Álvar Núñez Cabeza de Vaca (Jerez de la Frontera, 1488/1490 - Valladolid, 27 de mayo de 1559) fue un conquistador español que exploró la costa sur de Norteamérica desde la actual Florida pasando por Alabama, Misisipi y Luisiana y se adentró en Texas, Nuevo México, Arizona y en el norte de México hasta llegar al golfo de California, territorios que pasaron a anexarse al Imperio español dentro del virreinato de Nueva España. Antes de iniciar su segundo viaje a América, esta vez para el sur, el rey Carlos I de España le otorgó el título de segundo adelantado y lo nombró capitán general y gobernador del Río de la Plata y del Paraguay, Paranáguazu y sus anexos. Fue el primer europeo en llegar a las cataratas del Iguazú y que explorara el curso del río Paraguay.
Álvar Núñez Cabeza de Vaca nació entre 1488 y 1490 en el seno de una familia hidalga. Se define el mismo como "hijo de Francisco de Vera y nieto de Pedro de Vera, el que ganó a Canaria y de su madre Doña Teresa Cabeza de Vaca natural de Jerez de la Frontera". Aproximadamente en 1512 se alistó en las tropas de la Liga Santa de 1511, formada por varios países, entre ellos España, para luchar contra Francia. Dentro de la Liga Santa sirvió en las campañas de Italia en las compañías de Bartolomé de Sierra y de Alonso de Carvajal. Participó en la batalla de Rávena y poco después pasó a ser alférez en Gaeta.
Posteriormente, como militar luchó en conflictos acaecidos en España. En 1520 peleó en la Guerra de las Comunidades al tiempo que, huérfano de padre y madre, pronto entró al servicio de la Casa de Medina Sidonia como mensajero. Participó en la toma de Tordesillas y en la batalla de Villalar. En 1522 combatió en la batalla del Puente de la Reina, en Navarra.
En tiempos de la reconquista, el cronista español Gonzalo Fernández de Oviedo situó el origen de la familia de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, en un famoso y legendario pastor que durante la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 ayudó a los ejércitos del rey Alfonso VIII a derrotar a los almohades, a través de un sendero que había marcado con los cráneos de algunas de sus vacas muertas por los lobos hacía tiempo. Según los historiadores Diego Peña y Javier Martínez-Pinna, otro posible origen del apellido del célebre explorador español es la población de igual nombre, la de Cabeza de Vaca, situada en el sur de la provincia de Badajoz.
En 1542, en Zamora, Cabeza de Vaca publicó La Relación que dio Álvar Núñez Cabeça de Vaca de lo acaescido en las Indias en la armada donde iva por governador Pámphilo de Narbáez desde el año de veinta y siete hasta el año de treinta y seis que bolvió a Sevilla con tres de su compagnía, hoy conocido como Naufragios, relatando su viaje de conquista fracasada a América en la expedición de Pánfilo de Narváez. En 1555, en Valladolid, lo publica nuevamente con algunas alteraciones. En su prólogo, enderezado al Rey de España, dice Cabeza de Vaca que necesita hablar para obtener reconocimiento ya que, debido a sus fracasos, sus hechos habían salido poco señalados. Publica sus memorias, "pues esto es solo lo que un hombre desnudo pudo sacar consigo".
El 17 de junio de 1527, Álvar Núñez Cabeza de Vaca partió de Sanlúcar de Barrameda, rumbo a América. Va a América en la expedición que capitaneaba el gobernador Pánfilo de Narváez, que tenía por objetivo la conquista de Florida y la búsqueda de la Fuente de la eterna juventud, entre el río de las Palmas y el cabo de la Florida. Dice que sus cargos eran tesorero y alguacil mayor, aunque aparentemente mintió en cuanto a este último. La expedición estaba compuesta por 600 hombres y cinco barcos. En Santo Domingo, 140 marinos abandonaron la expedición y en Cuba solamente sobrevivieron 4 hombres en una fuerte tormenta, pero llegaron finalmente a la costa de Florida el martes, 12 de abril de 1528. En la bahía de Tampa, vieron casas indígenas.
En Aguas Claras, actual Clearwater, los indios les indicaron a los españoles que el oro se encontraba "más allá", en la provincia de Apalache, en la parte norte de Florida. Fueron con sus barcos hasta esa región y los anclaron para seguir a pie, aunque Cabeza de Vaca no estaba de acuerdo, al pensar que era territorio hostil y que no tenían ni raciones ni modo de comunicarse con las tribus que encontraran. Sin embargo, no quiso quedarse a cuidar a los barcos para que nadie pensara que era temor lo que le impedía continuar y que no se comprometiera su honor. La provincia de Apalache debió ser el nombre antiguo de Tallahassee, al norte de Florida, pero el paisaje que se describe parece similar a los Everglades, que se encuentran en la parte sur de la península. Fueron por los pantanos usando balsas y a nado. El caballo de quien se ahogaba servía de comida a los supervivientes. En esas zonas pantanosas donde el agua les llegaba hasta el pecho, sufrían ataques de indios con flechas y tenían que combatir con sus arcabuces y ballestas. Los indios apalaches eran altos e iban desnudos y usaban arcos grandes y muy anchos y lanzaban flechas con mucha puntería capaz de herir a los españoles a pesar de sus corazas. En su trayecto, se toparon con más de veinte naciones indígenas. Camino del poblado de Aute, sufrieron otro ataque con flechas. Desde la bahía de Tampa, los españoles tuvieron que hacer frente a huracanes y tempestades.
Devoraron los caballos que les quedaban y fueron en busca de la costa, llegando a la desembocadura del río San Marcos, actual río St Marks y regresaron a los barcos. Como no tenían cañones, barcos ni materiales, improvisaron fraguas con cañones de palo y pieles de ciervos. Posteriormente, forjaron los estribos de los caballos, espuelas y materiales metálicos de ballestas e hicieron herramientas. Con esas herramientas, cortaron madera e hicieron cinco barcazas, que les sirvieron para navegar por la costa. Siguieron hacia el Oeste hasta encontrar una isla con canoas, donde lograron hacerse con algunas para embarcar. Ya estando en las canoas sufrirían otro ataque de indios flecheros que hirió a todos los miembros que quedaban de la expedición, incluido el propio Cabeza de Vaca, que fue herido en la cara.
Navegaron 30 días por la costa hasta llegar a la desembocadura del río del Espíritu Santo, conocido actualmente como río Misisipi. Hoy, no se sabe si esta expedición fue la primera en descubrir la desembocadura del Misisipi o si dicho mérito debe atribuirse a Alonso Álvarez de Pineda. Entonces, sobrevinieron corrientes y vientos que separaron las embarcaciones, y la embarcación de Cabeza de Vaca terminó en la isla de Galveston, que él bautizó como isla Malhado, (isla de la Mala Suerte). En ese momento, se encontraron él y su grupo sin Pánfilo de Narváez y abandonados a su suerte.
Solamente 15 hombres estaban vivos, pero fueron tratados bien por los indios carancaguas. Era una tribu que repartía sus pertenencias y que carecía de mandos. Posteriormente, fueron repartidos como esclavos de las familias de indios. Los 15 hombres acordaron mandar una expedición de cuatro hombres a Panuco en busca de ayuda, pero la expedición fracasó. Tras seis años de vida como esclavo, aprendiendo la cultura del mimbre, el camuflaje y la guerrilla, además de a conjugar chamanismo con los conocimientos médicos que arrastraba de la cultura europea, Álvar Núñez logró curar al hijo de un cacique o jefe tribal, hazaña que le sirvió para ser liberado.
Durante algún tiempo, Cabeza de Vaca ejerció de mercader entre los indígenas del territorio comarcano a San Antonio y la costa tejana. Llevaba conchas marinas y caracolas a los pueblos del interior, cambiándolas por cueros y almagra; esto último lo usaban con frecuencia los indios de la costa para sus pinturas.
En Matagorda, cerca de Galveston, Cabeza de Vaca se encontró con algunos de sus antiguos compañeros de expedición: Andrés Dorantes de Carranza, Alonso del Castillo Maldonado y Estebanico, y juntos fueron en una nueva travesía.
Por temor a los aborígenes de la costa y creyendo que en esos territorios del norte encontrarían oro, remontaron el río Bravo, en vez de dirigirse al asentamiento español en el río Pánuco. Durante el viaje hacia el noroeste de México, ejercieron de curanderos mediante la imposición de manos y el rezo de avemarías y padrenuestros en latín. Cuando Cabeza de Vaca extrajo con éxito la punta de una flecha que un indígena tenía clavada cerca del corazón, la fama de curanderos y gente de bien entre las tribus indígenas ya no les abandonó.
Se ganaron la voluntad de los nativos e hicieron varias exploraciones en busca de una ruta para regresar a la Nueva España por lo que hoy es el suroeste de Estados Unidos y norte de México. Tras deambular durante largo tiempo por la extensa zona que hoy es la frontera entre México y Estados Unidos, llegaron a la zona del río Bravo; siguiendo el curso del río, encontraron tribus dedicadas a la caza del bisonte, con las que convivieron.
Finalmente, a orillas del río Petatlán, hoy llamado río Sinaloa, en el pueblo de Bamoa Guasave, restablecieron el contacto con un equipo de exploradores españoles en el año 1536, a pocas leguas de Culiacán, asentamiento español.
Durante aquel viaje, recogió las primeras observaciones etnográficas sobre las poblaciones indígenas del golfo de México, escribiendo una narración titulada Naufragios, considerada la primera narración histórica sobre los territorios que hoy corresponden a Estados Unidos.
Tras este viaje tomó consistencia en América un mito muy similar al de El Dorado, que es el de las Siete Ciudades de Cíbola y Quivira, llenas de oro. Los cuatro supervivientes de la exploración hablaron en México acerca de comentarios de ciudades colmadas de oro. El virrey de Nueva España organizó una expedición al mando de fray Marcos de Niza, que fue acompañada de Estebanico.
Durante la marcha de la expedición, Estebanico murió asesinado por indígenas, que hicieron huir al resto, y el fraile relató a su regreso que la historia de las ciudades colmadas de oro y joyas era cierta. Entonces, se envió una expedición militar dirigida por Francisco Vázquez de Coronado para encontrar el lugar, pero la búsqueda demostró que la historia era falsa.
Álvar Núñez Cabeza de Vaca regresó a España en 1537, y consiguió que se le otorgara el título de segundo adelantado (gobernador interino) del Río de la Plata. A finales de 1540 inició desde Cádiz su segundo viaje que le llevó al sur del continente americano. Arribó a la isla de Santa Catalina, en enero de 1541, en el territorio español que entonces era llamado La Vera o Mbiazá —actualmente es parte del estado brasileño de Santa Catarina— y que correspondía a la gobernación del Paraguay.
Desde dicha isla arrancó en un viaje por tierra, a lo largo de casi cinco meses, con el propósito de llegar a la entonces villa y fuerte de Asunción del Paraguay, sede de la gobernación del Río de la Plata. Guiado por indígenas tupís-guaraníes cruzó con su expedición la selva paranaense, siguiendo el camino de Peabirú.
Aunque la descripción de la travesía de Alvar Nulez en sus Comentarios es repetitiva e imprecisa, se le atribuye ser el primer europeo que descubrió las Cataratas del Iguazú: «el río da un salto por unas peñas abajo muy altas, y da el agua en lo bajo de la tierra tan grande golpe que de muy lejos se oye; y la espuma del agua, como cae con tanta fuerza, sube en alto dos lanzas y más». Al principio, lo llamó "Salto de Santa María", en enero de 1542.
Según el cronista Ruy Díaz, el sinuoso Río Iguazú -que tenía varios saltos de cierta envergadura, hoy sumergidos por los embalses de represas hidroeléctricas de Brasil- fue cruzado en la travesía al menos tres veces.
Por la mención en los Comentarios de su llegada al Río Piquirí, que desemboca en el Rio Paraná al norte de Asunción, y que el Paraná fue cruzado "a 24 grados de latitud" y donde el río se angosta a "un gran tiro de ballesta" (no más de cien metros), es bastante más probable que Alvar Núñez fuera de los primeros europeos en divisar los imponentes Saltos del Guairá, en cuyas cercanías existían comunidades indígenas que poco después conquistaría Irala. No se duda, sin embargo, de que las Cataratas del Iguazú fueron divisadas más de una década más tarde por la expedición que trajo a la ciudad de Asunción a Mencía Calderón y a su familia.
Al llegar Álvar Núñez a la ciudad de Asunción pronto entró en conflicto con los capitanes y colonos españoles allí establecidos, quienes, alentados por Domingo Martínez de Irala, rechazaban la autoridad del gobernador y sus proyectos de organizar la colonización del territorio olvidándose de perseguir los quiméricos tesoros de los que hablaban los mitos indígenas. Finalmente ocuparía el cargo de gobernador el 11 de marzo de 1542.
Su propósito de erradicar el caos y domeñar a los insurgentes provocó que los descontentos se sublevaran en 1544 y enviaron a Cabeza de Vaca a España acusado de abusos de poder en la represión de los disidentes, así como el incendio de Asunción en el año anterior. En realidad, por haber exigido el cumplimiento de las Leyes de Indias, las que protegían a los indígenas de los abusos de los conquistadores, entre otras medidas poco políticas. El Consejo de Indias lo desterró a Orán en 1545. Pena que, quizá, no llegó a cumplir pues Cabeza de Vaca recurrió la sentencia y siguió peleando hasta el final de su vida con el propósito de ver restablecido su honor, ya no su hacienda.
Aunque los últimos años de su vida son una incógnita quizá, por los documentos encontrados por algunos historiadores cuyas obras se reflejan en la bibliografía, murió en Sevilla el 27 de mayo en 1559. Es improbable, como han afirmado otros, que tuviera algún cargo de relevancia en sus últimos años. Aunque no consta, pudo haber tomado los hábitos y acabar sus días entre el silencio de un monasterio.
En Palabras del Inca Garcilaso: "Murió en Valladolid, apelando al Consejo de Indias, con el propósito de ver restablecido su honor y sus bienes que le fueron confiscados cuando fue apresado en Asunción".
En la capilla del Convento de Santa Isabel, en la Calle Encarnación de Valladolid, se conserva la lápida que guardó los restos de este conquistador.
En 1991, el director Nicolás Echevarría realizó una película basada en este personaje, Cabeza de Vaca. El papel de Cabeza de Vaca lo interpretó el actor español Juan Diego.
La primera edición publicada del relato hoy conocido como Naufragios fue en Zamora, 1542, sin autorización de Álvar Núñez Cabeza de Vaca. La segunda, hecha con reconocimiento de su autor, fue publicada en 1555 en Valladolid. Por las condiciones de publicación, la edición de 1555 es considerada como la genuina y es en la que se basan muchas de las ediciones actuales.
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