Antonín Leopold Dvořák (/d(ə)ˈvɔːrʒɑːk, -ʒæk/ [ˈantoɲiːn ˈlɛopolt ˈdvor̝aːk] Nelahozeves, 8 de septiembre de 1841-Praga, 1 de mayo de 1904) fue un compositor posromántico natural de Bohemia —territorio entonces perteneciente al Imperio austríaco—. Es considerado el principal representante del nacionalismo checo en la música. Está considerado como uno de los grandes compositores de la segunda mitad del siglo XIX. Sin perder una amplia proyección internacional, supo extraer las esencias de la música de su tierra natal. Su obra más célebre es la Sinfonía del Nuevo Mundo.
Dvořák nació en Nelahozeves, pequeña población al norte de Praga (entonces parte de Bohemia en el Imperio austríaco, ahora República Checa), el 8 de septiembre de 1841. Su padre, František Dvořák, poseía un reducido establecimiento hotelero y también trabajó como intérprete profesional de cítara y como carnicero. Su madre, Anna Zdenĕk, era la hija de Josef Zdenĕk, el alguacil del príncipe Lobkowicz. Dvořák fue el mayor de sus catorce hermanos, ocho de los cuales sobrevivieron a la infancia. Fue bautizado como católico en la iglesia de san Andrés de su pueblo. Los primeros años de Dvořák en Nelahozeves nutren la fuerte fe cristiana y el amor de su herencia bohemia que influyen tan fuertemente en su música. En 1847 ingresó en la escuela primaria de su pueblo, donde recibió las primeras enseñanzas musicales y aprendió a tocar el violín de la mano de su profesor Joseph Spitz. Mostró un talento precoz y gracias a su habilidad estuvo tocando en una banda de su pueblo y en la iglesia. František estaba muy satisfecho de los dones de su hijo. A la edad de 13 años y bajo la influencia de su padre, Dvořák fue enviado a Zlonice a vivir con su tío Antonín Zdenĕk con el fin de aprender alemán. Su primera composición, Polka Pomnenka, fue escrita probablemente en 1855.
Dvořák recibió lecciones de piano, órgano y violín de su profesor de alemán Antonio Liehmann. Liehmann también enseñó al joven muchacho teoría de la música y le presentó a los compositores de la época. Dvořák tenía mucho respeto por su maestro, a pesar de que este tenía un carácter bastante duro. Liehmann fue el organista de la iglesia de Zlonice y a veces dejaba a Dvořák que tocara en los servicios. A la edad de 16 años y bajo la insistencia de Liehmann y Zdenĕk, František permitió a su hijo convertirse en un músico, con la condición de que fuera organista. Cuando su tío no pudo mantenerle por más tiempo, trabajó en la orquestina de Karel Komzák como medio de ganarse la vida, y llegó a adquirir cierta reputación como intérprete. En 1886 pasó a la orquesta del Teatro Nacional de Praga que dirigía Bedřich Smetana.
En 1873 saltó a la fama con su composición Himno Patriótico, de hondo calado nacionalista. Ese mismo año obtuvo el reconocimiento internacional con su colección de Danzas eslavas. En el verano de 1874 consiguió una beca del gobierno austriaco de 400 florines en mérito a las composiciones que presentó. Visitó Inglaterra en nueve ocasiones, generalmente para presentar y dirigir su propia música, la primera fue en 1884, cuando fue nombrado miembro de honor de la Sociedad Filarmónica de Londres. Más tarde, en 1891, recibiría el título de Doctor Honorario de Música por la Universidad de Cambridge. También, en 1889, la Orden de la Cruz de Hierro otorgada por el emperador Francisco José I, en 1891 el doctorado honoris causa por la Universidad de Praga, y un sillón en la Academia de Ciencias y Bellas Artes de Checoslovaquia y de Berlín. Invitado por Chaikovski estuvo en San Petersburgo y Moscú ejecutando sus propias obras.
Una etapa singular de su vida fue la que pasó en Estados Unidos. Jeannette Thurber, fundadora del Conservatorio de Nueva York, le ofreció la dirección del centro, lo que le determinó a trasladarse allí en 1892. Bajo la influencia de los espirituales negros y de la música popular compuso la Sinfonía del Nuevo Mundo y el conocido Cuarteto americano. Regresó a su país en 1895 para hacerse cargo de la dirección del Conservatorio de Praga. Murió de una congestión cerebral el 1 de mayo de 1904.
Estudió música en la escuela de órgano de Praga a finales de la década de 1850, y lentamente fue desarrollándose como violinista y violista profesional. Durante la década de 1860 tocó la viola en la Orquesta del Teatro Provisional Bohemio, que fue dirigida a partir de 1866 por Bedřich Smetana. La necesidad de ganarse la vida le condujo a la enseñanza, hecho que le dejó muy poco tiempo libre, de forma que en 1871 dejó la orquesta para dedicarse a la composición. Se enamoró de una alumna, y escribió un ciclo de canciones, Cipreses, en las que trató de expresar su angustia cuando ella se casó con otro hombre. Aun así, superó la decepción, y se casó en 1873 con la hermana de la alumna, Anna Čermáková.
Cierta anécdota recogida por Filkenstein es muy significativa del respeto que el pueblo inspiraba a Dvořák. Su hijo solía contarla: En Vysoka dijo a unos mineros que tenía en proyecto una ópera en la que quería que aparecieran mineros de verdad, usando incluso las mismas máquinas que empleaban en las explotaciones de Příbram y Brezohorské. Les prometió que en la primera representación en el Teatro Nacional dispondrían de lugares de preferencia en la sala para que pudieran dar su opinión sobre si se había logrado en ella una sensación de realidad, de autenticidad. En este caso revelador Dvořák se mostraba no solo proclive a que el pueblo fuera protagonista de una ópera, sino también a que se le atribuyera un papel crítico.
En el verano de 1874 obtuvo una beca del gobierno austriaco de 400 florines por el mérito obtenido con su Sinfonía n.º 3. Dvořák ganaría esta beca en dos ocasiones más, en concreto en los años 1876 y 1877. En el jurado que las evaluaba estaba Johannes Brahms, quien le dispensó su voto y su duradera amistad. La intermediación de este último consiguió la publicación de algunas obras con la importante editorial de partituras Simrock.
Las interpretaciones en el exterior se multiplicaron, especialmente las Danzas eslavas, la Sexta sinfonía y el Stabat Mater, y con ellas más encargos.
Visitó el Reino Unido en nueve ocasiones, generalmente para presentar y dirigir su propia música; la primera fue en 1884, cuando fue nombrado miembro de honor de la Sociedad Filarmónica de Londres. El buen trato recibido en tierras inglesas le llevó a escribir La novia del espectro (1884) y el Réquiem (1890) para Birmingham, la Séptima sinfonía para la Sociedad Filarmónica (1885) y Santa Ludmila para Leeds (1886). Más tarde, en 1891, recibiría el título de Doctor Honorario de Música por la Universidad de Cambridge.
No fueron estas las únicas distinciones que recibió en vida; en 1889, la Orden de la Cruz de Hierro otorgada por el emperador Francisco José I de Austria, Bohemia y Baviera, en 1891 el doctorado honoris causa por la Universidad de Praga, y un sillón en la Academia de Ciencias y Bellas Artes de Checoslovaquia y de Berlín.
Invitado por Chaikovski, visitó Rusia en 1890. Estuvo en San Petersburgo y Moscú ejecutando sus propias obras. Por entonces seguía estrenando nuevos trabajos en Praga y Londres.
Antes de abandonar Europa para marcharse a Estados Unidos, recorrió Bohemia interpretando el nuevo Trío Dumky.
La que pasó en Estados Unidos fue una etapa singular de su vida. Jeannette Thurber, fundadora del Conservatorio de Nueva York, le ofreció la dirección del centro, lo que le convenció para trasladarse allí en 1892. Bajo la influencia de los cantos espirituales de los negros norteamericanos y de la música popular estadounidense, así como de los ritmos de los aborígenes norteamericanos, compuso la Sinfonía nº 9 (más conocida como Sinfonía del Nuevo Mundo), el Quinteto para cuerdas en mi bemol mayor y el conocido Cuarteto americano. De este período también cabe mencionar su Concierto para violonchelo y orquesta, que rápidamente se convirtió en una de las obras más apreciadas para este instrumento solista.
Las dificultades económicas y los lazos familiares le llevaron de vuelta a Praga en 1895, donde empezó a escribir poemas sinfónicos y donde vio recompensados sus esfuerzos en el ámbito de la música dramática por el éxito de la ópera Rusalka (1901). También empezó a enseñar en el Conservatorio de Praga, donde, entre sus pupilos con más talento, se encontraban Josef Suk y Vítězslav Novák.
Dvořák llegó a realizar nueve viajes a Inglaterra, cinco de los cuales los llevó a cabo entre 1884 y 1886. El primero fue muy provechoso artísticamente. El público inglés reservó una excepcional acogida tanto a su música como su persona. Fue sobre todo el Stabat Mater, dirigido por él mismo en Royal Albert Hall durante el primer viaje, la obra que más impresionó a los ingleses. Aquella composición sinfónica-vocal tenía que gustar forzosamente al público de las islas Británicas, un público fiel a los oratorios de Händel, que seguían siendo interpretados y apreciados. Este primer viaje duró veinte días y en él hubo varios conciertos dedicados a la música de Dvořák. Antes de volver a su país, el propietario de la famosa editorial Novello de Londres le entregó un sustancioso adelanto económico para que compusiera un oratorio. Así, al regreso de este primer viaje a Inglaterra, el músico se encontró en condiciones de hacer realidad uno de los sueños de su vida: adquirir una residencia de verano para poder retirarse y dedicarse al aislamiento y la concentración. Adquirió una residencia campesina en Vysoká, donde se retiraba siempre que podía y en esa casa compondría muchas de las futuras obras.
El segundo viaje a Inglaterra tuvo lugar en otoño de este mismo año 1884. Dvořák volvió a dirigir el Stabat Mater, esta vez en el festival de Worcester. Al regreso de este viaje compuso una cantata que traía por título La novia del espectro; el texto fue traducido al inglés y la partitura la publicó la casa Novello. La obra fue estrenada en Pilsen, en Bohemia, el marzo de 1885. El tercer viaje lo realizó en 1885 y estuvo consagrado principalmente por la primera ejecución de la Séptima Sinfonía en re menor, Op. 70, que acababa de componer. La escribió entre diciembre de 1884 y marzo de 1885. De ella dice Dvořák que fue realizada “en una época llena de duda, amargura, dolor silencioso y resignación”. Y añade: “Dondequiera que voy no pienso más que en esta obra, que tiene que conmover en el mundo, y con la ayuda de Dios lo lograré”. La razón del dolor de Dvořák estaba en la reciente muerte de su madre. Por eso esta sinfonía ha sido denominada Trágica. La obra fue recibida con gran entusiasmo y los críticos la compararon con las Sinfonías de Beethoven y de Schubert. Algunos críticos consideran el segundo movimiento como el más hermoso de los tiempos lentos de Dvořák, y juzgan que la melodía de sus compases iniciales es una de las más bellas de su autor y que el siguiente pasaje romántico es uno de los más profundos de la literatura sinfónica después de Beethoven.
Con su mujer Anna a Londres, en 1886. Hizo este viaje en agosto de 1886 y estuvo dedicado a la presentación de La novia del espectro, en el Festival de Birmingham. Después de todos aquellos éxitos, que iban aumentando de día en día, Dvořák logró una notable independencia económica, la cual le permitió una mayor libertad en sus opciones artísticas. Así nació el propósito de un oratorio nacional, Santa Ludmila, acabado el mayo de 1886. Este oratorio se estrenó en Leeds en octubre del mismo año, con ocasión del quinto viaje del compositor a las islas Británicas. Fue recibido con el mismo entusiasmo que siempre, de forma que pudo escribir lo siguiente: "Me encuentro en un estado de gran excitación, entre otras cosas por la notable interpretación de la orquesta (ciento veinte instrumentistas), del coro (trescientos cincuenta cantantes) y de los solistas, todos de primera calidad, pero de manera especial por las ovaciones clamorosas del público. ¡No había comprobado en toda mi vida el entusiasmo, el característico entusiasmo inglés!".
De 1886 a 1890, Dvořák permaneció en su patria dedicado a la composición. Surgieron en aquellos años, además de grandes composiciones de música de cámara, la Misa en re mayor, Op. 86, la ópera El jacobino, representada en el Teatro Nacional de Praga en 1899, y la octava sinfonía en sol mayor, Op. 88. El jacobino es una de las obras más alegres y encantadoras escritas por su autor. El personaje central de la obra es Benda, un músico bohemio que vive únicamente por su hija y por su arte. Es, evidentemente, un reflejo de Anton Liehmann, el maestro de Antonín en su juventud. Los otros personajes se asemejan mucho a la gente entre la cual vivió y creció el compositor en su pueblecito nativo.
El 1890 el compositor realizó el sexto viaje a Inglaterra, donde ya se sentía como en casa. En esta ocasión presentó su Octava sinfonía. Su notoriedad europea era tan grande que realizó giras por Alemania y Rusia, y por todos lados fue cubierto de honores. El 1891 realizó su octavo viaje a Inglaterra, dirigió en el Festival de Birmingham su Réquiem, op. 89, para solistas, coro y orquesta, compuesto en 1890. Este mismo año fue nombrado profesor del Conservatorio de Praga. Como docente, Dvořák reveló un temple eficaz, inaugurando un sistema nada autoritario, fiel al que en otro tiempo había afirmado él mismo, al decir que sus maestros, además de sí mismo, habían sido los pájaros, las flores y el buen Dios.
Entre 1892 y 1895, Dvořák fue director del Conservatorio Nacional de Nueva York, donde tuvo por alumno al compositor norteamericano Horatio William Parker. El Conservatorio fue fundado por una rica dama del alta sociedad, Jeannette Thurber, quien quería como director a un compositor reconocido, para dar brillantez a la institución. Escribió a Dvořák, pidiéndole que aceptara el cargo, y él respondió afirmativamente, con tal de que los estudiantes nativos americanos y afroamericanos dotados de talento, que no pudieran permitirse este nivel de instrucción, tenían que ser admitidos gratuitamente (este fue un primer ejemplo de ayuda financiera basada en la necesidad, lo que en los Estados Unidos recibe el nombre de "need-based financial aid").
Durante su estancia en Nueva York, Dvořák se hizo amigo de Harry Burleigh, que fue un importante compositor afroamericano. Dvořák enseñó a Burleigh composición y, a cambio, Burleigh pasaba horas cantando las espirituales americanos tradicionales para Dvořák. Burleigh continuó creando canciones espirituales, que resisten bien la comparación con obras musicales europeas de la época.
Durante el invierno de 1893, mientras estaba en Nueva York, Dvořák compuso su obra más célebre, la sinfonía del Nuevo Mundo. A consecuencia de una invitación de su familia, pasó el verano del 1893 en una comunidad de habla checa en Spillville. Aquí compuso dos de sus obras más famosas, el Cuarteto de cuerda n.º 12 en fa mayor, Americano, y el Quinteto de cuerda en mi bemol, op. 97.
En los Estados Unidos también asistió a la interpretación de un concierto para violonchelo de Victor Herbert. Salió tan entusiasmado de las posibilidades que la combinación de violonchelo y orquesta ofrecía en esta obra que decidió componer su Concierto para violonchelo en si menor (1895). Desde entonces el concierto, considerado como uno de los mejores de su género, ha crecido en popularidad y hoy en día es interpretado muy a menudo. Dvořák también dejó una obra inacabada, el Concierto para violonchelo en la mayor (1865), que fue completada y orquestada por el compositor alemán Günter Raphael entre el 1925 y el 1929 y por Jarmil Burghauser en 1952.
Dvořák dejó los Estados Unidos en abril de 1895 y volvió definitivamente a su patria, de la que ya salió muy pocas veces. Tan pronto como llegó a Praga recomenzó su trabajo de profesor en el Conservatorio. En 1896 realizó su último viaje a Inglaterra, el noveno, y allí estrenó su célebre Concierto para violonchelo y orquesta en si menor, Op. 104, que había empezado en los Estados Unidos y terminó en Praga. Esta obra se alimenta de elementos temáticos de origen bastante diverso: del folclore americano y también del folclore checo, a treguas de los giros nacionales que surgen espontáneamente de la pluma de Dvořák. Desde el punto de vista del sentimiento y de la escritura, la tendencia es claramente romántica. Se trata de una obra lírica, ardiente e impetuosa. La escritura brillante y, por otro lado, muy cuidadosa, solicita todos los resortes del instrumento solista, aunque sin virtuosismos muy rebuscados. En este concierto la preocupación constante por la independencia del instrumento solista es inminente, el cual destaca claramente de una rica orquesta, que nunca le molesta. Desde el punto de vista del equilibrio entre el solista y la orquesta es una de las obras más destacadas de la literatura para violonchelo, puesto que Antonin Dvořák solicitó el consejo de varios célebres violonchelistas de su época. Respecto a la forma, es más bien tradicional.
A partir de este momento Dvořák ya no escribió nada más en el campo de la música de cámara ni de la sinfonía, sino que volvió al teatro y al poema sinfónico. Entró, pues, en una especie de última fase de su evolución, en la que volvieron a predominar los ideales románticos de su juventud (Wagner, Liszt). La actividad dramático-musical de Dvořák logró la cumbre con la composición de la ópera Rusalka, cuyo texto fue extraído de la leyenda de Ondina de Jaroslav Kvapil. También compuso la ópera Armida.
En los últimos años de su vida, el gran compositor recibió toda clase de honores y reconocimientos. El 1901 pasó a ser director del Conservatorio de Praga donde tuvo alumnos que siguieron su huella como Dobri Hristov y, por su parte, el emperador Francisco José lo denominó senador vitalicio. Dvořák no había estado nunca enfermo, sin embargo sufrió arteriosclerosis en la última época de su vida. Su salud empeoró en abril de 1904 a consecuencia de un constipado. Una trombosis cerebral puso fin repentinamente a su vida el 1 de mayo de 1904, cuando tenía sesenta y tres años. Al final de su vida sufrió dificultades económicas, debido a los bajos importes por los cuales había vendido los derechos de sus obras. Está sepultado en el cementerio de Vyšehrad en Praga.
Dvořák utilizó varias formas musicales. Sus nueve sinfonías responden al modelo clásico y habrían sido aprobadas por Beethoven, aunque están estilísticamente más cerca de las de Brahms, pero también cultivó el poema sinfónico y la influencia de Wagner puede rastrearse en alguna de sus composiciones. Muchas de sus obras muestran la influencia del folclore checo, ya sea por los ritmos o por las formas melódicas; quizás el ejemplo más claro son las dos compilaciones de danzas eslavas (Danzas eslavas para piano a cuatro manos, op. 46 y 72, compuestas el 1878).
Además, Dvořák compuso óperas (la más célebre de las cuales es quizás Rusalka), música de cámara (incluyendo un reducido conjunto de cuartetos de cuerda, entre los cuales destaca el llamado «Americano») y música para piano.
Las obras de Dvořák fueron catalogadas por Jarmil Burghauser en su trabajo Antonín Dvořák. Thematic Catalogue. Bibliography. Survey of Life and Work.
Antonín Dvořák compuso nueve sinfonías, dos series de Danzas eslavas (originalmente para piano a cuatro manos), tres Rapsodias eslavas, cinco poemas sinfónicos, varias suites y oberturas, serenatas, conciertos, dieciocho cuartetos de cuerda, cinco quintetos (dos con piano), un sexteto, siete tríos, piezas para violín y piano, numerosas piezas para piano y unas cien canciones y dúos vocales (diez canciones bíblicas y siete canciones gitanas).
Durante su vida Dvořák sólo disfrutó de la divulgación de cinco de sus sinfonías. Su editor, Simrock, no era partidario de publicar grandes obras sinfónicas, dado que estas eran más difíciles de vender. La primera que fue publicada fue la sexta, porque la fama internacional de Dvořák empezaba a crecer y célebres directores, como por ejemplo Hans Richter (a quién fue dedicada) deseaban estrenar nuevas obras sinfónicas. Después de la muerte de Dvořák, la investigación llevó a otras cuatro sinfonías, de las cuales la primera había sido perdida incluso por el mismo compositor. Todo esto condujo a una confusa situación por la cual la Sinfonía n.º 9 «del Nuevo Mundo» ha sido considerada sucesivamente la n.º 5, la n.º 8 y la n.º 9. En este artículo son numeradas en el orden en que fueron compuestas, el que corresponde al sistema de numeración más corrientemente utilizado hoy en día.
Al contrario de otros muchos compositores que no compusieron obras sinfónicas ambiciosas hasta la madurez (como por ejemplo su mentor Johannes Brahms), Dvořák escribió su Sinfonía n.º 1 en do menor cuando a penas tenía veinticuatro años. Subtitulada Las Campanas de Zlonice (nombre de una aldea de Bohemia) es claramente la obra de un compositor todavía inexperto, a pesar de que prometedor. Se considera el Scherzo el movimiento más exitoso. Esta sinfonía posee parecidos formales con la quinta sinfonía de Beethoven, a pesar de que en armonía e instrumentación, Dvořák es más romántico, siguiendo el estilo de Franz Schubert.
La Sinfonía n.º 2 en si bemol mayor todavía es deudora de Beethoven; pero la Sinfonía n.º 3 en mi bemol mayor muestra claramente el repentino y profundo impacto de la música de Richard Wagner y Franz Liszt.
La influencia de Wagner, aun así, no duró mucho; casi no se puede percibir en la Sinfonía n.º 4 en re menor. Esta es la última de sus sinfonías de juventud, considerada la mejor del conjunto. También el Scherzo es el movimiento más brillante, pero en toda la obra es patente la maestría de Dvořák en todos los aspectos formales.
Las sinfonías intermedias, la Sinfonía n.º 5 en fa mayor (publicada como la n.º 3) y la Sinfonía n.º 6 en re mayor (publicada como la n.º 1), son felices obras bucólicas. No son tan famosas como las siguientes, a pesar de que se las considera apreciables. La n.º 5 es la más pastoral, aunque comprende un oscuro y lento movimiento que cita las primeras cuatro notas del Concierto para piano n.º 1 de Chaikovski en el tema principal. La n.º 6 se asemeja mucho a la Sinfonía n.º 2 de Brahms, en particular en los dos movimientos extremos.
La Sinfonía n.º 7 en re menor de 1885 es la más romántica y por muchos la considerada más bella, dando prueba de una mayor tensión formal y más intensidad que la suya más célebre hermana; la n.º 9. La n.º 7 no podría haber disfrutado de un mayor contraste con la siguiente, la Sinfonía n.º 8 en sol mayor (publicada como la n.º 4), una obra que Karl Schumann (en las notas a la grabación integral de las sinfonías de Dvořák por Rafael Kubelík) compara con las de Mahler. Junto con la última, estas dos se consideran la cumbre de la composición sinfónica de Dvořák y entre las más exitosas sinfonías del Siglo XIX.
Con mucho la más célebre, la Sinfonía n.º 9 en mi menor (publicada como n.º 5), es más conocida por su subtítulo Del Nuevo Mundo. Fue compuesta entre enero y mayo de 1893, mientras Dvořák estaba en Nueva York. En un principio Dvořák afirmó que había utilizado elementos de la música americana, como las canciones espirituales, y música nativa americana, pero después lo negó. Uno de sus alumnos declaró que el segundo movimiento describía, de manera programática, los lamentos de Hiawatha. Este segundo movimiento recordaba tanto una canción espiritual negra que han sido escritos textos para cantarlo.
Dvořák estaba tan interesado por la música indígena americana, que en un artículo publicado en el New York Herald el 15 de diciembre de 1893, manifestó, "En la Sinfonía n.º 9 he escrito simplemente temas originales que recogen las peculiaridades de la música india". Se reconoce generalmente que esta sinfonía tiene más en común con la música popular bohemia que con la música americana.
Neil Armstrong llevó esta música a la Luna durante la misión del Apollo 11, la primera misión que pisó la Luna, en 1969.
Entre las principales obras corales de Dvořák destaca el Stabat Mater, el Réquiem, el Te Deum y la Misa en re mayor.
Stabat Mater, op. 58, es una extensa obra (cerca de 90 minutos) vocal-instrumental de música sacra para solistas (soprano, alto, tenor y bajo), coro y orquesta basada en el texto de un himno de la antigua iglesia del mismo nombre. La primera inspiración para la creación de esta pieza fue la muerte de la hija del compositor, Josefa. La obra fue escrita en varias fases, con la versión final acabada a finales de 1877. La primera actuación tuvo lugar el 23 de diciembre de 1880 en la Asociación de Artistas Musicales de Praga. La composición se acostumbra a interpretar en la República Checa durante la Pascua.
Antonín Dvořák compuso el Réquiem en 1890, a comienzos de la temporada alta de su carrera. La composición no se refiere a ninguna persona o acontecimiento específico, se trata de un trabajo reflexivo de las cuestiones básicas existenciales humanas: de la pena y el consuelo en la muerte, el sentido de la vida y la muerte, así como la esperanza. Dvorák era un hombre profundamente religioso, y este trabajo refleja su fe y espiritualidad. El estreno de la obra se llevó a cabo el 9 de octubre de 1891 en Birmingham, y estuvo dirigido por el propio Dvořák. Sorprendentemente, el mayor éxito fue, probablemente, su interpretación en Viena en 1900, donde consiguió el triunfo absoluto de Dvořák, en contraste con un público vienés anteriormente hostil.
Te Deum, op.103, es un cantata para soprano y barítono solista, coro y orquesta con el texto latino del famoso himno espiritual "Te Deum laudamus" (A ti, Dios, te alabamos). Fue compuesto en 1892 y dedicado a los 400 años del descubrimiento de América. La composición se completó antes de que Dvořák se trasladara a los Estados Unidos y fue encargado por el director del Conservatorio Nacional de Música de América en Nueva York, Jeannette Thurber en 1891, cuando el compositor aceptó un lugar como director de su escuela. Originalmente, el texto del poema de Joseph Rodman Drake, "La bandera americana" tenía que ser utilizado para la obra, pero Dvorák no recibió a tiempo el texto y en su lugar usó las palabras del himno de la iglesia medieval "Te Deum laudamus", escrito por San Ambrosio. La composición se estrenó como el primer concierto de Dvořák en Nueva York el 21 de octubre de 1892. El Te Deum no es tan monumental ni extenso como el Réquiem y el Stabat Mater, pero aun así incluye pasajes similares de profunda meditación y de nobleza expresiva.
Misa en re mayor, (originalmente numerada como Op.76, finalmente, como op.86) es una pieza concentrada, con una composición estructurada, prevista originalmente para órgano, voces solistas y coro pequeño. El trabajo cobró su forma definitiva en 1892 cuando, en respuesta a una petición de la editorial Novello de Londres, Dvořák arregló su Misa para una orquesta sinfónica.
Otras obras corales son el oratorio de Santa Ludmila, el Himno de los Campesinos Checos, la bandera norteamericana, Festival de la Canción, y otras muchas.
Franz Liszt había inventado la forma musical poema sinfónico, que era entonces relativamente nueva, y nunca fue adoptada por compositores románticos más conservadores como Brahms. Dvořák compuso cinco poemas sinfónicos, todos entre 1896 y 1897, y tienen números de opus consecutivos: El duende de las aguas (Vodník), Op. 107; La bruja del mediodía, Op. 108; La rueca de oro, Op. 109; La paloma del bosque, Op. 110; y El canto del héroe, Op. 111. Los primeros cuatro se basan en baladas de la colección Kytice del folclorista checo Karel Jaromír Erben. La canción del héroe se basa en un programa concebido por Dvořák y se cree que es autobiográfica.
La edición de las obras de Dvořák por Simrock planteó algunas confusiones sobre su ordenación cronológica. A veces, las casas editoras preferían dar a los compositores noveles la imagen de ser artistas consolidados, por lo que daban a sus obras un número de opus superior al que les correspondería. Por su parte, el propio Dvořák dio un número de opus más bajo a algunas de sus composiciones para poder venderlas a otras editoriales eludiendo sus obligaciones contractuales.
En algunos casos, una misma obra llegó a tener tres números de opus diferentes.También ha habido confusión sobre la numeración de las sinfonías de Dvořák. Ello se debió a que fueron enumeradas inicialmente según su orden de publicación, no de composición. Además, las cuatro primeras sinfonías se publicaron después de las otras cinco, y éstas no se publicaron en su orden cronológico correcto. Por ello, por ejemplo, la Sinfonía del Nuevo Mundo fue conocida durante un tiempo como Quinta y posteriormente como Octava antes de recibir su numeración definitiva como Sinfonía Nº 9 en la edición crítica publicada en la década de los 50.
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