Monasterio de San Isidro de Dueñas nació en Palencia.
El monasterio de San Isidoro o san Isidro, situado en la localidad de San Isidro de Dueñas (Palencia), conocido popularmente como "La Trapa", es actualmente un monasterio trapense (desde 1891), aunque sus orígenes se remontan, según algunos expertos, al siglo VII, aunque se vería afectado por la invasión musulmana, siendo restaurada la vida monástica por Alfonso III durante la Reconquista en el último tercio del siglo IX como un cenobio benedictino.
Documentalmente, el primer texto que lo cita es un privilegio del rey de León García I, otorgado el 15 de febrero del 911, por el que se deduce que este había donado las reliquias de San Isidoro de Chios, a quien el monasterio está dedicado y que se trataba de un soldado romano martirizado en la época del emperador Diocleciano (siglo III). Sin embargo, la restauración monástica de dicho cenobio había sido realizada ya por su padre Alfonso III el Magno hacia el año 883 cuando repuebla toda esta zona, entregándoselo a una comunidad de monjes mozárabes benedictinos procedentes de Córdoba. Vemos así que Alfonso III no funda "ex novo" el Monasterio, sino que como apunta López Serra, se restaura la vida monástica de un cenobio anterior dedicado a San Martín de Tours y ocupado por una comunidad femenina de domnas (monjas) que, probablemente, formaran un monasterio dúplice con el cercano Monasterio de San Juan Bautista, fundado por Recesvinto en el 661 d. C. Ambos monasterios habrían sido abandonados y parcialmente destruidos por la invasión árabe de la Península en el 711. Concretamente, existe constancia de una razzia en el año 854 d.C., e incluso en el siglo XVII, el cronista Gregorio de Argaiz, al que se le encomendó la continuación de las crónicas de su orden iniciadas por Yepes, nos narra un relato teñido de tintes legendarios: “la Abadesa Esmaragda y sus monjas que estaban en el Monasterio de San Ysidoro de Dueñas, fueron presas y muertas por los Moros y sus cuerpos arrojados en el río Pisuerga, día último de Março". Sin embargo, rápidamente Alfonso III repoblaría la región, decidiendo restaurar la vida monástica masculina ya no en San Juan de Baños sino en el antiguo monasterio femenino de San Martín de Tours. El cambio de titularidad al del mártir alejandrino San Isidoro tendría lugar a raíz de la donación de las reliquias del santo por García I, convirtiéndose en uno de los principales difusores de su culto en la Península.
Por el contrario, otros autores como Bishko rechazan el origen visigodo y su posterior restauración mozárabe y consideran que se trata de una fundación de nueva planta en torno al año 900 a través de monjes de las Asturias de Santillana o Liébana que tuvieron contacto con Gascuña y Aquitania en el siglo IX, región por la que se había difundido el culto a San Isidoro.
Durante los siglos X y XI fue uno de los principales monasterios del reino, bajo la directa protección y patronazgo de la realeza, que realizó importantes donaciones. Cabe destacar, así, que en torno al propio monasterio se formó un amplio señorío jurisdiccional, conocido como Coto Redondo de San Isidro, sobre el que el abad poseía atribuciones jurisdiccionales. La extensión de este coto es ya delimitada por el primer documento de García I y ampliada por su hijo y sucesor Ordoño II entre el 915 y 919 y abarcaba no solo la aldea que se desarrolló al calor del monasterio, sino todo el terreno situado entre los ríos Carrión y Pisuerga desde su confluencia hasta los términos de Baños y Calabazanos. Adquirió también diversos privilegios de los monarcas como la potestad de pastar con sus rebaños, cortar leña en los montes o extraer piedra de las canteras de los términos de Dueñas y Tariego, eximiéndoles de la realización de velas, guardas y labores en sus castillos,recibiendo también la jurisdicción sobre las aguas del río a su paso por el coto propiedad de monasterio o de la mitad del puente sobre el río Carrión.
Sin embargo, rápidamente su influencia se extendió por las villas y aldeas aledañas, sobre todo en la comarca de El Cerrato palentino, recibiendo , la iglesia de San Miguel de Baltanás por Sancho III en 1033, el monasterio de Santa Coloma en Tariego de Cerrato por Fernando I en 1043, el priorato de Santiago del Val entre Santoyo y Astudillo por Alfonso VI en 1077 o el monasterio de San Millán en Soto de Cerrato en 1114, la iglesia y la villa de San Juan de Baños en 1115 y 1117, respectivamente, o la villa de Hontoria y su monasterio de San Miguel en 1116 por la reina doña Urraca.
En 1073 Alfonso VI de León y Castilla lo dona al monasterio benedictino de Cluny, convirtiéndose en unos de sus prioratos y siendo el primer monasterio de propiedad cluniacense en la Península y foco de los cambios litúrgicos que sustituyeron al rito visigodo. El monasterio sería el principal monasterio benedictino peninsular hasta que alcanzase su esplendor el Monasterio de San Zoilo en Carrión de los Condes. Durante esta etapa, el monasterio pierde su rango de abadiato y se convierte en un priorato dependiente de la casa madre de Cluny, por lo que los priores no son elegidos por los monjes sino que son directamente elegidos por el abad de Cluny o por sus representantes en la provincia hispana y que se renovaban cada cuatro años (cuadrienios).
Será durante esta etapa cuando tenga lugar la reforma del monasterio, en el siglo XI d.C., en un estilo artístico extendido también por toda la Europa occidental, el románico, del que solo se conserva el exterior de la iglesia, portada, cimborrio y cabecera, pero que nos permite constatar que siguió un modelo de influjo francés al igual que otros ejemplos próximos geográficamente como San Martín de Frómista o San Zoilo en Carrión de los Condes. Estas iglesias se caracterizan por una portada flanqueada por dos torres circulares, de las que en el caso de Dueñas solo se conserva una, y que seguramente contaron con un pórtico de acceso, conocidos como galilea o sagrera. La portada principal, situada en el hastial oeste, hacia poniente, ha sufrido diferentes reformas a lo largo de los siglos pero conserva importantes vestigios románicos y se compone de cinco arquivoltas, alternándose las de perfil sencillo con las interiores de doble moldura de baquetón, enmarcadas por un guardapolvo decorado con un ajedrezado jaqués. Cabe destacar los capitales de la portada decorados no solo con motivos vegetales y geométricos sino también un interesante capitel historiado que representa dos de los pecados capitales la avaricia en forma de un hombre de cuclillas con una bolsa colgada al cuello que aparece junto con una figura desnuda que lo señala y la lujuria a través de una figura femenina con serpientes que le muerden los pechos. El cimborrio es una torre-campanario, características también de esta centuria y los tres ábsides son semicirculares, carentes de decoración y con pequeños ventanales. El interior de la iglesia también se ha visto fuertemente modificado, aunque conserva la planta basilical de tres naves, divida en seis tramos que cubren, no obstante, con bóvedas de crucería cuyo peso descansa sobre pilares cruciformes
Al igual que el resto de monasterios peninsulares, su decadencia se produjo a lo largo del siglo XIV, hasta que en el siglo XV, se lleva a cabo una renovación y restauración por los Reyes Católicos, separándose de Cluny y uniéndose a la Observancia de San Benito de Valladolid, y consiguiendo una nueva prosperidad; recupera su rango abacial y los abades vuelven a ser elegidos por la comunidad de monjes cada cuatro años (cuadrienios). Los informes de los visitadores nombrados por Cluny nos permiten conocer la precaria situación en la que se llegó a encontrar tanto por la venta y enajenación de su patrimonio como por la relajación en la observancia de la disciplina religiosa.
Diferentes catástrofes se produjeron a lo largo de los siglos posteriores, como un incendio en 1604 que arrasó gran parte de las dependencias conventuales y que tuvo lugar al inicio del abadiato del famoso cronista de Felipe III, Fray Prudencio de Sandoval. Tras el incendio, se llevó a cabo la gran reforma herreriana, cuyo edificio es el que podemos contemplar hoy en día.
En el siglo XIX, se ve afectado por la ocupación de tropas francesas en la Guerra de la Independencia española para utilizarlo como cuartel y finalmente, sería abandonado como consecuencia de la desamortización de Mendizábal de 1835.
Por último, en 1890 sería comprado por los Cistercienses de la Estrecha Observancia, reinstaurando la vida monástica en 1891 por monjes provenientes de la francesa abadía de Sainte-Marie du Désert, casa madre de este monasterio.
Tiene importantes elementos del románico, aunque la mayoría del complejo corresponde al siglo XVIII y algo al XVI. Destaca la portada de la iglesia, el resto más importante del antiguo monasterio románico, la torre y algunos capiteles en el interior de la iglesia, del mismo estilo, de finales del siglo XI o principios del XII.
Todas estas instalaciones se libraron de la desamortización de Mendizábal llevada a cabo en España contra muchas de las propiedades de la Iglesia.
En este monasterio está enterrado San Rafael Arnáiz Barón, que fue monje cisterciense en el primer tercio del siglo XX, canonizado por Benedicto XVI en 2009 y a quien está dedicada una capilla.
El monasterio se conoce popularmente como "La Trapa", y es reconocido como lugar de recogimiento y por su receta en la elaboración del chocolate, labor que ya no desempeña desde el año 1960, cuando se realizó la venta de la fábrica (véase también: Historia del chocolate en España).
Coordenadas: 41°53′56.98″N 4°30′58.77″O / 41.8991611, -4.5163250
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