La primera epístola de Juan es una carta del Nuevo Testamento de la Biblia destinada a las comunidades cristianas de Asia Menor que se atribuye al apóstol Juan. Declara que "Dios es amor" y articula los temas paralelos que presenta del siguiente modo: Dios es luz (1Jn 1, 5), justicia (1Jn 2, 29), amor (1Jn 4, 7-8) y verdad (1Jn 5, 6-10).
Muestra el nexo entre la condición de lo que él llama hijos de Dios, el amor a los demás y la fidelidad a Jesucristo expresada en la vida práctica. Por su estilo y su doctrina está cerca del evangelio de Juan, por lo cual se considera que procede del mismo autor o del mismo círculo joánico, en la misma época.
El género literario no es precisamente una “carta” debido a que faltan los destinatarios y saludos propios de las cartas pero tampoco se trata de un escrito que haya sido redactado en abstracción de circunstancias para enviar un mensaje: el autor se muestra demasiado conocedor de la problemática que afronta la comunidad a la que escribe como para que se trate de una obra solamente literario-exhortativa. Se ha discutido y escrito sobre el motivo de estas omisiones propias de las cartas de entonces pero sin llegar a conclusiones definitivas.
El autor hace notar y pesar la autoridad que tiene y que le viene por dar testimonio de cosas que ha visto y oído (cf. 1Jn 1, 1-4; 1Jn 4, 14) pero no desarrolla un solo tema o sigue un hilo conductor claro como si estuviera escribiendo un tratado o como si el texto fuera una homilía o escrito destinado a ser usado como base de un discurso.
La tradición de la Iglesia ha atribuido esta carta y el cuarto evangelio a Juan, hijo de Zebedeo. Los argumentos que se han usado en contra de esta autoría parten del hecho que de ser Juan apóstol el escritor hubiera aprovechado esto para darse autoridad diciéndolo explícitamente en el texto, además no ofrece datos sobre la vida de Jesús y el uso del plural ("Sabemos..." cf. Jn 21, 24) que indicaría más bien una escuela o comunidad joánica.
Tomando en cuenta esos datos sobre el autor y los contenidos se puede deducir que los destinatarios eran una comunidad cristiana de fines del siglo I sita en el Asia Menor. Se debe considerar apócrifa la adición ad Parthos que aparece en las citas usadas por Agustín de Hipona y Casiodoro.
En cuanto a la lengua su griego es bastante pobre aunque correcto: usa muy pocas preposiciones, repite la conjunción καὶ y evita las complicaciones de enunciados subordinados. Hay ciertos arameísmos y frases de las que se han encontrado semejantes entre la literatura rabínica.
Uno de los recursos estilísticos que comparte con el autor del cuarto evangelio es el uso del paralelismo antitético que consiste en expresar primero una idea de manera positiva y luego de forma negativa (o al revés) dando así más importancia a la idea resaltada pero haciendo más lento el discurrir del texto. También usa de antítesis por medio de conceptos contrarios que no solo usa como recursos sino también como muestra de un cierto dualismo.
Otro elemento estilístico que se ha subrayado es el constante uso de expresiones como “hijitos” que quizás impliquen una mayor edad por parte de quien escribe ya que la expresión normalmente usada en las demás epístolas es la de “hermanos”.
En la carta no se habla ni se trata del mundo judío: todo el marco de los conflictos con los “judaizantes” está ausente. Sin embargo, se hace alusión al "principio" (cf. 1Jn 2, 7; 3, 11) lo que implicaría un estado de antigüedad en la evangelización y vivencia del mensaje cristiano. Existen párrafos polémicos para con un grupo que se habría separado y que recibe duras invectivas por parte del autor de la carta. La severidad de los castigos impuestos hace pensar que se trata de una división apenas acaecida y que todavía trae consecuencias para la comunidad que se ha mantenido fiel. Las frases que comienzan por “Si alguno dice...” o “Si decimos...” parecen ir dirigidas a combatir las doctrinas de este grupo separado y se pueden resumir en que de alguna manera han dejado de lado la relación con Jesús o la necesidad de su obra salvífica para poder establecer una con Dios. De ahí que también la propuesta moral de este grupo separado sea criticada en la carta. Es evidente la orientación gnóstica de los errores que se combaten y que por tanto, provendrían de paganos conversos y no de judíos. De cualquier forma no se ha podido delimitar la escuela gnóstica concreta o más características que las que pueden deducirse fácilmente por la carta.
Se habla de apostasía, de los anticristos, de falsos profetas que parecen ser los problemas de las comunidades de entonces y que se dieron desde fines del siglo I.
Desde antiguo fue considerado un libro canónico sin mayores disputas. En el canon de Muratori se cita un texto de la carta (1Jn 1, 1) y en el canon del Codex Claromontanus también aparece como parte de los libros inspirados por lo que el testimonio unánime de la tradición siempre lo ha mantenido como parte del Nuevo Testamento.
Se discute si existe un esquema o estructura que delinee los temas tratados en la carta o si más bien este esquema es libre o no sistemático. R. Bultmann sostiene que a un primer estrato de pura antítesis se habría añadido el trabajo de un redactor que amplió ya con sentido más didáctico la base inicial e incluso ofrece las partes que considera como partes de ese sustrato primitivo. Asimismo cree en un tercer redactor que hubiera añadido los apartados de 5, 14-21 y el capítulo 2. Sin embargo, Schnackenburg lo ha criticado pues la separación de textos que propone parece arbitraria o al menos que solo responde a aspectos formales sin tomar en cuenta que una persona puede cambiar de estilo al redactar un escrito si su finalidad cambia. E incluye una indicación metodológica que puede aplicarse a este caso:
Más fácil parece tratar de descubrir el esquema a partir de los problemas a los que hace frente la carta. En la introducción de la Biblia de América distingue tres partes además del prólogo y la conclusión:
El evangelio que se había dedicado a otros lectores subraya tanto la divinidad de Jesús que pudo ser usado por grupos gnósticos y otros como los secesionistas que son criticados en la carta. De ahí que el autor subraye más en esta carta la según él realidad humana de Jesús:
De ahí también que se ponga bastante relieve en el carácter salvífico del sacrificio de Cristo en la cruz.
Relevancia especial tiene en la carta el tema de la caridad fraterna, en especial con los más necesitados. El verbo “amar” es usado por el autor 28 veces (el evangelio lo hace en 18 ocasiones) y dada la diferencia de extensión el dato es notable. Lo mismo ocurre con la palabra “amor”: 18 ocasiones en la carta y 6 en el evangelio de Juan.
Para argumentar, el autor parte de la tradición sobre el mandamiento de Jesús y la pone como signo de autenticidad en la vivencia del cristianismo. Más aun afirma que es Jesús mismo quien ha mostrado lo que es el amor:
Y concluye:
Así, quien afirme que conoce a Dios o que está en él, pero no ama a su hermano es un mentiroso (cf. 1Jn 1, 6; 4,20) y un ciego (cf. 1Jn 2, 11).
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