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Arquitectura del hierro



Arquitectura en hierro, del hierro o arquitectura metálica son denominaciones historiográficas[1]​ de una técnica constructiva y estilo arquitectónico del siglo XIX, originados en la disponibilidad de nuevos materiales que se produjo durante la Revolución Industrial.

En la época preindustrial hubo esporádicamente construcciones de hierro, y hay testimonios de construcción de varias pagodas chinas en hierro en la dinastía Tang (en el siglo IX; no confundir con la llamada pagoda de Hierro, realmente de ladrillo, cuyo color se asemeja al del hierro).[2]​ Tampoco debe confundirse con la arquitectura de la Edad del Hierro, de las primeras civilizaciones históricas o protohistórica, en el I milenio a. C.

La referencia al hierro debe entenderse una denominación genérica, ya que realmente se usó tanto hierro, como diversas fundiciones y acero.

A pesar de la temprana incorporación del hierro colado o fundido en estructuras de ingeniería como los puentes (Iron Bridge de Coalbrookdale, 1779, Pont des Arts de París, 1801), los arquitectos siguieron utilizando los materiales tradicionales, mientras el gusto académico siguió considerándolas "de mal gusto". Fue la arquitectura industrial la primera en incorporar el hierro en lugar de madera, inicialmente como una medida de protección contra los incendios, que se habían hecho muy comunes desde la introducción de la máquina de vapor.[3]​ El edificio fabril que construyó William Strutt. El modelo de fábrica inglesa del siglo XIX era el de una estructura de vigas y pilares de fundición con muros y bóvedas de ladrillo. También se utilizó masivamente la fundición para la implantación del mobiliario urbano en las ciudades planificadas con criterios higienistas propios del siglo XIX, con ejemplos que se convirtieron en emblemáticos: en Madrid las farolas fernandinas (1832), o en París las fuentes Wallace (1870), las columnas Morris (1868) o los edículos Guimard (de estilo art nouveau, en las bocas del Metro (Hector Guimard, 1900-). Todo tipo de motivos de ferretería arquitectónica, cuyo origen puede rastrearse en Inglaterra al menos desde 1734, comenzaron a aplicarse masivamente a mediados del siglo XIX en todo tipo de construcciones (dado el abaratamiento de su coste), imponiendo una estética ecléctica, popular o kitsch y unos acabados uniformes que deploraban los que añoraban el trabajo manual artesanal (como William Morris o John Ruskin).[4][5]

Quiosco en Brighton.

Kiosco en Lisboa.

Quiosco en Copenhague.

Kiosco en Nueva York.

Iron spring, templete, pabellón o quiosco decorativo de Fairmount Park, Filadelfia.

Entre los primeros ejemplos de arquitectura monumental que incorporaron el hierro estuvo la cúpula de la Halle aux blés ("mercado de granos" de París, François-Joseph Bélanger, 1811). La Commissioner's House del Royal Naval Dockyard (Bermudas, Edward Holl, años 1820) se considera la primera vivienda levantada con estructura de hierro.[6][7]​ En 1836, la iglesia de San Leopoldo (Follonica), de Alessandro Manetti y Carlo Reishammer incorporó por primera vez en la arquitectura eclesiástica elementos de hierro visto.

Las mejoras tecnológicas se fueron sucediendo. El hierro corrugado (o hierro corrugado galvanizado –CGI por sus siglas en inglés–) fue inventado en la década de los años 1820 por el británico Henry Robertson Palmer, arquitecto e ingeniero de la London Dock Company. Su uso se extendió en la arquitectura rural de Estados Unidos y otros países.

Cobertizos

The old Mill

Cobertizo Rainbow, Victoria (Australia).

Desde los años 1840, las innovaciones de la industria siderúrgica fueron generalizando el uso de planchas de hierro, perfiles en "doble T" y un acero de mayor calidad y precio cada vez más reducido (convertidor Bessemer, 1855). En 1867, Charles Drake de la Patent Concrete Building Company, patentó el uso de paneles de encofrado de hierro en lugar de madera.[8]

Se comenzaron a construir cast-iron buildings ("edificios de hierro fundido") especialmente en el SoHo de Nueva York (Edificio E. V. Haughwout, John P. Gaynor,[9]​ 1857), destacando las construcciones de James Bogardus (63 Nassau Street, 1844, 254-260 Canal Street, 1857, 75 Murray Street, 1858, 85 Leonard Street, 1861, Iron Clad Building,[10]​ 1862). En Londres, se había levantado una cúpula de hierro y cristal de 18 metros de diámetro en el Coal Exchange (James Bunstone Bunning 1847-1849).

En el París de mediados del siglo XIX destacó la biblioteca de Santa Genoveva (de Henri Labrouste, 1843-1850), de estilo neorrenacentista en su exterior pero que en su interior dejaba ver la estructura metálica. Similar recurso se aplicó en el Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford, esta de estilo neogótico (1855, Henry Acland, con el apoyo de John Ruskin).

El refinamiento en la fundición de hierro terminó consiguiendo su aceptación incluso como un material noble para la realización de esculturas que hasta entonces estaban reservadas al bronce ("hierro Kasli", en los Urales, 1860).


La aceptación social del hierro visto para los elementos arquitectónicos visibles se había producido con el extraordinario éxito de la arquitectura de hierro y cristal a partir de la construcción de los espectaculares invernaderos de Chatsworth (Joseph Paxton, 1837-1840), la Palm House del Real Jardín Botánico de Kew (arquitecto Decimus Burton y fundidor Richard Turner, 1841-1849) y, sobre todo, el Crystal Palace de Joseph Paxton (1851), que también demostró las posibilidades de los nuevos materiales para la arquitectura prefabricada (se montó, desmontó y volvió a montar en unos plazos brevísimos, a pesar de sus extraordinarias dimensiones).[11]​ Similares criterios se aplicaron a la cubrición de nuevos tipos de edificios demandados por la expansión económica: las galerías comerciales, y la arquitectura ferroviaria,[12]​ que construyó por toda Europa monumentales estaciones de ferrocarril. La ingeniería ferroviaria levantó puentes de gran atrevimiento y belleza, como el de Théophile Seyrig en Oporto (Puente María Pía, 1877).

Saint Pancras Station de Londres, William Henry Barlow, 1862. Con sus 75 metros fue la estructura cubierta de un solo tramo más grande del mundo hasta el Cowboys Stadium de Dallas (1971).

Galerie des machines françaises del Palais du Champ-de-Mars de la Exposición Universal de París de 1878. Henri de Dion.

Maqueta de la estructura de la Estación de Delicias de Madrid, proyectada por Émile Cachelièvre a partir del sistema de Dion. Se prefabricó en Bélgica y se montó en once meses, 1879-1880.

Estación Central de Fráncfort del Meno, Hermann Eggert, 1881.

Home Insurance Building, el primer rascacielos de Chicago, Le Baron Jenney, 1885.

Para la época de la construcción de la Ópera Garnier (1861-1875) ya se utilizaba con naturalidad y profusión el hierro en todo tipo de elementos estructurales (especialmente los pilares, vigas y planchas unidas por remaches).

El incendio de Chicago de 1871 dio ocasión para una masiva reconstrucción urbana, con los primeros rascacielos de estructura de acero (steel frame) y los nuevos conceptos de forma y función que caracterizan a la denominada escuela de Chicago.

Los edificios de hierro más impresionantes del siglo se construyeron por ingenieros franceses para la Exposición Universal de París de 1889: la Galerie des machines (Victor Contamin –arquitectos Ferdinand Dutert y Stephen Sauvestre–) y la Tour Eiffel (Alexandre Gustave Eiffel).

La emulación de los logros técnicos europeos y estadounidenses llevó a una verdadera "fiebre del hierro"[13]​ en Latinoamérica,[14]​ especialmente en las ciudades de mayor crecimiento, como las de la fiebre del caucho (Iquitos, Manaus). En México se construyeron "palacios de hierro" en la capital (1888-1891) y en Orizaba (de Eiffel, 1891-1894)

Entre mediados del XIX y el primer tercio del siglo XX se desarrolló una notable progresión técnica (con alguna espectacular catástrofe –hundimiento del Tay Bridge, 1879–) en la construcción de puentes de hierro (Puente Colgante Wheeling, 1849, Stadlauer Ostbahnbrücke en Viena, 1868-1870, Puente de Brooklyn en Nueva York, 1870-1883, Puente Don Luis I en Oporto, 1881-1886, Puente de la Torre en Londres, 1886–1894, Puente de Vizcaya, de Ferdinand Anodin y Alberto del Palacio, 1887-1893, puente Vierendeel en Avelgem, 1896-1902, Puente de Manhattan en Nueva York, 1909, Puente Hercílio Luz en Florianópolis, 1922-1926, Golden Gate en San Francisco, 1933-1937), que continúa hasta la actualidad.

Ponte San Michele, 1887-89.

Pike County, 1876.

Puente de Waiau, 1886.

Puente Essex-Merrimac, 1810-1909, de James Finley y John Templeman.

Ídem, detalle.

Además de la belleza intrínseca de las estructuras, los puentes urbanos se convirtieron en vehículo de expresión artística en sus ornamentos, especialmente algunos puentes de París o de San Petersburgo, realizados en el estilo de la arquitectura ecléctica.

Los constructores "de hierro" (cast-iron builders) se convirtieron en un estereotipo de la pujante burguesía empresarial del siglo XIX que, en palabras de Karl Marx, levantó "maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto". La confianza en la idea de progreso identificaba su ciencia y tecnología con su superioridad sobre el resto del mundo (imperialismo, "carga del hombre blanco"). "De hierro" pasó a ser un epíteto atractivo para denominar a personajes caracterizados por su voluntad y fortaleza (Otto von Bismarck, "el canciller de hierro" –Eiserne Kanzler–). Se llamó "ley de hierro de los salarios" (iron law of wages) a la teoría económica que defendía la existencia de una necesidad natural de que los salarios nunca pudieran subir por encima del nivel de subsistencia. Paralelamente, el movimiento obrero se fue desarrollando a través de la identificación con un particular tipo de "obrero", el generado por la minería, la siderurgia o la construcción.

William Strutt.

Paxton.

Men of Progress ("hombres de progreso", 1862), entre ellos, Bogardus.

Garnier (monumento en París).

Le Baron Jenney, el "padre" de la escuela de Chicago.

Eiffel, Sauvestre y otros miembros del equipo responsable de la construcción de la Torre Eiffel.

Caricatura de Contamin.



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