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Alfredo R. Placencia



¿Qué día cumple años Alfredo R. Placencia?

Alfredo R. Placencia cumple los años el 15 de septiembre.


¿Qué día nació Alfredo R. Placencia?

Alfredo R. Placencia nació el día 15 de septiembre de 1875.


¿Cuántos años tiene Alfredo R. Placencia?

La edad actual es 148 años. Alfredo R. Placencia cumplirá 149 años el 15 de septiembre de este año.


¿De qué signo es Alfredo R. Placencia?

Alfredo R. Placencia es del signo de Virgo.


Alfredo Placencia Jáuregui (15 de septiembre de 187520 de mayo de 1930), conocido como Alfredo Placencia o Alfredo R. Placencia, fue un poeta y sacerdote mexicano. En vida publicó las siguientes obras: El libro de Dios (1924), El paso del dolor (1924) y Del cuartel y del claustro (1924). Otros libros suyos fueron publicados después de su muerte. Sus restos descansan en la que fuera la primera sede de la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, ubicada en el mausoleo central del Panteón de Belén.[1]

Alfredo Placencia Jáuregui nació en Jalostotitlán, Jalisco el 15 de septiembre de 1875. Fue el mayor de los hijos del matrimonio de Ramón Placencia Flores, de oficio sastre, y de Encarnación Jáuregui García. Sus hermanos menores fueron Cristina e Higinio. El 7 de agosto de 1896, cuando Alfredo contaba con apenas 20 años de edad, muere su padre y a partir de ese suceso se hizo llamar "Alfredo R. Placencia", agregando a su nombre la "R." en honor de su progenitor. Doña Encarnación Jáuregui, su madre, fallece en 1910 en la población de San Isidro Mazatepec, Jalisco. Su hermana Cristina, quien fuera monja y se le conociera como Sor Eulalia, muere el diez de abril de 1918, y su hermano Higinio, capitán de tropas carrancistas, cae en batalla cuatro días después en Zacatecas. Cuando llega a Tonalá, Jalisco en mayo de 1918 toda su familia cercana ya habrá muerto. Ahí conocerá a Pío Cortés y familia, quienes lo acompañarán en sus diferentes encomiendas por los pueblos de Jalisco, e incluso al exilio en el extranjero. Con Josefina Cortés procreará en 1920 un hijo de nombre Jaime (1920-2009) a quien llamarán con el apellido de la madre para evitar el escándalo.[2]

Con audacia, Placencia escribe acerca de su niño en el poema "Ad Altare" (La franca inmensidad, 1959) y lo dedica "Para mi hijo Jaime, con devota ternura".[3]​ Aquí un fragmento:

Algunos autores han señalado que probablemente estuviera inclinado al alcohol[4]​ aunque otros lo desmienten totalmente.

A los doce años de edad deja su natal Jalostotitlán para ingresar al Seminario Conciliar de Guadalajara el 18 de octubre de 1887. En el poema titulado "A las puertas de Antonio" escribió acerca de esta experiencia (pag. 83):[2]

Fue ordenado sacerdote el 17 de septiembre de 1899. Después, pasó su vida viajando de un pueblo pobre a otro:[2]​ en Zacatecas (Nochistlán, San Pedro Apulco) y luego en Jalisco (Bolaños, San Gaspar, Guadalajara, Amatitán, Ocotlán, Temaca, Portezuelo, Jamay, El Salto, Acatic, Tonalá, Atoyac, San Juan de los Lagos, Valle de Guadalupe). En 1923, se fue a Los Ángeles para servirles a los inmigrantes mexicanos. En 1929 al huir de la persecución religiosa Placencia estuvo en El Salvador.[5]​ En treinta años de sacerdocio, pasó por casi veinte pueblos, con dos estancias en California y otra en El Salvador.[2]

La Iglesia Católica reprochó a Alfredo R. Placencia algunas veces durante su carrera de sacerdocio.[5]​ Por ejemplo, cuando don Francisco Orozco y Jiménez (1864-1936), arzobispo de Guadalajara (en 1912) estaba huyendo la persecución de los carrancistas, necesitaba la ayuda de Placencia en el pueblo de Atoyac, pero el padre-poeta solo había preparado "¡una velada literario-musical en su honor!" Dijo el arzobispo: "Esos poetas no sirven para nada".[5]

Durante el fin de la vida de Alfredo Placencia, algunos académicos empezaron a visitarlo en su casa en Tlaquepaque. Alfonso Gutiérrez Hermosillo que escribió la Antología poética de la obra de Placencia, describe el estado final del poeta:[6]

Unos de los académicos, Agustín Yáñez que iba a la casa de Alfredo Placencia en los últimos años dice de su estilo, “como uno de los poetas más mexicanos, sin literatura de feria, ni gritos de Guerra civil; hasta los cantos al hermano muerto en un combate de Jerez, son secos, sin estridencia, con el lloro callado de una mujer mexicana, tipo de nuestro dolor.”[2]

Dijo de él Alfonso Gutiérrez Hermosillo:[7]

Como poeta religioso, Alfredo Placencia rompe la tradición con una poesía de relación tan íntima que a veces aborda a la blasfemia:[1][5]

Bien quisieras herir, pero no puedes.
Quien acertó a ponerte en ese estado

Su poesía tiene «una llaneza coloquial, un tono de conversación desesperada con Dios y con los hombres. Al repetir las lamentaciones de Job en la lengua del campo mexicano, Placencia no intentó remedar a los místicos, sino hablar a Dios de frente como ellos. Quizás por esto Placencia es, antes de Carlos Pellicer, nuestro mejor poeta católico.»[7]



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