La astrología occidental —llamada así porque ha sido desarrollada principalmente dentro de la cultura occidental, especialmente entre el Oriente Próximo y Europa— es una disciplina de conocimiento considerada no científica por los baremos actuales de lo que se reconoce como ciencia, aunque incluye dentro de su metodología ciertos estudios científicos, como la astronomía y la geometría. El objetivo de la astrología es, básicamente, la relación entre los astros y los actos y sucesos que afectan a la Tierra, especialmente a los seres humanos.
Los primeros testimonios escritos sobre el estudio de la astrología son de origen mesopotámico, hace unos 2600 años de antigüedad aproximadamente, encontrados entre los restos de la famosa librería de Nínive, creada bajo las órdenes del rey asirio Asurbanipal, aunque todo parece indicar que de hecho se tratarían de copias de fuentes muy anteriores, probablemente de origen sumerio. En todo caso se trataba de un estudio bastante alejado de la forma moderna de astrología que se practica hoy en día y estaba dirigida de forma exclusiva hacia los monarcas ya que se consideraba que su destino estaba íntimamente ligado al de su pueblo.
Los egipcios, a lo largo del segundo milenio antes de Cristo, perfeccionaron en gran medida los cálculos astronómicos necesarios y fueron los que sentaron la configuración actual de los signos del zodiaco. Pero donde se hicieron grandes pasos fue con la llegada de los griegos. Los astrólogos helenos dotaron a la disciplina de una dimensión mucho más humana y no tan divina permitiendo que el objeto de estudio fuera aplicable a cualquier persona y no sólo a reyes y similares. De hecho la gran aportación griega a la astrología fue la de profundizar sobre las razones de su funcionamiento y en sus manos recibió una enorme influencia del pensamiento holístico.
Durante el Imperio romano el desarrollo de la astrología fue más bien lento ya que los estudiosos romanos se dedicaron, sobre todo, a recopilar los conocimientos esencialmente de origen griego y egipcio. Tampoco sufrió muchos avances en tiempos de los primeros siglos de cristianismo a raíz del debate abierto sobre si la astrología tenía cabida o no aunque generalmente los doctores cristianos siempre fueron prudentes a la hora de juzgarla. En este sentido uno de los más importantes excepciones fue San Agustín el cual fue especialmente crítico.
En cambio, los árabes sí la estudiaron profundamente y aportaron algunos cálculos matemáticos de cierta complicación usando la álgebra aplicables a la astrología a partir de los conocimientos adquiridos de los antiguos griegos creando lo que se conoce como las partes arábigas . Con el contacto de la cultura árabe y la cristiana durante la Baja Edad Media hubo un resurgimiento de la astrología en Europa, sobre todo a partir del siglo XIV, que hizo elevar su estudio como "ciencia" , algo comprensible si se tiene en cuenta que en aquel momento aún no existía el método científico y por tanto no existía la definición que se usa hoy en día sobre lo que se puede considerar científico y lo que no.
El siglo XVII fue clave con la consecución de la llamada revolución científica que dio luz a la ciencia moderna sometida al método científico citado antes. La astrología propiamente dicha, por no superar las pruebas pertenecientes al respecto, se separó de la astronomía y fue perdiendo prestigio acabando, así, degradándose su percepción hasta ser visto al final, a ojos de los científicos y consecuentemente por la población en general, como un puñado de supersticiones sin fundamento racional. Uno de sus últimos defensores de prestigio más firmes de esta época fue Johannes Kepler
Hacia mediados del siglo XIX se inició una cierta voluntad dentro de la cultura anglosajona para revitalizar la astrología e intentar restituirle el prestigio perdido procurando eliminar la imagen ocultista que tenía ante los profanos. El movimiento de rehabilitación de la astrología no paró de crecer a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX culminando en las afirmaciones del prestigioso psicólogo Carl Gustav Jung que defendía la astrología como un compendio del conocimiento psicológico de la antigüedad. Se puede decir que la enorme influencia que realizó Jung sobre la utilidad de la astrología dio pie a que ésta se "refundara" como astrología moderna en contraposición de la astrología clásica practicada hasta mediados del siglo XX la cual era marcada por los principios de determinismo y moralidad propios de la influencia cultural judeocristiana.
Hoy en día la astrología es estudiada desde múltiples enfoques que, con el paso de los años, han ido conformando diversas corrientes, algunas de ellas en estrecho contacto con otras disciplinas. A continuación se exponen las más generalizadas:
Del objeto resultante con la aplicación de los cálculos astrológicos sobre una fecha, momento y lugar determinados se llama una carta astral la cual puede recibir diferentes denominaciones en función de cuál es el objetivo por el que se estudia: si se refiere al nacimiento de una persona se le llama carta natal, si, en cambio, se centra en un determinado momento a lo largo de la vida de una persona entonces se denomina horóscopo. Aparte de eso una carta astral también puede ser estudiada para analizar un momento histórico local o mundial entre otros usos posibles. Otra aplicación sería, por ejemplo, la sinestría la cual consiste en la comparación de las cartas natales de dos personas diferentes con el objetivo de encontrar el grado de compatibilidad/incompatibilidad independientemente de qué tipo de relación tengan (amistosa, amorosa, laboral, familiar, por ejemplo).
La carta astral, conceptualmente, se puede considerar una imagen esquemática desde un enfoque geocéntrico del cielo en el momento y lugar exacto que se ha propuesto estudiar, aunque sería más preciso decir que la imagen corresponde a la franja del cielo cerca de la eclíptica donde coinciden tanto el plano de las órbitas de la mayor parte de los astros del Sistema Solar así como el cinturón de constelaciones del zodiaco las cuales tuvieron, en su momento, un origen común con los signos de los mismos nombres.
Dentro de una carta astral existen varios elementos que, combinados entre sí, facilitan de entrada una información básica dentro de su estudio. Estos elementos se dividen entre los astros y puntos sensibles, los signos y las casas.
Los astros, también llamados planetas (una denominación que no debe confundirse con el término astronómico para planeta), representan las diferentes facetas, o grupos de facetas relacionadas entre sí, de personalidad posibles; en cambio, los signos son diferentes modelos, o arquetipos, como los definió Jung, de personalidad general, mientras que las casas delimitan los diferentes ámbitos de la vida en que uno se puede mover. La idea consiste en que la coincidencia de un determinado planeta en la zona de un determinado signo y de una determinada casa dará información sobre la tendencia de actuación y/o reacción de esa persona u objeto de estudio. Para decirlo resumidamente: los planetas son el qué, los signos el cómo y las casas el dónde o cuándo.
Por norma general, son objeto de estudio como astros principales el Sol, la Luna y los planetas del Sistema Solar (incluyendo el recientemente redefinido como planeta enano Plutón) aunque últimamente existen numerosos astrólogos que usan también otros cuerpos celestes menores tales como Quirón o algunos de los más importantes conocidos ubicados en el cinturón de asteroides como Ceres, Palas, Juno o Vesta.
Los astros principales estudiados se dividen en diferentes grupos en función de los tipos de facetas que marcan. El Sol y la Luna se consideran, en conjunto, el núcleo central de personalidad. Mercurio, Venus y Marte son los planetas personales; Júpiter y Saturno son los planetas sociales; y Urano, Neptuno y Plutón, los planetas generacionales o transpersonales. Por otra parte, estos astros tienen vínculos con los signos llamados dignidades los cuales son siempre cuatro: caída, exilio, exaltación y regencia. Esta última es considerada la más importante y más estudiada en la interpretación de una carta astral ya que la regencia (también denominada domicilio) otorga un vínculo armónico de características entre astro y signo lo que, según los astrólogos, hace especialmente significativa su lectura si coinciden en la misma posición el planeta regente con su signo regido correspondiente.
Como se mencionó anteriormente aparte de los astros clásicos y los planetas extra-saturnianos también muchos astrólogos en los últimos años consideran otros cuerpos menores en una carta aunque las facetas que representan son matices de actuación muy puntual en la personalidad (pero presentes a lo largo de la vida).
Además de los astros existen otros elementos equiparables en su categoría que también son estudiados y que se tratan de puntos imaginarios en el cielo dados por la geometría astronómica. Incluso hay puntos sensibles que son de mayor consideración en una carta que algunos astros. Estos en son los más significativos:
Lo que hoy en día conocemos por signos del zodiaco occidental nacieron ya en los inicios de la astrología en Mesopotamia confundiéndose su función con las constelaciones que los representaban. Diciéndolo de otra forma: signos y constelaciones eran esencialmente lo mismo o, como mínimo, la constelación daba razón de ser al signo. Hoy en día esta fusión de términos es considerada mayoritariamente obsoleta y, en cambio, se prefiere ver los signos, con un cierto sentido esotérico, como algún tipo de manifestación energética vinculada con el tramo de cielo de donde proviene más que con la constelación que ocupa dicho tramo. Esta definición desvinculando ambos términos ha venido por la demostración empírica de que, dado el desplazamiento inexorable de las constelaciones debido al fenómeno conocido como la precesión de los equinoccios, la interpretación astrológica es más fiable considerando la ubicación original de los signos, es decir, constelaciones de hace más de 4000 años, en los inicios de los estudios astrológicos, no contando la ubicación actual de las constelaciones. A pesar de ello, hoy en día todavía hay astrólogos que prefieren trabajar sobre esta situación actual de las constelaciones (ya que creen que el vínculo con los signos sí existe) si bien se trata de una corriente minoritaria. A raíz de esto se puede optar, pues, por dos formatos de zodiaco a usar en el estudio de una carta: el sideral que usa de referente el recorrido del Sol para definir el punto vernal (o sea: el punto de partida de la rueda zodiacal en el equinoccio de primavera) y por tanto coincide con la posición actual de las constelaciones, y el tropical, el más utilizado actualmente, que reconoce como punto de partida de la rueda zodiacal un punto fijo en el espacio situado entre las constelaciones de Aries y Piscis y dispone los signos por doce porciones iguales sobre el cielo sin tener en cuenta las constelaciones ni en ubicación ni en porción de espacio que ocupan, sino únicamente la eclíptica terrestre, que se divide en 12 porciones iguales.
En un sentido estrictamente psicológico los signos son arquetipos de personalidad; es decir: encarnan modelos básicos de comportamiento personal no equiparables entre sí aunque pueden compartir algunos rasgos puntuales. Al tratarse de arquetipos es casi imposible que exista ninguna persona real que pueda ser "completamente" de un signo determinado. Es aquí donde interviene la combinación de planetas y puntos sensibles con los diferentes signos, junto con las diferentes casas, donde son ubicados cada uno de ellos para definir la manera única e intransferible de ser de todos y cada uno de los seres vivos existentes, que han existido o que existirán en el futuro.
Por orden cronológico/espacial, los doce signos del Zodiaco son:
Los signos se pueden clasificar de acuerdo a tres maneras diferentes que se superponen entre sí dotando a todo el conjunto de un sentido armónico y coherente. De hecho, el orden de los signos no es fruto del azar y se encuentra supeditado a este esquema de clasificaciones.
Según esta clasificación, los signos se dividen en dos grupos de seis signos cada uno:
Con esta clasificación los signos quedan agrupados en tres conjuntos de cuatro signos cada uno: los signos cardinales, los signos fijos y los signos mutables. Existe una estrecha relación entre esta clasificación y el paso de las estaciones del año ya que la disposición de los períodos solares de los signos está coordinada.
La tercera manera de clasificar los signos es según los elementos y consiste en agruparlos en cuatro conjuntos de tres signos cada uno. Los signos de cada elemento comparten ciertas características, especialmente de mentalidad y manera de ver y abordar el mundo. Siguiendo el orden de los signos en la formación de la rueda zodiacal se agrupan entre ellos los que siempre se encuentran distanciados de cuatro en cuatro.
Como se puede comprobar todos y cada uno de los signos tienen una combinación única y personal de los agrupamientos por las tres clasificaciones: hay un signo de cada calidad para cada elemento y un signo de cada elemento por cada calidad. En cuanto la clasificación por energías duales se puede ver detenidamente cómo agrupa los signos de los elementos Fuego y Aire dentro de los de energía positiva/masculina/diurna y los de los elementos Tierra y Agua con los de energía negativa/femenina/nocturna. El motivo de esta disposición se debe a que las características que albergan cada tipo de clasificación, combinadas en un signo concreto, da la información básica sobre cómo es el arquetipo de personalidad que presenta dicho signo.
Un compendio de conocimiento que nunca se contradice y resulta siempre acumulativo como es la astrología ha dado pie a una cantidad casi inalcanzable de información extraíble en todos y cada uno de los conceptos estudiados. En el caso de los signos, por ejemplo, el orden establecido también ha servido para ver una lógica equiparando cada signo con los diferentes estadios de la vida de una persona. Así, Aries sería el bebé recién nacido que sólo es consciente de sí mismo y tal solo sabe reivindicar sus necesidades, Tauro simbolizaría el bebé de unos pocos meses que espera paciente a que le hagan todo, Géminis el niño que descubre el mundo y aprende a hablar, Cáncer el niño que aprende qué es el miedo y se refugia en la seguridad de sus padres y la familia, etcétera.
Otro planteamiento interesante se encuentra en dotar de un significado filosófico y místico a los seis ejes de signos opuestos entre sí. Por ejemplo: el primer eje es el que conforman los signos de Aries y Libra los que simbolizarían la dicotomía yo-tú; es decir: el individualismo excluyente de Aries contra el reconocimiento y valoración de los demás de Libra. De hecho con la astrología moderna se contempla una clasificación independiente de las clásicas citadas antes donde los seis primeros signos, es decir: de Aries a Virgo, son esencialmente individuales y centran sus motivaciones en sí mismos mientras que los seis restantes, de Libra a Piscis, tienden a usar más la contraposición con los otros para asentar su propia identidad.
El sistema de casas es una estructuración geométrica del espacio alrededor de la persona u objeto estudiado en la carta dividiéndolo en doce porciones (no necesariamente iguales) donde cada porción, según su ubicación angular respecto al punto del ascendente, tendrá un significado concreto. Al igual que los signos también se pueden clasificar en grupos de varias maneras otorgándole un significado colectivo a cada grupo aunque las clasificaciones más importantes son tomando como líneas divisorias los ejes ascendente-descendente y medio cielo-fondo de cielo, de esta forma, por ejemplo, se contemplan los hemisferios: si se usa de separador del eje ascendente-descendente se tienen en la parte inferior de la carta del hemisferio nocturno y en la parte superior el hemisferio diurno, si en cambio se utiliza el eje medio cielo-fondo de cielo aparecen el hemisferio del yo (el occidental) y el hemisferio del tú (el oriental).
Como se ha citado antes cada casa representa un ámbito de la vida donde signos y planetas actúan de una forma específica. Estos son los ámbitos que afectan a cada casa:
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