El antinomismo (del griego άντί, "contra", y νόμος, "ley") es, propiamente, un movimiento cristiano del siglo XVI considerado herético que defendía que la fe lo llenaba todo y era lo único necesario, y que como la ley de Moisés era inútil para la salvación, es indiferente que un creyente peque ya que no es juzgado por su pecado.
Esta doctrina fue propagada por su fundador Johannes Agricola, quien comenzó a desarrollar sus doctrinas en el año 1537, hallándose en Wittenberg como profesor, por lo cual a sus partidarios se les conoce también con el nombre de los reformadores de Wittenberg. Aquí fue donde tuvo controversias con Lutero y Melanchton, huyendo luego a Berlín donde escribió una retractación.
La palabra viene del griego anti, «en contra de», y nomos, «ley», significando entonces oposición a la ley. Se refiere a la doctrina que la ley moral no es obligatoria para los cristianos como regla de vida. En un sentido amplio se aplica a las ideas de fanáticos que se rehúsan a reconocer cualquier tipo de ley que no sean sus propias ideas subjetivas que usualmente pretenden haber recibido del Espíritu Santo.
El antinomianismo fue llamado así por Lutero, cuando su viejo amigo Juan Agrícola (1492–1566) enseñó que los cristianos están totalmente libres de la ley, esto es, de la ley moral tal como Moisés la estableció. Decía que no se le exige al creyente que guarde los diez mandamientos. Sacó su base por miedo a la justificación por las obras, pensando erróneamente que la «justificación por la sola fe» demandaba esto.
El antinomismo como doctrina sin movimiento afín apareció en los siglos I y II, y después esporádicamente. Generalmente se asocia al gnosticismo y, al parecer, está presente también en el neognosticismo de Nueva Era.
Se apela a Romanos 7:6, pero sin tener en cuenta Romanos 3:8, 1Corintios 6:9-19,10:23-24 y Galatas 5:1-13.
Se refiere entonces a la práctica (no bíblica según los demás cristianos) de vivir sin la debida consideración de la rectitud de Dios, emplear la gracia de Dios como si fuera una licencia para pecar y confiar en la gracia para ser limpio del pecado sin condiciones. En otras palabras, ya que la gracia es infinita y somos salvos por gracia, entonces para el antinomismo podemos pecar cuanto queramos y aún ser salvos. Para los opositores al antinomismo, esta idea es errónea porque, aunque los cristianos no están bajo la Ley (Romanos 6:14), son llamados a cumplir la ley del amor (Romanos 13:8,10; Galatas 5:14,6:2). El cristiano debe amar a Dios con todo su corazón, alma, fuerza y mente, y a su prójimo como a sí mismo (Lucas 10:27). Precisamente en estos pasajes neotestamentarios radica el fundamento contrario al de los antinomistas.
Pablo parece referirse precisamente a la interperetación del antinomismo en Romanos 6:1-2:
Lo que significa, para algunos creyentes cristianos, no usar la gracia de Dios como una excusa para pecar, sino para ser controlados por el amor de Dios y de esta forma traer el fruto del Espíritu Santo Galatas 5:22-25. De igual modo para otros, la muerte del pecado es literalmente la abolición del mismo, la salvación universal en la gracia y la integración absoluta de la creación en el proceso de redención, independientemente de sus actos.
En 1656, Blaise Pascal acusó a los jesuitas de antinomianismo en sus Cartas provinciales, señalando a la casuística jesuita de socavar los principios morales.
La doctrina del antiguo filósofo Taoísta Zhuangzi se ha comparado al antinomianismo (aunque dicha corriente es muy posterior a él). Sus argumento se basa en que la vida humana es limitada mientras que las cosas por saber son ilimitadas. Zhuangzi decía que el usar lo limitado para buscar lo ilimitado era una necedad. Nuestro lenguaje, cognición, etcétera, están condicionados por nuestra propia perspectiva y debemos tener cuidado al concluir que nuestras conclusiones son igualmente ciertas para todas las cosas (wanwu). El pensamiento de Zhuangzi también se puede considerar como un precursor del multiculturalismo y relatividad de los sistemas de valores.
El término es totalmente aplicable de manera genérica a todas aquellas tendencias dentro del cristianismo que consideran de manera muy particular la relación equitativa entre las prácticas pecaminosas con la sobreabundancia de la Gracia, como algo siempre favorable a la segunda por aquella premisa paulina de "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (cf. Romanos 5:20).
Ejemplos claros de dichas tendencias van más allá del ámbito de las Iglesias cristianas y encuentran raíces muy profundas entre los fariseos del judaísmo de la época herodiana y, ya dentro del propio cristianismo y en el Gnosticismo.
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