Se entiende por la evolución cultural la transformación a lo largo del tiempo de elementos culturales de una sociedad (o una parte de esa). La cultura (que se puede definir como el desarrollo de los usos, costumbres, religiones, valores, organización social, tecnología, leyes, lenguajes, artefactos, herramientas, transportes) se desarrolla por la acumulación y transmisión de conocimientos para la mejor adaptación al medio ambiente.
Las tesis evolucionistas aplicadas a las ciencias sociales fueron una consecuencia de dos grandes aportaciones científicas de mediados del siglo XIX: el evolucionismo, que Darwin planteó para la biología, y la filosofía positivista de Auguste Comte. En ese contexto se formularon los estadios evolutivos de autores como el estadounidense Lewis Morgan (1818-1881) y el británico Edward Burnett Tylor (1834-1917), quienes, con algunos matices diferenciales, plantearon la existencia de tres estadios principales en el desarrollo cultural de los grupos humanos, denominados de menor a mayor nivel de desarrollo: salvajismo, barbarie y civilización. La aplicación de este esquema se popularizó por otros teóricos, como Friedrich Engels en su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
La consideración de la desigualdad de las culturas tuvo en gran medida éxito gracias a su adaptación como ideología justificadora propia de un momento en el que los europeos -los de Europa y las clases dominantes de origen europeo de las nuevas naciones de América- estaban extendiendo su dominio colonial por el resto del mundo. A finales del siglo XIX era un tema cultural muy extendido él de la supuesta existencia de razas inferiores y superiores, junto con otras teorías sociales hoy desacreditadas como la eugenesia y el darwinismo social. No obstante, a partir de la primera mitad del siglo XX se fueron abriendo camino planteamientos antropológicos innovadores, destacadamente el relativismo cultural de Bronisław Malinowski y otros autores de la moderna antropología cultural (como Marvin Harris).
La cultura aceleró el proceso evolutivo aproximadamente 60.000 años atrás cuando los humanos modernos salieron de África en pequeños grupos sociales que involuntariamente reconfiguraron el mundo en tan solo unas decenas de miles de años. La cultura se convirtió en una estrategia de supervivencia pues se adaptaron aptitudes de transmitir y desarrollar conocimientos, habilidades y tecnología; características que hicieron más humanas las nuevas tierras y recursos. En definitiva, el ser humano se ha acondicionado a casi todos los medios de la tierra.
La identidad cultural reside sobre dos pilares fundamentales que separan cualitativamente a los humanos del resto de las especies respecto al potencial evolutivo: el aprendizaje social y la teoría de la mente.
A pesar de que algunos animales parecen disponer de tradiciones culturales, como los chimpancés que cascan las nueces con piedras o los pájaros que picotean las tapas de leche para beberla, esta pericia no evoluciona o mejora con el transcurrir del tiempo, y esto no sucederá a menos que adquirieran la teoría de la mente verdadera y aprendizaje social. Sin embargo, las sociedades humanas, por medio de la adaptación cultural acumulativa, se desarrollan y evolucionan gradualmente. A medida que las personas se imitan unas a otras y eligen y modifican las tecnologías existentes, van almacenando conocimientos y habilidades. El resultado de todos estos procesos es una cultura variada y compleja.
La historia de la especie humana consiste en el triunfo progresivo de distintas formas de cooperación. Las sociedades actuales se diferencian de aquellas tribus que lucharon entre sí para conquistar tierras, en la medida en que los individuos reconocieron que la cooperación mutua favorecía la obtención de recursos.
Una terminología común para clasificar los diferentes aspectos de la cultura, introducida inicialmente por Karl Marx y usada de modo ligeramente diferente por otras escuelas y autores, es la que divide la cultura en sí, en tres partes:
Según un cierto número de teorías del cambio socio-cultural, como el marxismo o el materialismo cultural, las culturas son, en gran parte, adaptativas (en el sentido que tratan de adaptarse al medio ambiente, la tecnología disponible y demás restricciones materiales que condicionan la vida humana). Para el marxismo, y otras versiones del materialismo histórico, es el cambio en la infraestructura, más concretamente en el modo de producción o la tecnología, lo que hace que aparezcan nuevos factores culturales, que provocan reestructuraciones importantes en el modo de organizar la sociedad: quién produce, qué se produce, cómo se produce y para quién se produce.
Los cambios infraestructurales son complicados de prever ya que dependen de avances tecnológicos, desarrollos económicos no buscados y la creación de economías de escala. Sin embargo, resultan en general más sencillos de describir en términos objetivos una vez producidos. Para algunos autores, como Marvin Harris, estos cambios son importantes, porque detrás de un buen número de cambios culturales en otros niveles pueden rastrearse hasta cambios en la infraestructura.
Los cambios en la estructura normalmente se corresponden a reorganizaciones sociales asociadas al modo de producción. Así un nuevo cambio tecnológico o infraestructural puede comportar una forma diferente de distribuir el trabajo o el número de horas trabajadas. Un ejemplo de esto fue la incorporación masiva de las mujeres occidentales al mercado laboral al aparecer un buen número de puestos de trabajo en el sector servicios (empleos de cuello blanco o rosa) donde la fuerza física no presenta ventaja comparativa al estar basados exclusivamente en la capacidad intelectual.
Los cambios supraestructurales casi siempre surgen como valores y reacomodos de los valores y las creencias que tienden a justificar el orden social imperante. Así la incorporación de las mujeres al mercado laboral conllevó una mejora y emprestigiamiento de la mujer asalariada que trabaja fuera de casa y aporta ingresos económicos al hogar (frente a actitudes anteriores que defendían que las mujeres se encargaran de sus hijos y su hogar el mayor tiempo posible).
Un exitoso caso de evolución y difusión cultural es la institución universitaria que empezó en el Mediterráneo y en Oriente (Asia) y en la alta edad media europea: Egipto (África); después en la baja edad media: Europa (Italia, Inglaterra, Francia, España y Portugal) y posteriormente se extendió al mundo hispánico en el XVI y en el XVII al anglosajón americano, este último con conceptos nuevos de populismo y excelencia en investigación.
La evolución cultural y la difusión cultural son temas básicos para el desarrollo de artículos como prioridades sociales y de áreas metropolitanas, para ejemplos de valores o de tecnologías (espirituales y materiales).
El concepto está en la antropología cultural y fue desarrollado por Tylor, Leslie White, Kroeber, Kluckhohn, tiene muchas connotaciones como puede verse aquí por las disciplinas citadas y los enlaces y para el estudioso puede leer más en los clásicos, por ejemplo: Bronislaw Malinowski en 'Los argonautas del Pacífico Occidental'.
Cuando en los países árabes le dan más participación a las mujeres. Cuando América fue colonizada por los europeos hubo cambios culturales. Cuando la sociedad se adapta y elimina culturas anticuadas, por ejemplo: el machismo. Podemos decir que las tradiciones y las formas de expresar la cultura nos recuerdan nuestras raíces, identidad cultural y comienzos.
Las características principales de una identidad cultural en particular son las siguientes: creencias, dioses, símbolos, ubicación geográfica, historia, miembros, tradiciones y costumbres.
La evolución biológica, mediante la selección natural, apunta hacia el logro de mayores niveles de adaptación de los seres vivientes. En el caso del hombre, en una determinada época, aparece el cerebro, como un órgano apto para el proceso de información. A partir de ahí comienza el proceso de adaptación cultural al orden natural.
Puede decirse que el principio de complejidad creciente es el que reúne tanto a la evolución biológica como a la evolución cultural. También ha sido denominado como ley de complejidad-conciencia. Esta tendencia implica la existencia de un sentido de la evolución, de una finalidad objetiva e implícita del universo. También puede establecerse el sentido de la historia de la humanidad como una serie de intentos por lograr mayores niveles de adaptación al orden natural.
Julian Huxley describe la situación del hombre "como si hubiese sido designado, de repente, director general de la más grande de todas las empresas, la empresa de la evolución". Así como el medio ambiente presiona a la vida hacia una mayor adaptación, el propio orden natural presiona a la humanidad, a través del sufrimiento, a una mayor adaptación cultural al mismo.
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