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Alta crítica



Alta crítica es el nombre dado a los estudios críticos de la Biblia que buscan investigar su origen literario.[cita requerida]

Es habitual denominarla también como Método histórico-crítico (o crítico-histórico), Crítica mayor, Crítica histórica o Crítica radical.

En contraste a la Alta crítica existe la Baja crítica que se enfoca en el estudio de los autores de los textos bíblicos, su proceso de formación editorial, su transmisión histórica y el contexto de formación (el denominado Sitz im Leben).

Las metodologías de ambas (tanto de la alta como de la baja crítica: crítica textual, ecdótica, crítica de fuentes) se aplica también a otros ámbitos de estudio de fuentes documentales; porque la alta crítica utiliza los mismos métodos científicos que se utilizan para estudiar el origen de los textos literarios antiguos. No se limita por tanto necesariamente a la escriturística, sino que se emplea sobre cualquier manuscrito antiguo, medieval o incluso moderno, y también sobre los textos impresos, especialmente los incunables, y de hecho, en teoría, sobre cualquier tipo de soporte de un documento. En general, se aplica especialmente a todos aquellos cuya versión original difiere de las posteriores o, como ocurre en la mayor parte de las fuentes primarias de la Antigüedad, se ha perdido y se pretende reconstruir mediante diferentes procedimientos de análisis de las diferencias y su explicación genealógica. Incluso puede aplicarse a autores que no escribieron textos, sino que hicieron un magisterio oral (Sócrates#El problema de las fuentes).

La Alta crítica, sea bíblica, clásica, bizantina o medieval, se enfoca en la fuente de un documento para determinar quién lo escribió, cuándo y dónde fue escrito.[cita requerida]

El humanista Desiderio Erasmo (1466? - 1536) se suele acreditar como el primer intelectual en estudiar la Biblia con un enfoque crítico, o bajo cualquier luz que no fuera la de considerarla un texto literalmente revelado,[1]​ aunque parte de sus métodos también pueden encontrarse en el cristianismo medieval, desde San Agustín (354 - 430) y la posterior escolástica, aunque no aplicados directamente a los textos bíblicos. Ya en el siglo XV, el humanista Lorenzo Valla había demostrado con procedimientos filológicos la falsedad de la donación de Constantino, aunque ese era un texto papal y no bíblico.

En los estudios clásicos, la nueva alta crítica del siglo XIX dejó de lado "los esfuerzos para dotar a la antigua religión de sentido literal y pertinencia y en lugar de ello se dedicó a la recolección crítica y a la ordenación de las fuentes materiales."[2]

Tanto la alta como la baja críticas se aplican hoy día a las fuentes teológicas consideradas reveladas por Dios (Sagradas Escrituras) por distintas religiones no judeocristianas, tanto las monoteístas (Islam) como otras (hinduismo, budismo o confucianismo).

Para el caso del Corán, la moderna Alta crítica está en sus comienzos. Las cuestiones académicas sobre su composición y contenido implican cuestiones polémicas, por ejemplo sobre si el Corán incorpora material tanto del Tanakh (la Biblia hebrea, en gran parte coincidente con el Antiguo Testamento) como del Nuevo Testamento; que algunos niegan o limitan a una mera cita de ejemplos de textos previos (de forma similar a como el Nuevo Testamento lo hace del Antiguo). La existencia de versiones diferentes del Corán también es una cuestión cuestionable, ya que la historia islámica registra que Uthman ibn Affan (el tercer califa, 644-656) recopiló todas las variantes del texto que existían en su época y destruyó las que no aprobaba.



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