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Houston S. Chamberlain



Houston Stewart Chamberlain (Southsea, 9 de septiembre de 1855[1]​ – Bayreuth, 9 de enero de 1927)[2]​ fue un pensador británico nacionalizado alemán, conocido por sus teorías pangermanistas (Los fundamentos del siglo XIX) que le configuraron como uno de los precursores ideológicos del nazismo. Su abuelo materno fue el capitán Basil Hall. Fue criado por una abuela en Francia, pues su madre había fallecido cuando él tenía un año. Se casó con Eva Wagner, la hija más joven de Richard Wagner, a quien llegó a considerar «el sol de su vida».[3]​ Además de la influencia de Wagner, el propio Chamberlain declaró su interés por el pensamiento de Immanuel Kant y Charles Darwin.[4]

En su obra Los fundamentos del siglo XIX, publicada en 1899, ya expuso el principio del pangermanismo. También defendió la supremacía aria, y dedicó ochenta páginas del libro a intentar probar el supuesto carácter ario de Jesús (que habría predicado un ideal superior, basado en el amor) en contraposición a un judaísmo tratado de forma peyorativa, tesis posteriormente sostenidas por el ideólogo del nazismo Alfred Rosenberg, entre otros.[5]​ Chamberlain propugnaba la conservación de la cultura alemana gracias a la lucha para mantener controlados todos los elementos extraños, como el judeocristianismo.

Tan obsesionado estaba con la victoria que habían de obtener los ejércitos del Káiser en la Primera Guerra Mundial, que llegó al extremo de nacionalizarse alemán en 1916. Se carteó de forma asidua con Guillermo II de Alemania, quien se contaba entre sus lectores.[5]​ El entusiasmo de este hacia su obra se materializó en una amistad de por vida, invitando a Chamberlain a su palacio de Potsdam y dedicándole estas palabras en uno de sus primeros intercambios epistolares: «Fue Dios quien envió tu libro al pueblo alemán, y tú a mi personalmente». El propio emperador llegó a otorgarle la Cruz de Hierro por su "gloriosa misión" para con Alemania.[6]

En 1923 conoció personalmente a Adolf Hitler en el Festival de Bayreuth, celebrado en honor a las óperas de su suegro Richard Wagner. Desde entonces se dio una admiración mutua entre ambos, considerando Hitler a Chamberlain "un profeta".[6]​ Este último se refería así a Hitler en 1924: «Quiera Dios, que lo ofreció a nosotros, lo proteja por muchos años más para gloria de la patria alemana».[7]

Según Chamberlain, el caos se encarnaba en el siglo XVI y concretamente afirmaba que «Ignacio de Loyola le presentó al prototipo antigermano». En tono apocalíptico sentenciaba: «Si no se produce pronto entre nosotros un renacimiento vigoroso, si no conseguimos librar nuestra cultura de los oropeles extranjeros que arrastra consigo el cristianismo, si no logramos crear una religión (ocultismo nazi), entonces preparémonos a ver surgir de las sombras del futuro un segundo Inocencio III, con un nuevo Concilio de Letrán, preparémonos a ver cómo se reavivan las hogueras de la Inquisición». Y escribió frases como ésta: «La corrupción de la sangre y la influencia desmoralizadora del judeocristianismo, he aquí las causas principales de nuestros fracasos».

Murió en 1927 y Adolf Hitler asistió a sus exequias.[8]



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