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Época histórica



Se conoce como periodización al campo de las ciencias sociales que trata de dividir la historia u otro campo del conocimiento (la ciencia, la literatura, el arte) en distintos períodos (épocas) que posean unos rasgos comunes entre sí, lo suficientemente importantes como para hacerlos cualitativamente distintos a otros períodos.[1]

En historia, la periodización más amplia da períodos denominados edades, mientras que los denominados época designan divisiones más breves o locales. En el campo de la historia natural o geología se utiliza la expresión eras (eras geológicas), aunque también se habla de era como período histórico en el campo de la cronología. Cada una de ellas da origen a distintos calendarios; término que se aplica también a periodos dominados por un personaje histórico, un hecho o un proceso que se considera fundamental. Época geológica es una subdivisión de la era geológica. La escala del tiempo geológico se divide en orden descendente de jerarquía de la siguiente manera: eón, era, período, época y edad.

No hay un acuerdo universal sobre la periodización en Historia, aunque sí un consenso académico sobre los periodos de la Historia de la Civilización Occidental, basado en los términos aportados por Cristóbal Celarius (Edades Antigua, Media y Moderna), que pone al mundo clásico y su renacimiento como los hechos determinantes para la división. La acusación de eurocentrismo que se hace a tal periodización no debe impedir conocerla, por ser la más utilizada.

El problema de cualquier periodización surge en hacerla válida para un ámbito espacial amplio, lo que resulta difícil cuando los fenómenos que originan el comienzo de un periodo en un lugar[3]​ (habitualmente en Asia o África) tardan en difundirse o surgir en otros lugares más o menos próximos y conectados (Europa Occidental para los europeos occidentales, Mesoamérica para los mesoamericanos, etc.) o lejanos y desconectados (Eufrasia de América). Por ello surgen términos intermedios y de transición o superpuestos.

La característica de las civilizaciones occidentales es su preocupación por la memoria histórica o la consideración del pasado y la periodización es un elemento importante en la fijación de esa memoria. En la mayor parte de las cosmologías, el origen de los tiempos se vincula a hechos sobrenaturales con intervención de dioses y héroes. En la tradición occidental, estos mitos son los de la Antigüedad clásica grecorromana y los hebreos, en la parte de la Biblia denominada Antiguo Testamento: sobre todo el Génesis, el Éxodo y los demás libros históricos; que se vio continuada por el Nuevo Testamento cristiano con su insistencia en el fin de los tiempos y la próxima venida del Reino de Dios, en un futuro apocalíptico (en imprecisos términos temporales).

El griego Hesíodo (y luego el romano Ovidio, en sus Metamorfosis, de las que suprimió la "Edad de los héroes") reflejó en sus Trabajos y días el mito de cinco edades: la primitiva y paradisíaca Edad de Oro a la que sucedían, en sucesivas degeneraciones, la Edad de Plata, la Edad del Bronce, la Edad de los héroes y la brutal Edad de Hierro que correspondía a su propia civilización (véase Edades del Hombre); así como la concepción cíclica de la historia (que reaparecerá en las reflexiones sobre Filosofía de la Historia de autores modernos como Giambattista Vico). La Teogonía de Hesíodo asimismo reflejó un intento de cronología de las sucesivas generaciones de dioses: los primitivos o titanes, y los doce olímpicos, sus sucesores, así como los poemas de Homero (Ilíada y Odisea) proporcionaron un marco temporal al que poder recurrir (antes o después de la Guerra de Troya o de los Argonautas) para situar los eventos fundacionales (fundación de santuarios, ciudades, juegos), y a partir de ellos, las cronologías más o menos fiables que se usaban en Grecia y Roma (olimpíada, Ab urbe condita).

La Biblia diseña una narración de la historia desde la Creación hasta el fin de los tiempos. Un esquema común de la periodización bíblica, utilizado en la Edad Media, era la división teológica de San Pablo en tres edades:

Pero quizás la más ampliamente difundida en el medioevo fue la división que hizo San Agustín (†430),[5]​ inspirándose en los seis días que usó Dios para realizar la creación: las Seis edades del mundo, delimitadas por

La división de San Agustín fue seguida por Paulo Orosio, Beda, Isidoro de Sevilla, Escoto Erígena, Joaquín de Fiore y muchos otros, incluso hasta Bossuet; a veces podían ser siete si, como los días del Génesis, se agregaba una edad futura que acabaría con la consumación de los siglos. Ante la continuación de los tiempos, se buscaron sucesivamente distintos hechos o interpretaciones numerológicas o cabalísticas más o menos influidas por el fenómeno medieval del milenarismo que aconteció a la llegada de los años 1000 y 1033 d. C. y durante la época del cisma de Occidente; asimismo, el año 1666,[6]​ el 2000... Los adventistas del Séptimo Día se constituyeron tras el fracaso de dos de estas predicciones (las de William Miller, para 1843 y 1844). Los primeros mormones esperaron el fin del mundo para 1891-1892 (profetizado por Joseph Smith en 1835). La fijación de una fecha para el fin del mundo y la insistencia en mantener la creencia que dio lugar a ella a pesar de su incumplimento es característica de varias religiones o movimientos sectarios; aunque algunos de ellos imponen a sus componentes el suicidio colectivo (Jonestown, Orden del Templo Solar, davidianos, etc

Lewis Henry Morgan (La Sociedad Primitiva, 1877), estableció una división en tres estadios evolutivos de desarrollo social,[7]​ siguiendo un esquema antropológico que se venía desarrollando desde el siglo XVI (tras el impacto con las poblaciones americanas) y la Ilustración (teoría social y del buen salvaje de Rousseau), y que respondía al ambiente intelectual europeo del siglo XIX, que concibe a su sociedad como la cumbre del desarrollo histórico (tanto el idealismo de Hegel como el positivismo de Auguste Comte).

Los tres estadios son salvajismo, barbarie y civilización. Actualmente ya no se usa esta periodización, pues la evolución no es unilineal como planteo Morgan, sino que es multilineal como lo plantea luego F. Boaz.

Karl Marx y Friedrich Engels clasificaron los periodos históricos basándose en sus características económicas y sociales (que se denominaron estructuras en la terminología marxista) en vez de sus características políticas o ideológicas (que denomina superestructura), siguiendo su propia metodología (que Marx denominó materialismo histórico). La determinación de cada periodo dependía de la vigencia de uno u otro modo de producción, concepto que engloba el tipo de relaciones sociales y técnicas de producción que se establecen entre las distintas clases sociales definidas por sus intereses económicos:

Aunque este modelo esta hecho para explicar la evolución de la sociedad europea, tiene menos problemas para ser exportado, ya que no necesita referirse a fenómenos tan intrínsecamente propios de la Civilización Occidental como el Imperio romano, el Renacimiento o la Ilustración. No obstante, también los historiadores materialistas han necesitado adaptar el modelo a las circunstancias específicas de cada lugar, lo que en ocasiones ha dado pie a la incorporación de nuevos modos de producción (modo de producción asiático o Despotismo hidráulico). El intento de evitar el excesivo determinismo del modelo marxista empujó a la creación de una categoría más flexible: la formación económico social o formación social histórica.

El establecimiento del denominado socialismo realmente existente el la Unión Soviética y los denominados países socialistas llevó a la reflexión teórica sobre si estas sociedades se encontraban ya en una fase de sociedad comunista o bien en un periodo de transición necesario para la desaparición de las desigualdades sociales. El hecho de que el capitalismo persistiera en la mayor parte del mundo fue explicado de distintas maneras (el estalinismo defendía la posibilidad de construir el socialismo en un solo país, mientras que el trotskismo negaba la condición socialista de la sociedad que se estaba construyendo en la Unión Soviética y defendía la necesidad de una revolución permanente hasta la desaparición del capitalismo en todo el mundo). La desaparición de los regímenes comunistas de Europa del Este desde la caída del muro de Berlín y su adaptación a la economía de mercado en China han tenido a su vez distintas explicaciones teóricas.[8]

Vere Gordon Childe acuñó el término Revolución neolítica, para indicar que la transformación en las condiciones vitales de la humanidad que se produjo como consecuencia de la ganadería y la agricultura fueron semejantes a las que estaba produciendo la Revolución industrial en nuestra propia época. La historia de la Humanidad quedaría periodizada en Paleolítico, Revolución Neolítica (desde el VI milenio a. C. hasta el siglo XVIII) y Revolución industrial.

Marshall Mac Luhan propuso la incorporación de la Edad de la Electricidad posterior a la Edad de la Mecanización.

Otros autores han propuesto otros periodos basados en la importancia de algún material, como la Edad del Plástico, de algún producto, como la Edad del automóvil, o de conceptos, como la Era de la información. Estos términos son reelaboraciones sobre términos empleados anteriormente tales como edad de piedra, edad de bronce o edad de hierro.

Peligroso (por la imposibilidad de mantener perspectiva histórica) es basar las periodizaciones en algún hecho concreto del pasado más reciente que permita hablar de nuevos periodos distintos a la Edad Contemporánea. Francis Fukuyama, desde una perspectiva hegeliana, propuso El final de la historia con motivo de la caída del Muro de Berlín (1989) que simbolizó la caída de los regímenes comunistas en el Este de Europa y de la Unión Soviética (1991). Otros, considerar los impactantes atentados del 11 de septiembre de 2001. Lo que sí ha tenido repercusión institucional y metodológica en la historiografía ha sido la segmentación del campo de estudio para permitir definir términos como historia del mundo actual o historia del tiempo presente.



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