El Salón de Reinos o salón grande fue el auténtico eje representativo del antiguo palacio del Buen Retiro de Madrid, construido entre 1630 y 1635, y el que albergaba las mejores pinturas, casi todas conservadas ahora en el Museo del Prado. El salón debe su nombre a que en él estaban pintados los escudos de los veinticuatro reinos que formaban la Monarquía Hispánica en tiempos de Felipe IV. Sin embargo, su denominación actual más popular es la de Museo del Ejército, debido a que albergó dicha institución entre 1841 y 2005, cuando se inició el traslado de sus colecciones al Alcázar de Toledo. Junto con el Casón del Buen Retiro, el edificio que alberga el Salón de Reinos es el único vestigio arquitectónico que subsiste del gran conjunto palacial. Desde octubre de 2015 se halla bajo gestión del Prado, que ha decidido su remozamiento y reapertura como sala de exposiciones. La estimación inicial era reabrirlo coincidiendo con el Bicentenario del museo en 2019 pero en noviembre de 2016 (al elegirse el proyecto de los arquitectos Norman Foster y Carlos Rubio) se esbozó un calendario más realista, que calculaba que en 2019 la obra estaría aún en desarrollo.
Inicialmente hacia 1630 el Salón se concibió como palco desde el que los reyes pudiesen asistir a las funciones teatrales que se celebraban en el patio, pero cuando se optó por hacer del Buen Retiro un verdadero palacio se agregó a esa función la ceremonial, como salón del trono. La estancia nunca dejó de cumplir la función festiva, siendo utilizada en espectáculos y saraos, por lo que estaba recorrida por una balconada desde la que era posible observar los festejos desde arriba. Pero como salón del trono que era, tenía que cumplir la misión de impresionar a embajadores y miembros distinguidos de las demás cortes europeas que acudían a palacio, por lo que se procuró que la decoración de la estancia fuese la más suntuosa de todo el complejo palaciego. Bien iluminado por numerosas ventanas, y entre ellas mesas de jaspe con leones de plata, el techo estaba recubierto de grutescos. Además, acogía en las paredes una decoración pictórica rebosante de simbolismo político cuyo último objetivo era la exaltación del rey Felipe IV. Se desconoce quién fue el autor del programa decorativo e iconográfico del salón, pero no hay duda de que el responsable último hubo de ser el propio conde duque de Olivares, contando con Jerónimo de Villanueva, que regaló los leones y efectuó los pagos, y con el asesoramiento intelectual de Francisco de Rioja y los pintores más próximos al monarca y su valido, Juan Bautista Maíno y Diego Velázquez.
El Salón es la estancia más importante de un edificio de cuatro plantas con unos 5400 metros cuadrados de superficie útil, que antaño fue un ala o crujía del Palacio del Buen Retiro. Conserva en ambos extremos sendas torres con chapiteles de pizarra, si bien la situada en el extremo oeste no es original sino un añadido de 1880.
El Salón es de planta rectangular y cuenta con puertas en sus lados estrechos. En los laterales norte y sur colgaban doce escenas (una de ellas perdida) cuyo tema eran las grandes batallas ganadas por los ejércitos de Felipe IV en los primeros años de su reinado. Entre estos cuadros, y sobre las ventanas bajas del Salón, se disponían diez cuadros con los trabajos de Hércules, pintados por Zurbarán, con los que se pretendía equiparar las hazañas del semidiós con las del rey. La elección de Hércules no era casual, ya que los Habsburgo se consideraban descendientes de este mítico héroe civilizador.
En los lienzos de batallas trabajaron tanto artistas pertenecientes a la antigua generación, caso de Vicente Carducho o Eugenio Cajés, que habían trabajado ya al servicio de Felipe III, como los más jóvenes, formados en el naturalismo, caso de Juan Bautista Maíno, Zurbarán, llamado expresamente desde Sevilla, Antonio de Pereda y el propio Velázquez, favorito de Felipe IV, y aun otros como Jusepe Leonardo y Félix Castelo, que iban a dejar aquí su primera obra importante.
En los extremos este y oeste se situaron los retratos, realizados por Velázquez, de la familia real. La serie estaba compuesta por los retratos ecuestres de Felipe III y de su esposa, Margarita de Austria, situados en el muro oeste; y los de Felipe IV y su esposa Isabel de Borbón en el lado este, donde se situaba la entrada principal al salón. Entre estos y sobre la puerta, el retrato del heredero de la corona, príncipe Baltasar Carlos. La distribución y colocación escalonada quería ejemplificar los conceptos de monarquía hereditaria y de continuidad dinástica.
Atendiendo a los títulos del monarca del momento, Felipe IV, los escudos representados eran los pertenecientes a veinticuatro reinos y dependencias del reino filipino: Reino de Aragón, reinos de Castilla y de León, Reino de Cerdeña, Reino de Sicilia, Reino de Galicia, Reino de Granada, Reino de Jaén, Reino de Murcia, Reino de Navarra, Reino de Portugal, Reino de Sevilla, Reino de Toledo, Reino de Valencia, Principado de Cataluña, Archiducado de Austria, Ducado de Borgoña, Ducado de Brabante y Ducado de Milán, Condado de Flandes, Señorío de Vizcaya, Virreinato del Perú, Reino de Córdoba, Reino de Nápoles y Virreinato de Nueva España.
Reino de Aragón
Archiducado de Austria
Ducado de Borgoña
Ducado de Brabante
Reino de Cerdeña
Reino de Castilla y León
Principado de Cataluña
Reino de Córdoba
Condado de Flandes
Reino de Galicia
Reino de Granada
Reino de Jaén
Reino de México
Ducado de Milán
Reino de Murcia
Reino de Jerusalén
Reino de Navarra
Reino de Sevilla
Reino de Sicilia
Reino de Toledo
Reino del Perú
Reino de Portugal
Reino de Valencia
Señorío de Vizcaya
La ordenación de los retratos de los reyes y los cuadros de batallas en el Salón, siguiendo la reconstrucción establecida por José Álvarez Lopera, quien se basa en la Silva topográfica (1637) de Manuel de Gallegos y el Inventario de 1701, sería la siguiente:
Sobre las ventanas los cuadros con los trabajos de Hércules pintados por Zurbarán:
Todos ellos pinturas al óleo sobre lienzo, con unas medidas aproximadas de 130 x 160 cm, Museo Nacional del Prado.
El Salón de Reinos, y el de Fiestas (actual Casón del Buen Retiro), fueron las únicas estancias que se salvaron de los intensos bombardeos y ataques efectuados por los franceses durante la invasión entre 1808 y 1814. El aspecto del edificio se encuentra desgraciadamente muy transformado debido a las reformas que se llevaron a cabo en el siglo XIX, concluida la Guerra de la Independencia.
Desde 1841 y durante más de 150 años se ha ubicado en este edificio el Museo del Ejército (inicialmente llamado Museo de Artillería). A comienzos del siglo XXI el Ministerio de Cultura de España inició una serie de estudios y reformas para trasladar el Museo del Ejército al Alcázar de Toledo, pasando el Salón de Reinos a depender del Museo del Prado, al igual que ya lo estaba el Casón.
El propósito inicial de tal proyecto era dar al Museo del Ejército una sede más adecuada, amplia y moderna, y de paso dotar de mayor atractivo al Alcázar toledano. Paralelamente, el Prado pretendía devolver el aspecto original del siglo XVII al Salón de Reinos restituyéndole los lienzos que lo decoraron. Esta labor parecía algo más fácil porque aún se conservan en buen estado la pintura mural y los escudos de los reinos entre los grutescos de la cubierta. Sin embargo, esta propuesta suscitó un debate sobre el uso definitivo del edificio, pues hubo quienes desaconsejaron trasladar a él Las lanzas y otros cuadros de Velázquez, pues implicaría separarlos del resto de obras de dicho artista, mientras para otros críticos resultaba desmesurado acometer tal reforma sólo para reconstruir un salón. La opción que parece imponerse es la de destinar el Salón de Reinos (y sus estancias anexas) a actividades diversas, como exposiciones temporales de larga duración y exhibición de colecciones que no encuentran acomodo en la sede principal del Prado.
Estaba previsto licitar la obra en 2009 o 2010 y realizar la adjudicación, ejecución de trabajos y habilitación en el periodo 2010-2012, con un presupuesto de 42,5 millones de €, pero todo el proceso se fue demorando por falta de fondos. Mientras, el Museo del Ejército, en su nueva ubicación en Toledo, se inauguró en julio de 2010. Finalmente, en octubre de 2015 el proyecto se reactivó: el Ministerio de Cultura y el Prado formalizaron la cesión del edificio al museo, que convocó un concurso en 2016 para el encargo de la remodelación del edificio de modo que pudiera reabrirse a tiempo para las celebraciones del Bicentenario del Prado en 2019. En noviembre de 2016 se anunció que el proyecto elegido era el presentado por los estudios de Norman Foster y Carlos Rubio. Las obras comenzaron finalmente en octubre de 2019, de modo que la reapertura del edificio será posterior al Bicentenario.
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