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Almirante Carrero Blanco



Luis Carrero Blanco (Santoña, 4 de marzo de 1904[2][3]​- Madrid, 20 de diciembre de 1973), I duque de Carrero Blanco y grande de España, fue un militar, político español. Marino de profesión, se dedicó a la carrera militar desde su juventud. Desarrolló su carrera en la Armada, en la que llegaría a alcanzar el rango de almirante; tomó parte en la guerra civil española, durante la cual mandó varias unidades y llegó a ser nombrado jefe de operaciones del Estado Mayor de la Armada en agosto de 1939.[4]

Terminada la contienda, durante la Dictadura franquista pasó a ocupar puestos de responsabilidad en el seno de la administración. Figura de confianza de Franco, no tardó en convertirse en su mano derecha. Desde su puesto de subsecretario de la Presidencia ejerció una posición clave, actuando como colaborador del propio Franco e interviniendo en los conflictos internos del gabinete frente a otras facciones políticas. Llegó a ser considerado el segundo hombre más poderoso en el seno del régimen. Consecuencia de ello, Carrero Blanco acabaría sucediéndole como presidente del Gobierno. Desempeñó la jefatura del Gobierno durante la etapa final de la dictadura hasta su asesinato llevado a cabo por ETA durante la llamada «Operación Ogro».[5]

Nació en Santoña el 4 de marzo de 1904.[b]​ Descendiente de una familia de militares, pues su padre y su abuelo pertenecieron al ejército; era el primer hijo de Camilo Carrero Gutiérrez (1879-1936), teniente coronel del ejército nacido en La Coruña y destinado en Santander, y de Ángeles Blanco Abascal (1885-1910), natural de Santoña. Su abuelo Camilo Carrero Senra, era natural de Orense y alcanzó el grado de coronel.[3]

Estudió en el Colegio Manzanedo de Santoña e ingresó en la Escuela Naval de San Fernando en 1918.[6]​ Entre 1920 y 1921 realizó su viaje de prácticas a Sudamérica en el crucero Reina Regente, y tomó parte en la Guerra del Rif (1924–1926). En 1935 fue designado profesor de la Escuela de Guerra Naval de Madrid.

Pasó por los siguientes destinos:[3]

Al iniciarse la Guerra Civil Española era profesor de táctica submarina en la Escuela de Guerra Naval de Madrid.[cita requerida] Se refugió en las embajadas de México y Francia,[8]​ hasta que consiguió pasar a Francia, para, posteriormente entrar en julio de 1937 en la zona sublevada.[9]​ Con el grado de capitán de corbeta fue situado al mando del destructor Huesca[cita requerida] y, posteriormente, del submarino General Sanjurjo.[10]​ En octubre de 1938 dejó el mando del submarino y embarcó en el Canarias como jefe de Estado Mayor de la división de cruceros, función que desempeñó hasta el final de la guerra.[cita requerida]

En agosto de 1939 pasó a ser jefe de Operaciones del Estado Mayor de la Armada. Carrero, que había conocido a Pedro Gamero del Castillo en 1938, fue nombrado gracias al apoyo de este consejero nacional de FET de las JONS en septiembre de 1939.[11]​ En calidad de jefe de Operaciones del Estado Mayor de la Armada, y a petición del ministro de Marina Salvador Moreno Fernández, redactó en el año 1940 un famoso informe recomendando la neutralidad española en la II Guerra Mundial.[12]​ El ministro enseñó dicho informe a Franco, que quedó tan impresionado que convirtió a Carrero en su hombre de confianza desde entonces, desplazando paulatinamente a Juan Antonio Suanzes. Fue nombrado subsecretario[c]​ (1941), ministro de la Presidencia (1951) y vicepresidente (1967), lo que supuso un incremento creciente de su peso específico en el gobierno. En su labor procuró limitar la influencia de los falangistas, promovió la modernización económica y administrativa del Estado, aunque siempre dentro del franquismo,[14]​ y apoyó la planificación de la sucesión monárquica del régimen, en la figura de Juan Carlos I.[15]

En 1945, como subsecretario de la Presidencia, aconsejó a Franco como plan de futuro para la dictadura una monarquía de tipo autoritario.[16][d]​ En 1947 redactaría la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, en la que España quedaba establecida como «Estado católico, social y representativo» que, «conforme con su tradición» quedaba «constituido en Reino».[16]

En junio de 1973 fue nombrado presidente del gobierno, lo que hacía pensar que se convertiría en el hombre fuerte del Estado a la muerte del dictador y en el pilar sobre el cual se sustentaría el franquismo sin Franco, pero su asesinato el 20 de diciembre de 1973 en un atentado perpetrado por ETA en Madrid abortó esas expectativas.

El asesinato de Carrero Blanco, también conocido por su nombre en clave «Operación Ogro», fue perpetrado por la banda terrorista ETA el 20 de diciembre de 1973, siendo este presidente del gobierno de España. El asesinato provocó un hondo impacto en la sociedad española de la época, ya que suponía el mayor ataque contra el régimen franquista desde el final de la Guerra civil española en 1939. [18]​ [19]

La desaparición de Carrero Blanco tuvo numerosas implicaciones políticas, en un momento en que se hacía evidente la decadencia física del dictador y con ello, el agravamiento de los primeros signos de descomposición del aparato franquista que se venían manifestando en los últimos años.[20]​ [21]​ Los sectores más inmovilistas del franquismo, el denominado "búnker", salieron reforzados de este suceso y lograron influir a Franco para que nombrara como sucesor de Carrero a un miembro de la línea dura, Carlos Arias Navarro. Por su parte, con este atentado la organización terrorista ETA dio un salto cualitativo en sus acciones armadas y se convertía así en uno de los principales actores de la oposición al franquismo.

El régimen le otorgó, póstumamente, el título de duque de Carrero Blanco.

A pesar de que las autoridades iniciaron una investigación para aclarar los hechos, el caso quedó archivado al comienzo de la Transición y nunca se esclarecieron del todo las circunstancias. Los autores del atentado tampoco llegaron a ser juzgados por estos hechos y tras la muerte de Franco se beneficiarían totalmente de la amnistía concedida en 1977.

La complejidad del atentado y su cercanía con la Embajada de los Estados Unidos hizo sospechar que tal vez otras organizaciones estuvieran implicadas, estando la CIA y su jefe de estancia en España González Mata, entre las más mencionadas,[22]​ lo que fue desmentido por los autores del atentado.[23]

En el año 2008 se desclasifica una nota de la Embajada de los Estados Unidos en Madrid al Departamento de Estado del Gobierno de los Estados Unidos en el que se afirma que El mejor resultado que puede surgir... sería que Carrero desaparezca de escena, con posible sustitución por el general Díez Alegría o Castañón.[24]

El hecho de que durante la Guerra de Yom Kipur —octubre de 1973— Carrero Blanco impidiera a los Estados Unidos usar las bases estadounidenses en territorio español llevó a la agencia soviética TASS a declarar que la CIA había asesinado a un político franquista de tendencia nacionalista que se niega a entrar en la OTAN y a cumplir ciegamente las órdenes de Washington.

La única persona que supuestamente vio la cara al conocido como «hombre de la gabardina blanca» que entregó los horarios y rutas de Carrero Blanco, en el hotel Mindanao de Madrid, fue José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala, quien murió en 1978 a manos de una organización ultraderechista terrorista, el Batallón Vasco Español.[25]

No perteneciente a ninguna familia del régimen, su identificación era con la obra del propio dictador, pudiéndosele considerar un franquista puro.[26]​ Así describe la ideología política de Carrero Blanco Juan Luis Cebrián:[27]

Un retrato similar es el que realiza Antonio Elorza:[28]

Católico integrista imbuido de un antisemitismo radical, consideraba a Reforma, Enciclopedia, ateísmo, liberalismo, izquierdismo, masonería, marxismo, comunismo, separatismo, internacionalismo, como herramientas que eran empleadas para «destruir, aniquilar y envilecer todo cuanto representa Civilización Cristiana, para edificar sobre sus ruinas el utópico Imperio Sionista del Pueblo Elegido».[29]

Carrero, que albergaba una visión paternalista a la hora de valorar positivamente la presencia española en África, mostró reticencias a la aceptación del proceso de descolonización.[30]​ Sostuvo que el Sahara Occidental «no fue jamás dominado por el imperio marroquí» y que era «tan territorio español como la provincia de Cuenca».[31]

Abiertamente germanófilo durante la primera parte de la Segunda Guerra Mundial en sus artículos en la revista Mundo, tras el cambio de tendencia en el conflicto en contra de las fuerzas del Eje en 1943, moduló en dichas publicaciones su discurso hostil hacia las potencias aliadas; finalmente, tras la derrota del Eje, había reemplazado el mensaje contrario a las democracias liberales por uno antisoviético.[32]​ Defensor de la idea de que la victoria del bando franquista en la guerra civil española habría ocurrido a pesar de una supuesta conspiración internacional en su contra, años más tarde, en la década de 1950 insistiría: «Este es precisamente el problema español, España quiere implantar el bien, y las fuerzas del mal, desatadas por el mundo, tratan de impedírselo».[33]

Hasta el final de sus días se mostró hostil a la democracia liberal. El 1 de marzo de 1973 en su discurso al Consejo Nacional del Movimiento, hizo una declaración programática en la que reiterando su apoyo incondicional al Caudillo, su propuesta de aumento de la participación política de los ciudadanos, tenía como punto de partida eliminando todo enmascaramiento de partidismo disgregador.[34]




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