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Fuentes documentales



Fuente documental es el origen de una información, especialmente para la investigación, bien sea el periodismo, la historiografía o la producción de literatura académica en general.[1]​ En determinados contextos, los términos de autor y fuente son sinónimos.

No conviene confundirlos, aunque son conceptos confluyentes: El documento es el soporte de la fuente.

Se habla de documentos escritos, documentos sonoros, documentos cinematográficos. Los documentos tienen su tipología (públicos, privados, etc.). La mayor parte de las veces se les utiliza como sinónimos, y las partes que vienen a continuación podrían nombrarse tratamiento documental, crítica documental, etc., aunque no sea estricto. Si nos hallamos ante el famoso folleto de Sieyès ¿Qué es el tercer estado?, la fuente es el abate Emmanuel Joseph Sieyès (es él quien habla); el documento es un escrito divulgado por la imprenta (puede medirse, contar su número de páginas, analizar su papel, catalogarse...)

Según su originalidad u orden de precedencia, puede ser:

Los trabajos de investigación, los libros de texto, las enciclopedias y la propia Wikipedia suelen reunir los tres tipos de fuentes.

Según la forma de expresar la información (lo que determina el tipo de documento generado y su forma de conservarlo y tratarlo), una fuente puede ser:

El primer paso de cualquier investigación es la reunión de un corpus documental suficiente de todas las "fuentes de información" que vayan a interesar en el tema sobre el que se esté investigando.

El tratamiento de las fuentes documentales, si pretende ser científico, tiene que partir de una crítica de las fuentes, es decir, del juicio que el investigador (periodista o historiador, por ejemplo) deben de hacer sobre su sinceridad y correspondencia con la realidad.[2]

Evaluadas en su validez, las fuentes deben contrastarse entre ellas, viendo si coinciden o discrepan, y en qué grado. De ser numerosas ha de aplicárseles el método estadístico que sea más apropiado.

Al mismo tiempo, el tratamiento de las fuentes debe ser respetuoso con ellas mediante la fidelidad a las fuentes: no falsearlas ni tergiversarlas para hacerlas decir lo que al investigador interesa que digan.

La investigación original no debe ocultar las fuentes en las que se basa. Si la aportación original es insuficiente o irrelevante, no hay originalidad sino plagio. La reproducción de citas puede ser abusiva (a veces la mayor parte del texto son entrecomillados).

Para algunos casos (publicación o edición crítica de fuentes), la tarea del investigador se convierte en una glosa. Es necesario utilizar con cuidado el recurso que se conoce como intertextualidad: no entrecomillar y citar a lo largo del texto que escribe el autor de la investigación, pero reconociendo bien sea en el propio texto, a pie de página o al final del capítulo o la obra que lo que se dice tiene una fuente y no es del todo producción propia.[3][4]

Es famosa, por la divulgación mediática de casos ocurridos en los Estados Unidos, la obligación ética de los periodistas de mantener en secreto las fuentes que así se lo han pedido. La imposibilidad de contrastar y criticar una fuente anónima hace que ese privilegio cause problemas de ética profesional, además de los judiciales, llegado el caso.[5]

Las fuentes de información periodística principalmente son funcionarios estatales, expertos reconocidos (que generalmente han publicado documentos relevantes sobre un determinado asunto) o bien empresas que prestan servicios profesionales. El hecho de que todas esas fuentes puedan tener un cierto interés en difundir ciertos aspectos de una determinada noticia y dar publicidad a otros aspectos, es un asunto ampliamente discutido en los textos sobre periodismo. La fuente informativa es por tanto una fuente de sesgo periodístico importante, por lo que generalmente se considera una práctica periodística aceptable consultar a fuentes independientes y con intereses contrapuestos, con el fin de detectar y eliminar posibles sesgos.


Uno de los soportes (en este caso una tableta de arcilla) que recogen el Código de Hammurabi.

Piedra Rosetta.

Códice Colombino.

Ejemplar de la Biblia de Gutenberg.

Testamento de Isabel la Católica.

Copia de la Declaración de independencia de Estados Unidos.

Rendición japonesa en la Segunda Guerra Mundial.

Aunque toda fuente documental es una fuente histórica, en el sentido de que es la materia prima con la que los historiadores escriben la historia, se suele reservar la denominación enfática de "textos históricos" o "documentos históricos" para las fuentes de mayor relevancia, cuyos documentos originales a veces se han conservado y se tratan con particular veneración, custodiándose en museos y bibliotecas.

Los documentos históricos más famosos suelen ser crónicas, leyes, constituciones, declaraciones de independencia, tratados internacionales, discursos políticos, testamentos, etc. Usualmente restringen su ámbito al de la historia política o militar y a las élites, sin extenderse a la historia económica y social o a la historia de la vida cotidiana de la mayoría de la población, de los grupos marginados y de los "vencidos". También se han conservado multitud de documentos históricos de muy diferente tipo, y aparente menor trascendencia, cuyo interés es notable para todo tipo de ciencias sociales y para la denominada microhistoria; su preservación, así como la de cualquier otra fuente histórica que pudiera ser de interés para criterios que hoy ignoramos, pero que puedan establecerse en el futuro, también es objeto de atención (cápsula del tiempo).



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