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Abolición del mercado



Abolición del mercado o abolicionismo del mercado es una postura y propuesta que afirma que el mercado, en su sentido económico, debe ser eliminado o reducido a un rol poco importante en la sociedad. Esto es lo contrario a lo que ocurre hoy, pues el mercado ocupa un plano central para la asignación de recursos y el flujo de información sobre la producción y el consumo. Los abolicionistas del mercado argumentan que el mercado es moralmente rechazable, antisocial, ineficiente y desperdiciador en la asignación de recursos y en última instancia incompatible con la supervivencia del medio ambiente.

Dentro del socialismo se ha analizado desde el siglo XIX como los mercados son incompatibles con la provisión de necesidades básicas para todos, tienden al desperdicio de recursos y los colocan siguiendo la lógica de ganancia y provocan la conflictividad social debido a su lógica de competencia. Estas críticas ya estaban presentes en socialistas pioneros como Charles Fourier y Henri de Saint-Simon. Fourier en sus críticas de lo que llamaba el «comercio» denunciaba la influencia maligna de los intermediarios comerciantes en la producción y el consumo al introducir sus intereses sobre los de los productores y consumidores. Daba ejemplos como cuando se dejaba podrir alimentos perecibles o se escondía productos a veces de primera necesidad por parte de productores y comerciantes para especular con los precios y subirlos para su ventaja. Así mismo afirmaba como este sistema desprotegía a los consumidores y los alejaba de los productores.[1]

Karl Marx, por ejemplo, afirmaba que los mercados en las condiciones actuales a la larga necesariamente tienden a la concentración de riqueza en pocas manos y así esto significa la desposesión de otros. La lógica de competencia causaría esto dado que necesariamente unos ganan y otros pierden y así se aumenta las diferencias. Esta crítica la realizaba al analizar las condiciones del mercado del siglo XIX sobre todo para refutar el punto de vista del liberalismo clásico que cree en la posibilidad de un equilibrio espontáneo provocado por fuerzas autorreguladoras. La razón de ganancia individual obvia las necesidades sociales de equilibrio de los mercados y muy bien puede decidir aprovechar cualquier ventaja que este a su alcance sobre su competidor para aumentar su poder. En todo caso Marx no critica en ninguna parte el mercado en sí, sino el mercado capitalista, que para él es un mercado de competencia imperfecta; del mismo modo no existe en su obra un alegato a favor de la economía planificada.

Recientemente el anarquista estadounidense Michael Albert ha dicho lo siguiente sobre los mercados:

Asimismo, dentro del socialismo desde sus inicios ha existido distintas propuestas de socialismo de mercado en las cuales se busca combinar la participación o la propiedad de los trabajadores en las empresas con la competencia entre ellas y en esta forma conservar al mercado. En su libro Against the market («Contra el mercado») el canadiense David McNally responsabilizó la crisis y el colapso del modelo yugoslavo de socialismo de mercado no al control obrero sino a la persistencia del mercado. Así pues:

Existirían varias alternativas al dominio del mercado en la sociedad. Por un lado esta la propuesta de desconexión de mercados globales o superiores hacia una producción más planteada para el consumo local o mercados pequeños menos capitalistas o no capitalistas. Aquí podemos considerar la propuesta de Samir Amin de la desconexión en su libro La desconexión de 1988 en la cual se plantea para los países del Sur la necesidad de escapar los mecanismos de creación de desigualdad del mercado capitalista global por medio de la opción política de adquirir valores y objetivos propios que van en dirección inversa a los que plantea el mercado global. Esto en tanto implica el desconectarse del mercado global en un acto de soberanía.

La alternativa que siguió el régimen del socialismo real de países como la URSS o el bloque del Comecon es la de la planificación centralizada. Aquí se decidió asignar recursos y procesar la información de la producción y el consumo desde élites tecnocráticas con una estructura altamente centralizada y piramidal.

En oposición a esta se ha planteado desde el siglo XIX en el socialismo la opción de la planificación participativa y desde abajo hacia arriba, o sea lo opuesto al modelo de la URSS. Esto se realizaría por medio de estructuras políticas y económicas dentro del federalismo o la estructura en red. Lo que se plantea es la conjunción de la política con la economía. Los organismos a cargo de estas funciones serían cosas como consejos de consumidores, consejos de productores y gremios todo esto en estructuras asamblearias y de participación cotidiana constante bajo el principio de libre asociación y control local de los recursos por las personas que viven en el área donde estos se encuentran. En esta línea han elaborado proyectos como el anarcocomunismo, el comunismo consejista, el autonomismo y algunas formas de ecologismo radical.

Una propuesta profunda en esta línea es la contemporánea de Michael Albert conocida como economía participativa. En mucho recoge pensamientos dentro del socialismo histórico y los condensa. Así:

Los economistas centrados en el mercado, como los de la Escuela de Viena, sostienen que si el mercado es eliminado junto con los bienes privados, entonces los precios, los salarios y, a continuación, el modo de transmisión de información se elimina. Lo que dará como resultado es un sistema altamente ineficiente para transmitir el valor, la oferta, la demanda, de bienes, servicios, recursos, junto con una eliminación de la modalidad más eficiente de las transacciones del mercado.

Los anarquistas de mercado, sostienen que una economía de mercado propiamente libre sin restricciones monopólicas, potencia con mayor eficiencia la posibilidad de lograr una economía popular que beneficie a la mayoría, sin necesidad ni de dirigir los procesos ni de proyectos sociales complejos. Esto porque entienden el laissez faire como aplicación de los conceptos de autoorganización y orden espontáneo, es decir, la anarquía.

Todos ellos argumentan la imposibilidad técnica de eliminar los intercambios y la propiedad de forma absoluta, por lo que las alternativas al mercado lucrativo sólo serían viables en la práctica como economías de mercados sociales, es decir un cambio voluntario profundo en la razón social y organización de los mercados más no una abolición propiamente dicha.



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