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Jean-Pierre Melville



¿Qué día cumple años Jean-Pierre Melville?

Jean-Pierre Melville cumple los años el 20 de octubre.


¿Qué día nació Jean-Pierre Melville?

Jean-Pierre Melville nació el día 20 de octubre de 1917.


¿Cuántos años tiene Jean-Pierre Melville?

La edad actual es 107 años. Jean-Pierre Melville cumplió 107 años el 20 de octubre de este año.


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Jean Pierre Grumbach, conocido como Jean-Pierre Melville (París; 20 de octubre de 1917 - ídem; 2 de agosto de 1973), fue un director de cine francés, precursor de la nouvelle vague y considerado un exponente clarísimo del cine polar (cine negro) francés. Sus películas, sobre todo las de la década de los sesenta, acusan una exaltación total de la amistad entre hombres; muchas de estas películas están basadas en historias de gánsteres y de personajes que han vivido la Segunda Guerra Mundial, durante la Francia ocupada por el ejército nazi, ya que él mismo fue protagonista activo de la contienda.

Jean-Pierre Melville nació en una familia alsaciana de origen judío. Su caso no deja de ser curioso, pues cuando tenía cinco años le regalaron por Navidades un proyector Pathé-Baby y, al año siguiente, una cámara tomavistas de 9,5 mm, con la que grababa a su familia. Melville se apasionó por el cine al ver películas estadounidenses. No sería hasta el final de la Segunda Guerra Mundial cuando decidió dedicarse seriamente a él, con carácter profesional. La ocupación alemana de Francia durante la Segunda Guerra Mundial fue uno de los hechos que más le influyó a la hora de hacer cine. Durante este conflicto, apoyó a la Resistencia, hecho que le inspiraría en varias de sus películas. Se unió a la Francia Libre en Londres, en 1942, y ya por entonces tomó el seudónimo de «Melville», tal vez en homenaje a su escritor favorito estadounidense, Herman Melville, el autor de Moby Dick.

Por razones políticas, se le cerraron las puertas del sindicato de técnicos cinematográficos, de modo que Melville decidió crear su propia productora, lo que le permitió mayor libertad de movimientos, cinematográficamente hablando. Así, decidió adaptar Le silence de la mer (1947), obra literaria de Vercors, actuando él solo como productor, guionista, director y montador, como si se tratase de un film amateur. Por eso, los jóvenes críticos de Cahiers du Cinéma consideraron a Jean-Pierre Melville como un autor completo. A continuación, realizó más producciones, como Los chicos terribles (Les enfants terribles 1949), que es una pequeña crónica familiar. Tras unos comienzos difíciles, su valor comenzó a ser reconocido por una legión de seguidores, lo que lo llevó a realizar una serie de películas, de las cuales la más notoria es Deux hommes dans Manhattan 1958).

En 1955 creó sus propios estudios, los estudios Jenner, en un almacén de la calle Jenner (del distrito XIII), de París. Vivió encima de los estudios entre 1953 y 1967. Pero el 29 de junio de 1967, un incendio los destruyó, mientras rodaba Le Samouraï.

Hasta 1961, año en que rodó Leon Morin Pretre, Melville definiría su cine como «la búsqueda de un lenguaje».

A partir de entonces, empezó a rodearse de actores más conocidos, algunos de ellos auténticas estrellas del cine francés. Sus principales actores fetiche, a partir de esta nueva etapa, fueron Jean Paul Belmondo, Lino Ventura y Alain Delon, siendo este último el más recordado y con el que Melville mantuvo una amistad más estrecha. Otras figuras de las que se rodeó fueron Simone Signoret, Michel Piccoli, Stefania Sandrelli, François Périer, Yves Montand y Gian Maria Volonté.

En esta época, realizó sus películas más reconocidas: El confidente (Le doulos, 1962), Hasta el último aliento (Le deuxième souffle, 1965), El silencio de un hombre (Le samouraï, 1967), El ejército de las sombras (L’armeé des ombres, 1969) y El círculo rojo (Le cercle rouge, 1970).

Jean-Pierre Melville concibió gran parte de sus películas a partir de obras literarias, que supo transformar para darles una entidad individualizada. Su cine es una obra de hombres que dudan, sueñan, actúan y conviven cada día con sus miedos y esperanzas. No contemplamos la insólita grandiosidad épica que tantos asocian con la palabra celuloide. Su épica es la de una cotidianidad concreta que, enmascarada por las vestimentas, es la de todos nosotros.

Melville siempre ha sido considerado el director más estadounidense de los franceses, el más francés de los estadounidenses... Se le tachó de estadounidense por la realización de películas como Deux hommes dans Manhattan (1958) —anteriormente citada—, Le Doulos (1962) o Le deuxieme souffle (1966), películas que versaban sobre robos, crímenes y gánsteres, tan típicas del cine estadounidense de los años treinta, que tanto influyó en el director galo. Un claro ejemplo de este acontecimiento se da en su película más conocida, El silencio de un hombre (Le samourai, 1967), en la que el protagonista (Alain Delon) interpreta a un asesino de nombre Jeff Costello, un nombre impensable para el escenario parisino donde sucede el filme. Otros lo tachaban de «francofrançais», más francés que los franceses, por obras citadas como Les enfants terribles (1950), Leon Morin Prêtre (1961) o L’armée des ombres (1969). La primera es una adaptación de una obra de Jean Cocteau y las dos últimas tratan sobre la resistencia durante la ocupación alemana entre 1940 y 1944. La conclusión es, como muy bien argumentó el mismo Melville, que su cine no podía integrarse dentro del tan cacareado cine nacional. Sus temáticas eran las del hombre para el hombre y tenían, y tienen, una vigencia universal.

La exaltación, por parte de los críticos de la revista Cahiers du Cinéma, del cine de autor, los lleva a descubrir y lanzar a Melville como patrón de ejemplo y guía de lo que debe ser el «nuevo cine francés». La admiración de sus compañeros de profesión los llevó a darle papeles dentro de sus obras. Este es el caso de Jean-Luc Godard, en À bout de souffle, y Claude Chabrol, en Landrú. Además, siempre ha quedado clara su influencia en directores posteriores a su muerte como John Woo, Ringo Lam y Quentin Tarantino.

Pese a todo, realmente es el gran olvidado de la historia del cine francés en particular y de la historia del cine en general, de una manera más o menos injusta, ya que siempre está presente en la mente de los cinéfilos mediante ciclos e incluso ediciones impresas en revistas o libros, a pesar de que nunca se le haya considerado de una forma total y plena como se merece.



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