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Acrididae



Acridinae
Calliptaminae
Catantopinae
Copiocerinae
Coptacrinae
Cyrtacanthacridinae
Egnatiinae
Eremogryllinae
Euryphyminae
Eyprepocnemidinae
Gomphocerinae
Habrocneminae
Hemiacridinae
Leptysminae
Marelliinae
Melanoplinae
Oedipodinae
Ommatolampinae
Oxyinae
Pauliniinae
Proctolabinae
Rhytidochrotinae
Spathosterninae
Teratodinae
Tropidopolinae

Los acrídidos (Acrididae), conocidos popularmente como langostas, tucuras, saltamontes o chapulines, son una familia de insectos ortópteros pertenecientes a la superfamilia Acridoidea. Se trata de una familia distribuida mundialmente que cuenta con aproximadamente siete mil especies.[2]​ Se caracterizan por su gran facilidad para migrar de un sitio a otro.

Las langostas son insectos que se caracterizan por su capacidad de alternar entre fases solitarias y gregarias. Las langostas no son un grupo taxonómico, debido a que se agrupan por su capacidad de cambiar de fases, y hay reportadas al menos quince especies de langostas pertenecientes a seis subfamilias distintas.[3][4]​ La mayoría de las especies denominadas como langostas pertenecen a la subfamilia Cyrtacanthacridinae de la familia Acrididae.

Generalmente no vuelan mucho a pesar de que disponen de alas. Solo cuando se juntan grandes grupos de individuos de la misma especie liberan las feromonas apropiadas para activar la conducta migratoria y un crecimiento mayor de las alas y de esa manera poder dispersarse por otros territorios, evitando la competencia intraespecífica por el alimento. Las langostas poseen gran facilidad para migrar de un sitio a otro y, en determinadas circunstancias, reproducirse muy rápidamente llegando a formar devastadoras plagas capaces de acabar con la vegetación de grandes extensiones de terreno.[3]

Poseen largas patas posteriores para saltar y un aparato bucal para masticar y comer hojas. Su actividad es principalmente nocturna y utilizan sus antenas y ojos para explorar el terreno.

Al igual que muchos insectos, las langostas poseen dos pares de alas, aunque algunas especies son incapaces de volar. Cuando el insecto se encuentra en reposo, sus fuertes alas anteriores sirven de protección a sus delicadas alas posteriores, que se encuentran replegadas por debajo de aquellas a modo de abanico. Las alas posteriores pueden tener colores brillantes para producir un destello de color cuando el insecto salta en el aire; esta demostración los ayuda a confundir a los depredadores. Algunas langostas pueden cerrar repentinamente sus alas en pleno vuelo y caer en picado para escapar de sus enemigos.[cita requerida]

Las langostas jóvenes son incapaces de volar hasta que se convierten en adultos. Cambian de color cuando se agrupan, adquiriendo una tonalidad naranja, amarillenta brillante y negra.

Por lo general, las langostas producen solo una generación nueva por año. Después del apareamiento, la hembra pone pequeños grupos de huevos en el suelo o entre la vegetación. Algunas especies producen una espuma especial para proteger sus huevos. Cuando estos eclosionan, las ninfas tienen el aspecto de insectos adultos en miniatura, excepto que carecen de alas. Mudan la cutícula entre ciento y quince veces antes de alcanzar la madurez.

La langosta dispone sus largas y delgadas tibias de sus patas posteriores muy pegadas al cuerpo, cerca del centro de gravedad. Los grandes músculos de la parte más gruesa de la pata (fémur) están conectadas con la cabeza de la tibia. Cuando esos músculos se contraen, la pata se endereza lanzando al insecto al aire.

Con el fin de conseguir la mayor altura posible, la langosta pone su cuerpo en posición aerodinámica, con las alas cerradas, y las patas tiesas y plegadas por debajo del cuerpo. Los músculos de sus patas son mil veces más potentes que un peso igual de músculo humano, por lo que las langostas al saltar pueden llegar a una altura de 50 cm, que equivale a diez veces la longitud de su cuerpo; además, pueden saltar veinte veces su longitud.[cita requerida]

Una vez que la langosta haya saltado lo más alto posible, abre sus dos pares de alas todo lo que puede, mantiene las patas totalmente tensas, las alas posteriores inclinadas hacia arriba, y las anteriores curvadas para captar la mayor cantidad posible de aire y comenzar a batirlas rápidamente, propulsándose con creciente velocidad. Lleva las patas posteriores pegadas al cuerpo, en posición aerodinámica; en cambio, cuando va a posarse, pone las anteriores desplegadas y tensas listas para resistir el impacto de su cuerpo con el lugar donde se pose. En el aire la langosta mueve sus alas a la increíble velocidad de 20 golpes de ala por segundo, alcanzando una velocidad de 3,7 km/h (depende de la velocidad del viento, y llegan a recorrer más de 90 km por día).

Hasta ahora el registro más antiguo de una plaga de langostas se remonta a más de dos mil años atrás, y consiste en el relato bíblico de la octava plaga que asoló Egipto y acabó con la última fuente de comida que quedaba en ese momento, los cultivos.[5]​ Si bien esta visión de una gigantesca nube de seres vivientes que comen todo que relata la Biblia en un tiempo se creyó fantasiosa y terrible, de hecho, esta descripción no puede estar más cercana a la realidad de tiempos más recientes, donde las plagas de langostas pueden matar (indirectamente por la hambruna) a millones de personas.

Los brotes más grandes de langostas del desierto ocurrieron entre 1987 y 1989. Es tal la voracidad de este insecto que una parte muy reducida de la nube (alrededor de una tonelada de langostas) es capaz de consumir en un día la misma cantidad de alimentos que diez elefantes o dos mil quinientas personas. Cuando las langostas atacan inmediatamente antes de la cosecha, las repercusiones pueden ser devastadoras. Al terminar la plaga de 1987, había llegado a veinticinco países vulnerables, con pérdidas monumentales. Desde entonces ha habido algunos brotes, aunque no se han desarrollado nuevas plagas.

En Sudamérica, en Bolivia, Uruguay, Argentina, los ataques fueron intensísimos hasta avanzado el siglo XX. En Venezuela, los ataques de langostas se conocen desde la época de la Colonia. Dos grandes invasiones se registraron más recientemente entre los años de 1881 a 1885 y de 1913 a 1918, produciendo daños de tal magnitud a la agricultura, que en ambas oportunidades el gobierno declaró estado de emergencia nacional. Las especies de langostas americanas causantes de estos daños pertenecen, en su mayoría, al género Schistocerca.[6]

En Colombia y Brasil también se conoce la langosta llanera (Rhammatocerus schistocercoides).

En el mes de octubre de 1988, se informó la invasión de langostas no conocidas en varias islas del Caribe y en Surinam.

En el mes de noviembre de 1988, se informó una invasión semejante en varias localidades del estado Sucre (Venezuela), inicialmente en Río Caribe. Un estudio detallado de los ejemplares colectados en dicha zona demostró que estos pertenecían a la langosta del desierto (Schistocerca gregaria). Posteriormente, fueron colectados ejemplares de la misma especie en los estados Aragua, Carabobo, Distrito Federal, Falcón, Miranda y Monagas. Su llegada al continente americano se relaciona con las corrientes de aire producidas por el desplazamiento del huracán Joan–Miriam, pues sin estas corrientes de aire las langostas hubieran muerto en el camino.

En los siglos XVI y XVII, en la península de Yucatán se dieron varias hambrunas propiciadas por plagas del acrídido. Por ejemplo, durante los gobiernos de Juan Francisco de Esquivel y José Campero de Sorredevilla como capitanes generales de Yucatán, hubo incontables muertes producidas por este insecto.

Durante 2005, una plaga de langostas del desierto (Schistocerca gregaria) devastó cultivos de los países del Sahel en África Occidental. Se temió que aumentara durante el verano de 2006 y se consideró necesaria la cooperación internacional para frenarla, según expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, acrónimo en inglés).

Se intentó impedir la reproducción cíclica del insecto durante octubre, que terminaría de arrasar con granos y vegetales en el Sahel, y extendería la plaga "a otros países de África, amenazando la seguridad alimenticia de un área geográfica mayor", como destacó el director de la FAO, Jacques Diouf.

Esta plaga de 2006 ha sido la peor en quince años y fue motivada por lluvias abundantes de junio a agosto de 2003 en gran parte del Sahel, la zona de transición entre el desierto del Sahara y el área más fértil al sur del continente africano. La humedad, las altas temperaturas y el viento constituyeron un caldo de cultivo ideal para la multiplicación de las arrasadoras langostas.

De octubre de 2003 a agosto de 2004, se extendieron por Chad, Níger, Malí, Mauritania y Senegal en el Sahel y por Marruecos, Argelia, Libia y Túnez, en el norte de África. Nuevos informes de la FAO hacen temer que lleguen al noroeste de Nigeria y hasta Sudán.

La plaga ha afectado hasta octubre de 2005 a unos siete millones de hectáreas de cultivos, de los cuales dos millones estaban en Argelia.

La densidad de insectos informada ha llegado a más de cien por metro cuadrado, y su ciclo biológico fue acelerado por las lluvias en el Sahel y regiones aledañas desde principios de mayo.

Normalmente, Schistocerca gregaria es, pese a su nombre, un insecto solitario, pero cuando su población aumenta drásticamente, cambia de comportamiento, y se traslada en grandes grupos para devorar vegetales, granos e incluso vestimentas y las "jaimas", las típicas tiendas de campaña de los nómadas.

Las hileras de árboles que componen la "cintura verde" del Sahel y protegen su meseta central de la desertificación fueron también devoradas casi por completo, un hecho sin precedentes.

Informes sobre langostas provenientes del sur de Europa, y especialmente de España, durante la primavera y el verano boreales, hicieron temer que la plaga hubiera alcanzado el litoral norte del Mediterráneo.

Agricultores de Cataluña, al noreste de España, y de Castilla y León, en el centro de ese país, informaron en junio y julio de 2006 que nubes de langostas habían destruido cultivos de vegetales y granos. Gobiernos regionales, advertidos de la plaga en el Sahel, reaccionaron con campañas de fumigación de insecticidas químicos de alta toxicidad, que aparentemente destruyeron apiarios e insectos benignos, pero Keith Cressman, encargado de la FAO de la prevención de la langosta del desierto, ha dicho que las langostas observadas en España e Italia son de otras especies locales, no vinculadas con la plaga africana. "Hoy día, no hay razón para temer que la langosta del desierto alcance el sur de Europa", afirmó.

Las plagas de langosta en el Sahel de los últimos decenios raramente atravesaron el mar Mediterráneo, como ocurrió en 1956, cuando una de ellas alcanzó la región de Extremadura, en el oeste de España, fronterizo con Portugal.

En julio de 2007, y aparentemente temiendo que la plaga del Magreb se extendiera a España, el gobierno de Madrid envió aviones de fumigación contra la langosta a Marruecos. Juan Peña, director de la campaña española contra la Schistocerca gregaria, defendió la fumigación diciendo que "es mucho más fácil controlar la plaga en el desierto". Pero según expertos de la FAO, solo "vientos extraordinarios" desde el Sahel hacia el norte podrían llevar la plaga a Europa.

La FAO ha estimado que la campaña contra la plaga habrá costado unos cien millones de dólares, y Diouf exhortó a los donantes internacionales a aportar esa suma, señalando que hasta entonces habían prometido solo treinta y siete millones, entre contribuciones canalizadas a través de la FAO y donaciones bilaterales. La FAO ha restablecido un centro de operaciones de emergencia contra la langosta, que trabajará directamente con los donantes, los países amenazados por la plaga y organizaciones capaces de aportar a la solución del problema.

En los países del Magreb, en el norte de África, especialmente en Argelia y Marruecos, grandes campañas de fumigación con pesticidas contribuyeron a detener el avance de la plaga en junio, julio y agosto de 2007, pero la invasión de langostas se intensificó en África occidental.

Los daños de la plaga en sí misma pueden multiplicarse por el uso masivo contra ellas de insecticidas químicos de alta toxicidad que además de destruir a las langostas también destruirían insectos beneficiosos, además de envenenar a las plantas, y es por eso que la FAO prueba un pesticida orgánico, basado en el hongo Metarhizium, que mata a la langosta en un periodo de tres a cuatro semanas al posarse en su cuerpo e ir alimentándose del insecto hasta matarlo.

Sin embargo, la preocupación principal actual es impedir que la oleada de langostas se desarrolle tanto que sea imposible frenar su expansión. La última gran plaga africana de Schistocerca gregaria duró tres años, de 1986 a 1989, y atacó a cuarenta países.

Esta plaga podría desplazarse hacia el norte, es decir del norte de Mauritania hacia Marruecos, y desde Sudán hacia el mar Rojo, y desde Malí y Nigeria hacia el sur de Argelia, según el Grupo de Estudio de la FAO.

En Nigeria, se han registrado enjambres de una densidad de más de veinte jóvenes langostas/, y en Sudán, donde se llegaron a preparar cinco avionetas para intervenciones rápidas, se han visto enjambres de langostas adultas a lo largo del río Atbara, algunas de las cuales estaban depositando huevos.

La langosta migratoria y la desértica (Locusta migratoria y Schistocerca gregaria) han provocado hambrunas devastadoras en algunas partes de África y en el Medio Oriente al destruir amplias áreas cerealeras y otros cultivos. Cuando estos insectos se masifican, su número puede ascender a más de diez mil millones de individuos. El camino que recorren depende, en gran medida, de la dirección de los vientos; si estos soplaran hacia el mar, la masa íntegra de insectos podría ahogarse.[7]

Sobre esta plaga han escrito en la España del siglo XIX Agustín Salido, Francisco Rivas Moreno y, a caballo entre siglos, el ingeniero agrónomo Leandro Navarro y últimamente Bruno Odella, en El estado y el control de plagas agrícolas: la lucha contra la langosta en la España contemporánea. Madrid: Publicaciones del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 1996. Las medidas modernas de control solo se justifican cuando se presenta la fase gregaria, es decir, cuando la langosta se reproduce en grandes cantidades en un área definida. El control se puede efectuar con productos químicos utilizado en aspersiones o bien en forma de cebos. Los productos a utilizarse dependen de la falla del insecto a controlarse y la cercanía de la infestación a zonas pobladas. Los productos más efectivos contra los adultos son: Fenitroion, Diazinon y Malathion. También existe un cebo extraído de un protozoo (Nosema locustae), el cual debería probarse en esta especie.



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