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Anasazi



Los anasazis formaban una cultura arqueológica amerindia de la superárea cultural de Oasisamérica. Ocupaban, en varios grupos, la superficie de los estados actuales de Colorado, Utah, Arizona y Nuevo México. Su civilización ha dejado varios vestigios populares y litúrgicos en distintos lugares, de los cuales dos han sido clasificados como patrimonio mundial por la Unesco. Los restos encontrados por los arqueólogos demuestran un conocimiento de la cerámica, el tejido y la irrigación. Además, dibujaban símbolos que no han sido descifrados y observaban los desplazamientos solares.

Se considera que los descendientes actuales de los anasazis son los indios pueblo, entre ellos los zuñíes y los hopis; aunque no se conoce con seguridad si hay continuidad étnica entre ellos y los antiguos anasazis, o si la continuidad es solo geográfica). Los modernos viejos indios pueblo son étnica y lingüísticamente diversos, pero se desconoce si los anasazis originales formaban un único pueblo o conjuntos de pueblos diferentes que compartían una cultura similar.

La civilización de los anasazis desapareció completamente antes de la llegada de los europeos a América. Se ignora, ya que no hay pruebas escritas, con qué nombre se designaban a sí mismos, y su posible conexión étnica con los pueblos modernos es materia de debate. De hecho, el término anasazi es solo el nombre que le dan los navajos contemporáneos al antiguo pueblo constructor de ciudades. La palabra anasazi significa «antiguos enemigos»,[1]​ y con toda probabilidad no habría estado relacionado étnicamente con los navajos sino con los indios pueblo. Se usa el término "indios pueblo" para referirse a todas las civilizaciones indias autóctonas con una arquitectura típica en pequeños pueblos, presumiblemente descendientes de los anasazi. Los indios hopi utilizan más bien la palabra Hisatsinom, ya que consideran la palabra anasazi como despectiva. Por último, los historiadores reagrupan bajo la designación anasazi a distintas culturas similares que residieron en la misma zona: los hohokam, los mogollón y los pataya, desaparecidos todos antes del siglo XVI.

Se dispone de distintas fuentes para reconstruir la existencia de los anasazis:

Según las últimas teorías existentes, los primeros asentamientos humanos en América datan de al menos veinte mil años. Los paleoindios se sedentarizaron en el suroeste de Estados Unidos hace unos doce mil años. Los arqueólogos han desenterrado herramientas líticas de esta población en el asentamiento de Clovis. Cazaban grandes animales que se extinguieron rápidamente (mamuts). Tras la última glaciación, el clima se hizo más seco y caluroso. En México los olmecas practicaban las plantaciones de maíz desde el segundo milenio antes de Cristo. Fueron sustituidos por las sucesivas civilizaciones de Teotihuacán, zapotecas y aztecas. Estos últimos eran contemporáneos del apogeo de la civilización anasazi. Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, las culturas amerindias sufrieron mutaciones radicales. Los grandes imperios desaparecieron y las distintas tribus pueblos sustituyeron a los anasazis.

La historia de los anasazis sigue siendo un misterio debido a la ausencia de rastros escritos. La arqueología permite, sin embargo, establecer unas fases cronológicas de fechas aproximativas. La región del suroeste de los Estados Unidos fue ocupada por poblaciones de tradición sohara (5500 a. C. - siglo IV). Los Basketmakers —cesteros— se implantaron en los territorios montañosos y semiáridos poco antes de la era cristiana. Los anasazis sucedieron a los Cesteros hacia el siglo VIII. La sedentarización progresiva de los cazadores-recolectores asociada al desarrollo de la agricultura, produce la emergencia de una nueva cultura llamada de los Pueblos, en referencia a las poblaciones construidas con ladrillos que los anasazis de Mesa Verde instalan abrigándose en los acantilados de los grandes cañones de Colorado. El inicio de esta cultura (periodo Pueblo I, del 700 al 900) se caracteriza por pequeñas casas solitarias y el cultivo del algodón. El periodo Pueblo II (del 900 al 1100) marca el apogeo de la cultura anasazi, firmado por un enriquecimiento de los adornos. El periodo Pueblo III (del 1110 al 1300) marca el deterioro de la cultura y su repliegue a Mesa Verde con unos poblados trogloditas rudimentarios.

A partir del año 1300, los anasazis se refugian en el valle de Río Grande y en el centro de Arizona. Se pierden sus huellas poco antes de la llegada de los españoles. Las razones de este éxodo no son conocidas. Existen varias hipótesis: un cambio climático que amenazó las cosechas, un medio deteriorado que redujo las tierras cultivables disponibles, sobrepoblación, problemas políticos, tal vez guerras. No obstante, dada la ausencia de documentos escritos y la limitación de los conocimientos actuales no es posible probar ninguna de dichas hipótesis.

Los arqueólogos han encontrado restos de esta cultura en cuatro estados estadounidenses. Aunque los paisajes de la zona son grandiosos, las condiciones naturales dificultan la vida humana. La aridez marca la mayor parte de la zona que toma un aspecto desértico o semidesértico. Los dos ríos más importantes que recorren estas tierras son el río Grande y el Colorado. Los arroyos surcan el paisaje. La latitud es otra penalidad. Los inviernos son fríos y la nieve puede recubrir el suelo. La diferencia de temperaturas entre el verano y el invierno es bastante considerable. Al este las Montañas Rocosas alcanzan los cuatro mil metros. El área de la cultura anasazi se extiende sobre todo por las mesetas del Colorado, recorridas por ríos y arroyos encajados. Los habitantes se instalan sobre todo en las mesas. La geología de la región es bastante compleja y ofrece todo tipo de materiales, desde la arenisca a la roca volcánica. La flora y la fauna dependen de la altitud, la aridez y la naturaleza del sedimento.

Sin embargo, los anasazis sabían utilizar los recursos naturales y respetar el equilibrio. Recolectaban las hojas de la yucca, dominaban la irrigación e importaban los productos que no eran capaces de encontrar en la región.

Los anasazis estaban en contacto con otras culturas amerindias próximas. Los hohokam y los mogollón son los más conocidos. Compartían, hasta el punto que los científicos los reagrupan en una sola categoría, varios rasgos comunes: irrigación; caza; pueblos en adobe, ladrillo o piedra; cerámica decorada; relaciones comerciales con Mesoamérica. Se diferencian en aspectos tales como que los hohokam incineraban a sus muertos y los mogollón eran sobre todo cazadores.

Gracias a la arqueología se conocen una gran variedad de casas y poblaciones anasazis. Las viviendas más antiguas eran muy modestas, pequeñas casas primitivas lo suficientemente grandes para alojar a una familia. Tenían cimientos poco profundos (casas-pozo[2]​). El tejado estaba hecho con tierra y ramas. El fogón se encontraba en el centro. Con el crecimiento demográfico, las viviendas se reagrupan en aldeas. Este hecho manifiesta una organización colectiva más o menos consciente del espacio. A partir del siglo X, estos pueblos pueden alojar varias centenas de habitantes. Se sitúan en mesetas como en Cañón Chaco (950-1100) o abrigándose bajo los acantilados de Mesa Verde (1100-1300).

Los anasazis escogían lugares excepcionales para instalarse. Varios pueblos se sitúan bajo impresionantes acantilados en el siglo XIII. Ciertas excavaciones se realizan en las paredes de gigantescos cañones. La orientación de los pueblos protege de la lluvia y la nieve en invierno y de los mayores calores del verano. Además presentan la ventaja de ser una protección natural frente a los ataques enemigos. En cambio los alejaban de las plantaciones, haciéndolas menos accesibles a los habitantes.

Los muros de las casas están hechos con una especie de adobe llamado jacal en México, aplicados a unas rejillas hechas de madera. Las construcciones mejor conservadas tenían una estructura de piedra unida por mortero. También conocían el ladrillo cocido. En distintos pueblos, ciertas casas guardan huellas de pintura decorativa[3]​ sobre un revestimiento de yeso, arcilla o directamente sobre el adobe.

El tejado estaba recubierto por capas de arcilla y ramas mantenidas por troncos. Las casas inicialmente tenían un solo nivel, pero podían elevarse hasta en dos pisos suplementarios. Varias habitaciones rectangulares en la planta baja estaban reservadas al almacenamiento del alimento. La vida cotidiana se realizaba sobre todo en las terrazas de estas viviendas.

En estos pueblos los arqueólogos se han interesado sobre todo por las plazas y a las kivas. Las kivas, inicialmente reservadas al reposo, acabarían usándose para ceremonias religiosas.

Agricultores sedentarios, los anasazis cultivaban en campos que situaban en las proximidades de sus viviendas. Producían maíz, alubias, calabazas y tabaco. Todas estas plantas son originarias de Mesoamérica y eran fundamentales en las civilizaciones precolombinas. Los campos se situaban en las mesetas hasta dos mil cien metros por encima del nivel del mar. A más altitud, las condiciones eran demasiado duras para el cultivo. Sus herramientas agrarias estaban hechas de piedra y madera (azada, pala, plantadora), pues los anasazis no dominaban las técnicas metalúrgicas.

En cambio este pueblo adaptó progresivamente las técnicas de irrigación provenientes de México, ya fuera extrayendo agua de los ríos o constituyendo reservas de agua de lluvia. Construyeron pequeños embalses, canales y depósitos que atestiguan una organización comunitaria. Una parte del cultivo era almacenada en las casas para periodos menos propicios. El maíz y las calabazas eran secados y almacenados. Recuperaban los piñones calentando las piñas, para consumirlos directamente o elaborar tortas. Las pipas de girasol eran almacenadas en jarras una vez desgranadas. Los cereales se almacenaban en recipientes cerrados para protegerlos de los roedores e insectos. En el siglo V aparece una pieza de alfarería decorada con líneas o puntos, probablemente derivado de elementos de cestería. Más tarde el diseño se complica con representaciones de animales o de humanos. Los colores difieren según las regiones: negros y blancos en Colorado, negro y rojo al norte de Arizona, rojos y gamuzados en Utah. La alfarería acaba siendo ricamente decorada con distintos esquemas incrustados antes de la cocción por espigas de cereales, yuca o conchas.

Aunque habían abandonado el nomadismo siglos atrás, los amerindios del suroeste americano nunca abandonaron completamente la caza-recolección practicada por sus antepasados. Piñones, bayas, frutos salvajes, higos chumbos constituían complementos a la dieta. La caza la encontraban en las mesetas (bisones, venados, antílopes) o en las montañas (venados, muflones). Capturaban animales más pequeños (conejos, ardillas, pájaros) con trampas o redes de yuca.

Los pequeños animales eran la fuente principal de proteínas, los animales más grandes eran troceados directamente en el lugar de caza. Se guardaban las pieles y tendones para otros usos. La cría de pavo servía únicamente para la obtención de plumas, ya que no los consumían.

Para la preparación de las comidas encendían el fuego frotando un palo contra una placa de madera, el fuego se mantenía en un agujero hecho directamente en el suelo. Para cocinar utilizaban herramientas de tierra cocida, de madera o de hueso. Para hervir los líquidos introducían piedras calientes en el interior de los recipientes de tierra, ya que estos no podían ponerse directamente al fuego.

Los hombres tejían el algodón para hacer mantas y camisas. Usaban otras fibras vegetales como la yuca y pieles o cueros para sus ropas. Llevaban sandalias y mocasines y probablemente zapatos adaptados a los periodos invernales.

Las joyas eran corrientes: collares, pendientes, brazaletes, brochas y peines de madera, hueso, coral o azabache o en piedras como la turquesa. Incluso se han encontrado instrumentos musicales (flauta de hueso).

Los anasazis importaban conchas de California, perlas de cobre y loros de México, algodón y silimanita. Los comerciantes utilizaban una amplia red de senderos pero no había verdaderas rutas comerciales, a diferencia por ejemplo del Imperio Inca. Los ríos de la región además no eran navegables.

Pueblo Bonito en Cañón Chaco, se ha confirmado como el gran centro comercial de los anasazi. La región está atravesada por un gran número de vías que unen una centena de pueblos.[4]​ Los anasazi no conocían el sistema monetario y usaban el trueque para el comercio.

En su vida cotidiana, los anasazis utilizaban distintos objetos visibles a día de hoy en los grandes museos estadounidenses:[5]

Los anasazis dejaron numerosos petroglifos en los acantilados del desierto norteamericano en gres. Se trata de dibujos más o menos estilizados, grabados en las paredes de los cañones. Algunos de esos dibujos están pintados en la roca. Pueden estar solos o cubrir varios metros cuadrados. Los dibujos pueden superponerse durante periodos muy largos, por lo que petroglifos muy antiguos pueden estar entremezclados con otros del siglo XIX. Los arqueólogos solo pueden elaborar hipótesis sobre su significado:

Varios tipos de petroglifos están relacionados con los solsticios de verano e invierno. Los de Fajada o Hovenweep National Monument indican claramente esos momentos del año. Las alineaciones de edificios prueban que los anasazis sabían prever el ciclo draconítico lunar de 18,6 años.

Se ignora si existía un clero estructurado. Se sabe que ciertas personas se provocaban de vez en cuando visiones tomando sustancias alucinógenas; se han encontrado, por ejemplo, semillas de datura en Mesa Verde. Las ceremonias se practicaban en altares de los cuales se han conservado algunos ejemplares de madera pintada.[6]​ Las excavaciones permitieron encontrar báculos de oración que eran ofrecidos a los «espíritus». El Cañón del Chaco parece representar para ciertos estudiosos un gran centro de peregrinación de las poblaciones circundantes.[7]

Los anasazis adoraban el dios Kokopelli y a los kachinas, espíritus invisibles. Existían ceremonias colectivas destinadas a invocar a los espíritus para que protegieran a la comunidad. Se organizaban en las kivas. La religión de los anasazis era pues próxima a la animista: se encontraron restos de un loro enterrado ritualmente en Nuevo México.[8]

Las kivas eran habitaciones circulares excavadas en el suelo y recubiertas de un techo. En parte bajo el nivel del suelo, se descendía por una pequeña escalera para practicar el culto o reunir al consejo del pueblo. En el centro se encendía una hoguera y el humo se sacaba por un tubo de ventilación con deflector. Las kivas más grandes podían dar cobijo varias centenas de personas sentadas en taburetes de piedra. Las grandes kivas de Cañón del Chaco tenían un diámetro de 18 metros y estaban subdivididas en partes según los puntos cardinales. Las fiestas religiosas relacionadas con los ciclos agrícolas se celebraban en estas habitaciones y estaban reservadas a los hombres.

La sociedad anasazi debía parecerse a la de los Pueblos actuales. Se organizaban probablemente alrededor de un sistema matriarcal (la pareja se instala en la casa de la madre de la esposa) y matrilineal. Las mujeres son las propietarias del patrimonio familiar, casa y terrenos. El marido integra con el matrimonio el clan de la esposa, y a ésta le estaba permitido divorciarse. Los arqueólogos no están seguros de que los anasazi vivieran en clanes, creen más bien que se organizaban en un sistema igualitario,[9]​ sin agrupaciones sociales jerarquizadas.

Para Jerry J. Brody, la cultura anasazi es «de la que tenemos mayor constancia de las culturas prehistóricas del suroeste estadounidense».[10]​ Parece probado que los anasazis no tenían escritura, ni rueda, ni moneda. Tampoco conocían la metalurgia.

Sin embargo, el desarrollo textil, algodón, el dominio de la irrigación, de las construcciones en piedra con varios pisos (en Pueblo Bonito, por ejemplo, las había hasta de cinco) y los conocimientos de astronomía dan testimonio de una cultura rica y dinámica.[11]​ Si se considera que existe una civilización cuando existe cierto grado de urbanización, los anasazis lo eran, ya que ciertos pueblos podrían haber contado hasta con seis mil habitantes. Los pueblos de Cañón del Chaco estaban tan próximos que habrían formado una aglomeración de quince a treinta mil habitantes.[12]

Los anasazis consiguieron la proeza de edificar en lugares inaccesibles sin fuerza animal ni herramientas metálicas. Las grandes casas de Cañón del Chaco necesitaron para su construcción de millones de bloques de gres y varias centenas de millares de vigas.[13]​ Por todo ello, cabe considerar que aún no se han revelado todos los misterios sobre la civilización de los anasazis.

Si bien muchos aspectos de la historia de los anasazis no son conocidos debido a la inexistencia de fuentes escritas, existe evidencia material de que ejercieron una presión excesiva sobre el ambiente. Esto podría haber provocado un "colapso" ecológico provocado por la sobreexplotación de los bosques cercanos, lo cual a largo plazo podría haber tenido efectos adversos en el clima de la región y el nivel de erosión del terreno. De hecho, el caso de la cultura anasazi es uno de los ejemplos arquetípicos tratados por Jared Diamond en su libro Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen dedicado al colapso social de diversas culturas antiguas por problemas de falta de sostenibilidad ecológica.



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