La Batalla de Curanilahue (también llamada Batalla del Laja) fue un enfrentamiento militar librado en el contexto de la Guerra de Arauco entre las tropas del Imperio español al mando del maestre de campo Jerónimo de Molina y los araucanos del toqui Misqui. La batalla resultó decisiva en el desarrollo del conflicto.
Debido a la incapacidad de someter a los araucanos en un conflicto que ya llevaba décadas, el rey Felipe III autorizó la esclavitud de todos los indígenas rebeldes de las provincias del entonces llamado Reino de Chile mayores de diez años y medio en caso de los varones y de nueve años y medio en el de las mujeres.
Esto a la larga no tuvo el efecto deseado, en vez de desalentar a los indios a luchar, alentó a los españoles a lanzar campañas para capturar esclavos creándose un rico negocio que benefició a muchos ricos e influyentes criollos.
La táctica de los españoles era partir en expediciones desde los fuertes fronterizos a hostilizar distintos poblados indígenas hasta que estos reaccionaran violentamente, lo que daba la justificación a los hispanos para capturarlos y venderlos como esclavos.Esto no gustó mucho a los araucanos, que empezaron a tramar sublevarse masivamente al tiempo que realizaban malones contra los fuertes y estancias vecinas a la frontera. Mientras, la riqueza de dicho tráfico empezó a corromper a una parte importante de las guarniciones y mandos militares y políticos, más interesados en continuarlo que en conseguir la paz.
La mayoría de los indios capturados trabajaba en la zona entre los ríos Maule y Biobío, donde conservaban contacto con los restantes indios al sur de la frontera y esperaban alzarse en armas a la menor señal de debilidad.
Fue en esos momentos cuando el gobernador Martín de Mújica y Buitrón (1646-1649) debido a la presión de los jesuitas desguarneció la línea del Biobío para fortalecer las defensas de las misiones ya que Mújica consideraba que la labor de los religiosos era clave para pacificar la Araucanía. Además de eso, el gobernador permitió los ataques contra los indios sublevados mientras brindaba protección a los reducidos en las misiones de ataques de sus vecinos o esclavistas.
En 1649 Mújica murió y fue sucedido brevemente por Alonso de Figueroa y Córdoba pero, finalmente, Antonio de Acuña y Cabrera asumió el cargo (1650-1656) gracias a la influencia de los jesuitas aunque, al poco tiempo, estos fueron relegados a una segunda posición por la familia de la esposa del gobernador, Juana de Salazar, quienes lograron ocupar importantes cargos de la administración.
La influencia de dicha familia fue nefasta. Si en marzo de 1651 en un parlamento en Boroa las tribus araucanas entregaron temerosas a los caciques que habían ejecutado a unos misioneros unos meses antes, los Salazar lograron influir para que un conflicto menor con los cuncos en lugar de solucionarse rápidamente fuera el pretexto para enviar una poderosa expedición al mando de su cuñado Juan de Salazar desde el fuerte de Nacimiento. Dicha expedición fue derrotada desastrosamente el 11 de enero de 1654 por la ineptitud militar de Salazar, en lo que pasó a ser conocido como el Desastre del río Bueno. Esta señal de debilidad motivó que muchas de las tribus, hasta entonces amigas o neutrales, se preparasen secretamente para la guerra.
El 14 de febrero de 1655 fue el día fijado en el que tanto los indios al sur del Biobío como los esclavos al norte de éste se alzaran simultáneamente. Los cautivos mataron a sus amos, robaron el ganado, las mujeres, objetos de valor y quemaron las propiedades. Al otro lado de la frontera grandes concentraciones de guerreros asesinaron las guarniciones mejores y asediaron a las mejor defendidas y más numerosas. Los fuertes al norte del río fronterizo fueron tomados uno por uno, incluso algunos entre el Perquilauquén y el Maule. Chillán, a pesar de resistir con éxito los asaltos fue abandonada.
El gobernador huyó del fuerte de Buena Esperanza a marchas forzadas a Concepción. Su otro cuñado, José de Salazar, al mando de las tropas de Nacimiento ordenó una evacuación forzada a Buena Esperanza por los ríos pero sus naves encallaron y los indígenas que los siguieron a caballo desde la orilla les atacaron. De los 240 españoles no se salvó ninguno. Por su parte Juan de Salazar no mostró un mejor comportamiento. Tras su derrota en el río Bueno recibió el mando de un nuevo ejército de 700 españoles y 1.700 indios auxiliares llegando con ellos hasta Mariquina pero tras saber de los sucedido abandonó a todos los auxiliares y se refugió en Concepción.
Tras estos hechos, y debido a la presión de la población santiaguina, Figueroa fue desplazado del mando y se nombró en su lugar a Pedro Porter Casanate (1656-1662). El nuevo gobernador reorganizó sus fuerzas y marchó a enfrentar a los alzados, el 20 de enero de 1656 los derrotó en la batalla de Conuco, luego envió al maestre de campo Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán a liberar de su asedio al fuerte de Boroa, lo que se consiguió exitosamente.
Cuando la situación parecía controlada surgió la figura del Mestizo Alejo, un antiguo soldado del ejército real pero que tras negársele el rango de oficial había cambiado de bando. Hombre carismático e inteligente, logró hacerse cargo de las huestes indias. En lugar de enfrentar en campo abierto a las mejor armadas y entrenadas tropas hispanas optó por emboscar a las columnas aisladas. Destruyó una columna de 200 españoles cerca de Conuco (Rafael) y otra de 250 en Los Perales (Ránquil).
Un terremoto en marzo de 1657 destruyó Concepción, lo que llevó a Porter Casanete a destinar recursos a su reconstrucción. A finales del año el gobernador partió con un poderoso ejército a auxiliar la guarnición de Conuco, derrotar a las bandas que atacaban al norte del Biobío y capturar a Alejo; se consiguieron los primeros dos objetivos. Alejo se había refugiado con los pehuenches en la alta cordillera.
En 1659 Alejo volvió a la acción y al año siguiente reunió un pequeño ejército de 300 lanzas con el que marchó hacia Concepción, pobremente defendida en esos momentos. Derrotó a los españoles en la batalla de Bodeuca en el mes de septiembre, pero, justo cuando iba a tomar Concepción, dos de sus concubinas, en un ataque de celos, lo asesinaron.
La muerte del Mestizo fue muy celebrada por los españoles pero entre los indios se produjo un desconcierto que llevó a una seria disminución de las hostilidades.Lota para cerrar los caminos costeros a los araucanos que planearan atacar Concepción. Gracias a esto el verano de 1660-1661 fue bastante tranquilo.
El gobernador Porter Casanete aprovechó para reorganizar sus fuerzas, reforzar sus defensas y reconquistar mucho del territorio perdido hasta entonces. Una expedición fue enviada a construir un fuerte cerca de la actualEl conflicto se reinició en la primavera, cuando surgió un nuevo caudillo araucano, llamado Misqui, un antiguo yanacona y vicetoqui de Alejo. Había sido elegido por una asamblea de jefes locales de distintas comarcas en la que se nombró como su vicetoqui a Calicheuque. Misqui logró reunir 1.500 lanzas en el valle central a fines de octubre y marchó con ellos al norte hasta acampar en un lugar entre los ríos Laja y Caribobo. Junto a los vados de Curanilahue y del Salto del Laja. Su plan era atacar el fuerte de Lota y castigar a los indios de Quechereguas por aliarse con los españoles para, de ser posible, atacar Concepción.
Por su parte, y sin saber los movimientos de Misqui, el gobernador ordenó una expedición para adentrarse en territorio araucano. Su mal estado de salud impidió a Porter Casanete encabezarla, así que la puso al mando del maestre de campo Jerónimo de Molina. La fuerza constaba de 600 españoles y un cuerpo de indios auxiliares. Tenía por objetivo llegar a Yumbel por lo que avanzó cerca de la orilla norte del Laja donde acamparon a mediados de noviembre. Los dos ejércitos quedaron uno enfrente del otro, separados solo por un río y sin saber de la cercanía del enemigo.
Finalmente un yanacona llamado Tanamilla, oriundo de San Cristóbal, que había participado de las avanzadillas de exploración se perdió. Creyendo que los españoles ya había cruzado el Laja lo vadeó también por el Salto y se encontró con el campamento araucano. Se acercó pero al notar que no había centinelas se dio cuenta de que era el de sus enemigos por lo que intentó retroceder pero entonces lo escucharon y lo rodearon. Cuando le preguntaron quien era, Tanamilla contestó que era un guerrero de la tropa pero su caballo se le había escapado y había salido del campamento intentando recuperarlo. Al decir esto en su idioma y por usar las mismas prendas que ellos le creyeron y lo dejaron en paz, en cuanto pudo salió del campamento, cruzó el vado y fue a informarle a sus comandantes quienes al principio no le creyeron pero, cuando el yanacona ofreció que le cortaran la cabeza si mentía, el comisario Luis de Lara le dio su apoyo. Tras eso se realizó un consejo en el que se decidió atacar.
En un movimiento de pinzas, iluminados por la luna y su ruido oculto por el estruendo de la catarata, el ejército español cruzó el río.
El comisario Lara cruzó por el vado de Curanilahue y el sargento mayor Martín de Erízar por el Salto. Así, al amanecer, atacaron simultáneamente el campamento enemigo. Lara por la derecha y Erízar por la izquierda. La sorpresa fue total, los araucanos se hallaban desayunando o aún durmiendo y no pudieron ofrecer una resistencia coherente.Muchos mapuches intentaron huir por el río pero la mayoría se ahogó, unos pocos lograron escapar por un pequeño camino cercano a la orilla poniéndose a salvo. La derrota fue completa, más de 600 muertos, 200 prisioneros, 1.300 caballos y una gran cantidad de armamento español robado fueron capturados como saldo de aquella jornada.
Pero el cacique Misqui no se encontraba en el campamento cuando se produjo el ataque, hecho del que pronto se enteraron al interrogar a los prisioneros. Se hallaba con sus capitanes en las márgenes de Guaque.
Molina deseoso de terminar la guerra y consciente de que para eso había que capturar o eliminar al cabecilla mapuche organizó una columna ligera de jinetes para ir en su búsqueda.Un oficial, cuyo nombre no está registrado, tuvo la idea de que los españoles de la columna se vistieran como indios y marcharan con sus armas ocultas en la retaguardia. Tras un corto viaje llegaron a un cerro llamado Guanacas donde estaban los caciques. La columna fue rápidamente avistada y Misqui, creyéndoles de su ejército, los mandó llamar para saber porque habían venido.
El enviado que les fue a buscar fue rápidamente amordazado y ocultado en la retaguardia mientras la columna apresuró su marcha. Al llegar ante los jefes los soldados hispanos se desplegaron y rodearon al toqui con treinta de sus seguidores.Los fugitivos de la batalla llevaron las noticias a todas las comarcas de Arauco. Las armas españolas recuperaron así su antiguo prestigio. La sublevación quedaba liquidada moral y materialmente, pero para ello habían muerto más de 1000 españoles, otros 1.300 habían sido tomados prisioneros, 396 estancias fueron saqueadas, 400.000 cabezas de ganado habían sido robadas, la mitad del armamento del reino se perdió, los fuertes de Arauco, San Pedro, Colcura, Buena Esperanza, Nacimiento, Talcamávida, San Rosendo, Boroa y Chillán habían caído.
Entre tanto, un hidalgo llamado Juan García contradijo las órdenes de sus superiores de tratar bien a los prisioneros y le cortó como castigo una oreja a Misqui, quien sintiéndose ultrajado e incapaz de cobrar venganza pidió que le quitasen la vida pero le fue negado hasta llegar al fuerte de Buena Esperanza donde se lo ahorcó.
El ejército español siguió su marcha hacia Quechereguas, siguió luego a Purén, Tucapel y Arauco arrasando todo a su paso.hidropesía, alcanzó a recibirlos y lograr su sometimiento. Poco después, el 27 de febrero de 1662, Porter Casanate murió.
Tras esto muchas de las tribus empezaron a someterse y a enviar a Concepción emisarios para negociar la paz. El gobernador, enfermo deSin embargo, empieza a percibirse un cambio de comportamiento en ambas partes. Tras un siglo de contacto, guerras, mestizaje y comercio los periodos de paz empezaron a hacerse cada vez más generalizados y largos. En 1664 un intento de insurrección general fue rápidamente reprimido y, desde entonces y por varias décadas, la frontera estuvo en una relativa calma.
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