La iglesia de Santiago, oficialmente llamada de Santiago y San Juan Bautista, en Madrid, es un templo de culto católico de la capital española. Se trata de una iglesia de medianas dimensiones, situada en la calle de Santiago, 24, muy cerca del Palacio Real. El edificio actual data del siglo XIX, construido por el arquitecto Juan Antonio Cuervo para sustituir dos templos derribados durante el reinado de José Bonaparte, que quería con ello ensanchar la Plaza de Oriente.
La zona cercana al desaparecido Alcázar Real albergaba dos de las parroquias más antiguas de la ciudad de Madrid: la iglesia de San Juan Bautista y la de Santiago. Antonio Ponz, que vio ambos templos antes de que desapareciesen, los describe así en su Viaje de España:
Es curioso que a pesar del conocimiento que demuestra tener Ponz sobre la pintura barroca madrileña, no mencione en absoluto el que Diego Velázquez fuese sepultado en esta iglesia, ni describa de hecho ningún monumento funerario de este templo como sí hace en otros.
La parroquia de Santiago es descrita a continuación por el erudito en estos términos:
De lo descrito, y teniendo en cuenta el contexto de acendrado gusto por el Neoclasicismo de Ponz presente en toda la obra, se desprende que los edificios eran sencillos y poco monumentales, conservando quizá parte de sus antiguas estructuras arquitectónicas; sin embargo, albergaban importantes obras de arte de autores reconocidos. Ambos edificios fueron derribados en 1810 por orden del rey José I, que quería tener a toda costa espacios diáfanos alrededor del Palacio Real.
Casi inmediatamente (1811) fue comenzado a edificar el templo actual, heredero de las dos parroquias desaparecidas. Aunque se hizo de nueva planta, fueron trasladadas al edificio muchas de las obras destacadas de las antiguas iglesias, aunque desgraciadamente se perdió la sepultura de Velázquez, enterrado en la desaparecida iglesia de san Juan.
Juan Antonio Cuervo, el arquitecto responsable de la obra, ideó el templo actual en austero estilo Neoclásico, construido en ladrillo y granito, materiales tradicionales en la arquitectura madrileña, con una gran cúpula central sin tambor. La fachada, muy plana, se anima por pilastas de orden toscano y un friso de triglifos, con una cornisa muy saliente; el cuerpo superior presenta un ventanal en arco que se trasdosa en el remate. Influjos herrerianos se perciben en los placados y los resaltes con almohadillado plano. En las ventanas del cuerpo inferior aparecen veneras y cruces de la Orden de Santiago.
El ingreso es una sencilla portada arquitrabada, rematada por un frontón recto con ménsulas. Un relieve rectangular representando a Santiago en la batalla de Clavijo corona el frontón.
El interior presenta planta de cruz griega irregular, con un gran espacio central coronado por la cúpula, y presbiterio semicircular. Sencillas pilastras de orden jónico dividen los espacios. El patrimonio mueble de la iglesia es interesante, por haber conservado algunas de las mejores obras de las dos iglesias precedentes. Destaca el altar mayor, con la pintura de Francisco Rizi representando a Santiago Matamoros. Como unánimemente señalan quienes han tratado del templo, es una de sus obras más señeras, y presidió también la antigua parroquia de Santiago. Destaca en la pintura el aire agitado, nervioso y casi volátil de las figuras, influjo quizá de Rubens.
Otras interesantes imágenes se exhiben en altares menores por toda la iglesia. Descuella un magnífico Bautismo de Cristo, gran cuadro de Juan Carreño de Miranda, situado a mano derecha del altar mayor, que puede ser identificado como el que describe Ponz en un colateral de la parroquia de san Juan Bautista. Es interesante también un San Juan niño, bella escultura barroca de escuela andaluza, atribuida a Pedro Roldán. Una Virgen de la Esperanza, de Francisco Bellver, con un gracioso trono de ángeles, una imagen de la beata Mariana de Jesús (que fue bautizada en la antigua parroquia de Santiago), del siglo XVIII, un san Juan Nepomuceno, y una Virgen del Carmen, barroca, completan una valiosa colección escultórica.
En lo alto de los machones de la cúpula se contemplan varios cuadros, obras neoclásicas de Mariano Salvador Maella y Francisco Bayeu. La propia media naranja de la cúpula y las pechinas aparecen decoradas por interesantes frescos del siglo XIX. Por último, es reseñable la gran lámpara isabelina que preside el espacio central del templo.
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