Se denomina narración a la manera de contar una secuencia o una serie de acciones realizadas por unos personajes, en un lugar determinado a lo largo de un intervalo de tiempo determinado, es decir, se refiere lingüística o visualmente a una sucesión de hechos.
Tanto las acciones, como los personajes y lugar, pueden ser reales o imaginarios. Esto no afecta al carácter de la narración, porque el objetivo del autor de la narración es que el lector se imagine los sucesos que se cuentan.
Mientras que desde la perspectiva semiológica la narración se puede realizar con cualquier clase de signos, la lingüística considera que un texto narrativo responde a una clasificación basada en la estructura interna donde predominan secuencias narrativas. Estas secuencias se construyen mediante el signo lingüístico, lo que deja fuera del carácter narrativo que pudiera presentar un cuadro o imágenes.
Dado que una narración es un encadenamiento de sucesos, las relaciones sintácticas fundamentales que se dan son de naturaleza causal y temporal: un hecho lleva a otro y, por lo tanto, existe fluir temporal. En este sentido, es frecuente en un relato el uso de conjunciones o locuciones conjuntivas que indiquen causa y consecuencia, adverbios y locuciones adverbiales de tiempo. También, por su utilidad para señalar hechos que se van sumando unos a los otros, es frecuente el uso de la coordinación copulativa. En cuanto a la modalidad causal, es lógico el predominio de cláusulas aseverativas.
Dado que el fluir temporal es un aspecto básico y caracterizador de una narración, las formas verbales desempeñan un papel fundamental. Los tiempos verbales más usados para narrar son los de aspecto perfectivo, esto es, aquellos que presentan la acción como acabada. Esto es así porque son los que permiten ir encadenando las distintas acciones una después de las otras a medida que van concluyendo. El tiempo verbal más habitual es el pretérito perfecto simple o indefinido, además de los distintos tiempos compuestos que también son perfectivos.
También narra sucesos extraordinarios o reales, según el autor decida.
Por su significado, abundan necesariamente los verbos de movimiento, de acción y de lengua.
Los acontecimientos que suceden son acciones realizadas por personajes. Un personaje es cualquier entidad que lleva a cabo acciones gracias a las cuales el argumento de la narración puede progresar. Un personaje puede ser tanto una persona como un animal o un objeto. Estas tres entidades hacen que la narración pase de una situación inicial a una situación final.
Un ejemplo claro de una narración en la que no intervenga ningún ser vivo es La lluvia amarilla, de Julio Llamazares.
El protagonista es el personaje en el que recae la acción narrativa, por ende, el interés del narrador se centra en lo que hace y lo que le sucede. En la mayoría de las narraciones el protagonista pretende resolver problemas que se le presentan. En esos casos aparece el papel de antagonista, es decir, el personaje que se opone al protagonista y a sus acciones, e intenta que no resuelva dicho problema. Los personajes restantes que intervienen en la historia son los denominados personajes secundarios.
La importancia de cada personaje es el sentido que tiene la participación de este en la historia, y hay que tener presente la función que desempeña cada uno, en relación con el tema de la trama.
Aunque en ocasiones el personaje esté basado en una persona real, el escritor lo describe, por lo que gracias a él se puede descubrir quién y cómo es y qué rasgos lo caracterizan. Según esto, un personaje también se puede definir como una "creación del autor". Siguiendo este proceso, existen varios recursos para la caracterización de un personaje:
Se llama historia a la serie de acontecimientos relacionados entre sí que han sucedido en un orden determinado. Claramente una historia se puede contar de formas muy diversas, por lo que da lugar a narraciones, órdenes y estructuras distintas. La estructura de la acción narrativa es la manera en la que en un relato se han organizado los acontecimientos que constituyen la historia.
En un relato la acción está constituida por capítulos, que a medida que la narración sea más larga, los capítulos serán más extensos también.
La estructura de los capítulos se presentan dependiendo del orden que les dé el autor siguiendo el sentido del texto. Siempre se distingue una situación inicial y una situación final, y los sucesos que le ocurren a los personajes es la causa de pasar de una situación a otra. A este esquema le corresponde la estructura planteamiento-nudo-desenlace.
No todos los textos narrativos se ajustan a esta estructura, sino que en algunos casos no existe tal presentación de personajes, y el relato, en ese caso, comienza directamente en la mitad de la trama, lo que se denomina in medias res. En otros casos comienza directamente por la situación final, para contar después qué es lo que ha llevado a ese desenlace, lo que se denomina in extrema res. El autor también puede preferir por no contar el desenlace de la trama, lo que se denomina final abierto, cuando causa al lector una imaginación de cómo terminaría el asunto.
Las acciones que realizan los personajes suceden una detrás de otra, y forman así una sucesión. Para analizar el tiempo narrativo hay que tener presente el tiempo de la historia y el tiempo del discurso o tiempo de la narración.
Con frecuencia el narrador indica la época concreta, pero en otros casos no la indica, y el lector puede deducirle por la apariencia de los personajes, por ejemplo. También el narrador puede no indicar ninguna referencia hacia la época, para que el relato tenga una validez universal. El tiempo de la historia también comprende la cronología de los acontecimientos.
Según el orden de la narración, existe una narración lineal, la cual se cuenta en el orden en el que sucedieron los acontecimientos.
Mediante distintas técnicas el narrador puede alternar dicho orden, como sucede con in media res, cuando la historia comienza por la mitad, y con in extrema res, cuando empieza por el final. En otros casos se inserta la retrospección o flashback, cuando se cuentan hechos que sucedieron en el pasado, la anticipación, que es el mismo caso solo que los hechos suceden más tarde, y la simultaneidad, cuando ocurren al mismo tiempo.
Mediante otras técnicas los narradores hacen uso del ritmo. El ritmo se diferencia en un ritmo rápido, cuando los acontecimientos transcurren en un espacio corto de tiempo, y el narrador puede incluir saltos en el tiempo o deja de explicar los hechos ya que no los considera importantes, y en un ritmo lento, cuando los acontecimientos, que tienen una duración corta, el narrador alarga el espacio de tiempo y hace uso entonces de detalles tanto en las descripciones como en las reflexiones y explicaciones.
Se refiere a la relación entre el tiempo de la historia y el tiempo del relato. Esta relación puede ser de igualdad o no. El tiempo de la historia (TH) hace referencia a lo que se cuenta y el tiempo del relato (TR) al cómo se cuenta. Analizando el ámbito literario, Genette establece la siguiente clasificación:
El espacio está constituido por las referencias que hace el narrador al lugar donde transcurren los hechos de la historia. Hay que tener en cuenta que existen muchos relatos donde la acción transcurre en un espacio único y, en otros relatos, la acción transcurre en lugares diferentes. También algunos de los espacios pueden estar definidos por escasas descripciones, solamente aparecen nombrados y, en otras ocasiones, pueden aparecer bien definidos, dotados con descripciones, como sucede en la obra Industrias y andanzas de Alfanhuí, de Rafael Sánchez Ferlosio. En estos casos cuando el espacio está descrito aparece el término de ambiente.
El emisor de un texto narrativo recibe, de acuerdo con la función que realiza, una denominación especial: la de narrador. No obstante, la razón de la misma estriba en la necesidad de prever que en algunos textos narrativos el emisor y el narrador no coinciden, o dicho con otras palabras, no son la misma persona. Tal situación se da, como es evidente, en los textos narrativos literarios. Lo que ocurre en las novelas y en los cuentos es que la historia que se cuenta ha sido inventada (o, por lo menos, así se presenta); dado que esto es así, no es posible que el emisor (el autor real) haya podido ser testigo de la misma. Por lo tanto, se entiende que quien narra no es él, sino un narrador indeterminado también inventado por ese autor. Partiendo de esta consideración, que nos lleva a utilizar siempre esa denominación de narrador, hay que analizar otro factor que también depende del narrador: la perspectiva o punto de vista que adopta para contar la historia.
Un narrador es la persona que escribe cuentos, novelas, etc., en otras palabras, un narrador es un "escritor de relatos". Definiéndolo de otra manera, un narrador es el elemento estructural de la narración, que contempla los hechos narrados.
Autor y narrador no es lo mismo. Es el autor quien decide quién va a ser el narrador, y qué características va a tener. Dichas características constituyen el denominado punto de vista de la narración.
Sin haber participado en los hechos, el narrador puede conocerlos, y puede ser también uno de los personajes que intervienen en la historia. El personaje que funciona como narrador se denomina narrador interno, y el autor construye el relato fingiendo que la historia la cuenta uno de los personajes.
En la mayoría de las ocasiones el narrador interno coincide con el protagonista. En este caso predominan las formas verbales y los pronombres en primera persona. Los relatos de este tipo se denominan narración en primera persona. Con menos frecuencia el narrador no coincide con el protagonista, sino con un personaje secundario, lo que se denomina como narrador testigo.
Por otro lado, un narrador externo conoce los hechos que suceden y los personajes que intervienen, pero no participa en la historia, sino que la cuenta "desde fuera". Por esta razón no se referencia a sí mismo. Los relatos de este tipo se denominan narración en tercera persona.
Dependiendo del grado de conocimiento del narrador, existen dos tipos:
Lo más habitual es que el narrador cuente historias que han sucedido en el pasado, a éstas se llaman narraciones en pasado. Cuando los acontecimientos están sucediendo en ese preciso instante en el que el narrador narra los hechos, recibe el nombre de narraciones en presente. Lo menos habitual son las narraciones en futuro, cuando el narrador narra los hechos que aún no han acontecido.
Cuando el narrador no decide si las acciones que realizan los personajes son buenas o malas, el narrador es objetivo. Cuando el narrador interviene en el relato y valora los hechos que realizan los personajes, dando una opinión, el narrador es subjetivo. Gracias a la subjetividad consigue dirigir la interpretación del lector en un sentido.
Es un tipo de texto que narra o cuenta una serie de hechos reales o producto de la imaginación que conforman una historia y tiene final. Se caracteriza por recrear la forma de pensar y sentir de los personajes, describir lugares o espacios donde ocurren las acciones centrales del relato, y construir una trama o argumento que enlaza los hechos que van ocurriendo. En los textos narrativos se puede reconocer una organización de los acontecimientos a partir de un inicio, un nudo o conflicto y un final o desenlace de la historia.
Una narración presenta siempre, como mínimo, lo que se denomina un actor o persona completamente normal, que es aquel elemento que experimenta los sucesos o hechos referidos en ella. En el estudio de las narraciones se ha aplicado el término actante, que amplía la noción de personaje. Este personaje puede o no, ser también narrador de la historia.
Esta estructura no es necesariamente identificable en otros subgéneros narrativos como el relato o la novela o en el microrrelato.
Narrar implica que los hechos referidos estén relacionados, encadenados, y que se vayan sucediendo de forma más o menos lógica. Lo fundamental es que la sucesión de los hechos venga determinada por un principio de causalidad, esto es, que todo lo narrado tenga un antes del que provenga y un después al que se dirija.
Aparte de narrar los sucesos que constituyen la historia, en una narración puede ser necesario la reproducción de las palabras o pensamientos de aquellos seres (normalmente, personas) que los protagonizan. El narrador, a tal efecto, dispone de dos maneras o estilos de reproducir la voz de los personajes de la historia: el estilo directo y el estilo indirecto.
El narrador, entre sus funciones, tiene también la de decidir en qué orden y con qué ritmo va a narrar la historia.
Lo primero que se puede constatar es que el discurso narrativo está repleto de anacronías, esto es, discordancias entre el orden de sucesión en la historia y orden de sucesión en el relato. Toda narración ofrece una anacronía de orden general, puesto que la linealidad del lenguaje obliga a un orden sucesivo para hechos que quizá son simultáneos. Pero toda narración ofrece, a su vez, multitud de anacronías particulares o de detalle.
El mecanismo que con más frecuencia se usa es el de la retrospección o analepsis; es a lo que en el cine se denomina flashback, esto es, una mirada hacia atrás. Se empieza a contar una historia y, en un determinado momento, se detiene la narración para contar cosas que ocurrieron en el pasado. Un mecanismo menos utilizado sería el contrario, la prospección o prolepsis, esto es, el adelantar acontecimientos del futuro.
En el momento de contar una historia, el narrador tiene también la posibilidad de hacerlo deteniéndose más o menos en los acontecimientos. La sensación de mayor minuciosidad viene producida por el uso de dos tipos de textos: la descripción (pues el tiempo está detenido) y la digresión autorial (los comentarios del narrador). Por su parte, la sensación de rapidez proviene del uso del resumen (contar en pocas líneas lo que sucede en mucho tiempo) y la elipsis (eliminar fragmentos de la historia). Como forma intermedia, estaría el diálogo, al reproducir las palabras de los personajes, con lo que el tiempo narrativo se ajusta al tiempo real: su lectura dura lo que en teoría duraría ese diálogo en la realidad.
Algunos de los subgéneros de la narrativa, ordenados de más breves a más extensos son el microrrelato, el cuento y relato, la nouvelle o novela corta y la novela.
Esta enumeración es muy general y con un objetivo meramente informativo. Hay muchos textos narrativos e incluso poéticos, escritos en las zonas grises entre estos géneros.
Muchos autores, por ejemplo, no consideran a la nouvelle como un género, sino como un caso especial de novela. Es importante aclarar que la longitud no es lo único que determina las características de los subgéneros de la narrativa. El microrrelato, por su característica de síntesis extrema, en muchos casos bordea el límite con la prosa poética
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