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El marino que perdió la gracia del mar



El marino que perdió la gracia del mar (午後の曳航 Gogo no eikou?)[1]​ es una novela[2]​ del escritor japonés Yukio Mishima[3]​ publicada por primera vez en el año 1963.[4]

En 1976 fue adaptada al cine por el director Lewis John Carlino con el título The Sailor Who Fell from Grace with the Sea (en Argentina El marino que perdió la gracia del mar, en España Los días impuros del extranjero).[5]​ Protagonizada por Sarah Miles, Kris Kristofferson y Jonathan Kahn tanto Miles como Kahn fueron nominados a los premios Globos de Oro de 1977.[6]

Ryuji, marinero, decide abandonar el mar y sus anhelos tras conocer a la viuda Fusako y enamorarse de ella. Sin embargo Noboru, hijo de la viuda, tras haber idealizado inicialmente al marinero, influenciado por su grupo de amigos no aceptará la decisión de Ryuji de vivir en tierra y convertirse en su padre.

Espacios físicos del texto literario.

«El pensamiento de separarse de ella al día siguiente era doloroso, pero tenía una máxima que contrarrestaba ese dolor, unas palabras etéreas que sonaban en sus sueños una y otra vez: "El hombre parte en busca de la gran causa, y la mujer queda atrás". Sin embargo, Ryuji sabía mejor que nadie que en el mar no había gran causa alguna que buscar. En el mar había sólo guardias que unían el día y la noche, tedio prosaico y míseras condiciones de forzado.»

«Y sin embargo, en la travesía de vuelta del último viaje, Ryuji había descubierto que estaba cansado, mortalmente cansado del aburrimiento de la vida del marino. Tenía la certeza de que lo había probado todo en ella, hasta las heces, y estaba harto. ¡Qué loco había estado! No había gloria que encontrar en ningún lugar del mundo. Ni en el hemisferio Norte. Ni en el hemisferio Sur. Ni siquiera bajo la estrella con que todo marino sueña: la Cruz del Sur.»

«Los fantasmas del mar y de los barcos y de los viajes oceánicos existían tan sólo en aquel aliento fresco y rutilante. Pero, con el paso de los días, veía cómo se iba adhiriendo a Ryuji otro de los groseros olores de la rutina de la tierra: el olor del hogar, el olor de los vecinos, el olor de la paz, de las frituras de pescado, de las bromas, del mobiliario que nunca cambiaba de lugar, de los libros del presupuesto familiar, de las excursiones de fin de semana... Todos los pútridos olores que despiden los hombres que habitan en la tierra: el hedor de la muerte.»




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