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Antonio López de Santa Anna



Ejército Español (1810-1821)

Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón (Xalapa; 21 de febrero de 1794-Ciudad de México; 21 de junio de 1876)[1]​, conocido como Antonio López de Santa Anna, fue un político y militar mexicano. Fue Presidente de México y, aunque en la gran mayoría de textos se dice que ocupó la presidencia en once ocasiones, el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) sostiene que solo fueron seis veces.[1][2]

Instaurado como dictador vitalicio con el tratamiento de Alteza Serenísima en 1853, aunque derrocado dos años más tarde. A lo largo de su extensa carrera política fue considerado ambiguo por participar en partidos contrarios, ya fuera con realistas, monárquicos, republicanos, unitarios, federales, liberales o conservadores. Santa Anna fue también gobernador de Yucatán (1824-1825) y de Veracruz en 1829.

Nació el 21 de febrero de 1794. Sus padres fueron Antonio Andrés López de Santa Anna y Pérez de Acal, subdelegado de la Provincia de la Antigua en Veracruz, y Manuela Pérez de Lebrón y Cortés. Ambos padres deseaban para él un porvenir tranquilo y acomodado, como correspondía a un joven aristocrático de ascendencia española. Sin embargo, por su carácter aventurero y sus deseos de sobresalir, consiguió ingresar en el Ejército Real de la Nueva España a los dieciséis años, el 6 de julio de 1810 como simple cadete en el Regimiento de Infantería Fijo de Veracruz. En 1811 su regimiento fue convocado para sofocar el movimiento insurgente iniciado un año antes por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, pero debido a la derrota de Hidalgo en la Batalla de Puente de Calderón, fue enviado hacia el norte. Las primeras experiencias militares de Santa Anna se desarrollaron en la provincia de Nuevo Santander y en la de Texas, bajo el mando del coronel Don José Joaquín de Arredondo, quien fue su instructor.

Su carrera política comenzó en 1821, año en el que el Plan de Iguala de Agustín de Iturbide consagró al Primer Imperio Mexicano. Inició entonces una larga serie de imprevisibles adhesiones ideológicas. Enviado por el Gobierno Virreinal a dar auxilio a la ciudad de Orizaba que estaba sitiada por los rebeldes, los derrotó y fue condecorado por el virrey y ascendido a teniente coronel. Fue nombrado comandante del puerto de San Juan de Ulúa, que se convirtió en su último reducto.

Como muchos otros militares, solo como una estrategia política y para obtener apoyos personales, se unió a Iturbide el 25 de marzo, quien propuso formar un congreso con una cámara única con la representación proporcional a la importancia de clases y con elección directa, dando así predominio a los grupos privilegiados. Santa Anna y los militares estaban de acuerdo con la independencia, pero no aceptaban que el gobierno fuera oligárquico, pues, según ellos, no se eliminarían los privilegios de los peninsulares que aún quedaban en el país. La Suprema Junta Provisional Gubernativa pidió una sola cámara sin separación de clases ni representación proporcional y por medio de elección indirecta. De esta manera se conformó tanto por abogados, como por miembros del clero bajo y medio, aristócratas y demás gente de relevancia social y política.[3]

La transformación de una parte de la Nueva España en lo que hoy es México no iba a ser fácil; incluso, hoy en día, el territorio mexicano ni siquiera comprende la totalidad de la parte septentrional (norte) de América a la que se referían los primeros independentistas. España desconoció hasta 1836 la independencia de todos sus dominios y esto hizo que aumentara el fervor de independencia en las principales ciudades. Luego de que Iturbide firmó los Tratados de Córdoba, en los que México se declaró independiente, empezó la polarización de políticos y militares mexicanos. Había en el recién nombrado Congreso Constituyente representantes monárquicos borbonistas e iturbidistas, así como republicanos. Además, España conservó para sí Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo y las Filipinas, dividiendo aún más el antiguo reino. Centroamérica, sin embargo, hasta ese momento, seguía de lado de los independentistas de la Ciudad de México.

Iturbide fue coronado emperador gracias a la presión de las masas afuera del Congreso Constituyente, quienes la noche del 18 de mayo de 1822 pidieron la corona para él, proclamándolo como "Agustín I", y presionaron al Congreso para instituir la monarquía como nueva forma del estado. Sabiendo lo astuto que era Iturbide, bien podría pensarse que manipuló las masas para esta conclusión benéfica para él, pero perjudicial para el resto de los insurgentes. Por ello, la oposición republicana no tardó en exacerbarse: en Michoacán se descubrió un complot para formar la república y, en consecuencia, fueron detenidos quince diputados, entre ellos a Servando Teresa de Mier y a Carlos María de Bustamante.[4]​ En una manera extraña, Iturbide actuaba de manera idéntica a Simón Bolívar en la Gran Colombia queriendo el poder para sí y olvidando que el camino más adecuado para la recién creada nación era la República.[5]

Iturbide disolvió el Congreso el 31 de octubre por desobediencia, conjuras y falta de servicio a la nación; en su lugar, designó a cuarenta y cinco diputados que consideró adecuados. Los antiguos insurgentes Nicolás Bravo, Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria se sintieron traicionados; Santa Anna reapareció en la vida pública, emitió el Plan de Veracruz y poco tiempo después el Plan de Casa Mata, declarando ilegal la elección del Emperador y pronunciándose a favor de los republicanos. Los borbonistas también se unieron al levantamiento. El general José Antonio de Echávarri, quien fue designado para combatir la rebelión a Jalapa, también decidió unirse en contra del Imperio. Iturbide solo fue apoyado por el clero y decidió abdicar.[4]

Desterrado Iturbide en 1823 y restaurado el Congreso, comenzaron las pugnas entre centralistas y federalistas, a los que Santa Anna se une de inmediato. En esta ocasión fracasa un levantamiento que surgió en San Luis Potosí. Santa Anna, como su principal comandante, es enviado a la Ciudad de México para ser juzgado; por influencias que tenía en la Corte, fue absuelto.

Durante los primeros años del México independiente, los acontecimientos ayudaron a Santa Anna en su imparable ascenso. Los levantamientos de 1827 le dieron la posibilidad de ponerse del lado del gobierno de forma sorprendente, puesto que la participación de su hermano Manuel del lado rebelde, hacía suponer que Santa Anna se retiraría de su hacienda en Manga de Clavo para apoyarlo. La suerte de los dos hermanos fue muy distinta a raíz de este acontecimiento: mientras Manuel era desterrado, Antonio obtenía el gobierno de Veracruz.

Poco más tarde se le brindó una nueva oportunidad. La convocatoria a las elecciones de 1828 nacía con la controversia entre las posturas representadas por Manuel Gómez Pedraza y Vicente Guerrero. Los partidarios del primero se oponían a hacer efectiva la expulsión de los españoles peninsulares restantes en el país. Apenas once días después de que Gómez Pedraza ganara las elecciones, Santa Anna se rebeló, exigiendo la sustitución del presidente electo por el general Vicente Guerrero, inaugurando con esto el inicio de las interminables guerras civiles en el país naciente.

La variedad de recursos con los que contaba Santa Anna para financiar su levantamiento fue amplia, ya fuera por las amplias arcas de su familia y sus parientes, así como por la infinidad de simpatizantes que encontraba dentro de las más altas esferas sociales.

Nombrado presidente Guerrero, Santa Anna tomó las riendas del ejército nacional.

En 1829, una expedición española desembarcada en Tampico, comandada por el brigadier Isidro Barradas que tenía por objetivo la reconquista de México, fue derrotada por Santa Anna, que desde entonces fue conocido como El Héroe de Tampico.

Al ser derrocado el gobierno de Guerrero por Anastasio Bustamante, Santa Anna hizo un pacto con Gómez Pedraza (el presidente que había derrocado años atrás), para que este alcanzara la presidencia de 1830 a 1833 mediante nuevos levantamientos. En 1833, Santa Anna alcanza por fin la presidencia.

Los comerciantes franceses avecindados en México enviaron una serie de reclamaciones, como resultado de diferentes revueltas, aunado con el abuso de poder de algunos políticos (Tributos) que fueron recibidas en París con alarma.

Entre estas reclamaciones, se encontraba la del señor Remontel, dueño de un restaurante de Tacubaya, donde algunos oficiales del presidente Santa Anna se habían comido en 1832 unos pasteles sin pagar la cuenta (Aunque posiblemente fue por daños al restaurante), por lo cual exigía ser indemnizado con sesenta mil pesos. Adicionalmente ese mismo año, un ciudadano francés fue fusilado en Tampico, acusado de piratería, lo que tensó aún más las relaciones entre ambos países.

México había acabado en 1836 la guerra con Texas, y el 28 de diciembre España reconoce finalmente la independencia de México (lo que eliminaba el problema de atacar un territorio reclamado por un país amigo), y llegado el año de 1838, aún no se había podido concertar un tratado definitivo en virtud de que el representante francés, el barón Antoine-Louis Deffaudis, no estaba de acuerdo con dos artículos del convenio.

En consecuencia, Deffaudis abandonó su misión diplomática en México y regresó a Francia, para volver al poco tiempo (marzo) acompañado de diez barcos de guerra que apoyaban las reclamaciones de su gobierno. Fondearon frente a la Isla de Sacrificios, amenazando con invadir el territorio mexicano si México no cumplía las condiciones que Deffaudis plasmó en un ultimátum, que vencía el 15 de abril.

Como no fueron aceptadas tales demandas por el gobierno mexicano, la flota francesa abrió fuego contra el fuerte de San Juan de Ulúa, desarrollándose lo que hoy conocemos como la Batalla de San Juan de Ulúa (1838) y la ciudad de Veracruz el 21 de noviembre de 1838, por lo que al día siguiente capitularon ambas entidades, comenzando la guerra.

El gobierno de México reprobó ambas capitulaciones y expidió un decreto el 30 de noviembre anunciando que se declaraba la guerra al Rey de Francia, e inmediatamente pidió a Santa Anna que se pusiera al frente de las tropas e iniciara la ofensiva contra los franceses.

Santa Anna llegó a Veracruz y se dispuso a defender la ciudad, enviando una comunicación al comandante Charles Baudin informándole que no habían sido aprobadas las capitulaciones. En respuesta, el contraalmirante ordenó que una columna de 1000 hombres con artillería desembarcara con el propósito de aprehender a Santa Anna, y el 4 de diciembre consiguió desembarcar en Veracruz. Este, al darse cuenta del desembarco, reunió algunas fuerzas y entabló la lucha sin resultados definitivos para una u otra parte.

Ante esta situación, Baudin ordenó el embarco de sus tropas, que fueron perseguidas por los mexicanos liderados por Antonio López de Santa Anna hasta el muelle, donde los franceses, al disparar un cañón, pudieron detenerlos, resultando malherido el propio Santa Anna en una pierna la cual perdió, así como algunos dedos de la mano.

Baudin ordenó a continuación que la artillería naval hiciera fuego contra la ciudad, por lo que Santa Anna dispuso la evacuación del puerto, retirándose hasta la zona de Pocitos (a una legua de la ciudad) en donde la población no correría mayor peligro y Santa Anna se recuperaría de sus heridas.

Esto le dio una gran publicidad, lo que le permitió ocupar la presidencia de nuevo en 1839, 1841 y 1844, anunciando ya el estilo totalitario que distinguiría su último período aunado con los problemas de la cuestión texana con EU.

Al ocupar la presidencia de nuevo, Santa Anna sufrió un nuevo revés, al suscitarse de nuevo la cuestión texana.

Cuando en 1843, Estados Unidos planteó la incorporación de Texas a su territorio, Santa Anna intentó zafarse de la escena política para no sufrir descalificaciones de la opinión pública. Puso de pretexto la muerte de su esposa Doña Inés García y Martínez de Uscanga para retirarse de la presidencia mientras pasaba el furor público por la anexión de Texas a los Estados Unidos.

A los cuarenta días de luto por su mujer, Santa Anna contrajo matrimonio con la señorita Doña Dolores Tosta y Gómez, escándalo que contribuyó a aumentar su descrédito en un momento en que se le recordaba su anterior episodio en Texas y se le pedían responsabilidades. El retiro de la escena política en ese momento, lo pagó con un largo exilio en La Habana.[6]

En ausencia de Santa Anna, la situación interna en México estaba repartida entre hostilidades y caos político. Durante aquella situación, en EE. UU, James K. Polk había ocupado la presidencia del país. Polk era un conocido expansionista que desde hacía tiempo tenía puestos sus ojos en los territorios mexicanos de la Alta California y Nuevo México. El 29 de diciembre de 1845, para el enojo de los políticos mexicanos –quienes nunca reconocieron la independencia de Texas– el Congreso de los Estados Unidos (a instancias de Polk y su antecesor Tyler) aprobó la incorporación de Texas a la Unión Americana; un hecho que deterioró rápidamente las relaciones entre México y Estados Unidos. Dicha situación se agravó aún más cuando el gobierno mexicano se negó a recibir al embajador enviado por Polk para comprar los territorios deseados por 15 millones de dólares. Aquello fue aprovechado por Polk como pretexto para presionar al Congreso a declarar la guerra. En tanto, a fin de presionar más las cosas, Polk había enviado tropas al mando de Zachary Taylor en las periferias del río Bravo; aun cuando se consideraba al río Nueces como el límite oficial con Texas, unos kilómetros más al norte. Aunque las escaramuzas entre ambos contingentes fueron directamente provocadas por los estadounidenses dentro de suelo mexicano y sin declaración de guerra previa, Polk hizo ver a los mexicanos ante el Congreso como si hubieran sido los culpables. Con ello, la guerra entre ambos países dio inicio el 8 y 9 de mayo de 1846.

El gobierno de Valentín Gómez Farías decidió llamar de vuelta al general Santa Anna para dirigir los esfuerzos nacionales. A pesar de que logró amasar un considerable ejército, el evidente atraso tecnológico de este (el ejército usaba armas de tiempos de la Independencia) así como la falta de una cadena de mando eficiente, de nada le sirvió contra las fuerzas tecnológicamente superiores y mejor disciplinadas de Estados Unidos. Aquello significó una serie de derrotas consecutivas en todas las acciones bélicas de la guerra (la mayoría desarrollada en el norte). Se sabe que casi logró una victoria en la Batalla de la Angostura, pero se retiró inexplicablemente a un paso de derrotar al general Taylor.

Después, en su natal estado de Veracruz, fue derrotado en la Batalla de Cerro Gordo, en buena medida debido a que su artillería atacó a los centinelas del ejército estadounidense, revelando su posición. El grueso del ejército estadounidense evitó el camino donde Santa Anna pretendía atraparlos y atacó al ejército mexicano desde varios flancos, causando su derrota. Tras evacuar la capital del país, Santa Anna se exilió de nuevo, esta vez en Colombia.

Exiliado Santa Anna, el Congreso firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo, con el cual México perdió los estados de Alta California y Nuevo México (hoy California, Arizona, Nevada, Colorado, Utah y parte de Wyoming) a favor de los Estados Unidos, que se comprometió a pagar una indemnización de 15 millones de dólares a México.

Tras el exilio que se impuso el General Santa Anna en Colombia, el hambre, el descontento y las pugnas políticas hicieron caer en crisis al país una vez más, provocando con ello la dimisión del Presidente Mariano Arista, en 1853, causada por el Plan del Hospicio. En ese momento, el Partido Conservador, que había sido elegido en la mayor parte de los estados, reclamó de nuevo el regreso de Santa Anna y le escribieron el 23 de marzo de 1853 solicitándole que volviese a tomar la presidencia, a condición de que defendiese la religión católica, suprimiera el federalismo, organizase una nueva división territorial del país y reorganizara el ejército. Santa Anna, quien había demostrado hasta ese momento ser el único hombre con la suficiente fuerza para gobernar un país tan ingobernable, les tomó la palabra a los conservadores y regresó a la presidencia en abril de ese mismo año.

En un principio, y gracias a que se supo rodear de buenos asesores, el gobierno de Santa Anna fue uno de buenos resultados. No obstante, a la muerte de Lucas Alamán, su principal colaborador, el gobierno de Santa Anna fue degenerando poco a poco en uno de corte dictatorial. Se hizo llamar "Alteza Serenísima" y restauró la anteriormente extinta Orden de Guadalupe. Aquello despertó sospechas de la posibilidad de que la dictadura se fuese a transformar en una monarquía.

Durante la dictadura de Santa Anna, el gobierno mexicano siguió enfrentando una precaria situación financiera. Aquello obligó a Santa Anna, a fin de sanear las ya endebles arcas nacionales, a cobrar los impuestos más inicuos. Desde las puertas y ventanas, hasta por la posesión de perros. De igual forma, a fin de contener de una vez y por todas el deseo expansionista de EE. UU., Santa Anna se vio obligado a ceder, a cambio de 10 millones de dólares, el territorio mexicano de La Mesilla. Ya para entonces, la popularidad del autonombrado "Defensor de la Patria" estaba ya por los suelos. Sería ya en la última parte de su dictadura, en que Juan Álvarez, cacique sureño y antiguo caudillo de la Independencia, junto con otros tantos oponentes políticos, promulgarían el Plan de Ayutla.

Para 1855, varios estados se habían adherido al Plan de Ayutla, forzando a Santa Anna a renunciar por última vez a la presidencia y hacerlo marchar de nuevo al exilio. A pesar de que Santa Anna había atestiguado varias idas y vueltas de gobiernos, el triunfo del Plan de Ayutla marcó de una vez por todas la muerte política del nombrado 'Defensor de la Patria'.

Por el resto de su vida se mantuvo en el exilio pasando por diversos lugares: de Cuba a Estados Unidos, después a Colombia, y más tarde a la isla de Santo Tomás en las Islas Vírgenes. Durante esa vida itinerante, su voz se dejó oír en México sin provocar mucho ruido. Cuando se había instituido el nuevo gobierno liberal, Santa Anna publicó diversos artículos que instaban (sin éxito) a una rebelión en contra del régimen. De la misma forma, cuando se dieron los sucesos de la Segunda Intervención Francesa, Santa Anna escribió al gobierno mexicano ofreciendo sus servicios como militar para combatir al invasor; naturalmente, fue ignorado. Si bien Santa Anna siempre se encontró a favor de la soberanía máxima posible de México y aborrecía todo tipo de intervención extranjera, encontró simpatía en la restauración monárquica bajo el reinado del emperador Maximiliano de Habsburgo, por lo que, entusiasmado por la causa monárquica, escribió también al emperador para ofrecerle sus servicios, pero los asesores del archiduque austriaco le aconsejaron ignorarle, por lo que sus atenciones fueron desestimadas.[7]

Finalmente, aprovechando la amnistía general durante el gobierno del presidente Sebastián Lerdo de Tejada, regresó definitivamente a México en 1874. Para entonces, Santa Anna ya era un veterano de 80 años que padecía cataratas y al que el pueblo mexicano tenía en el olvido (no fue tomado en cuenta durante el aniversario de la batalla de Churubusco). El general Santa Anna moriría dos años después en su casa ubicada en la calle de Vergara (hoy calle de Bolívar) número 14, en la Ciudad de México, la noche del jueves del 21 de junio de 1876. Su tumba se encuentra en el viejo Panteón Civil del Tepeyac, de la Villa de Guadalupe-Hidalgo, en la Ciudad de México.

Fotografía de Antonio López de Santa Anna en 1870.

Johann Moritz Rugendas, Manga de Clavo. Hacienda del general Santa Anna. Kuperferstichkabinett, Staatliche Museen zu Berlin, Id. Number: VIII E. 2440, 1831-1834.

La Tumba de Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón.

En la actualidad existen varios museos referentes a la vida del General Antonio López de Santa Anna.



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