Esquizoanálisis es una teoría alternativa del psicoanálisis y a la vez contrapuesta a este. Lo ataca en dos puntos principales que conciernen tanto a su teoría como a su práctica: su culto a Edipo y su reducción de la libido a catexis familiaristas, incluso bajo las formas encubiertas y generalizadas del estructuralismo o del simbolismo. Esta escuela señala dos escollos principales con los que tropieza el psicoanálisis: es incapaz de llegar a las máquinas deseantes de cualquiera porque se mantiene en las figuras o estructuras edípicas; y es incapaz de llegar a las catexis sociales de la libido porque se queda en las catexis familiaristas.
El término fue introducido por Gilles Deleuze y Félix Guattari y es desarrollado principalmente en su libro Capitalismo y esquizofrenia
Según sus autores, el esquizoanálisis tendría su punto ideal de aplicación en los grupos, y especialmente en los grupos militantes: es en ellos en donde se dispone de modo más inmediato de un material ajeno a la familia, donde aparece el funcionamiento a veces contradictorio de las catexis. A su vez, e integrando lo antedicho, el Esquizoanálisis produce una paisaje por completo distinto del psicoanálisis en torno al deseo y el insconsciente. En cuanto al deseo, el Esquizoanálisis lo cree como potencia, fuerzas libres que se constituyen como tal en el encuentro de nuevos posibles y relaciones. Se recordará que hay una política deseante que inscribe al deseo unido a una falta original, previa, universal y moral. Esta distinción marca dos caminos para dos políticas deseantes: una que recorre a Platón-Decartes-Hegel-Freud, por un lado; Estoicos-Epicuro-Spinoza-Nietzsche-Bergson, por el otro. De esta forma, Deleuze y Guattari dirán con total claridad: al deseo no le falta nada, nunca le ha faltado nada. Es la cultura milenaria occidental y judeocristiana la que ha capturado al deseo como privado, personal, solipsista y encerrado en una moral espiral que lleva a las potencias tristes, siguiendo aquí nuevamente a Spinoza. La otra distinción, como se ha dicho, es en torno al inconsciente. Mientras que el psicoanálisis lo ha inscrito como un teatro, el Esquizoanálisis lo cree una fábrica. El inconsciente no es una cámara secreta, oculta y verdadera a la cual sólo acceden los "sacerdotes"; no se trata de una pantalla donde las representaciones y símbolos no hacen sino capturarlo bajo un régimen de significancia previo y perpetuo. El inconsciente no es, pues, un teatro, sino una fábrica que produce nuevas conexiones; fuerzas libres, pre-subjetivas, impersonales. Las grandes ficciones reactivas (tristes) de la Modernidad, conforman el paisaje que ha capturado al inconsciente en escenas familiaristas, jerárquicas, capitalistas. Serán dos tarea puntuales las del Esquizoanálisis. Por un lado, vislumbrar y denunciar estos agenciamientos (territorios) sociales moralizantes. Por otro lado, una construcción local, micropolítica y pragmática para la construcción de las herramientas capaces de huir de tales espacios de encierro para así dar con otros agenciamientos estéticos y éticos en donde el deseo retome su sino: la búsqueda de la libertad.
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