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Papa Juan XXII



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¿Dónde nació Papa Juan XXII?

Papa Juan XXII nació en Cahors.


Juan XXII (Cahors, 1244Aviñón, 4 de diciembre de 1334) fue el papa n.º 196 de la Iglesia católica, desde 1316 a 1334, y segundo papa del pontificado de Aviñón.

Nacido Jacques Duèze, era hijo de un zapatero de la localidad francesa de Cahors, donde hizo sus primeros estudios, posiblemente con los Dominicos de dicha población. Estudió teología y leyes en su ciudad natal, en Montpellier y en París, para después convertirse en profesor de Derecho en Toulouse.

Inició su carrera en la Iglesia como arcipreste de Cahors para, posteriormente, ser nombrado obispo de Fréjus en 1300, bajo las recomendaciones de Carlos II de Anjou, rey de Nápoles. En 1309, Carlos II, lo nombraría canciller, cargo que previsiblemente dejaría a la muerte del rey, en el mismo año, para ir a la nueva sede papal de Aviñón como arzobispo en 1310.[1]​ En 1312 es nombrado cardenal por el papa Clemente V, con el título de San Vital y luego será nombrado cardenal obispo de Porto en 1313.[2]

Su elección como papa se produjo el 7 de agosto de 1316, tras un interregno de casi dos años en el que el trono de San Pedro permaneció vacante debido a la división existente en el cónclave reunido en Carpentras donde los cardenales, divididos en tres facciones de italianos, gascones y franceses, proponían tres candidatos diferentes.

El rey Felipe V de Francia puso término a la situación convocando en Lyon un cónclave en el que, con la asistencia de veintitrés cardenales, resultó elegido Jacques Duèze, que fue consagrado el 5 de septiembre con el nombre de Juan XXII y fijó su residencia en Aviñón.

En 1314 se había producido una doble elección al trono de Alemania, disputado entre Luis, duque de Baviera, y Federico, duque de Austria. El pontífice tuvo que intervenir en ese conflicto, que se prolongaría hasta 1322. En esa fecha Luis IV venció, en la Batalla de Mühldorf, a Federico quien renunció a su pretensión al trono en 1325.

En 1323, Juan XXII, que había reclamado una especie de regencia sobre el trono alemán mientras no se solucionase la disputa entre los dos aspirantes al trono, se negó a reconocer a Luis como rey alegando que este había asumido el título sin su confirmación, negándose a coronarlo como emperador del Sacro Imperio y excomulgándolo en 1324 bajo la acusación de herejía, al haber ofrecido su protección a Guillermo de Ockham, a Marsilio de Padua y a Miguel de Cesena entre otros pensadores heterodoxos.

Entre estos cabe destacar la figura de Marsilio de Padua, quien escribió el Defensor pacis, una obra claramente a favor de la política del emperador y en contra de las pretensiones del papa, donde, entre otras cosas, resalta la idea de que la Iglesia debe someterse al Estado y no al contrario, y que el concilio de obispos reunidos es superior al Papa. Juan XXII anatematiza dicha obra el 23 de octubre de 1327 con la bula Licet iuxta doctrinam.[4]

Luis contestó invadiendo Italia al frente de un poderoso ejército que le permitió ocupar Roma. El 17 de enero de 1328 fue coronado como emperador, en la basílica de San Pedro de manos del prefecto laico Sciarra Colonna, el mismo que participó en el atentado de Anagni. El emperador depuso al Papa acusándolo de herejía y proclamando como nuevo Papa al franciscano espiritual, Pedro de Corvara, quien tomó el nombre de Nicolás V, el primer antipapa italiano de la historia.[5]

El pueblo romano, oprimido por la ocupación militar de su ciudad y por la excomunión que Juan XXII había lanzado sobre la misma, se sublevó y obligó a Luis a abandonar Roma en agosto de 1328. El cisma en el seno de la Iglesia fue efímero ya que el antipapa Nicolás V renunció en 1330 a su nombramiento y se sometió a Juan XXII.

En el seno de la orden franciscana se había producido en 1245 una división entre los llamados "conventuales" y los "espirituales", radicales que defendían un ideal de pobreza absoluta alegando que tanto Jesús como sus discípulos carecían de posesiones ni individuales ni comunitarios. Este conflicto llevó a una seria división dentro de la Orden franciscana. Por lo que Juan XXII el 7 de octubre de 1317, por medio de la bula Quorumdam exigit ordenó que los así llamados espirituales, que habían iniciado formas de vida eremítica, se sometieran a la obediencia de los superiores de su comunidad.

Ante la resistencia de muchos espirituales, el 23 de enero de 1318, Juan XXII publicó la bula Gloriosam Ecclesiam en la que condenaba la postura doctrinal de los espirituales, también conocidos como "fraticelli", calificándola como herética y citando al general de la Orden, Miguel de Cesena, a comparecer en la sede de Aviñón. Este, que no pertenecía a la facción radical, se negó a aceptar los argumentos papales y decidió buscar la protección del rey Luis IV de Baviera por lo que, tras ser expulsado de la orden, fue excomulgado.[2]

Un gran problema, de tipo doctrinal, en el que se vio inmerso Juan XXII durante los últimos años de su pontificado fue su postura sobre la visión beatífica.

Según la doctrina católica, aquellos que mueren en estado de gracia verán a Dios a la espera del Juicio Final. Antes de su elevación al solio pontificio, Juan XXII había escrito un tratado en el que declaró que las almas de los justos que partían no ven a Dios sino hasta después del Juicio Final. Él propuso la misma enseñanza en sus sermones, por lo que encontró gran oposición de muchos teólogos que se adherían a la común opinión de que los justos ven inmediatamente a Dios, antes de la resurrección de los muertos y el Juicio Universal. En consecuencia, el punto de vista de Juan XXII se consideró herético por muchos teólogos de la época de las universidades de Oxford y de París.

El emperador Luis, apoyado por sus consejeros Marsilio de Padua y Guillermo de Ockham, apeló a un concilio universal para condenar al papa como hereje y elegir un digno sucesor; además, fue uno de los motivos aducidos por el emperador, tras su coronación en Roma, para deponer al papa y forzar la elección del antipapa Nicolás V.

El papa se defendió de esta acusación manifestando que la Iglesia no tenía sobre este punto una doctrina oficial (la fijaría su sucesor Benedicto XII) y que, además, no había expuesto su postura ex cathedra, lo que le permitió retractarse antes de morir.[4]

Durante su pontificado, Juan XXII canonizó a Tomás de Aquino (1323),Thomas de Cantilupe (1320) y Luis de Tolosa (hijo de Carlos II d'Anjou).[2]

Al papa Juan XXII se debe la institución del Tribunal de la Sagrada Rota y de la fiesta de la Santísima Trinidad.

Promulgó la bula In agro dominico del 27 de marzo de 1329, en la que se condenaban 28 proposiciones del Maestro Eckhart (quien había fallecido recientemente), 17 como heréticas y 11 como sospechosas.[6]

Excomulgó a Guillermo de Ockham.

Falleció el 4 de diciembre de 1334, después de dieciocho años de pontificado. La causa de su fallecimiento es desconocida. Fue sepultado en la catedral de Aviñón en un magnífico mausoleo gótico, destruido en la época de la Revolución francesa.[7]

Dante, en la Divina Comedia, cita dos veces a Juan XXII en el cántico del Paraíso. (Dante Alighieri, Divina Commedia, Par., XVIII, 130-136; y XXVII, 58-60).

El comerciante erudito del siglo XIV Giovanni Villani menciona en el tomo XI de su afamada crónica (Nuova Cronica) que, según datos sacados de los tesoreros del papa, Juan XXII dejó a su muerte en Aviñón un tesoro de monedas y metales preciosos por valor de veinticinco millones de florines de la época. En el siglo XIX reproducirán este dato, basándose en la misma fuente, los historiadores Jacob Burckhardt (La cultura del Renacimiento en Italia) y Edward Gibbon (Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano).[8][9]

Las profecías de san Malaquías se refieren a este papa como De surore osseo (Del zapatero de Ossa), cita que hace referencia al oficio de su padre y a que era miembro de la familia Heusse (Ossa).

Umberto Eco ambienta su novela El nombre de la rosa en la época del pontificado de Juan XXII, colocando en boca de algunos personajes, en varias ocasiones, improperios hacia el pontífice. En el texto se puede entrever toda la problemática entre los franciscanos espirituales y los conventuales, además de los problemas teológicos y políticos del tiempo.[10]

En la serie de novelas Los reyes malditos de Maurice Druon, se hace referencia al papa Juan XXII como un gran líder, sobre todo en los libros IV y V.





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