El catolicismo tradicionalista o tradicionalismo católico es una corriente religiosa dentro de la Iglesia católica que defiende la restauración de las costumbres, tradiciones, formas litúrgicas, espiritualidad y doctrina anteriores al Concilio Vaticano II (1962-65). El catolicismo tradicionalista suele asociarse a la misa tridentina y a una preferencia por el uso del latín en la misa y en otros ámbitos de la vida eclesiástica.
Los católicos tradicionalistas son críticos con las transformaciones litúrgicas del Concilio Vaticano II, y opinan que las reformas del Concilio han eliminado buena parte del elemento sacro y místico de la liturgia, protestantizándola y erosionando la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Muchos tradicionalistas también se oponen a las posiciones sociales de la Iglesia posterior al Concilio. También suelen ser críticos con el ecumenismo, porque creen que difumina la línea divisoria entre el catolicismo y el resto de religiones.
El catolicismo tradicionalista no es un movimiento homogéneo y se pueden distinguir distintos tipos de tradicionalistas en función de su mayor o menor grado de comunión con la Santa Sede. Las órdenes tradicionalistas más radicales defienden el sedevacantismo: afirman que el papa actual no es legítimo y niegan su autoridad. Otros tradicionalistas se encuentran en comunión plena con la Santa Sede, y muchos otros se encuentran en una posición intermedia o irregular. La sociedad tradicionalista más numerosa es la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, fundada por Marcel Lefebvre en 1970, y puede incluirse dentro de este tercer grupo.
Hay dificultades para establecer cifras concretas, pero se estima que hay alrededor de 1 millón de católicos tradicionalistas en el mundo, con presencia en docenas de países.
Muchas de las tesis contrarrevolucionarias y antiliberales del siglo XIX han sido rescatadas por el catolicismo tradicionalista. Algunas de estas posiciones pueden verse en el Syllabus de Pío IX o en las enseñanzas de Pío X, haciendo énfasis en la oposición al modernismo, el progresismo y el catolicismo liberal. En este sentido, el catolicismo tradicionalista es el heredero principal del catolicismo integrista del siglo XIX. Así, muchos tradicionalistas defienden ideas calificadas por ellos mismos como «contrarrevolucionarias» o «antimodernistas». No obstante, otros grupos, sin rechazar esas etiquetas, no se refieren tanto a la restauración del Antiguo Régimen sino a la instauración del llamado reinado social de Jesucristo, con énfasis en la doctrina social de la Iglesia y encíclicas como Rerum novarum de León XIII.
Esas ideas traen asimismo la negación del ecumenismo y la oposición a al menos parte del diálogo interreligioso, afirmando que es imposible poner todas las ramas del cristianismo al mismo nivel o buscar rasgos comunes entre ellas, dado que una de ellas debe ser la correcta en perjuicio del resto. Los sacerdotes tradicionalistas suelen prestar el juramento antimodernista de Pío X suprimido en 1967.
De forma específica, la denominación católicos tradicionalistas se suele[¿quién?] emplear para designar a la corriente de pensamiento católico que expresó su desacuerdo con todas o algunas de las reformas del Concilio Vaticano II y a la Reforma Litúrgica de Pablo VI.[cita requerida] Aunque esta posición teológica suele ser denominada con el nombre de "tradicionalismo", en realidad no guarda relación alguna con las posturas heréticas que han sido condenadas por la Iglesia católica en el s. XIX (los católicos tradicionalistas se adhieren al magisterio de la Iglesia y rechazan la herejía "tradicionalista"). La finalidad de estos católicos es la de intentar restaurar la liturgia romana en su modo clásico o anterior al Concilio Vaticano II, las devociones públicas y privadas y la preservación de la Tradición como fuente inalterable de la fe y la doctrina católica; profesando la religión católica bajo el esquema de tradición. Esto implica utilizar las formas y usos propios de la tradición como son, el orden de la misa, las vestimentas, el comportamiento en el templo, la forma de oración y más notoriamente el uso de la lengua latina como lengua sagrada para las devociones.
El movimiento tradicionalista ha tenido varios surgimientos desde otras épocas pero en su forma actual nace a raíz de los cambios realizados en la Iglesia por el papa Pablo VI, quien prosiguiera el Concilio Vaticano II que había sido convocado por el papa Juan XXIII.
Entre los mencionados cambios se pueden evidenciar:
Dentro de los representantes que se pronunciaron contrarios a los cambios se encuentra el obispo francés Marcel Lefebvre quien siempre mantuvo una postura contra los cambios indicados. Marcel Lefebvre nunca se manifestó expresamente proclive a la ruptura con la Iglesia. Monseñor Lefebvre fue suspendido por la ordenación ilegal de los seminaristas del Seminario de Écone y finalmente excomulgado, situación en la que fallecería, al haber ordenado cuatro obispos sin el consentimiento del papa.
Con el paso del tiempo, algunos grupos tradicionalistas que estaban señalados como 'desobedientes', se han reconciliado plenamente con la Iglesia Católica aceptando el Magisterio del Concilio Vaticano II (entre estos grupos puede mencionarse la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro, sociedad de sacerdotes que celebran la liturgia tridentina ). Otros grupos, como la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX) fundada por Lefebvre, siguen en situación irregular. Sin embargo, según declaró en 2017 el cardenal Castrillón, presidente de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei entre 2000 y 2009, los sacerdotes de la FSSPX «están dentro de los confines de la Iglesia», aunque precisó que «hace falta una comunión más plena, más perfecta».
Se trata de la posición teológica de aquellos católicos que no reconocen a la Iglesia del Vaticano II como la Iglesia católica rechazando la legitimidad de los papas posteriores a Pío XII por considerar que han incurrido en herejía pública y por consiguiente están privados de autoridad. Para los sedevacantistas, tras la muerte de Pío XII no han existido papas verdaderos en la Iglesia católica, por lo que la Sede Romana se encuentra vacante, usurpada por modernistas.
En líneas generales, no reconocen a Juan XXIII, responsable del Concilio Vaticano II y de establecer una política de adaptación eclesiástica a los nuevos tiempos, que habría creado una Iglesia paralela (Iglesia conciliar). Tampoco reconocen a Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI ni a Francisco, porque serían artífices y arquitectos de una nueva iglesia.
Actualmente, los sedevacantistas se organizan en congregaciones, uniones pías o ministerios independientes. Entre los sacerdotes más conocidos se encuentra el fallecido sacerdote Anthony Cekada, quien realizó una importante labor teológica dogmática y sacramental.
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