Márgenes del Duero, promovida por la Administración General del Estado, se realizó la restauración del antiguo postigo. Tras desmontar la puerta y el muro que cerraba el hueco, se realizó la reconstrucción de los arcos exteriores y de la bóveda interior a base de sillares de arenisca.

Junto al antiguo Convento de San Agustín se encuentra el Postiguillo de San Agustín, un pequeño postigo que se encontraba tapiado y que da acceso a los huertos próximos al convento recientemente restaurado.

Frente a la Puerta del Duero o de Navarra derribada en 1848, se encontraba el puente, conocido como Puente de Piedra, que supera el río Duero por el este de la ciudad y que disponía de dos torres de puerta en el propio puente en las que se cobraba el pontazgo. Una de ellas se encontraba junto a la Puerta y la otra en el medio siendo derribada esta última en 1851. Además frente al puente, al otro lado del Duero, debió de contar con un baluarte del cual se conservan escasos restos.

El puente conserva su estructura original con ocho arcos de medio punto, tajamares en el lado norte y ensanchamiento de los laterales sobre estos, realizados en la última restauración. Salva el desnivel existente entre las dos orillas que se encuentran a distinta altura manteniéndose un único carril para la circulación. No se conoce a ciencia cierta su fecha de construcción, pero es de suponer que sea coetánea al la del resto del recinto, aunque se sabe documentalmente de su existencia a mediados del siglo XII. Recibe varias restauraciones en los siglos XVII y XVIII, que determinarán su aspecto actual.



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