Alfonso I de Aragón cumple los años el 10 de marzo.
Alfonso I de Aragón nació el día 10 de marzo de 7.
La edad actual es 2017 años. Alfonso I de Aragón cumplió 2017 años el 10 de marzo de este año.
Alfonso I de Aragón es del signo de Piscis.
Alfonso I de Aragón (c. 1073-Poleñino, 7 de septiembre de 1134), llamado el Batallador, fue rey de Aragón y de Pamplona entre 1104 y 1134. Hijo de Sancho Ramírez (rey de Aragón y de Pamplona entre 1063 y 1094) y de Felicia de Roucy, ascendió al trono tras la muerte de su hermanastro Pedro I.
Destacó en la lucha contra los musulmanes y llegó a duplicar la extensión de los reinos de Aragón y Pamplona tras la conquista clave de Zaragoza. Temporalmente, y gracias a su matrimonio con Urraca I de León, gobernó sobre León, Castilla y Toledo y se hizo llamar entre 1109-1114 «emperador de León y rey de toda España» o «emperador de todas las Españas», hasta que la oposición nobiliaria forzó la anulación del matrimonio. Los ecos de sus victorias traspasaron fronteras; en la Crónica de San Juan de la Peña, del siglo XIV, podemos leer: «clamabanlo don Alfonso batallador porque en Espayna no ovo tan buen cavallero que veynte nueve batallas vençió». Sus campañas lo llevaron hasta las ciudades meridionales de Córdoba, Granada y Valencia y a infligir a los musulmanes severas derrotas en Valtierra, Cutanda, Arnisol o Cullera.
A su muerte, y en lo que es uno de los episodios más controvertidos de su vida, legó sus reinos a las órdenes militares, lo que no fue aceptado por la nobleza, que eligió a su hermano Ramiro II el Monje en Aragón y a García Ramírez el Restaurador en Navarra, dividiendo así su reino.
Alfonso fue hijo del rey de Aragón y Pamplona, Sancho Ramírez, y de Felicia de Roucy. Pertenecía a la dinastía Jimena, una casa navarra de origen hispanorromano que había reemplazado a los Arista en el trono de Pamplona y se había expandido por casi todos los reinos de la península ibérica.
La tradición lo hace nacido en Hecho, si bien no consta explícitamente en las fuentes. Algunos autores lo hacen en cambio nacido en Biel, propiedad de su madre en la que que esta solía residir cerca de la entonces capital, Jaca. Tampoco se conoce con exactitud su fecha de nacimiento, suponiendo los historiadores que debería ser aproximadamente 1073 dado que las crónicas le atribuyen 61 años al fallecer en 1134. Sí que costa que pasó sus primeros años en el monasterio de Siresa, (Valle de Hecho, en los Pirineos oscenses), bajo la tutela de su tía Sancha Ramírez. Su ayo fue Lope Garcés «Peregrino», que se mantendría durante todo su reinado en su círculo de confianza. Las leyendas populares inciden en esa crianza chesa, afirmando la tradición que sus monteros y escolta personal eran reclutado entre paisanos del valle desde que le salvaron en una cacería de joven.
Siendo el tercer hijo del rey y lejano en la línea sucesoria, se formó en «letras» y arte militar para ser un señor feudal durante el futuro gobierno de su hermano Pedro. Galindo de Arbós, del monasterio de San Salvador del Pueyo ya en el vecino valle del Aragón, consta como maestro del infante Alfonso. Más mayor es posible que fuera su maestro Esteban, canónigo de Jaca y futuro obispo de Huesca y Zaragoza, que también sería otro de sus hombres de confianza a lo largo de su vida.
Siendo aún infante, Alfonso Sánchez (como consta en diferentes documentos) adquirió experiencia en las tareas de gobierno como tenente de Biel, Luna, Ardanés y Bailo, localidades de las Cinco Villas y la Jacetania cercanas a la frontera con los musulmanes. El territorio fue inicialmente de su hermano Fernando y Alfonso probablemente adquiriera el territorio tras la muerte de este en 1086. Se trataba de una zona de frontera, que marcaría el carácter de Alfonso y lo pondría ya en contacto con nobles como los hermanos Castán y Pere Petit. Así, el consejo y séquito de Alfonso ha sido calificado de monacal y castrense especialmente en comparación con los cargos palaciegos que acompañaban a sus predecesores.
Reinando primero su padre Sancho Ramírez y posteriormente su hermanastro Pedro, Alfonso vivió la cruzada de Barbastro en 1089 y participó personalmente en la toma de Huesca en 1096, comandando la vanguardia de la expedición y luchando en la batalla de Alcoraz, así como en la expedición de ayuda al Cid en tierras valencianas contra los almorávides, venciendo al ejército de Yusuf ibn Tasufin en 1097 en la batalla de Bairén. La campaña del Cid sería una gran influencia en las ideas estratégicas de Alfonso, al mostrar la debilidad musulmana y el potencial militar de un grupo de hombres decididos, incluso aunque no proveniera de la élite feudal. El éxito de la primera cruzada (1095-1099) fue también una importante influencia en el joven Alfonso, con parientes y conocidos suyos participando o aspirando a hacerlo, fuera en Tierra Santa o en la Reconquista.
Pese a que inicialmente el infante Alfonso Sánchez no estaba destinado a reinar, una serie de hechos despejaron su camino al trono. Antes de la muerte de su padre Sancho Ramírez había muerto su segundo hijo, Fernando, lo que lo dejaba a Alfonso Sánchez segundo en el orden de sucesión.Pedro Sánchez. Pedro I se quedó a su vez sin herederos en los siguientes años pues perdió a sus dos hijos Inés (1103) y Pedro (1104), haciendo a Alfonso heredero aparente antes de morir él mismo en otra expedición militar en 1104.
Sancho Ramírez fue sucedido tras morir en 1094 durante un sitio a Huesca por su primogénitoAlfonso I gobernó como rey de Aragón, Sobrarbe, Ribagorza y Pamplona. Sobrarbe y Ribagorza eran antiguos condados elevados a reino en el testamento de Sancho el Mayor y unificados con el vecino Reino de Aragón de Ramiro I, de igual origen, a la muerte de Gonzalo I. Pamplona era el tronco dinástico principal, que había sido igualmente unificado con Aragón tras la muerte de Sancho IV el de Peñalén en tiempos del padre de Alfonso. A la muerte de su hermano Pedro en el Valle de Arán, parte entonces de Ribagorza, Alfonso heredó un incipiente Reino de Aragón que, si bien había tomado en 1096 la principal ciudad del Pirineo, Huesca, tras vencer en la batalla de Alcoraz y había logrado conquistar en 1100 Barbastro, Sariñena y Bolea, había fracasado en el asedio de Tamarite de Litera de 1104 y veía amenazadas esas recientes conquistas. Probablemente con la muerte de Pedro I se perdieran las zonas no consolidadas en la frontera suroriental como Alcolea de Cinca, Ontiñena, Sariñena o Zaidín, que pese a haber sido tomadas por aquel aparecen luego como conquistadas de nuevo por Alfonso.
Alfonso había participado como señor bajo el mando de su hermano en estas guerras y estaba familiarizado con la situación. Había problemas para encarar el asedio de ciudades fortificadas dada la nula experiencia en maquinaria de asedio, por lo que se recurría a una guerra de desgaste en campo abierto hasta que las plazas fortificadas aceptaban una rendición negociada. También se notaba la falta de apoyos internacionales al margen del tradicional respaldo del Condado de Urgel y de los condados bearneses y gascones. Su padre, Sancho Ramírez había estratégicamente elegido sus matrimonios (con Isabel de Urgel primero y con Felicia de Roucy, madre de Alfonso, después) para preservar dichas alianza. La prima de Alfonso, Talesa de Aragón, casó con Gastón de Bearn en 1085 para garantizar el apoyo del poderoso vecino norteño, que sería clave en el reinado de Alfonso.
El reino había comenzado, tras los esfuerzos de su abuelo Ramiro, su padre Sancho y su hermano Pedro, a desarrollar una primitiva estructura estatal. Estos habían promovido dos obispados ligados a la curia romana, vínculos importantes para justificar la elevación del estatus de condados a reino: el de Aragón, que tras la conquista de Huesca se había establecido en la nueva capital y estaba desde 1099 en manos del antiguo tutor de Alfonso, Esteban y el de Roda en la antigua parte oriental de Ribagorza. Pese a que los lazos romanos habían supuesto la introducción de la reforma gregoriana, Alfonso mantuvo al igual que sus predecesores una estrecha relación (similar a las iglesias propias) con los monasterios e iglesias que sus ancestros habían fundado para garantizar la población y cristianización del territorio. San Juan de la Peña y Santa María de Santa Cruz de la Serós funcionaban como monasterios familiares masculino y femenino de la casa real, con San Pedro de Siresa (donde se había formado Alfonso y se había iniciado el obispado aragonés), el monasterio de Montearagón y el Monasterio de San Pedro el Viejo (en manos de su hermano Ramiro) siendo importantes centros de poder desarrollados por el padre de Alfonso en Aragón. Sancho Ramírez también había desarrollado al oeste la sede de San Vicente de Roda como un segundo obispado y los monasterios de San Victorián (Sobrarbe) y Santa María de Alaón (Ribagorza). Particularmente San Victorián fue un foco de atracción para la nobleza del oriente del reino más integrada en la monarquía aragonesa como los Bardají mientras que Roda era el centro focal de la nobleza ribagorzana. Los límites entre los obispados no estaban muy bien definidos, con Huesca y Roda disputándose las zonas recientemente reconquistadas como Barbastro. A lo largo de los conflictos diocesanos Alfonso el Batallador mostró una mayor cercanía personal a su antiguo maestro, con el que compartía un carácter militante y enérgico, que con Ramón de Roda, originario de allende los Pirineos y con reputación de santo.
La mayoría del territorio estaba en manos regias, con un sistema de tenencias y honores donde el rey compartía los ingresos seculares de las localidades con gobernadores locales no hereditarios, muchas veces parientes del propio Alfonso. Además, de la antigua tenencia del propio Alfonso, reintegrada al dominio real con su ascenso al trono, se pueden mencionar los dominios de Berta de Aragón, viuda de su hermano que mantenía como reina viuda el llamado reino de los Mallos en la zona de Riglos y los de su tío Sancho Ramírez, que disfrutaba de diversos señoríos como Aibar, Atarés y Javierrelatre y tenencias como Benabarre. Una de las tenencias claves del reino era el regnum de Monzón, dada su condición de frontera en disputa con los musulmanes al sureste. Esta tenencia había sido de su tío Sancho Ramírez hasta que este marchó a peregrinar a tierra santa.
En general, estas poblaciones de fronteras estaban regidas por los fueros de Sobrarbe y de infanzones, buscando atraer y fijar la población militarmente apta que se necesitaba para defender el reino. No era inusual que miembros de la pequeña nobleza que destacaban en la lucha con los musulmanes recibieran ascensos sociales mediante tenencias. Así, las crónicas registran como tenentes en algunas localidades a antiguos compañeros de batalla de Alfonso, especialmente una vez que el hasta ahora infante comienza a reinar. Así constan Barbatuerta (Azara), Castán y su hijo Fortún (a los que el propio Alfonso donó su antigua posesión de Biel una vez en el trono), el hermano de Castán, Pere Petit (Loarre), Bacalla y su hijos Lope Ferrench y Gome (Luna), García y su hijo Gil (Atrosillo), Fortún Maza (quizás en Abizanda) y su posible pariente Ferriz de Lizana, Eximén Aznárez (Oteiza), Tizón (Buil) o Lópe López de Liédena (Ruesta, Roncal). Estos habían combatido junto al ahora rey en Alcoraz y Bairén y fueron también fieles apoyos en su reinado conformando una clase social bien integrada con la de los grandes señores.
Fuera de este régimen feudal general se encontraba la ciudad de Jaca, al que el padre de Alfonso había dado fuero propio para atraer población de más allá de los Pirineos e incentivar el comercio a través del camino de Santiago. El éxito de esta iniciativa llevó a ampliar dicho fuero a Sangüesa, Estella y Tafalla. Alfonso continuó con ese proyecto durante su reinado, extendiendo estos fueros por su reino. El comercio en esa ruta y el pago de parias o tributos por los musulmanes al sur habían traído prosperidad al pequeño reino que heredaba Alfonso, algo que se esforzó en conservar para mantener los medios para sus campañas. Por contra, Lema Pueyo y Ubieto Arteta ven indicios de que su reino se encontraba en medio de un periodo de malas cosechas y ciertas carestías.
Por el este el reino no tenía una frontera clara con los diferentes territorios herederos de la marca hispana, si bien los registros documentales atestiguan que entre 1108 y la muerte de Alfonso en 1134, el Batallador era «rey en Pallás y Arán». Esto parece ser resultado de la reciente descomposición del condado de Pallars en los condados de Pallars Jussá y Pallars Sobirá y la estrecha relación desarrollada con el primero bajo el reinado de su hermano Pedro I de Aragón. La presión de los más fuertes gobernantes de Aragón y Urgel y las luchas entre primos pusieron habitualmente a los pequeños condados bajo protección de sus respectivos vecinos. Pallars Jussá parece haber caído bajo la zona de influencia de Aragón y Pallars Sobirá bajo la de Urgel. A cambio, Pedro I y Alfonso I tras su hermano, respetaron las propiedades hereditarias que los condes de Pallars tenían en Ribagorza desde antes de que fuera unificado con Aragón y les premiaron con nuevas tenencias como Fantova. Un reducido número de linajes ribagorzanos, que incluía a los condes de Pallars, acumulaban en efecto el poder en Ribagorza y mostraba su disposición a enfrentarse al poder real de intentar coartar este su autonomía. Junto a los condes de Pallars cabe destacar a los Enteza, Erill o los Benavent.
Asimismo, la histórica alianza urgelitana había puesto en ocasiones a urgelitanos como tenentes en Aragón (Barbastro bajo Armengol III de Urgel) en paralelo a una compleja política matrimonial que puso al leonés y aliado de Alfonso, Pedro Ansúrez, en la regencia de Urgel hasta c. 1117, haciendo esa frontera aun más difusa. Un sector minoritario de la nobleza ribagorzana tenía lazos con el condado de Urgel. Pese a ello, Alfonso nunca se tituló rey más allá de Pallars. Una equilibrada política exterior con lazos con Aragón pero también con sus rivales (reino de León y condado de Barcelona) permitieron a Urgel mantener un estatus independiente hasta 1208. Más al este se hallaba el condado de Barcelona, una potencia rival en auge regida por Ramón Berenguer III que había integrado otros condados catalanes y logrado una unión dinástica con el condado de Provenza. Los proyectos de Ramón Berenguer de expansión hacia el sur y el oeste suponían la amenaza de una carrera para tomar plazas clave a los musulmanes.
El saliente de su reino que incluía las localidades de Barbastro, Graus y Alquézar tenía el regnum de Monzón como frontera con la plaza musulmana de Lérida. El flanco occidental de ese saliente se situaba al norte de los Monegros, con una serie de tenencias que incluían Tramaced, Piracés, Albero Alto y Montearagón como guarniciones cristianas hasta Huesca. Huesca estaba en manos de Alfonso, aunque el valle medio del Gállego seguía en manos musulmanas lo que convertía en importantes las fortalezas aragonesas de Bolea, Loarre y Ayerbe. La sierra de Luna formaba otra estribación con tenencias cristianas hasta la zona navarra de sus dominios. Al sur de esa sierra había varios castillos vecinos a Zaragoza que construidos por Sancho Ramírez y Pedro I como Juslibol, Miranda y Alfocea (construidos en 1101 por Pedro I) o la fortaleza-palacio de El Castellar (de 1091, construida por Sancho Ramírez). Las posiciones avanzadas eran claves en la extracción de parias de las comunidades musulmanas en la frontera y de la taifa de Zaragoza y una de las bases de la economía del reino.
Al oeste, su reino incluía una Navarra que había perdido lo que hoy es La Rioja, Álava, Vizcaya y la parte occidental de Guipúzcoa en favor de Castilla. El territorio quedaba reducido a la zona nuclear de la actual Navarra, concedida como condado de Navarra bajo homenaje al monarca leonés. Incluía Pamplona, que había dado nombre históricamente al reino y era sede episcopal bajo Pedro de Roda, fiel partidario del padre de Alfonso y posteriormente del propio Alfonso. Otras importantes ciudades que heredaba Alfonso en la zona eran Monjardín, Tafalla, Artajona y Estella. Al haber perdido Nájera, importante ciudad del reino y lugar del monasterio de Santa María la Real de Nájera, el monasterio de Leyre pasó a ser la otra gran iglesia en Navarra. Los límites con la diócesis aragonesa de Esteban fueron también motivo de controversia pues la ribera del río Onsella había sido disputada por ambos reinos antes de su unificación.
Esta Navarra probablemente conservara una salida al mar por Guipúzcoa dado que hay documentos de su hermano Pedro relativos al monasterio de Leire y San Sebastián y parece que Alfonso era soberano al noreste sobre los dominios de Íñigo Vela, señor de Guevara y Oñate y tenente de Baztán, Echauri, La Borunda y Hernani. También había caído bajo la soberanía del padre de Alfonso la tenencia de su pariente jimeno Sancho Garcés que abarcaba la zona de Sangüesa y Uncastillo. El hijo de Sancho y pariente de Alfonso I, Ramiro Sánchez de Pamplona, ocupaba un papel importante en la corte como tenente de territorios tanto en Navarra como en Aragón y fue designado en 1104 por Alfonso como tenente de Monzón. Jimeno Garcés, tenente de Ujué, y su familia también habían respaldado a Sancho Ramírez y aparecen también como sus tenentes en múltiples localidades navarras como Salazar, Aoiz, Nagore o Navascués. Otros magnates navarros como Sancho Sánchez, tenente de Erro y gobernador de Pamplona o Tafalla, habían mostrado lealtades mixtas entre León y Aragón, aunque Sancho Ramírez pudo reprimir sus revueltas y aparecen todavía como vasallos relevantes a lo largo del reinado de Alfonso I. En el momento del ascenso al trono de Alfonso, Sancho Sánchez seguía siendo el gobernador de buena parte de Navarra.
La frontera con los musulmanes de esta Navarra pasaba al sur por los castillos de Pueyo de Sancho, Arguedas, Santacara, Caparroso y Azagra, frente a los que se encontraban posiciones musulmanas como Valtierra, Cadreita y Murillo de las Limas como perímetro de Tudela. Más al oeste estaban los señoríos castellanos de García Ordóñez (Condado de Nájera y tenencias de Grañón y Calahorra), Íñigo Jiménez (Señorío de los Cameros y Viguera), Diego López de Haro (Señorío de Vizcaya, Haro y tenencias en Álava, Rioja y Guipúzcoa) y Gómez González (conde de La Bureba) que ocuparían luego papeles destacados en el reinado de Alfonso como vasallos o enemigos. Aunque antiguamente estos territorios habían estado vinculados al reino de Pamplona, la pujanza de León y Castilla había hecho retroceder la influencia navarra en la zona. Castilla había sido previamente unida en 1072 al reino de León de Alfonso VI, que también había conquistado la taifa de Toledo y se había convertido de esa forma en la principal potencia peninsular justo al oeste de las posesiones que heredaba su tocayo el Batallador.
Apenas coronado en 1104, Alfonso comenzó a dar los pasos que con el tiempo llevarían a la conquista de Zaragoza. En 1105 se desplazó a lo largo de su nuevo reino entre Berbegal y las Bardenas, organizando fuerzas en la frontera. Ese mismo año cayó Tauste y antes de terminar 1106 tomaba la madina de Siya (actual Ejea de los Caballeros), una posición estratégica importante para asegurar la frontera sur-occidental. Las conquistas completaban la toma de la actual comarca de las Cinco Villas, lo que cerraba el valle del Ebro por el oeste e interrumpía la ruta entre Saraqusta y Tudela (una de las tradicionales ciudades secundarias de la taifa zaragozana). Alfonso participó en primera línea en la campaña, estando a punto de ser capturado o muerto en al menos una ocasión. Se trató de una campaña primordialmente con fuerzas locales, si bien constan indicios del tradicional respaldo de aliados transpirenaicos.
También en 1105-1106 mandó reforzar varios castillos vecinos a Zaragoza que amenazaban la capital del rey musulmán Al-Musta'in II y habían sido construidos por Sancho Ramírez y Pedro I como El Castellar. Ello no solo reforzaba la zona recién conquistada, sino que ponía bajo observación una de las rutas desde la secundaria taifa de Calatayud a la capital zaragozana. Se trataba de una estrategia diseñada para aprovechar la ruptura de la línea defensiva zaragozana que había supuesto la caída de Huesca. En una llanura abierta como la del norte del Ebro, era posible realizar cabalgadas bastante en profundidad en el territorio musulmán. En enero de 1106 consta su presencia personalmente en El Castellar, probablemente incursionando sobre Zaragoza o tratando de negociar con sus emires en mitad de las campañas sobre las Cinco Villas.
La toma de Balaguer a los musulmanes por el aliado condado de Urgel a mediados de 1106 abrió nuevas oportunidades para Alfonso en su frontera oriental. Alfonso envió ayuda a cambio de propiedades en Balaguer (Cerced, dada al obispo de Roda). El regente de Urgel, Pedro Ansúrez, mantendría el equilibrio llegando el mismo año a un acuerdo similar con el conde de Barcelona, tejiendo alianzas con ambas potencias vecinas a cambio de compartir las nuevas conquistas. Pero sobre todo, la toma de Balaguer supuso la ruptura de la línea defensiva musulmana al norte de Lérida. Alfonso pasó por Santa Cruz de la Serós y Huesca para atender a actos de gobierno y al bautizo de su médico de origen judío, Pedro Alfonso. Para abril de 1107 Alfonso estaba en Arguedas, supervisando sus posiciones avanzadas en occidente contra Tudela y atendiendo a la política exterior con León, antes de pasar a centrarse en la frontera oriental en verano.
Aprovechando la debilidad musulmana tras la pérdida de Balaguer, Alfonso siguió acorralando Zaragoza por el este al avanzar la conquista de la Hoya de Huesca, los Monegros y reforzar el área de Barbastro y Monzón. Así por ejemplo es en 1107 cuando Alfonso manda la repoblación de Poleñino en el llano entre la sierra en manos cristianas y la sierra de Alcubierre en manos musulmanas. La marca fronteriza que suponía el regnum de Monzón pasó a ser una prioridad por su carácter de zona vulnerable a los ataques musulmanes desde Lérida. Alfonso conquistó Tamarite de Litera y San Esteban de Litera en 1107 cumpliendo así con un objetivo en el que su hermano Pedro I había fracasado. Es con esta expansión en el oriente que por primera vez Pallars se reconoce como parte de los dominios de Alfonso. Así, en un documento de 1108 se señala que Alfonso reinaba en Aragón, Pamplona, Sobrarbe, Ribagorza, Pallás y Arán.
Parte de las tierras al norte del Ebro quedaron en manos musulmanas, empero. Aunque Alfonso amplió su reino al sur llevando sus fronteras hacia el río Ebro y el Cinca, Fraga y Mequinenza aún eran musulmanas y garantizaban la conexión entre Saraqusta y su sufragánea taifa de Lérida. Asimismo, la ribera del río Gállego (con plazas como Zuera, Almudévar o Gurrea de Gállego) estaban aún por conquistar al norte de Zaragoza. La actividad del monarca en 1108 es bastante desconocida, más allá de una presencia en Murillo de Gállego y otra en Barbastro. Alfonso probablemente fortificara hacia 1109 Velilla de Cinca para servir posición avanzada contra Lérida de forma análoga a Juslibol y El Castellar con Zaragoza y Arguedas contra Tudela. Igualmente es posible que se iniciaran negociaciones con León.
Tras su coronación en 1104, había surgido el problema dinástico de que el nuevo rey superaba la treintena y no estaba casado. El único miembro restante de la casa real era su hermano Ramiro, de carrera eclesiástica. Su boda, razón de estado, fue calculada considerando las diversas casas reales ibéricas con hijas casaderas. No fue el único buscando estratégicas alianzas matrimoniales: los éxitos contra los musulmanes de Alfonso VI de León habían traído un contraataque musulmán liderado por el movimiento almorávide. En 1109, sabiendo cercano su final, Alfonso VI decidió el matrimonio de su hija Urraca con el rey de Aragón, interesado en el apoyo militar que su nuevo yerno, veterano combatiente, podía proporcionarle. Alfonso VI había perdido su único heredero varón Sancho en la batalla de Uclés (1108) y se había visto incapaz de asegurar el terreno de las actuales provincias de Soria, Guadalajara y Cuenca por lo que la alianza parecía necesaria para evitar males mayores. El matrimonio se celebró a comienzos de octubre del 1109, año en el que moriría el padre de Urraca, en el castillo de Monzón de Campos, con el alcaide de la fortaleza, don Pedro Ansúrez, apadrinando el enlace. Pedro Ansúrez recuperó por su mediación en el matrimonio el favor de la corte leonesa.
Alfonso, que aunque tenía unos treinta y seis años hasta entonces había permanecido soltero, probablemente fuese estéril.
La falta de vástagos del matrimonio condenó este al fracaso y rey aragonés, tras la separación de Urraca, no volvió a tomar esposa y murió sin descendencia en 1134. Antes de casarse, según parece, Urraca y Alfonso acordaron las capitulaciones de esponsales por el que se designaban recíprocamente en soberana potestas en las posesiones del otro. Pero se convenía que si el matrimonio tenía descendencia, este hijo pasaría a ser el heredero, lo que relegaba al primogénito del anterior matrimonio de Urraca con Raimundo de Borgoña, Alfonso Raimúndez (futuro Alfonso VII), que hubiese perdido sus derechos al trono de León en tal eventualidad. Entre los contrarios a este enlace matrimonial se destacaron los nobles gallegos, debido a la pérdida del entonces infante de cinco años Alfonso Raimúndez (futuro Alfonso VII) de los derechos al trono del reino de León y Castilla tras el pacto matrimonial firmado entre Urraca y Alfonso I de Aragón, que estipulaba que los derechos de sucesión pasarían al hijo que pudieran tener. No obstante, en caso de que el matrimonio no tuviese descendencia, las tierras del rey aragonés pasarían Alfonso Raimúndez junto con las de Urraca.
Otra importante facción contraria a la elección de Alfonso I de Aragón fue la formada por los eclesiásticos franceses de origen borgoñón que se habían establecido en el camino de Santiago durante el reinado de Alfonso VI, bajo la protección del primer marido de Urraca, perteneciente a la casa condal de Borgoña, rama de la casa de Ivrea. Los eclesiásticos eran también señores de muchos territorios, por lo que se oponían además a las políticas proburguesas del rey aragonés, que de triunfar verían considerablemente reducido su poder. Se trataba de una peligrosa oposición pues su contacto con el papa Pascual II permitiría con el tiempo que se anulara el matrimonio, que los cronistas castellanos llamaban «las malhadadas bodas» o «mal-abitas bodas» por incestuosas al ser ambos cónyuges bisnietos de Sancho Garcés III de Pamplona el Mayor. No sólo habían venido eclesiásticos, sino que Enrique de Borgoña, pariente (probablemente primo, citado como "congermannus", pero perteneciente a la casa ducal de Borgoña, rama de la dinastía capeta) del difunto marido de Urraca, había casado con una hermanastra de este y era conde de Portugal con conocidas aspiraciones a un mayor poder en el reino.
Además, el conde Gómez González, había sido antes de la muerte de Alfonso VI pretendiente a casarse con Urraca, y las crónicas afirman mantenía relaciones amorosas con ella. Los historiadores modernos muestran su recelo sobre esas afirmaciones, pudiendo su cercanía ser más bien una búsqueda de influencia sobre la casa real por parte de Gómez Gónzalez. Antes de la muerte del monarca leonés, un grupo de nobles castellanos se habían reunido cerca de Toledo, en Magán, para proponer al moribundo rey a Gómez González como candidato a esposo de la futura reina aunque, sin atreverse a planteárselo formalmente al viejo monarca, consiguieron que lo hiciera el médico personal del rey, un judío llamado Cidiello. Alfonso VI recibió airado la noticia, al comprobar la oposición de una parte de la nobleza castellana a los planes que había diseñado de casar a su hija con el experimentado rey aragonés. Algunos autores ven una política deliberada de la corte de Alfonso VI, que al elegir a un marido extranjero para la reina evitaban que la camarilla castellana ganara poder en torno a Urraca, algo que podía exacerbar los desequilibrios entre facciones y acelerar las tendencias centrífugas en Galicia, Portugal y Castilla.
La respuesta de Alfonso, veterano guerrero curtido en muchas batallas, fue rápida y enérgica. Sabedor de la oposición que el arzobispo de Compostela, Gelmírez, y el conde de Traba, tutor del infante Alfonso Raimúndez, le deparaban, marchó con sus huestes aragonesas y pamplonesas y les infligió una dura derrota en el castillo de Monterroso (actual provincia de Lugo), en 1109. Contaba el Batallador con el apoyo en Galicia de la ciudad de Lugo, que había sido el epicentro de revueltas de la pequeña nobleza gallega y había sido entregada hace pocos años por Alfonso VI al obispo para pacificarla. También contaba con Pedro Arias, señor de Deza y archienemigo del conde de Traba. En general, la burguesía de Lugo y Compostela, la facción del antiguo obispo compostelano Peláez, que había sido protegido por el padre del Batallador tras caer en desgracia con Alfonso VI, y la pequeña nobleza que encabezaban los Arias mostraron amplios recelos sobre los intentos de Gelmírez y Traba de consolidarse como grandes magnates y regentes del joven Alfonso Raimúndez. El mensaje transmitido a los descontentos fue que el Batallador estaba resuelto a aplastar militarmente cualquier intento de rebelión en su contra.
Sin embargo, la dureza en la represión militar en Monterroso ahondó la enemistad de Alfonso I con la nobleza gallega y el partido de Gelmírez y Traba.
Alfonso I también mantuvo su política militar de dar la tenencia de castillos y plazas fuertes a sus leales: nobles aragoneses y navarros, y veteranos compañeros de batallas y caballeros fieles de su hueste, lo que fue incrementando la enemistad que provocaba en León y Castilla. Sintiendo que perdían poder en la corte, los grandes señores de la corte leonesa comenzaron a conspirar contra el rey.La derrota militar de los enemigos del Batallador implicaba que la oposición tuvo que reorganizarse. A lo largo de 1110 Alfonso recibió homenajes en territorio castellano y Urraca en tierras aragonesas, en cumplimiento de las capitulaciones matrimoniales. Sin embargo, la tensión militar era evidente. Urraca concedió privilegios a Diego López de Haro, señor de Vizcaya y Haro y sucesor de García Ordóñez en la estratégica tenencia de Nájera, para reforzar su partido, que se agrupaba en Castilla en torno al conde Gómez González. También se muestra cercano al partido de la reina Pedro González de Lara, conde de Lara al sur de Burgos y tenente en Medina del Campo, Palencia y numerosos otros lugares. González de Lara fue un apoyo importante para la reina, pues además era clave para garantizar el apoyo de los obispos de Palencia y Osma y el de su hermano, Rodrigo, gobernador de las Asturias de Santillana y parte del norte de Castilla. Un último señor castellano que destacaba en el partido de la reina fue Fernando García de Hita, que suponía el respaldo de las tierras al este de Toledo.
Algunos autores interpretan las donaciones que Alfonso I hizo en estas fechas a monasterios como Valvanera, Santo Domingo de la Calzada y San Salvador de Oña como un intento de reforzar las lealtades de estos y contrapesar al partido de Urraca. Alfonso contaba además en principio con el apoyo de su aliado, Pedro Ansúrez, miembro de la familia Banu Gómez con una importante influencia en el corazón del reino leonés. También logró sumar a sus apoyos al conde Enrique de Portugal, que pese a sus lazos familiares con el infante Alfonso Raimúndez, veía en Gelmírez y él un obstáculo para su propia expansión.
Pudo también apoyarse en la primitiva burguesía de las poblaciones a las que ofreció fueros y privilegios parecidos a los otorgados en las que repobló en Aragón. Así, Alfonso I apoyó el establecimiento de villas francas y estimuló el comercio en todo el Camino de Santiago. Estas garantías, libertades y exenciones creaban un sector social franco o libre, en detrimento de los impuestos, que eran la fuente del poder de la aristocracia feudal, lo que concitó su impopularidad entre la nobleza. Urraca se apoyó en estos últimos estamentos privilegiados cuando se desató la lucha entre facciones enfrentadas y entre partidarios de uno u otro cónyuge del matrimonio real. Fuera del camino de Santiago, es de destacar el apoyo que Alfonso tenía en la ciudad de Toledo.
Un intento musulmán de aprovechar ese mismo año la dedicación de Alfonso a la política leonesa fue desbaratado con la victoria de los tenentes del Batallador sobre al-Mustain I, rey de la taifa de Zaragoza. Al-Munstain había lanzado un contraataque al norte del Ebro, revirtiendo algunos de los avances en años previos de Alfonso en el eje entre Tudela y Zaragoza y probablemente recuperando Tauste. Sin embargo fue rechazado al tratar de penetrar más al norte y amenazar Olite en la batalla de Valtierra del 24 de enero de 1110. Es posible que el ataque hubiera puesto en peligro también Artajona, que sin embargo había sido hace poco reforzada.
La batalla supuso la muerte de al-Mustain en la batalla y la sucesión por su hijo Abdelmalik. Sin embargo, la derrota llevó a la taifa a pagar parias a Urraca para prevenir más ataques de Alfonso y al descrédito de la dinastía hudí, ahora en decadencia y atrapada entre dos potencias en auge: Alfonso y los almorávides. Las parias pagadas a los castellanos enervaron a los más nacionalistas, que hicieron caer la ciudad en manos almorávides. Los últimos hudíes se refugiaron en la fortaleza de Rueda, que era considerada inexpugnable y donde creó un pequeño reino sobre el valle del Jalón. Su odio a los almorávides le llevaría a aliarse con Alfonso posteriormente contra aquellos que le habían destronado. El gobierno almorávide en la ciudad del Ebro vino personificado por Muhammad ibn al-Haŷŷ, que había retomado Valencia tras su captura por el Cid.
La situación en el reino de Alfonso no era sin embargo halagüeña. El Batallador llevaba desde el año anterior ausente atendiendo a la política leonesa. Más aún, las contribuciones para las campañas contra los rebeldes probablemente hubiera supuesto una carga económica para el reino, que sin embargo veía afectada la ruta comercial del camino de Santiago y ahora el cobro de parias.
En la zona cercana a Valtierra es probable que la reciente campaña hubiera acentuado las carestías existentes. La autoridad de Alfonso se mantenía gracias al apoyo del obispo de Pamplona, pero este hubo de intervenir militarmente contra nobles revoltosos en Monjardín ese mismo año. El avance almorávide hacia el valle del Ebro era igualmente un motivo de preocupación.El Batallador estuvo en mayo y junio en Galicia ocupado con los restos de la revuelta de Traba, pero ante la amenaza almorávide contra su base de poder se trasladó en julio al valle del Ebro a enfrentarlos.Alagón y librar escaramuzas contra los almorávides, se dedicó en julio a consolidar sus posesiones en la frontera. Con probable apoyo de tropas de Alfonso, los hudíes lograron rechazar ataques almorávides cerca de Calatayud e incluso trataron de contraatacar contra Zaragoza.
Además de la llegada de la hueste real, Alfonso logró reunir refuerzos castellanos y francos para una ofensiva contra Zaragoza. El 5 de julio derrotó una fuerza almorávide frente a Tudela, aunque tuvo que retirarse ante la llegada de refuerzos enemigos. Tras pasar porAlfonso dotó de fuero Funes, Marcilla y Peñalén, en la frontera frente a Tudela, y a Ejea y El Frago en 1110 para garantizar la repoblación cristiana en la zona que había arrebatado a los musulmanes en los años previos y prevenir nuevos ataques. Es de destacar su carácter de frontera del fuero de Ejea, pidiendo servicio de armas a los caballeros que poblaran la localidad. Los fueros datan aproximadamente de finales de julio, con Alfonso pasando el verano en Loarre.
Entre el 1110 y 1111, el conde Gómez González, cabecilla del partido de Urraca, trató de convencer a la reina de que el príncipe Alfonso debía convertirse en el rey legítimo de Castilla como hijo biológico de la reina de León y Castilla, para que apoyase el levantamiento de la nobleza contra Alfonso. Este hecho convirtió el conflicto político en una guerra abierta entre el monarca aragonés y facciones de la nobleza leonesa, castellana y gallega. El fuerte carácter de Alfonso I y el choque con la personalidad de su mujer (las crónicas leonesas, castellanas y gallegas, siempre antialfonsíes, ponen en boca de Urraca que Alfonso «le pegó con manos y pies») llevaron al fracaso del matrimonio. Se dice que Alfonso temía que la proximidad entre el conde y su mujer fuera sinónimo de infidelidad de ella, razón por la que podría haberla repudiado. A todo esto se sumaba la iniciativa del arzobispo de Toledo Bernardo de Sedirac, también contrario al aragonés, que solicitó la nulidad al papa. La condena papal del matrimonio llegó durante el verano del 1110, mientras Alfonso combatía a los rebeldes gallegos.
Declarada la guerra civil entre los partidarios de Urraca y Alfonso, este la declaró incapaz de gobernar e hizo que la encerraran en El Castellar, en Aragón, a consecuencia de una conspiración en la que Urraca ordenó a los tenentes de fortalezas en los reinos de León y Castilla que no obedecieran las órdenes de su marido. La encarcelación provocó una ruptura política irreconciliable con la facción de los altos prelados Bernardo de Sedirac de Toledo y Diego Gelmírez de Compostela así como con la nobleza aristocrática acaudillada por Pedro Froilaz y Gómez González. Alfonso llevó a cabo una exitosa invasión de León con tropas navarras y aragonesas sin más apoyo que el del conde de Portugal. Su hasta entonces aliado Pedro Ansúrez se mostró en cambio neutral. En pocas semanas sometió las ciudades de Palencia, Burgos, Osma, Sahagún, Astorga y Orense. En las localidades a lo largo del camino de Santiago encontró Alfonso focos de apoyo que compartían con él un enemigo común en el alto clero castellano (véase la paralela revuelta burguesa de Sahagún contra sus abades, la coalición de dichos burgueses de Sahagún con los burgueses de Burgos y Carrión y el respaldo a Alfonso de los burgueses de Palencia). Alfonso I contó también en esa campaña según las crónicas con el respaldo de los pardos, tildados como saqueadores por las crónicas eclesiásticas, pero que autores modernos han propuesto identificar con las milicias concejiles y caballeros villanos de la baja nobleza que le respaldaba frente a los grandes señores del reino. Encontró también el apoyo del arzobispo de Braga, Mauricio, que envuelto en una disputa por la primacía con Toledo se alineó con el Batallador, que le puso en control de la diócesis de León.
Aprovechando esta distracción y las consecuencias de Valtierra,monasterio de Sahagún. Las noticias de la incursión y de las maniobras del arzobispo de Toledo para pedir la nulidad del matrimonio provocaron que Alfonso marchase con su ejército al sur castellano en una expedición punitiva. Ocupó la ciudad de Toledo en abril de 1111 y Alfonso sustituyó al hostil arzobispo Bernardo de Sedirac. Toledo tendría una guarnición aragonesa, a mando de un comandante de nombre Oriel hasta 1113. Alfonso también estableció ese mismo año una tenencia en San Esteban de Gormaz, que serviría de bastión contra los almorávides en la extremadura castellana y que seguiría bajo control aragonés hasta su muerte. Por las menciones de las crónicas, parece que una vez asegurado Toledo y el sur dedicó el verano a volver a encarar a los almorávides en las fortalezas circundantes a Tudela.
el conde Gómez González lanzó una incursión sobre El Castellar, liberó a la reina Urraca y la llevó alAlfonso terminó de suprimir la revuelta castellana ese mismo año. En la batalla de Candespina del 26 de octubre de 1111, sita en el actual municipio segoviano de Fresno de Cantespino, obtuvo otra victoria. Se enfrentaron las huestes navarro-aragonesas de Alfonso y del conde Enrique de Borgoña contra las tropas fieles a Urraca y Gómez González. Las fuerzas de Alfonso se encontraban debilitadas por el abandono de la facción de Pedro Ansúrez, que se había pasado a Urraca. Sin embargo, el bando de Urraca no estaba tampoco unido debido a los celos entre sus favoritos, los condes Gómez González y Pedro González de Lara. La batalla fue una victoria absoluta de Alfonso, que no solo aniquiló las fuerzas enemigas sino que supuso la muerte del conde levantisco, dejando a la reina en muy mala situación. Diversas localidades del sur castellano cayeron entonces en manos de los partidarios de Alfonso. Urraca optó por pactar con el conde Enrique, ofreciéndole la partición del reino como había hecho Alfonso; logró que el conde cambiase de bando y juntos asediaron al soberano aragonés en Peñafiel, aunque no pudieron rendir la plaza. Al mismo tiempo que marchaban al norte a trazar la división del reino, Urraca trataba en secreto con Alfonso. Con la connivencia de Urraca, Alfonso avanzó rápidamente hacia el oeste y estuvo a punto de apresar a Teresa en Sahagún. Urraca se retiró a las montañas gallegas. Para finales de año, constan documentos firmados conjuntamente por Alfonso y Urraca.
La nobleza gallega encabezada por el obispo de Santiago de Compostela Diego Gelmírez y el tutor del infante Pedro Froilaz el conde de Traba pasó a liderar la oposición a Alfonso I tras la desaparición de Candespina y el ayo del joven príncipe proclama en la catedral de Santiago a Alfonso Raimúndez, con siete años de edad, «rey de Galicia» el 19 de septiembre de 1111. Es discutido el sentido de esta proclamación, sin que pueda dilucidarse si se pretendía con ello establecer un reino independiente o no, pero lo más probable es que simplemente se tratara de otorgar la categoría de correinante a Alfonso Raimúndez con un grado igual al de su madre Urraca. La inhábil política de Gelmírez al no facilitar la sumisión de Portugal, cerró el camino para el triunfo de la revuelta, que obtuvo apoyo entre la nobleza gallega, pero que también generó opositores entre los sectores partidarios de Alfonso el Batallador, como ocurrió en Lugo. Esta plaza fue sometida por los enemigos de Alfonso antes de que estos marchasen contra León.
La actitud de Urraca I en todo el conflicto es discutida: mientras que la Historia compostelana (que es una fuente parcial, pues se trata de una biografía dedicada a exaltar la política del obispo Gelmírez) señala que Urraca estuvo de acuerdo con la coronación de Alfonso Raimúndez (pese a que ello hubiera supuesto aceptar una corregencia dirigida por Gelmírez y sus colaboradores), existe un documento que manifiesta que el 2 de septiembre de 1111 (solo quince días antes del acto de la proclamación de su hijo como «rey de Galicia») Urraca firmaba en Burgos junto con su esposo Alfonso el Batallador una donación a favor del monasterio de Oña, y en octubre lo hacía del mismo modo en otra suscrita en Briviesca. Ambos documentos fueron redactados por el canónigo de Santiago de Compostela, cuyo cargo lo hace cercano al obispo Gelmírez, por lo que el juego de alianzas políticas dista de ser sencillo.
El Batallador en respuesta operó contra las ciudades que apoyaban al recién coronado Alfonso VII como Ávila, que había sido poblada por su padre Raimundo y a cuyo concejo intimidó. El Batallador se dirigió a continuación contra los partidarios de Alfonso Raimúndez en Galicia. Los derrotó en Villadangos en octubre o noviembre de 1111 con la ayuda del conde de Portugal, Enrique de Borgoña, tío de Alfonso VII. Con esta victoria Alfonso I de Aragón desbarató el intento político de Diego Gelmírez, obispo de Santiago de Compostela y sus partidarios, capturó a Pedro Froilaz (que sería liberado poco después) y debilitó a sus oponentes. El Batallador sitió en Astorga a los últimos restos de la rebelión. Sin embargo, Gelmírez y Alfonso Raimúndez consiguieron huir in forti Castello Orzilione (quod Castrum est in Castella), llevando al niño con su madre. El lugar donde Urraca se alojaba y donde Diego Gelmírez llevó al infante Alfonso Raimundez probablemente fuera Orcellón en la diócesis de Orense en un distrito conocido como Castela.
La ausencia del Batallador de su reino debida a su campaña en León siguió sin embargo dando oportunidades de revuelta en su reino, siendo en la segunda mitad del año sofocada una revuelta de García Sánchez de Atarés, primo del rey como hijo del poderoso conde Sancho Ramírez. Por ello Alfonso regresó a principios de 1112 a Aragón.
En 1112 el papa Pascual II hizo oficial la amenaza de nulidad, excomulgándolos si permanecían juntos. Alfonso la repudió definitivamente. Pedro Froilaz y Gelmírez emprendieron mientras una campaña contra las guarniciones de Alfonso, cuyas fuerzas se encontraban debilitadas al estar también enfrentando a los almorávides en Zaragoza y en la extremadura soriana. Notablemente sus leales en la frontera sur lograron reconquistar Atienza y poblaciones vecinas a los musulmanes. Con sus fuerzas divididas, el Batallador fue sitiado por Urraca en Carrión mientras que otros contingentes aragoneses fueron derrotados en Atapuerca y Burgos. Los burgueses de las localidades, sin embargo, mantuvieron una férrea oposición a Urraca en defensa de Alfonso y el Batallador logró lanzar una contraofensiva que retomó Castrojeriz, Burgos y Carrión.
En 1113 Urraca lanzó otra ofensiva con tropas gallegas, que volvió a tomar Sahagún y Carrión y puso sitio a Burgos.Los Arcos, desde donde intenta infructuosamente socorrer a sus partidarios cercados en Burgos. Sí pudo reemplazar al levantisco Diego López de Haro por el noble navarro Fortún Garcés Cajal en la estratégica tenencia de Nájera, ciudad cuyos burgueses también le favorecían. Fortún aparece desde entonces ligado a la curia real y como mayordomo de Alfonso, siendo uno de los principales lugartenientes del Batallador.
La situación en La Rioja parece en cambio favorable a Alfonso I. El Batallador pasó el año de 1113 entre localidades navarras, alavesas, burgalesas y riojanas. En abril consta enEn el sur, Álvar Fáñez aseguró mientras Toledo para Urraca. La división entre los cristianos facilitó los avances almorávides y su general Mazdali se hizo con el castillo de Oreja como punto avanzado contra Toledo y saqueó la campiña de Alcalá de Henares y Guadalajara. Burgos caería en manos de Urraca en junio de 1113, si bien Urraca desvió a continuación sus tropas contra los almorávides, socorriendo Toledo y Berlanga. Parece que en ese contexto los almorávides habían logrado tomar Medinaceli, que las fuerzas de Urraca no lograron reconquistar.
La división del reino se consolidó en un concilio celebrado en Palencia en 1114. Aun así, el panorama político era complejo, como muestran las revueltas burguesas de abril en Segovia contra los partidarios de Urraca (donde muere Álvar Fáñez) o el intento de los burgaleses de elegir al hermano de Alfonso, Ramiro, como obispo de Burgos. En la primavera del 1114, Segovia y Toledo reconocieron la autoridad de Alfonso, probablemente buscando auxilio frente a la presión almorávide desde el sur, dada la muerte de Álvar Fáñez y los avances de Mazdali. El almorávide, que realizaba incursiones anuales en el reino toledano había derrotado ese año a los cristianos en Pulgar y puesto sitio a Toledo. Las fuerzas del Batallador parecen haber logrado algunos éxitos contra los almorávides en ese frente, como podría ser la recuperación de Medinaceli y el regreso de Oriol Aznárez a Toledo, que resistió a los almorávides. Al norte también en 1114 volvieron al bando de Alfonso las ciudades de Sahagún, Carrión y Burgos, donde los burgueses se hicieron con el poder y expulsaron a los partidarios de Urraca. La documentación parece indicar que el Batallador pasó el final del año en Palencia, probablemente ocupado dirigiendo estos movimientos.
Alfonso pasó a ser únicamente rey de Aragón y Pamplona, a pesar de tantas luchas, y dirigió sus objetivos a la reconquista del Valle del Ebro, con la toma de Saraqusta en mente, proyecto casi abandonado durante sus cinco años de matrimonio y regencia castellana (1109-1114). No obstante, siguió utilizando el título de rey de Castilla e, intermitentemente, el de imperator totius Hispaniae producto de la tradición imperial de León. Tampoco renunció a los enclaves por él repoblados, fortificados y gobernados por sus tenentes en los actuales País Vasco, La Rioja, Burgos, Soria, Segovia, Guadalajara y Toledo.
Destacan especialmente las tenencias en las manos navarroaragonesas de Lope López (Calahorra), Lope López Almoravid (Marañón), Íñigo Jiménez (Cameros), y Fortún Garcés Cajal (Nájera), que se habían mantenido fieles a Alfonso I en la guerra civil. Alfonso logró en los años siguientes evitar la concentración de poder en la zona colocando a tenentes independientes como Lope Yáñez (Arnedo). También retiene los monasterios de San Millán de la Cogolla y sus propiedades, y muy probablemente los de San Prudencio de Monte Laturce y Nuestra Señora de Valvanera. El monasterio de Santa María de Nájera estaba en manos del abad Sancho de Funes, también partidario de Alfonso.
El influyente Diego López de Haro, señor de Vizcaya, mantenía en cambio una posición ambigua, confirmando hacia 1114 documentos tanto de Urraca como de Alfonso e intentaría una revuelta en 1116 sofocada por el Batallador. Pese a haber sido despojado de Nájera en la guerra previa, conservaba entre las tenencias riojanas Grañón. Más al norte era el señor de Bilibio, Buradón y Haro en la ribera del Ebro, que fortificó. Su cuñado Lope Íñiguez controlaba a su vez la tenencia de Estíbaliz, principal entre las de Álava. Diego López finalmente mantenía su señorío hereditario de Vizcaya. Alrededor de la Vizcaya nuclear había otras tenencias y señoríos menores, que podrían estar en manos de ramas cadete de su familia o tener otras relaciones de dependencia. Es el caso del señorío de Llodio, en manos de un Íñigo López de Mendoza que las crónicas hacen primo de Diego López. La situación de la tierra de Ayala y del Duranguesado es más dudosa, por la ausencia de documentos en el periodo. Al este de sus dominios se encontraban a las posesiones de la familia Vela en Guipúzcoa y Álava oriental, leales al Batallador.
Al oeste de estas grandes tenencias se encontraba el valle del río Oja. Por las confirmaciones de donaciones que emiten, el valle y el monasterio de Santo Domingo de la Calzada eran reivindicados políticamente tanto por Alfonso I como por Urraca y eclesiásticamente tanto por los obispos de Burgos como por los de Calahorra. El dominio probablemente fuera de Alfonso. Constan alrededor más tenencias en manos navarroaragonesas como la de Cellorigo, Belorado, Cerezo, Pedroso y Oca.
También abundaron las tenencias en manos navarras y aragonesas en la cuenca alta del Ebro, destacando especialmente la de Tedeja/Medina de Pomar. En la comarca de La Bureba constan tenentes de Alfonso en Briviesca, Piedralada y Poza. En esta última zona, a diferencia de las anteriores, muchos de los tenentes documentados son de origen castellano en vez de navarroaragonés, siendo probablemente magnates locales que ahora ejercían su autoridad en nombre de Alfonso. Por las confirmaciones de donaciones que emiten, Alfonso siguió manteneniendo su influencia sobre los monasterios de Oña y Santo Domingo de Silos. Al norte, el Batallador mantuvo su influencia sobre Bricia, la comarca cántabra de Trasmiera y las Encartaciones mientras que las Asturias de Santillana estarían ya en tenencia de Rodrigo González de Lara en nombre de Urraca definiendo una frontera que podría haberse mantenido hasta la muerte de Alfonso.
Asimismo, muchas localidades en el camino de Santiago, que habían apoyado a Alfonso I en el reciente conflicto, retuvieron lugartenientes y guarniciones de Alfonso incluso en enfrentamiento con facciones prourraca. Es el caso de Castrojeriz, con una tenencia leal a Alfonso. Además, Alfonso no abandonó a los burgueses de Sahagún que le habían apoyado, poniendo una guarnición bajo el gobierno de un Giraldo proaragonés apodado el diablo en las crónicas del rival monasterio de Sahagún y ejerciendo su poder en la zona mediante las misiones de su pariente materno Beltrán de Risnel en Sahagún, Carrión (de la que fue reconocido como conde) y Burgos. Sin embargo, Alfonso no intentó separar estos últimos territorios de la jurisdicción castellana. En cambio, la posterior guerra civil entre Urraca y su hijo Alfonso Raimúndez (bajo control de Gelmírez y Froílaz, que se beneficiaban de una regencia en su minoría en vez de un gobierno de Urraca) siguió dando ocasiones al Batallador para preservar su influencia en el reino de Castilla durante varios años más. Contaba para ello en general con las simpatías de los burgueses del camino de Santiago por su política favorable a los fueros y al comercio con los francos, pero encontró un duro contrapeso en el obispo Pascual de Burgos y en su sucesor Simón, que buscaron restablecer su poder en la diócesis y la autoridad de Urraca. La propia ciudad de Burgos cambió lealtades en varias ocasiones.
Alfonso también mantuvo buenas relaciones con los territorios castellanos en la frontera con los musulmanes, constando en documentos actos regios que afectaban a poblaciones como Sepúlveda, Pedraza, Sotosalbos o Segovia incluso años después de la nulidad del matrimonio, la repoblación por Alfonso I de zonas de frontera, y asistencia a Toledo contra incursiones almorávides. Alfonso mantuvo un tenente leal en San Esteban de Gormaz desde 1111 y consta su reconquista en 1112 a los musulmanes de localidades sorianas como Campisábalos y Atienza, así como indicios de su control sobre Medinaceli. Ciudades como Segovia o Toledo oscilaron lealtades hasta fechas tan tardías como 1122. Algunos autores han señalado que el choque entre el partido borgoñón de Gelmírez y el aragonés de Alfonso mostraba un conflicto más profundo en la forma de llevar a cabo la Reconquista, donde Gelmírez representaba la continuidad de la política feudal de Alfonso VI y el Batallador la continuidad de la visión de hombres de frontera del Cid. En ese marco, Alfonso I tendría el apoyo del campesinado que buscaba tierras seguras, tanto de los ataques musulmanes como de los grandes poderes feudales del propio reino. En oposición a Alfonso, además del empuje almorávide se encontraba la sede de Toledo que tenía categoría arzobispal y reclamaba nombrar obispos para Sigüenza y Osma. Aunque los contraataques musulmanes habían privado a los obispos nombrados por Bernardo de Sedirac de control efectivo sobre los territorios que reclamaban, contribuyeron otro factor para que Alfonso no terminara de consolidar su dominio en dichas zonas. El Alfoz de Lara, base de poder de su enemigo Pedro Gonzalez de Lara, se encontraba también cerca de Osma.
Durante sus años de política leonesa, Alfonso había intervenido en la Reconquista a la defensiva. Había repelido ataques en 1110 de al-Mustain en Valtierra, de sus sucesores almorávides en 1112 en la comarca de Huesca, enviado al obispo Esteban de Huesca a apoyar a sus aliados urgelitanos ante una incursión musulmana en 1114, y auxiliando a Toledo y Segovia contra los almorávides en 1114 (que parecen haber vuelto temporalmente a su lado a cambio). Anulado el matrimonio, Alfonso comenzó una nueva etapa más ofensiva centrado la conquista de Zaragoza, que tras la derrota de Valtierra había sufrido descontento popular y había caído en manos de los almorávides.
Zaragoza (en árabe, Saraqusta o a veces Madînat al-Baida, la ciudad blanca) era una de las principales ciudades de al-Ándalus y, fruto de su capitalidad de fronteras, uno de los principales reinos taifas musulmanes. En su mayor esplendor dicha taifa había abarcado desde Tudela hasta Tortosa, dependían de ella Tudela, Huesca, Lérida, Tarragona y Calatayud y recibía vasallaje de Valencia y Denia. Su fortaleza, frente a los vastos territorios despoblados en la frontera de Castilla y León había sido la causa de la menor expansión del Reino de Aragón. En 1115 el gobernador almorávide había pasado a ser Ibn Tifilwit, cuyo gobierno vino marcado por sus desavenencias con el filósofo y visir Avempace (1115-1117). Su único avance contra Alfonso fue la toma de la fortaleza de Juslibol.
Desde 1115 Alfonso retomó la estrategia de pinza para aislar Zaragoza por el oeste y el este. Los primeros movimientos de Alfonso fueron dirigidos a restaurar y ampliar la frontera occidental frente a Tudela que había sufrido la expedición de Al-Mustain en 1110. Las crónicas recogen de nuevo la conquista de Tauste en 1115 que pese a haber sido tomada antes junto a Ejea parece estar de nuevo en manos musulmanas.
Probablemente se hubiera perdido durante la campaña de Valtierra. La campaña militar se vio después interrumpida por la política doméstica y leonesa. En 1115 Alfonso también visitó Sahagún para negociaciones con Urraca, quizás relacionado con la candidatura de su hermano a la mitra de Burgos.monasterio de Montearagón).
A principios de 1116, estaba en Castilla, volviendo en febrero a Aragón y pasando a junio a la frontera riojana. Mientras, ese mismo junio el obispo Esteban de Huesca resolvió expeditivamente sus conflictos de lindes con Ramón de Roda expulsándole de Barbastro por la fuerza, con la aquiescencia o al menos la falta de respuesta de Alfonso. El Batallador probablemente consideraba la actitud del obispo de Roda inútil en un contexto de guerras constantes mientras que Esteban era uno de sus más útiles vasallos. Ramón se exilió en Francia mientras que Esteban volvía a tensar su relación con el papado (al que ya se había enfrentado en tiempos de Pedro I por sus disputas con el obispo de Pamplona y con elEn agosto de 1116 Alfonso concedió fuero a Belorado, clave para el control de territorio en la zona occidental, y realizó donaciones al monasterio de Valvanera para consolidar su dominio sobre el mismo.Grañón y Viguera por Fortún Garcés Cajal, el principal partidario del Batallador en la zona. Igualmente Alfonso coloca entonces a su pariente Beltrán de Risnel como tenente en Logroño. Para la sede de la obispado de la zona, disputada entre varias localidades y finalmente restablecido en Calahorra, el Batallador designó en 1117 a Sancho de Funes, ferviente partidario suyo hasta el punto de ser llamado Sancho de los Aragoneses en las crónicas catedralicias.
De finales de 1116 a principios de 1117 acometió Alfonso el sometimiento de Diego López de Haro. Parece que en enero de 1117 el Batallador estaba sitiándole en Haro, frente al que construyó una posición en el cerro de Santa Lucía, y ya en febrero de ese mismo año Diego López aparece en los documentos reales de Alfonso I, probablemente sometido o habiendo cambiado de bando de nuevo. Desde López de Haro 1116 es remplazado en sus tenencias riojanas deEse mismo año Alfonso logró una tregua con su exmujer, que renovaría en 1120.Ocón, cerca de Burgos. Entre los acuerdos a los que parece que se llegó, se celebró un sínodo en Burgos para resolver las quejas de los burgueses de Sahagún contra el monasterio, Alfonso reconoció al obispo Pascual de Burgos, del partido de Urraca, y Urraca reconoció a Beltrán de Risnel como conde de Carrión. No hay consenso entre los historiadores sobre quién quedó en posesión de la ciudad de Burgos, pues mientras algunos admiten un documento que menciona a un Íñigo López como tenente del Batallador, otros ven indicios de que se trata de una falsificación posterior. Zaragoza, que en el pasado había pagado parias a León como protección contra el expansionismo aragonés, quedaba abandonada a Alfonso. Algunos autores ven el ascenso de Jimeno López en la corte de Urraca como una muestra del poder que había adquirido en Castilla el sector partidario de un acercamiento al Batallador.
En febrero consta así enTras una breve estancia en Tiermas y Sieso, en la que dio fuero a Sangüesa, reanudó sus campañas contra los musulmanes. Replicando lo que había hecho una década antes movió después su atención a la frontera oriental. En el mismo 1117 corrió las tierras de Lérida, amenazando la ciudad misma. Diversas huestes almorávides se juntaron para obligar al Batallador a abandonar su intento de tomarla. Pudo ser en esa campaña cuando tomó Morella en 1117, aunque el éxito del contraataque almorávide y la evolución de la frontera en los años siguientes hacen dudoso que se pudieran consolidar este u otros avances en la parte suroriental.
A finales de 1117 la ciudad de Zaragoza quedó tras la muerte del gobernador interinamente en manos del gobernador de Murcia que inspeccionó la plaza pero esperaría el nombramiento de una nueva autoridad, generando un vacío de poder que Alfonso aprovechó. En preparación de un sitio contra una plaza fortificada, recurrió a sus alianzas transpirenaicas. Alfonso había mantenido importantes relaciones con Gastón IV, vizconde de Bearne. Gastón era un veterano occitano de las Cruzadas en Tierra Santa, de costumbres guerreras y religiosas similares al aragonés y señor de un vizcondado de fuerzas parejas a las de Aragón. Era además experto en armas de asedio como había demostrado en la toma de Jerusalén de 1099, cuando luchaba bajo Raimundo IV de Tolosa, con lo que acumulaba una experiencia en sitios de ciudades que podía ser vital para el rey Alfonso. No se sabe mucho de cómo nació su buena relación, probablemente basada en sus experiencias vitales similares forjadas en la guerra contra el musulmán, pero llegaron a ser amigos íntimos. Puede que ya estuvieran colaborando antes de 1117: el vizconde de Bearne aparece como tenente de Barbastro en 1113, sin que se sepa la razón, y estaba casado con la prima de Alfonso. Entre 1117 y 1118 en un concilio en Bearne se firmó un compromiso de colaboración con Aragón.
Tampoco se sabe si Gastón de Bearne influyó en otros nobles occitanos, pero con el respaldo del papa, que otorgó bula de cruzada y los beneficios religiosos asociados, muchos se sumaron a la campaña contra Zaragoza, a pesar del recuerdo de la derrota en 778 de Carlomagno, presente en las leyendas a través del Cantar de Roldán. Una bula de Gelasio II ratificó el Concilio de Toulouse de febrero de 1118 y reafirmó al ejército que se estaba congregando para conquistar la ciudad blanca.
En marzo de 1118, se congregó un gran número de caballeros y señores franceses y gascones en Ayerbe, bajo el mando de Alfonso. La lista incluye, además de Gastón, a su hermano Céntulo de Bigorra, a Bernard de Comminges, Guillermo IX de Aquitania y Bernard Atón de Beziers, con sus huestes y vasallos. Acudieron asimismo fuerzas del también aliado condado de Urgel, de Pallars, ya que el conde Bernardo Ramón fue feudatario de Alfonso I de Aragón, así como de la propia Ribagorza como era el caso de las tenencias ribagorzanas de Bernardo Ramón o de los tenentes locales Ramón Pedro, Pedro Gauzpert, Berenguer Gombal, Pedro Mir de Entenza o Ramón Amat. También como vasallo estuvo Diego López de Haro, señor de Vizcaya. Los vasallos eclesiásticos presentes incluían a Guillermo de Pamplona, Esteban de Huesca y San Ramón de Roda, que en con la excepción del segundo eran ellos mismos de allende los Pirineos. Estuvo también Sancho de Funes, abad de Nájera y poco después obispo de Calahorra. A través de ellos la Iglesia colaboró fuertemente en la financiación de la campaña.
Marcharon al sur, conquistaron Almudévar, Gurrea de Gállego y Zuera, a lo largo del río, y Salcey, Robres y Sariñena en los Monegros, y sitiaron a finales de mayo Zaragoza. Las crónicas árabes mencionan indicios de que otro frente cristiano atacó Tudela y Tarazona, probablemente para evitar que estas auxiliaran Zaragoza.
Se sabe poco con certeza de cómo se desarrolló el asedio. Consta la toma del arrabal extramuros en la orilla opuesta a la ciudad amurallada. Los zaragozanos probablemente destruyeran el puente sobre el Ebro para obstaculizar el ataque cristiano, aunque algunas crónicas atribuyen la quema a los cruzados. Varios historiadores consideran que se cortó el suministro de agua, que entraba por el canal de la Romareda para acelerar la caída de la ciudad. Una expedición de auxilio desde Valencia fue emboscada por el Batallador en mayo en el barranco de la Muerte, en las vecindades de la ciudad. Poco después, Alfonso se hizo con la Aljafería, fortaleza extramuros de la ciudad. Los meses que duró el asedio significaron una gran prueba también para la moral y salud de las tropas cristianas, que probablemente harían en invierno una retirada temporal, pues los hombres dormían a la intemperie. Por su parte, los almorávides enviaron fuerzas de Córdoba y Granada para desbaratar el cerco. Ibn Mazdali, hijo del recientemente fallecido general almorávide, derrotó a los contingentes cristianos frente a Tarazona, guarneció Tudela y envió refuerzos a Zaragoza. En septiembre los sitiados recibieron estos refuerzos. De acuerdo a las crónicas, hubo entonces un retorno de francos, por considerar la ciudad inexpugnable o por desavenencias con los nobles hispanos. En noviembre sin embargo falleció ibn Mazdali y Zaragoza finalmente se rindió el 18 de diciembre de 1118. Se suele indicar como hito de la caída la toma del Torreón de la Zuda, sede del gobierno musulmán y fortificación del recinto amurallado.
Alfonso recuperó la antigua sede episcopal, cuyo ocupante parece haber sido motivo de disputas. Alfonso parece haber preferido a Esteban de Huesca, siempre cercano a él y que había colaborado de forma vital en la campaña. Estaba sin embargo reciente la disputa con Ramón de Roda, que había puesto en conflicto a Esteban con la Santa Sede y pudo motivar la elección final de Pedro de Librana, monje bearnés preferido por el papa. Ordenó erigir una nueva iglesia sobre la antigua capilla mozárabe de El Pilar, convertir la mezquita mayor de la ciudad en catedral y otorgó concesiones a los benedictinos para que fundasen un monasterio en el Palacio de la Aljafería, edificio que se constituyó en residencia real de los reyes de Aragón. A la ciudad Alfonso le ofreció en fuero para atraer pobladores cristianos.
Las capitulaciones de la ciudad reconocían a los musulmanes el derecho a quedarse en Zaragoza, con la condición de habitar en los arrabales en el plazo de un año, durante el cual las mezquitas seguirían cumpliendo su función; a pagar los mismos impuestos que hasta la conquista, a mantener sus propiedades rurales y a practicar su religión y ser juzgados por sus propias leyes. Se reconocía el derecho de marchar libremente a los que lo desearan. Con estas condiciones ventajosas, Alfonso trataba así de evitar la despoblación de la ciudad, especialmente conservando a los artesanos y comerciantes, asimilando a los mudéjares, lo que marcaría el arte de la ciudad. Para organizar la coexistencia, Alfonso I dotó a la ciudad de un primer fuero en enero de 1119 y dispuso un sistema de aljamas que garantizaban el respeto entre comunidades religiosas como en otras ciudades de su reino.
Tras todo eso, la medina o ciudad vieja fue repoblada con cristianos que habían participado en la toma de la ciudad. Se calcula que, de los cerca de veinte mil musulmanes, muchos permanecieron, y con la llegada de nuevos habitantes la población creció y la ciudad se expandió extramuros. Gastón IV de Bearne recibió la tenencia de la ciudad en recompensa a sus esfuerzos. Pedro Jiménez quedó como justicia del rey y Sancho Fortuñón como zalmedina de la ciudad.
Una vez tomada Zaragoza, el rey de Aragón proyectó la conquista de las poblaciones al sur del río Ebro.María, Fuentes, Pina o Alfajarín. Probablemente por esas fechas fueran Belchite o Cariñena los puntos más al sur de Zaragoza bajo dominio cristiano siendo posiblemente el puerto de montaña de Paniza el que sirviera de frontera natural al sur.
En 1119 se culminaron las operaciones en torno a Zaragoza conquistando localidades de sus inmediaciones comoDespués de ello la atención de Alfonso pasó a Tudela, siguiente foco de poder musulmán en el Ebro. Tudela cayó tras un breve sitio el 25 de febrero de ese año. Con Tudela cayeron las fortalezas de su perímetro defensivo, como Valtierra y Autol. Fue seguida de toda la dehesa del Moncayo y la ribera del río Queiles, incluyendo Ágreda, Vozmediano y tras otro breve sitio, Tarazona con su comarca, y el valle del río Alhama con Cervera del Río Alhama en cabeza, el castillo de Tudején que controlaba la aldea homónima y la de Sanchoabarca, los lugares de Lorcénigo, Cintruénigo, Corella y Alfaro y el paso del paso del río en Castejón de la Barca. La cronología de esa campaña es sin embargo, foco de debate entre los estudiosos.
Tras la caída de Tarazona Alfonso continuó la campaña asegurando la ribera alta del Ebro, donde desemboca el río Jalón, y el cauce del río Huecha con Novallas, Magallón, Alberite, Mallén, Alagón, Pedrola, Novillas, Épila y Ricla... La tradición local atribuye la toma del castillo de Alagón a una aparición de la Virgen, fechándose en septiembre. Alfonso repartió las conquistas entre sus tenientes y hombres de confianza, siendo la extensión de las nuevas conquistas de tal magnitud que algunos autores lo ven como la semilla de la transición del sistema de tenencias al de señoríos hereditarios en el valle del Ebro. Es significativa la entrega de Alagón y Pedrola con el distrito con la desembocadura del Jalón a su antiguo ayo, Lope Garcés Peregrino, con la que dio origen a la casa de Alagón, que se convertiría en una de las grandes casas nobiliarias del reino. El distrito medio del Jalón en torno a Ricla fue a manos de Ato Orella, otro magnate cercano a la corte de Alfonso. Otra concesión de relevancia histórica fue la de Urrea a Pedro Jiménez. Pedro Jiménez fue justicia de Aragón, uno de los principales cargos de la corte y se convertiría en fundador de la casa de Urrea, otro de los principales linajes de Aragón. Alfonso sometió asimismo a vasallaje el reino hudí de Imad al-Dawla en Rueda de Jalón y Borja, último reducto de la dinastía musulmana local que los almorávides habían depuesto y que buscaba venganza contra ellos.
En 1119 Alfonso también pobló Soria y sitios de su comarca como Salas. Alfonso VI de León había llegado a tomar Almazán, Gormaz y Medinaceli en 1098-1104 pero la contraofensiva de los almorávides y la catástrofe de Uclés en 1108 habían hecho efímeras esas conquistas y había convertido la zona en una frontera poco poblada que ahora amenazaba con flanquear las nuevas posesiones de Alfonso I. Repoblar la zona se hacía necesario para evitar contraataques musulmanes desde el valle del Duero. Al sur, la campaña de 1119 dejaba la frontera en posiciones defendibles gracias a los puertos de montaña en sitios como Ágreda y Lanzas Agudas y el apoyo del reino hudí en el curso bajo del Jalón. Al este la frontera con los almorávides pasaba por el campo de Belchite, localidad a la que Alfonso otorgó un fuero de frontera en diciembre. Los almorávides sin embargo no respondieron a los avances de Alfonso, estando centrados en una reorganización de su mando en la península y en acciones menores contra León como la toma de Coria.
Alfonso no solo buscaba consolidar la zona del alto Duero frente a los almorávides, sino también contra sus antiguos rivales Alfonso VII y Bernardo de Sedirac, que aprovechando que el Batallador estaba ocupado con Zaragoza habían arrebatado Alcalá de Henares a los almorávides. La ciudad de Toledo, ahora contando con ese respaldo contra los musulmanes, volvió a manos del leonés.Íñigo Jiménez de Asieso controle la zona de Sepúlveda y Segovia, en la sierra, si bien no lograría recuperar el control de Toledo. Igualmente el emplazamiento de Soria dominaba un cruce del Duero, no lejos de las posiciones de Osma y la extremadura que Gónzalez de Lara detentaba en nombre de Urraca.
Los historiadores ven la estancia de Alfonso I en Pedraza en diciembre como un intento de consolidar su presencia en el sur de Castilla. En esa época logra que su fiel tenenteEn 1120, Alfonso emprendió una campaña contra Calatayud, siguiente gran centro de poder musulmán, con sus fuerzas y las de aliados del otro lado de los Pirineos como Guillermo IX de Aquitania así como de su vasallo hudí. El sitio se prolongó, constando en la tradición oral numerosas leyendas y relatos sobre duros combates en paralelo para reducir los castillos musulmanes vecinos en Tierga, Bijuesca y Maluenda.
Antes de que cayera la ciudad, Alfonso recibió noticias de que los almorávides marchaban desde sus bases en Valencia para intentar reconquistar Zaragoza. Los autores modernos difieren sin embargo en la ruta que siguieron. Alfonso y sus aliados levantaron el asedio y marcharon a interceptarlos. Alfonso los encontró en Cutanda, en el valle del río Jiloca. Aunque las fuentes primarias difieren en los números de cada fuerza y probablemente las exageren por motivos propagandísticos, parece que en una maniobra sorpresiva Alfonso logró emboscar a los musulmanes. A pesar de ser inferiores en número, las fuerzas aragonesas aplastaron a las musulmanas y obtuvieron su victoria el 17 de junio de 1120, acabando definitivamente con las esperanzas musulmanas de recuperar Zaragoza. La batalla de Cutanda se recuerda como la mayor victoria de Alfonso: en el siglo XIV aún se decía «peor fue Cutanda» para referirse a logros que parecen imposibles. Los relatos de los supervivientes musulmanes que lograron llegar a Valencia muestran una derrota completa, incluyendo la muerte de importantes líderes de la administración almorávide en al-Ándalus y una huida apresurada. Los cronistas de Oriente Medio recogieron igualmente la batalla como una importante derrota musulmana.
Tras su victoria su ejército retomó la conquista de Calatayud. Calatayud cayó finalmente el 24 de junio de 1120, siendo seguida por las tierras de las actuales Bubierca, Alhama de Aragón y Ariza. Con ello cayó el tramo actualmente aragonés del valle del Jalón. Para 1121, Alfonso controlaba el tramo medio del Jalón. La campaña acabó con Chodes, la sierras de Albedrano y Viduerna, Berdejo, Carabantes, Albalate, Ariza, Milmarcos, Anchuela, Guisema, Cubel, Villafeliche, Langa y Codos como posiciones avanzadas de Alfonso alrededor de Calatayud.
Las operaciones militares contra los musulmanes siguieron con la caída de Daroca y su distrito (incluyendo los actuales Torrelacárcel y Singra y los ojos del Jiloca) lo que suponía el curso del principal afluente del Jalón, el Jiloca. La caída de la zona supuso otro severo golpe a la influencia de los almorávides, a los que puso en franco retroceso. También cae probablemente en esta fecha el iqlim (distrito) de Qutanda, con la zona cercana (Calamocha...) y quizás el de Sahla, que cubrían la ruta desde Valencia. Frente estas posiciones, la antiguas taifas de Molina y Albarracín, ahora ambas en manos almorávides, marcaban la frontera en las estribaciones de la serranía de Cuenca. Las tierras más allá de Daroca se encontraban poco pobladas y tanto los almorávides como Alfonso priorizaron en los siguientes años el tramo bajo del Ebro.
Tras una interrupción en otoño en la que se trasladó a Burgos para sofocar en 1121 una revuelta en Tardajos (probablemente como acción contra la casa de Lara), Alfonso volvió al valle del Ebro. A comienzos de 1122 Alfonso recibió la rendición de Borja. Dicha localidad había quedado en las campañas de 1119 como un exclave nominal del reino vasallo hudí rodeado por las poblaciones tomadas por Alfonso. Parece que hacia 1122, una vez terminadas las conquistas militares, se pactó su entrega pacífica con condiciones favorables a la población musulmana local. En febrero de ese año Alfonso consta en Ainzón, que se ha propuesto como el lugar de firma del documento de la capitulación de Borja.
Para asegurar militarmente estas conquistas al sur del Ebro, Alfonso fundó en 1122 en Belchite una orden militar: la cofradía de Belchite. Fue la primera de estas características en la península ibérica y fundada a semejanza de la Milicia de Jerusalén y de las establecidas en las Cruzadas. Los cofrades y sus bienhechores recibirían beneficios de cruzada no solo para la conquista de una ciudad como hasta entonces había sucedido. Su probable zona de acción territorial estaba en el sur de Zaragoza y el curso bajo del río Huerva (Cariñena, Belchite) que desde 1119 había caído en manos de Alfonso pero carecía de grandes defensas naturales contra posibles contraataques islámicos.
Al oeste se encontraban las tierras castellanas y leonesas. A finales del verano y durante el otoño del 1122, hizo una amplia incursión en Castilla, pasando por Olmedo y Fresno, por tierras entonces dominadas por el infante Alfonso Raimúndez, al que se cree que deseaba intimidar para que respetase la tregua que había acordado años antes con su madre. Sus actos en las tierras al sur del Duero fueron en general conciliatorias para con los leoneses y la campaña fructífera, pues el soberano aragonés no volvió a estas regiones durante el reinado de Urraca. La paz en los territorios castellanos convenía a las dos partes: a Alfonso le permitía concentrarse en la conquista y repoblación del Ebro y a Urraca, tratar de someter a su hermana Teresa en el oeste. En cuanto al infante Alfonso, obtuvo del monarca aragonés la aquiescencia para gobernar las tierras al sur del Duero y para adueñarse de Sigüenza, a cambio de conservar sus plazas castellanas a lo largo del Camino de Santiago. El pacto entre leoneses y aragoneses debió acordarse a finales del 1122 o comienzos del año siguiente.
La amplitud de las nuevas tierras conquistadas plantearon retos para garantizar su población cristiana. De acuerdo a los estudios arqueológicos de iglesias y barrios cristianos y a las referencias en fuentes históricas la población mozárabe original era significativa en localidades como Tudela, Calatayud, Daroca, Alagón y Tamarite de Litera. Aun así era necesario consolidar y repoblar el territorio, ante la marcha de parte de la población islámica. El legendario popular, con historias de comunidades cristianas supervivientes que tras la conquista por Alfonso recuperaron imágenes religiosas escondidas durante la conquista musulmana mientras que otras habían abandonado las localidades (Mallén/Novillas o Atea/Saz) incide en el reto demográfico que afrontó el Batallador.
El antiguo sistema de presura, por el cual el rey y sus tenientes repartían las tierras abandonadas tras la conquista dio oportunidades a altoaragoneses, navarros y gascones para asentarse como se ve en topónimos, numerosos estudios onomásticos, lingüísticos y religiosos. Bajo Alfonso fue habitual que los peones que habían participado en la campaña recibieran una yugada de terreno cultivable, permitiendo al campesinado participar de la conquista. La repoblación se extendió también a los ámbitos urbanos y desde 1122 el Batallador dotó de fueros y cartas pueblas a numerosas ciudades como el Burgo Nuevo de Sangüesa (1122), Puente la Reina (1122), Araciel (1123), Cabanillas (1124), María de Huerva (1124), Carcastillo (1125) ... incentivando así la repoblación y asentamiento del territorio. Son muchas veces llamados fueros de francos porque incentivaban la creación de los burgos francos, con inmigrantes franceses. Alfonso empezó dotando de fueros a la zona del Camino de Santiago que servía de conexión con el otro lado de los Pirineos y continuaba la obra de su padre Sancho Ramírez, para seguir asegurando la zona cerca de Tudela y el Ebro cuando la frontera ya se aproximaba al Jalón. Así Araciel y Cabanillas se encuentran junto a Tudela y María de Huerva junto a Zaragoza.
No sólo se incentivaba la llegada de inmigrantes, sino que Alfonso concedió tenencias a nobles, compartiendo con ellos los ingresos y poder a cambio de que estos construyeran castillos e infraestructuras como hornos y molinos y así garantizaran el control y población del territorio. Con la expansión bajo Alfonso, el número de estos se disparó en comparación a su predecesores.husûn o fortalezas islámicas abandonados para su reconstrucción y guarnición a señores como los Malavella, que recibieron del rey un castillo en Piedra, o Fortún Galíndez, que recibió el castillo de Alfajarín junto a Zaragoza. En 1124 los hermanos Fruela y Pelayo recibieron los castillos de Luco y Alcañicejo en vados fronterizos del río Huerva. También se construyeron nuevas fortalezas y para 1125 estaba edificado también un castillo en Sádaba y establecida una tenencia aragonesa en Borobia.
Alfonso donó antiguosAlfonso, a diferencia de sus predecesores,Céntulo II de Bigorra, veterano de sus campañas y hermano de su aliado Gastón que había ascendido al trono de Bigorra y tenía una dependencia nominal pero inefectiva del ducado de Aquitania. Céntulo recibió nuevas posesiones en el valle del Ebro para repoblar, destacando la tenencia de Tarazona. Una vez tomada Zaragoza, Aragón se había convertido en un centro de poder propio con fuertes vínculos con Bearn y Bigorra. Entre los nobles que llegaron por esa época a su corte se encuentra significativamente su primo materno, Rotrou III de Perche, que se convertiría en uno de sus lugartenientes de confianza y al que daría la tenencia de Tudela. Las crónicas son sin embargo contradictorias sobre su papel previo junto a Alfonso, con el que podía haber colaborado durante la campaña de Zaragoza pero habiéndola abandonado prematuramente.
se mostró proclive a otorgar tales tenencias a señores de origen francés. Autores como Lema Pueyo han defendido que esto fue fruto de una política deliberada de Alfonso, que al dar tenencias y posesiones a un lado de los Pirineos ataba a sí a señores occitanos que podían volverse sus vasallos o aliados también en el otro lado de la cordillera, donde ya habían tenido aspiraciones en el pasado los monarcas navarros. Así, en 1122 Alfonso recibió homenaje deLos tenentes que recibían tales honores realizaron a su vez una redistribución secundaria de propiedades que trasplantaba una baja nobleza del Pirineo y Francia. Ello tenía el múltiple efecto de formar una red de influencias alrededor de las grandes tenencias, de garantizar el reclutamiento militar de las nuevas tenencias y también el de asegurar la población y producción de las nuevas tierras del reino. Entre los casos estudiados en la historiografía está la red de influencia de Ato Orella y Lope Garcés Peregrino en el tramo bajo del Jalón.La Almunia de Cabañas, otorgada al Íñigo Galindez, así como otras tierras en Lumpiaque, Épila y Suñén a Sancho Aznárez. Otro caso que ha sido propuesto es la donación de tierras alrededor de Magallón y en las Cinco Villas al linaje de Luján, que encajaría con el origen gascón propuesto por algunos autores para el Lope Garcés que aparece como tenente de Estella y que habría traído consigo a vasallos suyos de allende los Pirineos. Gastón de Bearn también atrajo una importante red occitana en Zaragoza y el Pirineo. Rotrou de Perche fue un foco de atracción de nobles franceses menor en número, pero relevante políticamente por su papel militar y su fuerza local. Otras reparticiones conocidas en el periodo incluyen la donación de tierras alrededor de Zaragoza por el zalmedina de la ciudad, Sancho Fortuñón, recibiendo el merino de Alfonso, Banzo Fortuñón, posesiones en Gallur, Grisén y Pinseque, en la ribera alta del Ebro, con la primera mención del castillo de Gallur. Otras donaciones gestionadas por el zalmedina incluyen la donación de Monzalbarba a un noble alavés y el reparto de tierras en el Huerva junto a la ciudad de María de Huerva que recibía fuero.
Es el caso deAlfonso se preocupó también de recuperar las antiguas sedes episcopales de época romana y visigótica, siendo estas claves para construir una administración cristiana en ciudades que acababan de perder sus instituciones islámicas. Recreó y donó recursos para los obispados de Calahorra (recuperado de Nájera en 1116), Zaragoza (recreado en 1118), Tarazona (recreado en 1119) y aseguró y amplió los obispados recreados por Alfonso VI como Sigüenza (tomado a los musulmanes y repoblado 1121-1124), Segovia (1122-1123) y Osma. La iglesia tuvo además su propia actividad repobladora junto a las localidades que recibían fueros regios. Por ejemplo, abad de San Millán de la Cogolla pobló San Martín de Berberana (1121), el de Nájera hizo los propio con Alesón (1123), el de San Juan de la Peña lo haría en Luesia (1125) y el obispo de Zaragoza en Longares (1127). Además de para garantizar la repoblación, los obispados eran claves para justificar el control del territorio: la diócesis de Tarazona sirvió por ejemplo para legitimar la repoblación de Soria frente a las reivindicaciones de los obispados castellanos de Osma y Sigüenza mientras que estos últimos legitimaban las reivindicaciones castellanas a Soria y el Jalón. La presencia pese a ello de los obispos de Segovia, Osma y Sigüenza en actos de Alfonso I muestra de nuevo la complejidad del juego político de la época.
A pesar de estos habitantes cristianos mozárabes y repobladores, la población islámica siguió siendo significativa. Además de Borja y del resto del reino vasallo hudí en el Jalón (quedando población significativa en Terrer o Arcos de Jalón ), otras ciudades que se habían rendido tras la toma de Zaragoza y la batalla de Cutanda y conservaron significativa población musulmana (mudéjares) fueron Pedrola, Fuentes de Ebro, Pina y Gelsa en el Ebro, Cuarte, Cadrete, María, Mezalocha y Muel a lo largo del río Huerva, Letux, Codo y Belchite en la frontera sureste con los musulmanes y las poblaciones a lo largo del Queiles y Huecha como Tarazona. Muchos de los mudéjares y muladíes continuaron trabajando sus tierras tradicionales como exáricos, ante el colapso económico que hubiera supuesto su marcha. Los fueros de Alfonso típicamente les permitieron quedarse en las ciudades en aljamas extramuros con sus propias instituciones. El estatus de exarico sin embargo se empleó también para repobladores cristianos usados para explotar las nuevas propiedades.
En 1123 Alfonso se enfrentó con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, por la ciudad de Lérida, que ambos ambicionaban tomar. En 1120, su gobernador había pactado con Berenguer Ramón III la cesión de castillos en el frontera del Segre como Corbins y su apoyo contra Tortosa. Esto irritó a Alfonso al trasladar la presión barcelonesa hacia sus tenencias en el Cinca. Chalamera, Zaidín y Velilla tenían o habían tenido tenentes aragoneses, pero su control efectivo se veía obstaculizado por la presencia musulmana en Alcolea y la alianza entre Lérida y Ramón Berenguer, por lo que podrían haber vuelto a manos musulmanas. El Batallador, ayudado a su vez por sus históricos aliados urgelitanos, tomó Alcolea de Cinca. En paralelo Alfonso Jordán, pretendiente a los condados de Tolosa y Provenza, libró una campaña contra Ramón Berenguer reivindicando sus derechos al Languedoc en lo que ha sido visto por algunos historiadores como una continuación del conflicto a través de cadenas de alianzas transpirenáicas tradicionales. El Batallador sitió a continuación Lérida en 1123 y tomó o erigió el Castillo de Gardeny en una de las colinas de las inmediaciones. Cercó la plaza en vano durante la primavera y la primera mitad del verano. Según Zurita, la intervención de diversos prelados y barones catalanes y aragoneses puso fin al conflicto entre Alfonso y el conde, al llegar al compromiso mutuo de abstenerse de emprender ninguna acción contra Lérida. De todos modos, poco después, en 1124, un ejército almorávide derrotó a Ramón Berenguer III en la batalla de Corbins, lo que obligó al conde barcelonés a renunciar al objetivo de Lérida.
Al igual que había hecho en Belchite, Alfonso estableció en 1124 en Monreal del Campo la Militia Christi de Monreal, Militia Caesaraugustana u Orden de Monreal, que tuvo su base en la recién fundada ciudad de Monreal (situada en los ojos del Jiloca), esto es, 'mansión del rey celestial' y recibió una zona de influencia en el área del Jiloca y Teruel, y su término adjudicado hasta Segorbe. Su objetivo era dirigir la reconquista con vistas a la toma de Tortosa y con ello a dar al reino una salida al Mediterráneo. El valle del Jiloca, convertido en zona de frontera, fue repoblado y fortificado.
También en 1124 reprimió una revuelta de Diego López I de Haro y Ladrón Íñiguez, poderosos señores feudales de Vizcaya, Álava y La Rioja, que apoyaban a su exmujer Urraca. En marzo penetró en La Rioja y en julio asedió Haro, fortaleza de López. La campaña continuó por Álava, con un diploma de agosto situando al Batallador en Pangua. Alfonso los derrotó rápidamente y procedió a dividir a sus enemigos. El primero desparece de las crónicas tras la revuelta, mientras que Ladrón Íñiguez parece reconciliarse con el rey.
Para estabilizar la situación, Alfonso concedió privilegios a Marañón y Santo Domingo de la Calzada y reemplazó a López de Haro de numerosas tenencias en favor del leal Fortún Garcés Cajal (que parece el designado por Alfonso para La Bureba) y de Ladrón Íñiguez (que aparece en Estíbaliz, Haro y otros territorios). La casa de Vela pasaría desde entonces a ser defensores de la pertenencia de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa en el reino de Pamplona mientras la casa de Haro se vuelven sus enemigos y defensores del bando castellano. Alfonso I igualmente desarrolló y fortificó Salinas de Añana, en Álava. La zona, rica por el comercio de la sal, era objeto de deseo de los principales poderes locales y vivió un periodo de fortificación durante el reinado del Batallador, que trató de atar sus ingresos a la corona. Desde esa década aparecen ocasionalmente referencias en los documentos de Alfonso a su dominio en Álava. Las menciones a Guipúzcoa y Vizcaya en sus documentos son en cambio excepcionales o sospechosas de falsificación.
Para septiembre de 1124 el rey ya estaba de vuelta en la frontera meridional.Medinaceli. La caída del valle bajo del Jalón en 1120-1122 había dejado el curso alto del río en una situación similar a Soria en 1119, como un cuello de botella para prevenir ataques desde el valle del Tajo. En esa misma campaña colaboró con el obispo Bernardo de Agén en la toma de la ciudad de Sigüenza, y en la restauración y repoblación de su obispado en lo que es otra muestra de la complejidad política del momento. Aunque Bernardo fuera casi seguramente favorable a Urraca, necesitaba de la colaboración militar de un Alfonso que aún se consideraba rey de Castilla para arrebatar a los musulmanes su sede episcopal. Leopoldo Torres Balbás atribuye a Alfonso I la decisión de ubicar junto al castillo la primitiva medina de la Sigüenza medieval.
Parece que en ese mismo año toma a los musulmanesLa gran extensión de los nuevos territorios incorporados al Reino de Aragón obligaba al Batallador a atraer gran cantidad de población para repoblar campos y villas y mantener la economía del país. Conociendo la insatisfacciónmozárabe en territorio musulmán ante el aumento del fanatismo religioso de la nueva corriente religiosa norteafricana almorávide, y alentado por los mozárabes de Granada, que le ofrecían su apoyo para rebelarse en esta ciudad del sur de al-Ándalus, Alfonso acometió una expedición militar por tierras musulmanas.
de la numerosa poblaciónEn 1124, con cincuenta años de edad, el monarca emprendió esta arriesgada incursión en el interior de al-Ándalus encabezando un ejército que se adentró en la taifa de Valencia y llegó hasta Benicadell (Penya Cadiella en las crónicas), donde ya había combatido en su juventud durante la batalla de Bairén durante su expedición de apoyo al Cid. El año 1125 fue clave: avanzando hacia el sur por Valencia, en un año llevó a cabo una ofensiva contra la ciudad almorávide de Granada con la pretensión de crear un principado cristiano en mitad del corazón de al-Ándalus. Cercó Granada, pero la población mozárabe del interior de la ciudad no quiso o no pudo abrirle las puertas. Entonces decidió emprender una operación de saqueo por las fértiles tierras del Valle del Guadalquivir.
Mientras el rey de Aragón saqueaba el sur de la actual provincia de Córdoba, Abu Bakr, hijo del emir Ali ibn Yusuf, había salido con tropas de Sevilla al encuentro del Batallador, y lo alcanzó en Arnisol, Arinzol o Aranzuel, según las fuentes, actual Anzur (hoy municipio de Puente Genil), cerca de Lucena. Allí se trabó batalla campal el 10 de marzo de 1126 con el resultado de victoria decisiva para los aragoneses.
Recorrió importantes poblaciones del sur de Córdoba y llegó a la costa en Motril o Vélez-Málaga, donde de acuerdo a las crónicas mandó que le pescaran un pez antes de emprender el retorno cargado de botín y acompañado de numerosos mozárabes. Se calcula que más de diez mil le siguieron con la intención de asentarse en el reino cristiano. Quizá la cifra sea exagerada, pero lo cierto es que el Batallador declaró a estos mozárabes hombres libres a su regreso, otorgándoles privilegios y ventajas judiciales, fiscales, económicas y militares. Perseguido por las fuerzas almorávides, Alfonso logró sin embargo regresar a través de Cuenca y Albarracín en 1126 e instalar a muchos de estos mozárabes en su reino. El traslado de los mozárabes fue la principal consecuencia de la larga incursión, que duró más de un año. Alfonso les dio privilegios ese mismo año en un documento emitido en Alfaro. Consta una fuerte repoblación por estos en las nuevas tierras conquistadas en el valle del Ebro, especialmente en la zona de Mallén, aunque otros autores han señalado que los nuevos pobladores fueron también claves para evitar la despoblación del núcleo pirenaico original a medida que la gente emigraba de las montañas al valle.
La frontera oriental también requería su atención. Lérida y Tortosa, al este, quedaban como la últimas plazas fuertes musulmanas desde las que amenazar el reino de Alfonso. En el mismo 1126 los almorávides lanzaron desde ahí una expedición punitiva aprovechando la ausencia del rey por su campaña andaluza, no pudiendo ser detenidos hasta Lascuarre, lo que evidenció la necesidad de repoblar y consolidar la zona ribagorzana. La ausencia del rey en la zona oriental de su reino, la desatención de las sedes eclesiásticas en la zona que actuaban como sedes administrativas y la rápida expansión de sus dominios tras la toma de Zaragoza había igualmente permitido una conflictividad interna en Ribagorza, incluyendo el secuestro del abad de San Victorián ese mismo año y el auge local de su vasallo Mir Arnaldo de Pallars. Así, en la segunda mitad de 1126 Alfonso visitó personalmente la zona oriental constando su presencia en Calasanz, promulgó nuevos fueros, como los de Aínsa, donó Chía al monasterio de San Victorián y se entrevistó con el conde de Barcelona normalizando las relaciones diplomáticas.
Durante todos esos años Alfonso había seguido conservando parte de su antigua influencia en el reino de Castilla, divido entre los partidarios de Urraca y de su hijo Alfonso Raimúndez. Aun así, a medida que se había ido enfocando en las conquistas a los musulmanes en el Ebro había dado ocasión a su exmujer de ir asentando su dominio (por ejemplo, expulsándole de Toledo en 1118, Burgos en 1120 y probablemente Segovia tras 1123).Alfonso VII y al fin libre para actuar.
Alfonso I seguía sin embargo reteniendo las guarniciones a lo largo del camino de Santiago, a las que se volvió a sumar la ciudad de Burgos en algún momento de la década de 1120. El 8 de marzo de 1126 murió Urraca I de León, dejando a su hijo de entonces 21 años como único heredero de las coronas conjuntas de León y de Castilla comoLas tensiones entre ambos Alfonsos, heredadas de las antiguas guerras civiles, se liberaron con el intento del rey leonés de recuperar las villas que el aragonés tenía desde su victoria en Candespina. Contaba también Alfonso VII con el apoyo de Lope Díaz de Haro, hijo de Diego López de Haro que aspiraba a recuperar las tierras de su padre. El Batallador perdió algunas de sus posiciones avanzadas en el interior de Castilla como Carrión, Frías, Briviesca, Villafranca de Montes de Oca y Burgos, ante lo que se trasladó ante Burgos para enfrentarse con el leonés. Con ambas fuerzas en la zona, se llegó a una paz diplomática con el Pacto de Támara en junio de 1127 por la que el Batallador renunciaba oficialmente al título de emperador de la tradición leonesa. Así, por ejemplo en 1130 aparece Alfonso como reinante en «Ribagorza, Aragón, Pamplona y en Arán».
Sin embargo, poblaciones de Burgos, La Rioja, Vizcaya y Álava como la margen izquierda del río Bayas, Pancorbo, Cellorigo, Bilibio, Cerezo, Belorado, Nájera, Haro, Calahorra y Cervera del Río Alhama continuaron en poder aragonés. Con ello, la frontera quedaba en los límites tradicionales entre Castilla y Navarra, antes de las conquistas castellanas que sucedieron al asesinato de Sancho el de Peñalén.
Según la Crónica de San Juan de la Peña:
La situación exacta tras las paces no es del todo clara, dado que parece que ambos Alfonsos siguieron disputándose algunas plazas en la frontera incluso después de haber acordado el tratado. Parece que Alfonso I siguió controlando Castrojeriz pese a que según las paces quedaba en el lado castellano, así como Castrellum y Ferrerria en sus vecindades. Alfonso I también designó un tenente para Briviesca y Cerezo en La Bureba. Alfonso I se veía respaldado por un sector de la nobleza castellana, que ahora mostraban recelos de la influencia que la facción gallega tenía sobre Alfonso VII y estaban abiertos a un entendimiento con el Batallador. Destaca entre ellos el conde de Lara, antiguo enemigo de Alfonso el Batallador en defensa de Urraca, que había seguido liderando la facción de esta contra su hijo Alfonso VII y libró una revuelta contra el monarca leonés en paralelo a los conflictos entre el leonés y el aragonés. Pedro González de Lara se había convertido en suegro de Bertrán Risnel, principal agente del rey aragonés en León y Castilla, generando con ello una facción favorable a Alfonso I el Batallador en León. Su apoyo permitía mantener el control de posiciones al otro lado de la frontera como Castrojeriz y Carrión. Por su parte, Alfonso VII de León se casó poco después (finales de 1127 o principios de 1128) con Berenguela, hija del conde de Barcelona y también rival del Batallador, Ramón Berenguer III.
Además, la extremadura aragonesa llegaba a orillas del Duero gracias a las tenencias de Soria y San Esteban de Gormaz, que estratégicamente habían seguido en sus manos. Frente a estas, Alfonso VII contaba con el respaldo del obispo de Sigüenza, Bernardo de Agén que le granjeaba el control del curso alto del Jalón. Alfonso I se dedicó tras Támara a reforzar esta frontera sureste.
Desde septiembre de 1127 se ocupó de repoblar Cella, en la ruta a Valencia, en cuyas operaciones debió participar Rotrou de Perche, que recibió en recompensa la villa de Corella (Navarra). En noviembre de 1127 comenzó a asediar la fortaleza musulmana de Molina de Aragón, en cuyas cercanías elevó la fortaleza de Castilnuevo, concluida en febrero de 1128. A partir de mayo de ese año, mientras sus magnates continuaban el asedio de la importante plaza de Molina de Aragón, Alfonso se desplazó más al sur y conquistó Traíd, en la actual provincia de Guadalajara.
Mientras seguía el asedio de Molina en 1128, la documentación de Alfonso muestra la designación de tenentes para fortificar y asegurar las rutas fronterizas en el sistema Ibérico. En 1128 aparece por primera vez la mención a un tenente en Yanguas, en la cabecera del valle del Cidacos controlando uno de los pasos que conectaban sus dominios en el Ebro con la zona de la frontera soriana. El Batallador reforzó también su control del valle del Queiles, con la misma función, y de ese año consta también la primera mención al castillo de Los Fayos y el nombramiento de Jimeno Íñiguez como tenente de Ágreda, que sería fortificada. Consta también la designación de un tenente para Almenar de Soria que sería también repoblada y fortificada. Más al sur mandó erigir otro Monreal en las cercanías de Ariza, guardando un tercer acceso al valle del Ebro a través del Jalón. En la propia ribera del Duero el Batallador también amplió sus posiciones. Desde agosto hasta fines de 1128 el rey de Aragón se dedicó a poblar y así fortificar en la localidad de Almazán —según las crónicas amurallándola—, a la que decidió renombrar como «Plasencia», y según indica Rodrigo Jiménez de Rada también repobló y fortificó Berlanga de Duero.
De acuerdo a la Chronica Adefonsi imperatoris, Alfonso VII de León se enfrentó contra él durante esa campaña de 1128 cuando el Batallador avanzó contra Morón de Almazán como un preliminar para poder dirigirse a Medinaceli. Según la crónica, la población fue auxiliada por el leonés cuando el Batallador intentó sitiarla. Esa ciudad, Medinaceli, Santiuste y Atienza quedaron en manos de Alfonso VII frente a las posiciones fortificadas por el aragonés. La falta de colaboración del conde de Lara, opuesto a Alfonso VII, le impedía sin embargo tomar nuevas medidas en el frente soriano. La Chronica, siendo otra fuente proleonesa, cita las fuerzas de Alfonso VII como inferiores en número a las del Batallador y culpa a los nobles castellanos y leoneses rebeldes de la ventaja aragonesa. Notablemente, la base de poder del conde de Lara se encontraba próxima al frente del Duero, lo que hacía difícil que el leonés pudiera enfrentarse con el Batallador sin su apoyo. No sólo el conde de Lara era un problema para Alfonso VII, sino que su primo Alfonso de Portugal estaba siendo un foco de conflictos en la frontera con Galicia.
El Batallador continuaba mientras sitiando Molina y consta que entregó Singra y Torrelacárcel, en la frontera del Jiloca, al monasterio de Montearagón para su fortificación.Alfaro, Corella, Soria, Almazán, San Esteban de Gormaz, Molina de Aragón, Traíd y Cella constituían las posiciones más avanzadas de Aragón en la frontera suroccidental. Alfonso pasó el cambio de año entre Tudején, Fitero y Ocón, antes de hacer una reaparición en Soria poblando y fortificando Ribarroya en 1129. Sin embargo, debió llegar a un entendimiento con Alfonso VII pues de acuerdo a las Chronica partió para Jaca y no volvió a adentrarse en León. En febrero estaba en Huesca. Soria y Molina seguirían en manos del Batallador hasta su muerte. Es durante este periodo de paz con León que algunos autores fechan el "memorial de los tres Alfonsos" en el que Alfonso VII de León y su primo Alfonso Henríquez (futuro Alfonso I de Portugal) se someten al arbitraje del Batallador por disputas fronterizas, lo que es visto como un reconocimiento de que el Batallador mantenía una cierta supremacía en la península ibérica.
Molina estuvo en poder del Batallador en diciembre. Tras esta campañaEn 1129, el descontento popular con los almorávides le brindó a Alfonso una oportunidad con la huida del gobernador sevillano Alí ibn Majjuz. Este se refugió con Alfonso y con su alianza el rey aragonés intentó conquistar Valencia una vez libre de la presión leonesa.Quinto, dotando de fuero a Pina, y a principios de verano se encontraba frente a Valencia. Fue convocado un ejército almorávide para socorro, que fue derrotado sin paliativos en la batalla de Cullera (o de Alcalá por el castillo más próximo). La victoria fue de tal magnitud que es considerada por Ibn al-Abbar como la causa del descrédito almorávide que trajo los segundos reinos de taifas a Xarq al-Ándalus. Sin embargo Alfonso volvió al norte, quizá para calmar la situación tras la muerte de Céntulo de Bigorra, que había dejado sus dominios a su hija Beatriz en conflicto con Bernard de Comminges. De acuerdo a algunas fuentes, Alfonso intervino haciendo entrar en razón a Bernard y confirmó a Pedro de Marsan, marido de Beatriz, la tenencia de Tarazona y las posesiones que habían sido de su suegro. Tras la campaña Alfonso pasó un tiempo en Sos, convaleciente de una enfermedad ocular.
En abril el rey se encontraba enEn 1130 Alfonso realizó una visita a Ribagorza y sus dominios orientales. Tuvo que reconquistar Monzón, que había sido perdido por traición tres años antes a manos del conde de Barcelona Ramón Berenguer III o quizás en la expedición almorávide de 1126 contra Lascuarre. El primer obispo de la Zaragoza reconquistada, Pedro de Librana, había fallecido entre abril y septiembre de 1029. La sede seguía vacante cuando, a principios de febrero de 1130, el rey Alfonso I repoblaba Monzón y nombró a Esteban, obispo de Jaca-Huesca. Antes del 15 de febrero de 1130 ya había sido trasladado Esteban del obispado de Jaca-Huesca al de Zaragoza. Mientras, la situación con León seguía siendo complicada y Alfonso VII había logrado finalmente el control de La Bureba gracias al tenente local. Alfonso I no había mostrado mucha cercanía con los nobles castellanos recelosos de Alfonso VII, por lo que algunos se habían alineado con el leonés. En marzo consta la presencia de Alfonso en la consagración de la iglesia de Tolva. Tras ello realizó acto de presencia en el valle de Arán de marzo a junio para luego regresar a Zaidín, probablemente afirmando su dominio frente a la presión barcelonesa o almorávide. En septiembre consta su visita a Ardanés ya de vuelta al antiguo condado de Aragón.
Alfonso atravesó los Pirineos entre octubre de 1130 e inicios de 1131 para volver al Mediodía francés, donde la situación parece que seguía inestable. Los motivos de la campaña no están claros: algunos autores apuntan a que Guillermo X de Aquitania o Alfonso Jordán de Tolosa podrían haberse aliado con Alfonso VII de León mientras que otros autores señalan que podrían ser problemas sucesorios derivados de la muerte de su vasallo Céntulo y otros apuntan a conflictos internos aquitanos, pues el duque de Aquitania era el teórico soberano de Laburdi, Bearn, Bigorra y Tolosa. Ante el descontento con Guillermo X de Aquitania, que también era duque de Vasconia (título sobre el que los reyes de Pamplona habían tenido reclamaciones con Sancho III), atacó sus tierras. Con el apoyo de nobles locales, como el vizconde García (Gassion) de Sola, al que había nombrado tenente de Belorado en 1125, se apoderó de la campiña del vizcondado de Laburdi. Sitió Bayona durante un año, probablemente interesado en obtener una salida fiable al océano, diferiendo las fuentes sobre si la tomó en 1131 o fue salvada por un ejército tolosano. El monarca decía reinar «desde Belorado hasta Pallars y desde Bayona hasta Monreal». Durante este asedio dictó su testamento, luego fuente de grandes disensiones.
Durante esa campaña, Alfonso se siguió preocupando de la repoblación y organización de sus territorios. Otorgó fueros a varias ciudades como Daroca (1129), Corella (1130) y Calatayud (1131).Daroca y Calatayud son especialmente relevantes, dado que en torno a estas ciudades y en base al alfoz asignado por Alfonso se organizaron las primeras comunidad de aldeas aragonesa (comunidad de aldeas de Calatayud y comunidad de aldeas de Daroca). Se trata de un modelo importado de las comunidades de villa y tierra de Castilla, adaptadas a la organización territorial que Alfonso había encontrado y que databa de época islámica o incluso anterior. El modelo calaría y se convertiría en el esquema usado por los sucesores de Alfonso para garantizar la seguridad de la frontera. También amplió el fuero zaragozano con el privilegio de Tortum per tortum (1129), que confiaba la protección de los intereses particulares a los cuerpos armados seculares que se pudiesen formar, garantizando la autodefensa y los derechos de pastura concedidos a la ciudad. Esto se convertiría durante siglos en una clave de la política municipal y en un punto vital de su economía (véase Casa de Ganaderos de Zaragoza). Una última concesión de relevancia fue el fuero de San Cernin, que supuso el reconocimiento independiente del asentamiento franco junto a la Pamplona episcopal (La Navarrería), lo que dio origen al sistema de burgos de Pamplona.
Los fueros deEn 1131, mientras el rey combatía en Gascuña, Gastón IV de Bearn y el obispo guerrero Esteban combatieron en el sureste de Aragón contra los almorávides, que seguían acosando el reino desde Valencia. En uno de los últimos ataques musulmanes el vizconde y el obispo fueron muertos. Así lo narra el historiador IbnʿIḏārī, según José María Lacarra:
El cuerpo de don Gastón fue rescatado por su viuda doña Talesa y sepultado en la iglesia del Pilar, hoy basílica y concatedral de Zaragoza. Esteban, otro de los históricos apoyos de Alfonso en su reinado, fue sucedido por García Guerra de Majones en la mitra Zaragoza.
Tras la muerte de Gastón, el rey volvió a su reino dejando la política occitana en manos de sus caballeros. Pudo haber tenido alguna escalada de tensión con Alfonso VII de León, pues tras haber sido derrotado el rebelde conde de Lara el año previo, es en 1131 cuando ambos monarcas se vuelven a disputar Castrojeriz. Es en ese año que Alfonso VII consigue finalmente el control de esa fortaleza y la de Cerezo. Zafadola, sucesor de Imad al-Dawla en el reino de Rueda de Jalón, también cambió lealtades y prestó homenaje ese mismo año al leonés. Sin embargo, Alfonso VII usó a Zafadola contra los almorávides y se vio ocupado por una rebelión en Asturias evitando más conflictos con el Batallador.
En cualquier caso Alfonso I tomó como prioridad acabar la reconquista del Ebro. Se trasladó a las tierras de La Rioja, donde planteó una repoblación de la ciudad de Cantabria o Varia (junto a Logroño), probablemente dirigida a consolidar la zona frente a León. Planeó a orillas del Ebro una expedición fluvial para acabar finalmente con la amenaza que representaban las posiciones musulmana en Lérida y Tortosa, acopiando madera para las embarcaciones en San Millán. También en 1132 consolidó la repoblación de la ribera del Ebro dotando de fueros a Mallén y Asín.
Su última campaña contra los musulmanes empezó en 1133. En enero tomó Fraga, abriendo la ruta antes de volver a Pamplona para ocuparse de temas de gobierno.Mequinenza, una de las últimas posiciones islámicas al norte del Ebro y bastión oeste de la línea defensiva de Lérida. También cae en esas mismas fecha Nonaspe y su distrito, entregada a Pedro de Biota, Iñigo Fortuñón y Jimén Garcés. La zona tomada cubría el curso bajo de los ríos Matarraña y Algás, que según la descripción de la donación incluye Algares, Batea, Badon y Lode, llevando las fronteras aragonesas hasta Orta según la localización de los documentos que emite en ese año. Antes de acabar 1133 conquistó Escarpe, en la actual provincia de Lérida. La elección de la ruta, según autores como Pita Mercè, podía buscar evitar las fortalezas que protegían Lérida desde el norte y que seguían en disputa desde las campañas pasadas. En cambio, Alfonso sentó reales en el pueyo de Almanarella, cortando con ello las comunicaciones entre Lérida y la plaza de Fraga a su oeste. La plaza se había perdido y Alfonso comenzó un nuevo sitio en agosto.
El Batallador volvió en junio al frente y se hizo conSin embargo, Alfonso contaba con ejército menguado sin los bearneses y gascones de Gastón, que habían vuelto en masa a su tierra. En el verano de 1134 estaba el rey aún sitiando la fortaleza de Fraga con apenas quinientos caballeros cuando un ataque de los almorávides al mando del gobernador de Valencia, Avengania, con el que colaboró la guarnición musulmana, sorprendió a los sitiadores y los derrotó el 17 de julio. El veterano monarca recibió graves heridas. Aunque logró huir y salvarse en primera instancia, constando su presencia en varias localidades del oriente de su reino. Se especula que la derrota podría haber causado levantamiento entre las poblaciones mudéjares recientemente conquistadas. Así un documento de 1134 menciona un sitio en Lizana, del que no se tienen más datos. Las complicaciones de las heridas recibidas en Fraga causaron su muerte el 7 de septiembre de ese año en la localidad monegrina de Poleñino (entre Sariñena y Grañén). Fue sepultado en el monasterio de Montearagón, cerca de Huesca. Según la Crónica de San Juan de la Peña, tenía 61 años de edad y había reinado durante la mitad de ellos.
Hizo testamento en favor de Dios sic (1131) durante el asedio de Bayona, y más concretamente dejaba como herederas y sucesoras del reino a las órdenes militares de los Templarios, Hospitalarios y del Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén. Este testamento lo renovó en Sariñena en 1134:
Ante el disgusto de los nobles aragoneses y navarros por el resultado del testamento, los aragoneses llegaron al acuerdo de que en Aragón le sucediera su hermano Ramiro, que reinó como Ramiro II el Monje, mientras que en Navarra eligieron a García Ramírez, el Restaurador, hijo del infante don Ramiro, que estaba casado con una hija de El Cid. Se separaban así las coronas de Navarra y Aragón después de cincuenta años, quedando fijadas las fronteras definitivas entre Navarra y Aragón.
Los restos del rey fueron exhumados por dos veces: en 1920 (durante un congreso de historia) y en 1985, para su estudio.
El Castellar se encontraba frente a la desembocadura del Jalón, por lo que el favor del reino hudí de Rueda garantizaba una ruta directa desde Castilla a la fortaleza en que se encontraba Urraca.
[..]
Aun así, la leyenda ha seguido siendo popular en Ávila hasta al menos el siglo XIX, cuando el político y jurista abulense Juan Martín Carramolino la defendía en un debate público sobre su historicidad.
Antigüedad de Almudévar llamada de los romanos Burtina. Ganan Almudévar. Y de allí partieron para el lugar de Almudévar que tenían los moros muy defendido y fuerte; y en su asiento parece haber sido en los tiempos antiguos población romana y ser el que se llamó Burtina en los pueblos ilérgetes; y descubre bien señales de su antigüedad. El mesmo día que llegaron poniéndose la gente que dentro había en defensa, le combatieron y entraron por fuerza y fueron los moros llevados a cuchillo por mayor espanto de los que no se querían dar y confiaban en la fuerza de los castillos y lugares fuertes.
La historiografía moderna corrigió sin embargo algunos detalles como la fecha de Borja.
Utrilla Utrilla y Rodrigo Estevan recogen la historiografía sobre la toma de las últimas localidades, incluyendo la participación francesa, en su nota 22.
Según García Larragueta la lengua occitana usada en los documentos navarros muestra en ellos caracteres bastante uniformes, excepto en las zonas NO y N del reino. Los documentos de estas zonas tienen un idioma sensiblemente distinto al del resto, idéntico al gascón de Guipúzcoa y Ultrapuertos y notoriamente diferente al bearnés empleado en las ciudades de Navarra y de Jaca o en zonas aragonesas próximas, una de las entradas en Navarra del camino de Santiago.
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