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Ayahuasca



Ayahuasca o yagé es una bebida indígena usada en la medicina tradicional sudamericana por pueblos nativos de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.[1][2][3]

Se trata de una decocción elaborada a partir de la combinación de:

El consumo de la ayahuasca genera efectos alucinógenos a causa de la presencia del DMT natural de plantas como Psychotria viridis, Diplopterys cabrerana y otras.[8]

El preparado de la ayahuasca recibe distintos nombres dependiendo de los diferentes pueblos o regiones dónde se elabora.[9]

Las dos palabras más conocidas son yagé (Colombia, Ecuador y Perú) y ayahuasca (Bolivia, Ecuador y Perú), ambas palabras designan tanto a la planta Banisteriopsis caapi como a la bebida ritual preparada por los especialistas en medicina tradicional amazónica y la ceremonia en la que se consume.[4]

Es una decocción de la liana Banisteriopsis caapi, que contiene unas sustancias que actúan como inhibidores de la monoamino oxidasa. Las principales son harmina (un principio activo al que antes de su clasificación oficial en 1939 se le llamó banisterín, yageína), y en bajas concentraciones también presenta harmalina y harmalol. Este grupo de alcaloides β-carbolínicos no es exclusivo de Banisteriopsis, también se presenta en las semillas de Peganum harmala (ruda siria).[27][28]

Uno de los preparados más comunes es la mezcla de Banisteriosis caapi con Psychotria viridis (chacruna). También se puede encontrar mezclada con Diplopterys cabrerana (chaliponga o chagropanga) o con Mimosa tenuiflora (jurema preta o catinga). Estas plantas aportarían al preparado, en su caso, la molécula dimetiltriptamina o DMT. Con todo, la variabilidad en la composición de las diversas ayahuascas será muy grande, encontrándose en alguna de sus variantes otros componentes adicionales como el tabaco u otras plantas. El resultado es un brebaje empleado en los rituales chamánicos de varios pueblos nativos amazónicos.[7]

Jonathan Ott, en su libro Análogos de la ayahuasca identifica varias combinaciones posibles con plantas de diversos continentes.[29]

No existen estudios científicos sobre la toxicidad de la ayahuasca y riesgo de habituación. Su consumo resulta en una serie de efectos propios de la combinación de sus principios activos y por su efecto alucinógeno.[30][31][32][33][34][35]

Los efectos inmediatos más frecuentes son las náuseas, vómitos, diarrea, midriasis, ataxia, sudoración o temblor.[36]​ Otros efectos menos comunes son la hipertensión y las palpitaciones.[36]

Sin embargo, el peligro más serio se deriva de su efecto sobre el córtex cerebral, que puede provocar un cuadro psicótico cuya duración varía, pudiendo ser agudo, o bien más duradero y en algunos casos, ser irreversible. Está documentado que desencadena esquizofrenia en personas predispuestas.[30][31][32][34][37][38]

La ayahuasca tiene un origen milenario entre las culturas del Amazonas de Perú, Venezuela, Colombia, Bolivia, Ecuador y Brasil.[39][40]​ Varias culturas y tradiciones de los pueblos amazónicos entendieron a la poción de ayahuasca a partir del paradigma tradicional de salud propio de estos pueblos.[41]

En los documentos etnohistóricos coloniales se encuentran descripciones del uso del ayahuasca por parte de los pueblos de la Amazonia que habitaron las áreas del río Marañón en Perú:[42]

Dispuestas así las cosas, toma su asiento el adivino en medio de los hombres y a vista de todos echa en un vasito pequeño del cocimiento prevenido y bebe una o dos veces sin hablar palabra. A poco tiempo hace operación el ayaguasca, empieza a calentarse y da principio a una cantinela...

Los shipibo-conibo hacen uso del ayahuasca con el nombre de oni cobin o nishi cobin[14]​ en sus ceremonias y ritos de curación desde tiempos muy antiguos. Los chamanes shipibos (Junes, Onayas, Murayas y Mutsarawas por su rango) herederos del conocimiento ancestral de las diferentes mezclas, preparaciones y usos del ayahuasca, utilizan estas adiciones para diferentes motivos, determinando las plantas que agregan según el efecto u objetivo buscado, ritual, ceremonial o curativo. El grupo étnico shuar del sur y la frontera del Ecuador y Perú (jíbaros por como los llamaron los españoles), hacen uso de la ayahuasca con el nombre de natem por los uwishin (nombre del chamán Shuar).[21]​ Del mismo modo las comunidades Inga y Kamsá en la amazonía colombiana hacen uso del yagé para la práctica etnomedicinal.

En el contexto de su uso tradicional, y amparándolo bajo el art. 2º de la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, el 24 de junio de 2008 el gobierno peruano declaró al uso tradicional del ayahuasca Patrimonio Cultural de la Nación mediante Resolución Directoral Nacional n.° 836/INC:

La medida se tomó tras la petición de las comunidades indígenas tras un trabajo de documentación encargado a la investigadora Rosa Giove Nakazawa.[47]​ Otros países, como Brasil, Ecuador y Bolivia, realizan trámites para otorgarle el mismo reconocimiento.[48]

Hoy en día existen una gran diversidad de rituales que utilizan la bebida de acuerdo a dinámicas culturales y las tradiciones de los pueblos amazónicos.[49]​ Incluso se han descrito y estudiado las tomas rituales sincréticas de ayahuasca en ciudades andinas como Písac en Cusco, europeas como Barcelona y norteamericanas,[50][51][52]​ entre ellas las de origen brasileño como las del Santo Daime y la Unión del Vegetal (UDV).

En la ceremonia de ayahuasca contemporánea en el contexto del turismo de ayahuasca en la ciudad de Iquitos, los participantes se sientan en el suelo formando un semicírculo, mientras el curandero mestizo va soplando humo de un cigarro de mapacho, sahumando con el humo de palo santo y distribuyendo agua de Florida a los presentes y a su alrededor para ahuyentar las «energías negativas».[53][54]

En el centro del semicírculo el curandero dispone la ayahuasca y los materiales necesarios para la ceremonia, que puede durar hasta 7 horas, durante las cuales, el guía entona sus cantos, llamados íkaros.[55]​ Entre 20 y 45 minutos después de la ingesta de la bebida los participantes comienzan a notar sus efectos, conocidos como «mareación de ayahuasca». Algunos pueden sufrir vómitos, diarreas, sudoraciones u otros efectos.[56]

La ayahuasca es, así mismo, el sacramento de varias iglesias brasileñas, como el Santo Daime o la União do Vegetal, que se han expandido por Estados Unidos y Europa, con un uso adecuado y respaldado por la experiencia y las investigaciones del gobierno brasileño y americano. Estas instituciones religiosas, de corte sincrético e integradoras del complejo legado cultural amazónico en el que convergen lo puramente amazónico y lo cristiano, han constatado el progresivo reconocimiento de su actividad y práctica religiosa. Tal reconocimiento jurídico encuentra su base en el ejercicio de la libertad religiosa y en tanto expresión tradicional de la cultura amazónica.[1][57][58]

La fama de la ayahuasca en el mundo se debe en parte al libro The Yage Letters (Las cartas de la ayahuasca), (1963), escrito en colaboración entre los escritores estadounidenses William S. Burroughs y Allen Ginsberg, el cual contiene mayormente cartas de Burroughs escritas en el año 1953 durante «su segundo viaje por tierras latinoamericanas en busca del yagé o ayahuasca»,[59]​ que lo llevarían a una breve estadía en la selva amazónica peruana, donde experimenta con el ayahuasca.[60]​ El libro finaliza con la correspondencia escrita por Ginsberg en el año 1960, durante su permanencia en Perú, que detalla sus propios experimentos con ayahuasca.[61]

El alcaloide DMT (N,N-dimetiltriptamina), uno de los componentes de la poción de ayahuasca, se encuentra dentro de la Lista 1 de la Convención sobre sustancias psicotrópicas de las Naciones Unidas de 1971 y por lo tanto se encuentra fiscalizado.[57]​ No obstante, las plantas y los preparados que contienen DMT, al igual que la decocción ayahuasca, no se encuentran sujetos a fiscalización de acuerdo a una carta específica del Secretario del Consejo de la Junta Internacional de Estupefacientes (JIFE) del 2000 y al Informe Anual 2010:[62]

Sin embargo, en el Informe Anual 2012 de la JIFE, se recomienda a los gobiernos adoptar medidas apropiadas a nivel nacional ya que el uso de esas sustancias se vincula a riesgos tanto físicos como psicológicos:

Art. 332. La Junta observa con preocupación que el uso de esas sustancias se ha vinculado a diversos riesgos graves para la salud, tanto físicos como psicológicos, e incluso a riesgos mortales. Por consiguiente, señala a la atención de los gobiernos el hecho de que la utilización de esas materias vegetales con cualquier propósito podría constituir una práctica sumamente peligrosa.



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