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Arquitectura visigoda



Después de las devastaciones que en los primeros años del siglo V sufrió la península ibérica por las oleadas de vándalos, alanos, suevos y visigodos que la invadieron, quedó al fin relativamente sosegada con la dominación de estos últimos a partir del año 507 y más todavía cuando en el 589 se realizó la conversión de los visigodos arrianos al catolicismo con Recaredo, su monarca. A mediados del siglo VI llegaron a Hispania legiones imperiales de Constantinopla con objeto de ayudar y afirmar en su trono al rey Atanagildo y posesionándose de algunas plazas en las costas de Levante y Mediodía, las retuvieron por más de medio siglo (552-615) con su obligado acompañamiento de artistas bizantinos contribuyendo de esta suerte a reforzar los elementos orientales que ya formaban parte del caudal artístico de los godos.

Consta, por testimonios fidedignos de aquella época, la existencia de magníficas iglesias en España, desde los últimos años del siglo VI hasta la invasión sarracena:

Por el tesoro de Guarrazar (Toledo) del siglo VII y por las inscripciones que se conservan de la misma época se demuestra con evidencia el gran influjo que el arte visigodo había recibido del septentrional y del bizantino y el adelanto al que habían llegado las artes suntuarias en España, lo cual da derecho a inferir que no les iría a la zaga la arquitectura.

Los pocos restos de construcciones visigodas que, salvando el paso de los siglos y las terribles vicisitudes que experimentó el solar español, han podido llegar hasta nosotros demuestran que la España visigoda poseía un arte propio y nacional distinto del de otros países por lo menos desde la época de Recaredo. No constan con certeza edificios visigodos o ruinas de ellos anteriores a su reinado.

Los principales elementos componentes de la arquitectura visigoda pueden fijarse de este modo para las iglesias propiamente dichas:

Había también iglesias que imitaban el tipo bizantino acaso destinadas a servir de baptisterios. Dicho tipo se manifiesta en la planta de cruz griega o cuadrada y dividida en tramos sobre cuyo centro se alzaba una cúpula o por lo menos una bóveda vaída. Y no faltaban humildes oratorios y memorias de mártires (martyrium como las llama San Isidoro) de sencilla planta rectangular y de pequeñas dimensiones con ábside o sin él y con más o menos ornamentación que las denuncia como de esta época.

El arco de herradura usado por los visigodos se distingue del mahometano en su arranque, en su amplitud, en su altura relativa y en su despiezo. El visigodo arranca directamente del ábaco del capitel y es algo más ancho que el intercolumnio por él cubierto; su peralte (porción que media entre el arranque y la línea horizontal que pasa por el centro) equivale a un tercio del radio o poco más y su despiezo es comúnmente horizontal en el peralte y radial desde la terminación de este y alguna vez radial en todo. Su curvatura no es sencillamente ultrasemicircular sino que desde la línea horizontal del centro desciende la curva obedeciendo a otro centro más lejano o formada al tanteo. En cambio, el arco musulmán de herradura se apoya en zapatas salientes sobre el capitel, ofrece igual amplitud que el vano por él cubierto, tiene un peralte cada vez mayor (en el siglo IV, de medio radio y desde el siglo XIII se convierte en arco en ojiva túmida, resultando el peralte muy elevado) su despiezo es horizontal hasta más arriba de la línea del centro por lo menos desde siglo IX y su curvatura es simplemente ultrasemicircular.

Los monumentos de arquitectura que hoy se consideran como visigodos en nuestra península aunque hayan sufrido posteriores y variadas restauraciones o solo se conserven ruinas de ellos, se reducen a los siguientes:

Todas estas iglesias son del siglo VII aunque las de San Martín y San Pedro podrían ser de principios del siglo VIII.

También se adjudican en su origen a la misma época (del siglo VI al VII) las tres iglesias del conjunto monumental de Tarrasa, un conjunto monumental único en Europa,[1]​ a saber:

Las tres fueron restauradas en los siglos IX, XI y XII, a principios del siglo XX (Puig i Cadafalch) y entre los años 1998 y 2009[2]​ y 2013[3]​. El conjunto está en la lista de candidatos a ser Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO[4]​.

Como ejemplares de pequeños oratorios se citan:

Hay también otras reliquias de arquitectura visigoda diseminadas en varias poblaciones de España como las de:



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