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Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña



Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña (Madrid, 7 de abril de 1893-Ávila, 8 de julio de 1984) fue un historiador y político español, ministro durante la Segunda República y presidente de su Gobierno en el exilio entre 1962 y 1971.

Licenciado en Filosofía y Letras en 1913 con premio extraordinario, se doctoró en 1914 por la Universidad de Madrid con una tesis titulada La Monarquía en Asturias, León y Castilla durante los siglos VIII al XIII. La Potestad Real y los Señoríos. Número uno en las oposiciones al Cuerpo Facultativo de Archivos, Bibliotecas y Museos, fue catedrático numerario de Historia de España en las universidades de Barcelona, Valencia, Valladolid y Madrid.

En 1926 entró en la Real Academia de la Historia. Fue rector de la Universidad Central entre 1932 y 1934, diputado por Ávila entre 1931 y 1936, ministro de Estado en 1933, vicepresidente de las Cortes en 1936, consejero de Instrucción Pública entre 1931 y 1933, y embajador de España en Lisboa.

En el debate de totalidad de la Constitución de 1931 fue el portavoz de su grupo Acción Republicana (AR). Durante su intervención después de elogiar a su jefe de filas Manuel Azaña, por su "labor revolucionaria en el Ejército que todos pueden aplaudir", apoyó el proyecto presentado por la Comisión de Constitución, aceptando tanto su "tendencia socializante" ("sentimos la justicia de las reivindicaciones socialistas, de la política socialista") como su "tendencia autonomista", porque responde al hecho de que "España ha sido siempre una y múltiple". "No puedo inspirar sospechas, como he dicho, por ser castellano, y sin embargo afirmó la necesidad de aceptar el doble hecho de la variedad y de la unidad españolas". Hacia el final de su discurso afirmó:[1]

Fue ministro de Estado en el fallido gobierno que Alejandro Lerroux presidió en septiembre de 1933, y ocupó el mismo cargo en el siguiente gobierno presidido por Diego Martínez Barrio hasta mediados de diciembre.

Al estallar la guerra civil era embajador de España en Lisboa, y se encontró con una deserción en masa del personal de la embajada al bando sublevado. La dictadura de Salazar, aliada de Franco, fue extremadamente hostil con el diplomático español, siendo este amenazado de muerte e informado de un plan para secuestrar a sus hijas, y el embajador llegaría a estar aislado y vigilado por la policía portuguesa; aun así logró salvar la vida de exiliados como el exdiputado socialista Narciso Vázquez Torres o el republicano Miguel Granados, entre otros.[2]

Ante las dificultades que encontraba en el país luso partió hacia el exilio en Argentina, siendo profesor de Historia en las universidades de Mendoza y Buenos Aires, y fundó en dicho país el Instituto de Historia de España y la revista Cuadernos de Historia de España. Fue muy divulgada su polémica con Américo Castro dentro del llamado debate sobre el Ser de España. Además, entre 1946 y 1951 dictó cursos en la recientemente creada Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de Montevideo. Desde marzo de 1962 hasta febrero de 1971 fue presidente del Gobierno de la República española en el exilio.

En 1976 regresó a España por dos meses, y se asentó en Ávila definitivamente en 1983, donde murió en julio del año siguiente, tras recibir algo más de un mes antes el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.[3][4]​ Fue enterrado en el claustro de la catedral de Ávila. Una fundación lleva su nombre.





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