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Escuela de Annales



La Escuela de los Annales es una corriente historiográfica fundada por Lucien Febvre y Marc Bloch en 1929, que ha dominado prácticamente toda la historiografía francesa del siglo XX y ha tenido una enorme difusión en el mundo occidental. Lleva su nombre por la revista francesa Annales d'histoire économique et sociale (después llamado Annales. Economies, sociétés, civilisations, y nuevamente renombrado en 1994 como Annales. Histoire, Sciences sociales), en donde se publicaron por primera vez sus planteamientos.

La «Corriente de los Annales» desarrolla una historia que no se interesa por el acontecimiento político y el individuo como protagonista típicos del trabajo de la Historiografía contemporánea, sino por los procesos, las estructuras sociales y, después, por una amplia gama de temas cuyo acercamiento con las herramientas metodológicas de las Ciencias sociales le permitió estudiar.

El historiador en esta corriente se adhiere a un modo de escribir la historia desde el planteamiento de problemas que resolver o preguntas que contestar,[1]​ postura heredada de las ciencias naturales exactas y, en segundo término, de las sociales. Además, a diferencia de la historiografía clásica, estos autores toman conciencia de que no están escribiendo sobre el pasado reproduciéndolo de modo fiel sino interpretándolo, partiendo de sus propios conceptos y subjetividad, así como de teorías, para escribir su versión del fenómeno histórico sobre el que trabajan.

En cuanto a las fuentes, Annales amplió el abanico de recursos de los que es legítimo disponer. Si bien los documentos escritos siguen siendo un elemento muy importante en su base empírica, se incluyeron todos aquellos elementos que pudieran dar evidencia útil en la investigación. Así, la hoz habla del campesino, el vestido, de la dama o el acordeón, del músico.

Se produjo historia geográfica, social, económica, cultural, demográfica, psicológica, etnográfica y política, pero esta última en un sentido distinto al clásico.

La Corriente de los Annales es de trascendencia para el análisis de los estudios en ciencias sociales desarrollados en el siglo XX y dejó el camino abierto para que aparecieran una gran variedad de metodologías y enfoques dentro de la disciplina histórica. Para finales de siglo, esta atomización disciplinaria resultaría en un importante conflicto metodológico y epistemológico y en la crisis de la crítica posmoderna.

La revista Annales[2]​ fue fundada y editada por los historiadores franceses Marc Bloch y Lucien Febvre en 1929, mientras enseñaban en la Universidad de Estrasburgo. La publicación propuso una concepción de la investigación histórica distinta a la que le había antecedido, pues combinó la geografía, la historia y los planteamientos sociológicos de los Année Sociologique (en donde escribían muchos colegas de Bloch y Febvre en Estrasburgo); además, propugnaba una ampliación en los temas de estudio de la Historia, y rechazaba el énfasis predominante en la política, la diplomacia, y los hechos bélicos, enfoques a los que adherían muchos de los historiadores del siglo XIX.

No obstante el afán de renovación que buscaba la revista, el esfuerzo de sus editores debió esperar a que terminara la Segunda Guerra Mundial. Bloch, miembro de la Resistencia francesa y judío, fue torturado y asesinado por miembros de la Gestapo, y Febvre continuó con la publicación de los Annales en los años cuarenta. Durante esos años enseñó a Fernand Braudel, que se convertiría en uno de los exponentes más reconocidos de esta escuela.

El trabajo de Fernand Braudel definió una “segunda generación” en la historiografía de los Annales, que resultó muy influyente a lo largo de los años sesenta. Braudel innovó el campo de la historia al introducir, en la explicación de los hechos históricos, las "duraciones" (la corta, la mediana y la larga duración). Entre sus obras cabe destacar El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, publicada en 1949, y enmarcada en una fuerte disposición estructuralista.

Tras la lectura de su tesis El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en tiempos de Felipe II en 1945, Fernand Braudel se convertirá en el máximo representante de la corriente y en el más firme candidato a la sucesión de un Febvre que hasta su muerte en 1956 sigue siendo su líder. En 1949 le eligen como profesor al Collège de France (Colegio de Francia) y en 1956 sucede a Febvre. Ante la progresiva consolidación de su poder se producen escisiones voluntarias (Mandou, Morenze) y depuraciones como la que lleva a cabo en 1969 sobre el comité editorial, e impone a sus discípulos más leales, como Marc Ferro o Jacques Le Goff. Progresivamente tomará el control de las becas francesas y de algunas becas internacionales, consolidando su hegemonía académica en Francia y un imperio apoyado en satélites internacionales y en el mecenazgo de la Fundación Rockefeller.

La metodología ofrecida por Fernand Braudel para afianzar lo propuesto por Febvre se va a fundamentar en la integración del espacio y la geopolítica en el discurso histórico; a partir de lo cual configura un discurso funcionalista en el que el papel del individuo es reducido al mínimo posible. En este sentido, si queremos entender el pensamiento de Braudel debemos centrarnos en sus dos obras fundamentales, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II y Civilización material, economía y capitalismo (XVI-XVIII).[3][4]

Para Alain Guerreau, Braudel proporciona una salida a la difícil situación del abandono de la teoría con su “motor de tres tiempos”. En El Mediterráneo, Braudel ideó una estructura caracterizada por sus distintos ritmos de evolución. En su base se situaría la “geohistoria”, la relación del hombre con el medio que le rodea. Luego, la estructura social de los “destinos colectivos y movimientos de conjunto”, subdividida en economías, imperios, civilizaciones, sociedades y formas de guerra. Para terminar, Braudel sitúa a “los acontecimientos, la política y los hombres” como la espuma de las olas que chocan contra la roca de las estructuras. El problema de esta estructuración lo supone el hecho de que crea un esquema holista en el que no encontramos relación causal entre sus partes. Al enmarcarlo todo en una explicación determinista, apenas aporta datos de la transición del feudalismo al capitalismo.

Por otra parte, en 1979 publicaría Civilización material, economía y capitalismo (XVI-XVIII). En esta obra, Braudel realizaría una renovación metodológica, en gran parte influenciada por las teorías de Immanuel Wallerstein. Aquí, Braudel va a estructurar la obra en relación a la diversa caracterización de las actividades económicas, aunque lo siga haciendo desde un esquema trino. Esta división se va a caracterizar por la base o “civilización material”, donde se sitúa toda la actividad de base que escapa al mercado, la “economía” propiamente dicha, que analiza desde la perspectiva de la competencia perfecta y la regularidad del mercado, y un tercer ámbito donde actúa el juego de las “jerarquías sociales activas”, el monopolio y el privilegio, que para Braudel es el de un “capitalismo” que escapa a las reglas del mercado y que es sinónimo de especulación. Al centrarse en las relaciones sociales desde el ámbito mercantil, ignora las relaciones de orden o jerarquía y vasallaje, desplazando de su análisis las relaciones de explotación.

De esta forma, Fernand Braudel encara la tarea de aportar coherencia a la herencia funcionalista de Febvre asumiendo la inevitabilidad de las estructuras. A pesar de ello, Annales mantuvo la rigurosidad y la exigencia que la había caracterizado. Cuando llegue el tránsito a la tercera generación se demostrarán los riesgos del abandono de la teoría y se producirá lo que François Dosse ha denominado el “desmigajamiento”.

Al iniciar la década de los setenta Braudel se retira de Annales por discrepancias internas. Con su salida, se distingue a una tercera generación que se caracteriza por su heterogeneidad, en donde no hay consenso metodológico, político ni intelectual. Sin embargo, algunos rasgos se pueden subrayar: el incremento de la presencia académica y social y el interés por estudiar la cultura. Sus fuentes de inspiración son Lucien Febvre, Jules Michelet y Michel Foucault. Estos historiadores, encabezados por Jacques Le Goff y Pierre Nora, inventaron un término, "La Nueva Historia", para clasificar a su propia producción, en un intento de marcar la novedad historiográfica que suponían. Según Le Goff, la Nueva Historia nace para responder a nuevas preguntas a un público más amplio, interiorizando los métodos de la antropología. Ahora aparece el interés por el acontecimiento, por la historia política, el redescubrimiento de la historia de las mentalidades y de las representaciones, por la historia total.

Recibieron críticas por su "desmigajamiento", es decir, la multiplicación desordenada de los objetos de investigación.

En ese contexto de crisis Lepetit, como secretario de la publicación, lanza una editorial en la primavera del 1988 anunciando este nuevo giro. Actualmente, el historiador Roger Chartier es conocido como el más importante representante de la cuarta generación de los Annales.



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