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Plaza de San Pedro



La plaza de San Pedro (Piazza San Pietro, en italiano) es un espacio urbano abierto que se sitúa en la Ciudad del Vaticano, dentro de la ciudad de Roma, y precede, a modo de gran sala períptera, a la Basílica de San Pedro, el magno templo del catolicismo. Fue enteramente proyectada por Gian Lorenzo Bernini entre 1656 y 1667. Se considera esta obra la explosión del gran teatro barroco de la época como sistematización del poder de la iglesia católica.

A la plaza se accede desde la Via della Conciliazione y muestra, al fondo, la magnífica fachada de la Basílica de San Pedro; esta vía comienza en el largo Giovanni XXIII, muy cerca del castillo de Sant'Angelo, junto al río Tíber, pasando al final por la plaza Pío XII.

La plaza es una gran explanada trapezoidal que se ensancha lateralmente mediante dos pasajes, con forma elíptica de columnatas, espacio que se aprecia como "cerrado y abierto al mismo tiempo"[1]​ rematadas en una balaustrada sobre la que se asientan las figuras de ciento cuarenta santos de diversas épocas y lugares; en su interior se encuentran dos fuentes, una en cada foco de la elipse,y en medio de la plaza se erigió un monumental obelisco (de 25 metros de alto y 327 toneladas), un bloque pétreo sin inscripciones traído desde Egipto que estaba en el centro de un circo romano. En 1586 el papa Sixto V decidió colocarlo frente a la Basílica de San Pedro en memoria del martirio de San Pedro en el Circo de Nerón. Se le conoce como el “testigo mudo”, pues junto a este se crucificó a Pedro. La esfera de bronce de la cúspide que, según la leyenda medieval, contenía los restos de Julio César, fue reemplazada por una reliquia de la cruz de Cristo. Los dos pasajes de columnas (284 de 16 metros cada una) se abren a cada lado simbolizando el abrazo de acogida de la Iglesia al visitante que parece invitan a entrar.

Al inicio del siglo XVI, la plaza era rectangular y tenía un desnivel de alrededor de diez metros entre el llamado Borgo Nuovo y el pie de la escalinata que conducía a la basílica. Bernini la hizo de tal forma que quedó con un desnivel casi imperceptible de menos de medio metro.

Alejandro VI para el jubileo del año 1500 hizo abrir la primera vía rectilínea de Roma, entre el Puente Sant'Angelo y el portón del Palacio Vaticano, atravesando la platea con una franja empedrada, inclinada cerca de seis grados con respecto al eje de la basílica antigua. Borgo Nuovo genera ante el portal de ingreso a los palacios una prospectiva de alrededor de 800 metros: se trata de la confirmación de que Alejandro VI no quería que la basílica de San Pedro tuviera ningún rol prioritario en relación con la ciudadela pontificia; en cambio prefería como punto de referencia el palacio, la curia, la residencia del Papa.

La Via Recta o Via Alessandrina o Via Borgo Nuovo es la primera calle rectilínea centrada en el portón de un palacio. La intención nace en el ámbito de un programa que no es arquitectónico: no se preveía reconstruir San Pedro ni los palacios vaticanos según un diseño único.

Cuando todo fue demolido y reconstruido en relación con la Basílica, esta calle no fue eliminada. El portón será el Portone di Bronzo al que sigue un corredor que lleva a la Scala Regia y de ahí a la sala del mismo nombre que sirve de entrada a la Capilla Sixtina o al departamento del Santo Padre.

La larga historia de los proyectos de la plaza revela el esfuerzo para interpretar cómo edificar una iglesia que, Bramante y Miguel Ángel habían concebido y construido de otra manera: con planta de cruz griega y una gran cúpula, se había dejado de lado la de cruz latina de la antigua basílica constantiniana. Los diversos arquitectos que propusieron modelos fueron Bramante, Rafael, Antonio da Sangallo el Joven quienes se encargaron del interior de la basílica, Miguel Ángel quien deslumbró con la cúpula y Carlo Maderno quien le agregó la fachada para luego darle lugar a Bernini quien se encargaría de culminar el proyecto con su gran escenario antecesor, la plaza.

En la primera mitad del siglo XVII Bernini intenta delimitar la cúpula con dos campanarios, para dar una presentación mejor al edificio con un acceso de poca longitud y fuerte profundidad. Pero esto se vio interrumpido por problemas estructurales, que le impide proceder con la construcción. De ahí que empiece a buscar una solución para la basílica que implique toda la plaza. Hoy día quedan como testigos dos relojes embellecidos por sendos grupos escultóricos donde deberían alzarse los campanarios. Luego de eso, se avoca de lleno al espacio antecesor de la basílica y a culminar detalles del interior. Fue el propio Bernini quien dijo: "Siendo la iglesia de San Pedro, la matriz de todas las otras, debía tener un pórtico que demostrase materialmente como recibir con los brazos abiertos a los católicos, a fin de confirmarse en su fe, a los herejes, para reunirlos con la iglesia, a los infieles, para iluminarlos en la verdadera fe".[2]

La función primordial del amplio espacio era albergar el gentío que se congregaba para recibir la bendición papal. Bernini necesitaba cerrar un espacio lo más grande posible para dar cabida a los lugareños y visitantes de la urbes, dándoles la posibilidad de ver al Papa en la ventana de la Logia de la Bendición. Al mismo tiempo, necesitaba proporcionar un marco para otras ocasiones: el papa reparte su bendición normalmente desde la ventana de su apartamento privado en el palacio del Vaticano, y la plaza de Bernini debería tener en cuenta este nuevo foco. Su solución final comprendía un espacio trapezoidal frente a la basílica.[3]

La inclinación de los “corredores” hace que Bernini renuncie a la solución anterior de dejar un orden recto, e inserta una arquitectura oblicua que da la impresión de un único grupo arquitectónico que circunda la plaza. Sin embargo, debía aceptar la presencia del obelisco en el centro de la plaza con los cambios en el eje mayor.

El pórtico de la basílica servía a la tradicional procesión del día de Corpus Christi, guiada por el papa a través de las calles vecinas del Borgo y protegida por grandes baldaquinos. El papa Alejandro VII intervino introduciendo la idea del pórtico libre y permitiendo a Bernini volver a pensar el proyecto. Con las demoliciones el Borgo pasó de ser una localidad habitada por personas pobres a otro nivel más “aristocrático”. Se optó finalmente por la forma oval con dos semicírculos que es una forma geométrica más usada en la arquitectura cristiana que la elipse. Bernini escribió:

En la solución definitiva la columnata corre en un piso inclinado casi imperceptiblemente y se levanta con tres peldaños uniformes. Está unida con el pórtico de la basílica por dos pasillos cerrados —o brazos— con ventanas y pilastras. El brazo meridional se utiliza actualmente como sede de exposiciones y es llamado comúnmente brazo de Carlo Magno (braccio di Carlo Magno), ya que está conectado con el extremo del pórtico de la basílica en el que se encuentra la estatua ecuestre de dicho emperador cristiano.[4]​ Por su parte, el brazo septentrional es llamado brazo de Constantino (braccio di Costantino) y es famoso por albergar la Scala Regia.

La larga serie de las 140 estatuas de santos,[5]​ cada una corresponde a una columna representa a la Iglesia triunfante en relación con la Iglesia militante, es decir, la multitud de fieles que rezan en la plaza. Las dimensiones de las esculturas, realizadas por colaboradores de Bernini y bajo su supervisión, son exactamente la mitad de las que se colocaron en la fachada de la basílica (con once de los doce apóstoles más San Juan Bautista, y Cristo al centro).

Al realizarse un cuadripórtico, aumentaban las dificultades para alinear las columnas. La columnata mezcla elementos del orden toscano como las columnas, pilares y lesenas y jónico en lo restante (especialmente la ausencia de triglifos). La idea era mostrar un aspecto severo y austero que diera más fuerza a la fachada de la basílica (que usa orden dórico) aumentando incluso a la vista su tamaño.

Las estilizadas columnas en mármol travertino no llaman la atención por sí mismas, sino que yerguen, sobrias pero monumentales, conformando un corredor abierto así como un muro conductor que limita la plaza.[6]

El prospecto de la fachada demasiado desarrollado en horizontal, bajo y largo, no podía alzarse sin dañar la vista de la cúpula. La escalinata delante de la iglesia —que era tan larga como la misma fachada— fue limitada a la parte central; Bernini hizo demoler la escalera preexistente, excavó el terreno y bajó todo lo que pudo el piso tierra para que quedara casi equivalente con el del obelisco.



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