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Arquitectura gótica en España



La Arquitectura gótica se difundió en España, a finales del siglo XII, con relativa prontitud desde su nacimiento en Francia. Su consolidación fue progresiva, combinándose en sus primeros momentos los elementos arquitectónicos románicos y góticos. Desde sus inicios hasta llegar al periodo del alto gótico, la arquitectura española se mantuvo fiel a los modelos franceses. Sin embargo, algunas características como la insistencia en tipos de plantas de estilo románico o la conservación de elementos decorativos de influencia mudéjar condujeron a la formación de variantes estilísticas locales, este proceso se acrecentó a finales del siglo XIII y durante el siglo XIV, en los que apareció una amplia diferenciación en las formas arquitectónicas y decorativas regionales. El desarrollo de la arquitectura en España durante estos siglos reflejó las diferentes circunstancias históricas a las que estaban sujetos los diversos reinos hispanos. Así sobre todo en el sur de España el desarrollo del gótico se adoptó algo tardíamente. Por su parte la prosperidad económica en Cataluña estimuló la construcción civil en esta zona. A finales del siglo XV surgió un estilo panaespañol, característico del círculo de los Reyes Católicos, que nació del encuentro de estructuras tardogóticas europeas con decoraciones mudéjares y motivos renacentistas.[1]

El arte gótico tiene su inicio en Francia, surgió hacia el año 1140 en la isla de Francia, a partir de ese momento se asistió a un profundo desarrollo y renovación de la arquitectura, tanto por la calidad como por el número de edificios construidos. España junto con Alemania fueron dos de los países de Europa que recibieron la arquitectura gótica con mayor entusiasmo. La introducción del gótico en la Península ibérica, por la relación geográfica y política con Francia, comenzó de forma bastante temprana y fue muy duradera, manteniendo estrechos lazos con el gótico francés por el interés de los monarcas hispanos por estrechar lazos con el arte y la cultura de su vecino francés.

La difusión de la arquitectura gótica en España tuvo tres vías principales de influencia, la primera fue la arquitectura cisterciense que se extendió por todo el país y que antes del siglo XIII llevó a la construcción de los grandes conventos de la Orden reformada, precedentes del arte gótico.[2]​ La segunda vía fueron las relaciones mantenidas entre el Condado de Barcelona con el Languedoc y Provenza en Francia y el contacto de los obispos catalanes con los de Narbona y Montpellier. La tercera vía se produjo en Castilla y León, donde los matrimonios de varios reyes con princesas de las casas de Anjou, Borgoña y Plantagenet motivaron la introducción del gótico francés en la zona central.

La transición entre el estilo románico y el gótico se produjo de manera paulatina en España, por los recelos que despertaban las nuevas estructuras góticas, de carácter revolucionario en ese momento. El primer elemento gótico que se incorpora a la arquitectura española es la bóveda de ojiva, su aparición se efectúa hacia el año 1170, por vía de la Orden del Cister. Una manifestación de este tránsito está en el hecho de que algunos edificios se comiencen a labrar de forma gótica y posteriormente se continúan bajo esquemas románicos.[3]​ La combinación de ambas formas se funden en un estilo de transición, que tiene sus principal presencia en las catedrales de Tarragona comenzada en 1174, Lérida (1203), Ávila (1170) y Cuenca (1196).

El gótico pleno llega a desarrollarse con toda su fuerza a través del Camino de Santiago en el siglo XIII, con la creación de algunas de las más puras catedrales góticas, de influencia francesa, durante el reinado en Castilla y León de Fernando III: las catedrales de Burgos, León y Toledo. En la Meseta están presentes dos influencias, la borgoñona, en el Reino de León, debido al matrimonio de Alfonso VI con Constanza de Borgoña; y la inglesa, en el Reino de Castilla, llegada a través de la alianza matrimonial de los reyes castellanos con la Casa de Lancaster (Juan de Gante y Catalina de Lancáster).

La primera piedra de la catedral se colocó el 20 de julio de 1221 en presencia de los promotores del templo: el rey Fernando III de Castilla y el obispo Mauricio. Cabe suponer que el primer maestro de obras fue un anónimo arquitecto francés.

La construcción de la catedral se inició por la cabecera y el presbiterio. Hacia 1240 asumió la dirección de las obras el llamado Maestro Enrique, también de origen francés, que después se haría cargo del proyecto de la catedral de León y que sin duda se inspiró en la catedral de Reims, con cuya fachada el hastial de la seo burgalesa guarda grandes semejanzas. Las obras avanzaron con gran rapidez y hacia 1238, año de la muerte del prelado fundador, sepultado en el presbiterio, ya estaban casi terminadas la cabecera y buena parte del crucero y las naves. La consagración del templo tuvo lugar en 1260, aunque constan la realización de celebraciones religiosas en él desde 1230. Entre la segunda mitad del siglo XIII y principios del XIV se completaron las capillas de las naves laterales y se construyó un nuevo claustro. Al maestro Enrique, fallecido en 1277, le tomó el relevo el maestro Johan Pérez. Otros canteros posteriores fueron Aparicio Pérez, activo en 1327, Pedro Sánchez de Molina y Martín Fernández, fallecidos respectivamente en 1396 y 1418. A mediados del siglo XV, sobre las torres, Juan de Colonia elevó sendas agujas de base octogonal, decoradas con finos calados que configuraron definitivamente la silueta del templo burgalés. También fue añadida tardíamente la capilla del Condestable, obra de Simón de Colonia. La catedral es un edificio de tres naves y girola simple. El interior es difícil de apreciar por la presencia de un coro de grandes dimensiones.[2]

El edificio de la catedral es obra del siglo XIII, la primera piedra se colocó el 14 de agosto de 1226, también con asistencia del rey Fernando III y del arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada, quien desde el principio de su mandato, en 1209, defendió ante el Papa, la primacía de la sede toledana. En su mente figuraba la construcción de una gran catedral digna de esta ciudad que gobernaba. Ximénez de Rada fue el entusiasta promotor de la nueva catedral. Hacia mediados del siglo se produce un cambio en las obras, con la llegada del maestro Petrus Petri, quien según su lápida funeraria se le considera como el verdadero creador de la catedral. La construcción de esta catedral tiene una importancia fundamental por el mantenimiento de una tradición que ha de influir en una de las características más distintivas de la arquitectura gótica española. El templo presenta cinco naves de alturas escalonadas, que distribuyen su empuje y girola doble.

La parte más antigua del templo es la cabecera que mantiene en su arquitectura los triforios originales. En la cabecera se encuentra la girola doble como corresponde a una planta de cinco naves. Esta doble girola es de grandes proporciones, los tramos de la girola correspondientes a las distintas capillas se estructuran con plantas alternativas de rectángulos y triángulos, lo que hizo que cada capilla fuera de distinto tamaño, mayores la de carácter rectangular y más pequeñas las triangulares. Este modo de estructuración de la cabecera se puede ver en las catedrales francesas de Notre Dame en París, Bourges y Le Mans, siendo esta última la más parecida. Las bóvedas de las naves son cuatripartitas excepto en el crucero y capilla mayor. en que se refuerzan con terceletes.

La construcción de la catedral gótica se inicia hacia 1205, pero los problemas constructivos de los cimientos hicieron que pronto las obras quedaran paralizadas, y no se reemprendiera la tarea hasta 1255, bajo el pontificado del obispo Martín Fernández y el apoyo del rey Alfonso X el Sabio, siendo esta nueva catedral de estilo enteramente gótico. El arquitecto de la catedral parece ser que fue el maestro Enrique, tal vez natural de Francia, y que ya había trabajado anteriormente en la catedral de Burgos. Es evidente que conocía la forma arquitectónica gótica de la isla de Francia. Falleció en 1277, siendo sustituido por el español Juan Pérez. En 1289 fallecía también el obispo Martín Fernández, cuando la cabecera del templo ya estaba abierta al culto. La estructura fundamental de la catedral se finaliza pronto, en 1302, abriendo el obispo Gonzalo Osorio la totalidad de la iglesia a los fieles, aunque la torre sur no se terminó de construir hasta el siglo XV. Esta prontitud en las obras le da una gran unidad de estilo arquitectónico. La catedral de León, al igual que su hermana predecesora la catedral de Burgos, se inspira en la planta de la catedral de Reims, que bien pudo conocer el maestro Enrique. Este aspecto, como la planta, los alzados, y los repertorios decorativos y simbólicos convierten esta catedral en un auténtico edificio transpirenaico, alejado de la corriente hispánica y perteneciente a la más pura escuela de la Champaña francesa, pues si sus rasgos formales se relacionan con el gótico champaniense, sus significados simbólicos y programa arquitectónico están estrechamente ligados con los de la catedral de Saint Denis, la catedral de Notre Dame de París y la catedral de Reims. Geográficamente tampoco es ajena a aquel mundo, pues la ciudad constituía uno de los hitos más importantes del Camino de Santiago, también llamado Camino Francés. Como rasgo característico más importante, goza la catedral leonesa de alcanzar el summum lumínico de todas las catedrales, con un espacio inmenso de vidrieras al reducirse la estructura pétrea de sustentamiento al mínimo posible.

El siglo XIV supone el esplendor del gótico en las áreas mediterráneas, de Cataluña, Valencia y Mallorca. La diversidad climatológica, la influencia francesa e italiana y la configuración social marcan el estilo gótico en estas zonas, con rasgos propios. Son construcciones de exteriores sobrios y macizos de gran simplicidad que otorga gran solemnidad a los templos, que presentan la denominada planta de salón de tradición norte europea, en las que se reducen la diferencia de altura con las naves laterales, y ausencia de arbotante, con escasa decoración escultórica, caracterizado por la influencia de las iglesias del sur de Francia y la casi nula aportación del arte mudéjar. La preocupación por la perfección y la pureza constructiva sustituye al afán decorativo de la arquitectura castellana. También destaca mucho la arquitectura civil.[2]​ Sus mejores ejemplos son:

Comenzada a construir en 1298. Está formada por tres naves de la misma altura, la central el doble de ancho que las laterales; carece de nave transversal. Desde el falso crucero las circulares se unen en girola, pasando por detrás del presbiterio y formando un arco semicircular, donde se alojan una corona de galerías, cubiertas por arcos ojivales y por encima de estas capillas se encuentran las vidrieras que iluminan el ábside.

La catedral de Gerona se comenzó a construir en 1317, su construcción fue de un extraordinario atrevimiento en la época. En principio su diseño era similar a la de Barcelona, pero durante su construcción, el arquitecto Guillermo Bofill, decidió unificar las tres naves de la cabecera en una sola con capillas laterales, lo que dio a la catedral una fisonomía bien diferente a la de los restantes edificios góticos religiosos.

La catedral de Palma de Mallorca que dispone de tres naves sin girola, de extraordinaria altura que alcanza 44 metros en su nave central. La mayor novedad que presenta la catedral es el ábside que cierra en línea recta. También destaca el rosetón de grandes dimensiones que permite la iluminación de su cabecera. Fue consagrada en 1346.

Las obras se comenzaron el 2 de marzo de 1329 y en 1393 se colocó la última piedra del cierre de la bóveda. Las trazas se atribuyen Jaime Fabre. El exterior siguiendo las características del gótico catalán presenta un aspecto macizo y robusto. El conjunto del interior muestra una concepción de carácter unitario de gran luminosidad, con tres naves, de alturas muy similares. El presbiterio se organiza con un tramo con cabecera poligonal con ocho columnas.[4]

La arquitectura civil tiene gran relevancia en todo la zona de Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca. La necesidad de grandes espacios originó la construcción de edificios como lonjas, casas municipales, palacios de la nobleza urbana y burgueses, hospitales, fortificaciones etc. De entre todos los más deslumbrantes serán las lonjas, generalmente construidas en los últimos periodos de la arquitectura gótica[5]

Durante los siglos XV y XVI, mientras en Italia crecía con fuerza el Renacimiento, la actividad constructiva del gótico es abrumadora en España, se levantan numerosos edificios de grandes proporciones, caracterizados por la sencillez estructural de la construcción y la complicación ornamental. Se erigen las grandes catedrales de Sevilla iniciada en 1402, Segovia (1525) y Salamanca (1513). La disyuntiva de estilos en que se encontraba la arquitectura de la época era percibida de forma plenamente consciente por los contemporáneos, pero de una manera bien distinta a como suele percibirse por el gusto actual, que asocia al Renacimiento la "modernidad" y al Gótico la "medievalidad": Diego de Sagredo lo expresó con la oposición entre el estilo moderno (el Gótico, en su versión local) y el romano (el Renacimiento clasicista e italianizante), entre el estilo gótico, racional y eficiente y el estilo romano, ampuloso y sensual.

Durante el siglo XV, la influencia flamenca es muy importante y son muchos los artistas del norte de Europa que se establecen en España, la estrecha relación comercial y política de Castilla con el centro y norte de Europa convoca a arquitectos como Juan y Simón de Colonia, que actúan fundamentalmente en Burgos y Valladolid, donde destacan la Capilla del Condestable en la catedral de Burgos, la iglesia conventual de San Pablo (Valladolid) y el Colegio de San Gregorio.

Hanequín de Bruselas inicia el foco toledano, seguido por su discípulo Juan Guas del que destaca el Palacio del Infantado y Monasterio de San Juan de los Reyes y Enrique Egas que crean escuela adaptándose a la sensibilidad local. La fusión de motivos góticos, flamencos y mudéjares alcanzan su máximo desarrollo, durante este siglo, dando lugar a un auténtico estilo nacional, denominado gótico isabelino, llamado así por coincidir con el reinado de los Reyes Católicos. Se caracteriza por una rica ornamentación, que reúne formas flamígeras, mudéjares y renacentistas. Este estilo inicia una lenta transición al renacimiento, pero a la vez supone una férrea y decidida resistencia a abandonar los paradigmas constructivos góticos tradicionales. Sus mejores obras son San Juan de los Reyes en Toledo, la Capilla Real de Granada y la Cartuja de Miraflores en Burgos.

A este periodo corresponde también la catedral de Palencia, que aunque iniciada en 1321, tiene su avance fundamental durante el siglo XV.[6]​ Durante este periodo también irrumpe el plateresco que viene a ser una reinterpretación del arte renacentista junto al purismo renacentista, sin que se puedan establecer fronteras cronológicas claras entre todos estas tendencias.

Catedral de Palencia.

Portada de la Cartuja de Miraflores.

Iglesia de San Miguel (Jerez de la Frontera).

Colegio de San Gregorio.

Iglesia de San Pablo (Valladolid).

Bóvedas del crucero de la catedral de Sevilla.

Catedral de Segovia.



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