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Guerra de Arauco



¿Dónde nació Guerra de Arauco?

Guerra de Arauco nació en pueblo.


La Guerra de Arauco fue un prolongado conflicto que enfrentó a las fuerzas militares del Imperio español y aliados indígenas conquistados, contra facciones mapuches y algunos aliados de los pueblos cunco, huilliche, pehuenche y picunche.

La zona del conflicto estaba comprendida entre el río Mataquito y el seno de Reloncaví, situándose la mayor parte de ella entre Concepción, la zona costera de la actual Región del Biobío, y la Región de La Araucanía.

Duró 236 años, entre 1536 y 1772; se le puso fin con el Parlamento de Negrete (1771 y 1772). La independencia de Chile fue declarada oficialmente en 1818, pero tuvo diferentes grados de intensidad —llamándose «guerra armada» alrededor de la mitad de ese período— y con distintos períodos de paz —gracias a la realización de «parlamentos»—. Posteriormente, trajo como consecuencia el conflicto chileno-mapuche llamado Ocupación de la Araucanía.

Según palabras de Felipe II, este conflicto costó la mayor cantidad de vidas españolas en el Nuevo Mundo, por lo que empezó a ser conocido como el «Flandes indiano».[2]

Los conquistadores españoles, al no tener noticias de grandes civilizaciones o imperios como en México y Perú, además de encontrarse confiados por su victoria en la guerra hispano-inca esperaban un pronto y fácil sometimiento por las armas de estos pueblos a la Corona y su posterior evangelización.

Según varios cronistas españoles y la posterior tradición popular chilena, los mapuches ("gente de la tierra" en idioma mapudungún) mantuvieron un espíritu de lucha permanente, lograron aprender rápido cómo enfrentar a los españoles, aprovecharon su geografía llena de bosques y montañas para organizar guerrillas. Estos conceptos se resaltan en la obra épica La Araucana, escrita a principios de la colonia por Alonso de Ercilla.

Estas razones ocasionaron una reñida guerra de guerrillas, sin mostrar un vencedor evidente, pues tras la resistencia mapuche, los conquistadores se vieron obligados varias veces a despoblar y retirarse de las zonas territoriales indígenas. La explicación a comportamientos militares tan distintos está en la geografía; el paisaje de estepa del Valle Central de Chile en la zona de Santiago no permitía la lucha de guerrillas ni se disponía de alimentos en la cordillera para refugiarse ahí. No era la misma situación en la zona sur, donde los montes y la selva valdiviana favorecían la lucha guerrillera y hacían difícil el triunfo hispano.

Hubo más de un momento en que la colonización de Chile estuvo a punto de detenerse.

La Guerra de Arauco fue un quebradero de cabeza para los reyes Carlos V, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y el Virreinato del Perú, por su irresuelta situación constante en el tiempo y su alto costo pecuniario y de vidas.

Hubo muchos combates en que, alternativamente, la victoria se pasaba de bando a bando. Asimismo hubo intentos y períodos de paz aparente, seguidos de largos períodos de estado de guerra. Los españoles se convencieron, finalmente, de que cualquier intento de paz era inútil y que solo obtendrían la victoria por la fuerza.

Las pestes tales como el tifus, la viruela, el denominado "chavalongo" y otras enfermedades traídas por los europeos, afectaron gravemente a los indígenas, entorpeciendo su participación en la guerra.

La guerra se fue desgastando en el último tercio debido, en parte, al mestizaje entre los españoles y mapuches, ya que el indígena en sus malones secuestraba mujeres españolas; y los conquistadores españoles, que no tenían muchas mujeres consigo, en sus "malocas" hacían lo mismo. En el fondo, los hombres de ambos bandos raptaban a las mujeres del enemigo.

Suele indicarse como fecha de inicio de este conflicto la batalla de Reinohuelén, aparentemente librada en 1536 entre parte de la expedición de Diego de Almagro y un cuerpo numeroso de soldados, en la confluencia de los ríos Ñuble e Itata; pero históricamente se asume que con Pedro de Valdivia se inició en 1546, con la batalla de Quilacura, el período de campañas militares que caracterizaron este conflicto.

Su término es, sin embargo, más difuso. Si bien a partir de 1609 cada gobernador de Chile celebraba "Parlamentos" con los caciques indígenas, en los cuales se discutía la mantención de la tregua entre ambas partes, los enfrentamientos fueron numerosos. Es más, aunque con la independencia de Chile, se concluirían los conflictos de la Guerra de Arauco que sostenían los hispano-criollos con los mapuches, estos seguirían posteriormente como nuevos conflictos chileno-mapuches, que no terminaron completamente hasta 1883, con el proceso conocido oficialmente como Pacificación de la Araucanía u Ocupación de la Araucanía.

Batalla de Reinohuelén

Cuando en 1535, Diego de Almagro realizó el reconocimiento del territorio del actual Chile, envió una avanzada que llegó al río Itata, donde se dice que tuvo lugar en Reinohuelén el primer enfrentamiento entre españoles y mapuches. Debido a la superioridad de las armas y la sorpresa causada por la caballería (los historiadores clásicos chilenos suelen afirmar que los mapuches pensaron que los españoles montados eran un solo ser, aunque esto parece ilógico, pues si bien no conocían a los equinos si conocían a otros animales cuadrúpedos y su uso como carga), esta batalla derivó en una victoria española. Almagro luego regresaría al Perú buscando anexionar el Cusco a su jurisdicción pues la falta de riquezas y las duras penalidades de la travesía lo hicieron desistir de continuar su viaje al sur.

Destrucción de Santiago

Luego, ya iniciado el período de la conquista de Chile, con la llegada de Pedro de Valdivia a Chile en 1541, el 11 de septiembre de ese mismo año, el cacique Michimalonco (perteneciente a los picunches, etnia asociada a los mapuches) fue el gestor de las primeras penurias de los españoles en Chile, al atacar la recién fundada ciudad de Santiago.

En septiembre de 1543 arribó a Valparaíso un buque proveniente del Callao, que traía al comerciante español Francisco Martínez Vegaso con el objetivo de venderle ropa, armamento y provisiones a los conquistadores. Meses después llegó su hermano, Lucas Martínez Vegaso, a realizar el mismo negocio tras el naufragio de su embarcación en Topocalma.

En 1544 fondeó en su rada el barco comandado por el almirante genovés Juan Bautista Pastene que iba en ayuda de Pedro de Valdivia, el cual lo nombraría lugarteniente en el mar, además de declarar a Valparaíso como el puerto de Santiago. Pastene salió rumbo al norte al día siguiente del nombramiento, 4 de septiembre, con los buques San Pedro y Santiaguillo, y no regresó hasta fines de 1547. Tocó tierra en la bahía de San Pedro, en Concepción, y posteriormente en Valdivia, tierra bautizada en honor de su capitán general. Luego volvió a Valparaíso.

Con el objeto de dar seguridad a la ciudad de Santiago y aumentar el territorio de su jurisdicción, Valdivia resolvió realizar y comandar personalmente una expedición hacia Arauco, hecho con el cual da comienzo formal a la llamada "Guerra de Arauco".

En febrero de 1546, Valdivia parte hacia el inexplorado sur, llegando a los márgenes del río Biobío. En esta campaña partió con 60 jinetes, más miles de indios auxiliares. En el río Biobío, fue atacado por los mapuches en la Batalla de Quilacura. Viendo que le sería imposible continuar con tan escasas fuerzas por un terreno tan hostil, Valdivia decidió replegarse a Santiago, y vuelve cuatro años después y los derrota en las batallas de Andalién y de Penco.

Batalla de Andalién (1550)

Sucedió el 22 de febrero de 1550 en una zona pantanosa del río cerca de la actual Concepción llamado Andalién. Acamparon y de noche fueron atacados por sorpresa por un gigantesco ejército indígena​ al cual apenas lograron rechazar por el uso de armaduras, armas de fuego y caballos. Los españoles ganaron la batalla gracias a la superioridad de sus armas. En esta batalla Lautaro participó como escudero de Valdivia.

Batalla de Penco (1550)

Sucedió el 12 de marzo de 1550, en ésta el toqui Ainavillo planeó un ataque contra el fuerte español de Penco. Los conquistadores, ya conocedores de la presencia de Ainavillo arrasaron con sus fuerzas aún en desorden tras la primera carga. Los mapuches huyeron por un terreno imposible de transitar para la caballería o la infantería hispana.

Estas victorias le permitieron a Valdivia fundar Concepción, La Imperial, Valdivia, Villarrica y Los Confines.

El joven mapuche Lautaro, aprovechando sus conocimientos aprendidos en el ejército español (obtenidos al haber sido "paje" o sirviente de Valdivia), luego de fugarse enseñó a su pueblo las tácticas de guerra españolas e introdujo el uso del caballo dando origen a los primeros escuadrones de caballería mapuche. Luego de ganarse la confianza de los loncos condujo una rebelión contra los españoles.

Con sorprendentes tácticas para la época, neutralizó a la caballería española, y en la batalla de Tucapel (1553) capturó y dio muerte a Valdivia junto con todos sus hombres y miles de indios (diversas versiones relatan que tras esa batalla se extrajo el corazón de Valdivia y fue comido por los propios mapuches).

Tucapel será un hito en la historia de la guerra, ya que fue la primera batalla en campo abierto perdida por los españoles, donde se demostró la efectividad de las formas de luchar introducidas por Lautaro. Llegadas a Concepción estas nuevas y terribles noticias, se organizó un destacamento que fue dotado de cañones e infantería de primera al mando de Francisco de Villagra, quien enfrentaría el avance mapuche en la batalla de Marihueñu.

Luego de la derrota de Tucapel, los españoles reorganizaron sus fuerzas, reforzando La Imperial para su defensa y abandonando Confines y Arauco para reforzar Concepción. Sin embargo, la tradición araucana imponía una larga celebración de la victoria, la cual impidió a Lautaro explotar el éxito obtenido, como era su deseo. Solo en febrero de 1554 logró reunir un ejército de 8.000 hombres, justo a tiempo para enfrentarse a la expedición española al mando de Francisco de Villagra.

Lautaro eligió la cuesta de Marihueñu para combatir a los españoles y organizó sus fuerzas en cuatro divisiones: dos tendrían la misión de contener y desgastar a su adversario, otra pasaría al ataque una vez que las anteriores cumplieran su objetivo, y una cuarta maniobraría para cortarle la retirada. Además, un pequeño grupo fue enviado a destruir el puente de balsas que los españoles habían tendido sobre el río Biobío, lo cual dificultaría aún más la retirada de Villagra. Dicha confrontación acaeció el 24 de febrero de 1554, desde las 8 hasta las 15 horas aproximadamente.

El ataque español rompió la primera línea mapuche, pero la acción de la tercera agrupación mantuvo la posición de los indios. Luego, las alas de esas agrupaciones atacaron los flancos de los conquistadores, y la cuarta agrupación los atacó por la espalda. Luego de varias horas de combate, solo una pequeña parte de los españoles logró retirarse. En este combate Villagra estuvo muy cerca de ser capturado.

A pesar de esta nueva victoria, Lautaro, una vez más, no pudo aprovechar su ventaja debido a las celebraciones y creencias de su pueblo. Cuando, finalmente, pudo llegar a Concepción, ésta ya había sido abandonada. Luego de quemarla, no pudo seguir atacando los fuertes restantes, pues la campaña se dio por terminada y los guerreros se desmovilizaron.

En Santiago, Villagra reorganizó sus fuerzas, y ese mismo año 1554 marchó nuevamente a Arauco y reforzó los fuertes de Imperial y Valdivia. Las dos guarniciones entonces devastaron los campos circundantes y quemaron los jardines y casas de los mapuches, dando como resultado el hambre y una epidemia de lo que el mapuche denominó chavalongo.[3]​ En 1555, la Real Audiencia de Lima dispuso que se reconstruyera Concepción, lo cual se hizo bajo el mando del capitán Juan de Alvarado. Lautaro, al saber que Concepción estaba siendo reconstruida, la atacó en diciembre de 1555 con unos 4.000 guerreros y puso sitio a la ciudad, que fue tratada de hacer nuevamente por Alvarado, sin éxito. Solo 38 españoles escaparon por mar de la nueva destrucción de la ciudad.

Después de las acciones en el Biobío, Lautaro planeó una ofensiva contra Santiago, que contó con escaso apoyo entre sus pares, aunque consiguió reunir alrededor de 600 hombres. En octubre de 1556 alcanzó en su marcha el norte del río Mataquito, donde construyó un campamento fortificado en Peteroa, cerca de Teno. Desde ese lugar realizó reconocimientos hacia Santiago.

En Peteroa rechazó a pequeñas fuerzas españolas que lo atacaron al mando de Diego Cano. Reuniendo a los hombres derrotados y reclutando a más, Francisco de Villagra atacó la fortaleza de Lautaro en la batalla de Peteroa sobre varios días pero no pudo tomarla. Lautaro entonces se retiró hacia el río Itata, hasta donde fue seguido en 1557, aunque en una hábil maniobra estratégica en vez de enfrentar a los españoles, los dejó pasar y luego marchó a Santiago nuevamente.

Pese al secreto con que los mapuches marchaban, el Cabildo de Santiago supo de su avance y envió una pequeña expedición a detenerlo, mientras se avisaba a Villagra que regresara a la ciudad. Las fuerzas españolas se reunieron y, presumiblemente por la traición de un mapuche, tuvieron conocimiento del lugar del campamento de Lautaro. El 29 de abril los conquistadores atacaron por sorpresa su campamento en Mataquito, desde los cerros de Caune, obteniendo una decisiva victoria y resultando en la muerte de Lautaro.

García Hurtado de Mendoza fue designado gobernador interino de Chile en 1557, e inmediatamente ordenó reconstruir Concepción, esta vez con fuerzas considerablemente superiores a las previas: 600 soldados, 6 piezas de artillería y 1.000 caballos. Una fuerza de ese número nunca se había visto en Chile. Desembarcó en el puerto de La Serena teniendo como competidores rivales para el cargo de Gobernador a Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre, a quienes hizo arrestar y trasladar en tal condición a Perú. Enviando por tierra su caballería primero, navegó al sur en invierno y desembarcó en junio de 1557 en la isla Quiriquina, frente a Talcahuano, en la boca de la bahía de Concepción.

Pidió permiso para desembarcar en Penco y reconstruir la fortaleza de Concepción. Un ejército mapuche intentó asaltar la fortaleza pero fue derrotado por la artillería y armas de fuego. Después de que la caballería llegó por tierra desde Santiago, Mendoza comenzó su avance al sur del Biobío, donde otro ejército mapuche, incluyendo a Galvarino, intentó pararlo en campo abierto en la batalla de Lagunillas. Los mapuches fueron otra vez vencidos, tras dura lucha y, en consecuencia, su fortaleza en Andalicán, la entrada a Arauco, fue asaltada sin defensa y capturada pronto después de la batalla.

Caupolicán resiste sin éxito el avance de Mendoza, atacándolo de emboscada en la batalla de Millarapue. Después de la lucha adicional cerca del sitio de la fortaleza arruinada de Tucapel, Mendoza construyó la fortaleza y la ciudad de Cañete de la Frontera y continuó al sur. Allí estableció la ciudad de Osorno y exploró en dirección al sur el golfo de Ancud. Al intentar frenar la ocupación española, Caupolicán atacó la fortaleza de Cañete en la que esperaba que las puertas fueran abiertas por la traición de un yanacona desde el interior, pero en su lugar, otro lo traicionó a él y fueron derrotados gravemente por el capitán Alonso de Reynoso (20 de enero de 1558), batalla que pasó a llamarse de Cayucupil o del fuerte Cañete.[4]​ Aunque Caupolicán pudo escaparse inmediatamente después de esta batalla, Reynoso envió a Pedro de Avendaño tras él, siendo capturado finalmente en las montañas, traído de vuelta a Cañete, condenado a muerte por Alonso de Reynoso y ejecutado allí por empalamiento.

Después de la muerte de Caupolicán, García Hurtado de Mendoza pensó que habían derrotado a los mapuches. Por el contrario, la forma de fallecer de Caupolicán hizo crecer aún más el odio hacia los huincas, e inspiró a los mapuches a continuar la lucha con una guerra de guerrillas, en la cual no había día que algunos yanaconas o un encomendero no murieran en las manos de los weichafes (guerreros) mapuches. Cuando el número de desaparecidos o de muertos hubo alcanzado 400 yanaconas y 10 españoles, el gobernador se convenció de que estaba equivocado. En Quiapo, los mapuches, comandados por su nuevo toqui[5][6]​ construyeron una fortaleza que pararía a las fuerzas de Mendoza en Arauco y que no podría volver a reconstruir una fortaleza allí. Mendoza volvió del sur y avanzó de Cañete a Quiapo.

García Hurtado de Mendoza tomó por asalto el fuerte mapuche de Quiapo en diciembre de 1558, cuya existencia cortaba las comunicaciones entre sus tropas, y obtuvo otra aplastante pero laboriosa victoria, ahorcando al menos a 100 mapuches como escarmiento. Después de la batalla, Hurtado de Mendoza ejecutó a la mayor parte de los mapuches capturados, pero Peteguelén, hijo de Cuyomanque, un cacique importante en la zona de Arauco, fue perdonado. Con su ayuda y la de este padre agradecido, fue capaz de atraer a la mayor parte de los líderes de Arauco y Tucapel a someterse a la ley española mientras seguía la reconstrucción de la fortaleza en Arauco.[7]

Felipe II relevó a García Hurtado de Mendoza, reemplazándole por el vencedor de Lautaro, Francisco de Villagra. El gobernador García Hurtado de Mendoza se fue con la idea ilusoria de que había vencido al pueblo mapuche, pero lo concreto y objetivo es que fue uno de los pocos gobernadores que lograron un cierto grado de éxito en la Guerra de Arauco. Dicho éxito se debía, por un lado, a la abundancia de recursos en soldados, pertrechos y armas que trajo, recursos con los que no contaron los anteriores conquistadores y, por otro lado, a que los indígenas no tuvieron estrategas de la talla de Lautaro, sumándose también la lucha mapuche contra la peste y otras enfermedades, que habían diezmado a su población.

Los mapuches quedaron en una aparente paz, pero habían evolucionado: ya contaban con armas de fuego sustraídas al conquistador y mejores estrategias. Las derrotas infligidas por parte de Hurtado de Mendoza hicieron del pueblo mapuche un cuerpo más cohesionado y una voluntad más férrea para seguir como uno solo ente el camino de la guerra.

Las hostilidades volvieron junto con la llegada del sustituto de García Hurtado de Mendoza, Francisco de Villagra. Puntualmente se desencadenaron con el asesinato del encomendero Pedro de Avendaño y otros tres españoles en julio de 1561, a quienes los indígenas odiaban por sus malos tratos y su cruel rechazo hacia ellos. Apenas se difundió la noticia, las huestes mapuches iniciaron un nuevo levantamiento general de mayor fuerza que los anteriores.

A finales de 1561, los mapuches se fortificaron en un pucará llamado Lincoya, en el valle del mismo nombre. Pedro de Villagra el Mozo, hijo del gobernador, destruyó el pucará pero no consiguió una resuelta victoria, ya que los mapuches pudieron escapar. El corregidor de Cañete, Juan Lazarte, fue muerto a las puertas mismas de Cañete al intentar recuperar unas cabalgaduras robadas por unos treinta mapuches. En Angol, hubo un combate en Marehuaño para salvar al recién fundado fuerte de Purén que fue indeciso.

Los mapuches porfiadamente reconstruyeron el pucará de Lincoya en enero de 1563, pero nuevamente Pedro de Villagra fue enviado a destruir dicho fuerte. Una vez más los indígenas insistieron en su reconstrucción, pero esta vez con sectores de fácil acceso a la caballería, lo cual hizo despertar sospechas a los ya veteranos españoles, quienes cargaron contra el emplazamiento, cayendo en fosos muy bien disimulados. Allí murió de un lanzazo Pedro de Villagra el Mozo junto a otros 42 españoles.

Francisco de Villagra, enterado de la noticia, se embarcó enfermo para Concepción dejando a su primo de igual nombre que su hijo, Pedro de Villagra, a cargo de la campaña. Los mapuches, por su parte, se volvieron en dos frentes hacia los fuertes de Angol y Arauco sitiándolos pero sin poder tomarlos definitivamente. Nuevamente Peteguelén les ofreció paz a los españoles y Villagra la aceptó, pero esta paz era engañosa, ya que los mapuches necesitaban cosechar las sementeras.

En abril de 1563, los araucanos vuelven a poner sitio a Arauco. Este dura 42 días. Los mapuches tuvieron alrededor de 500 bajas en su mayoría producto de la disentería que contrajeron al beber agua contaminada. Finalmente optan por retirarse y levantar el sitio.

El 22 de julio de 1563 falleció Francisco de Villagra, el vencedor de Lautaro, en Concepción.

En 1564, Pedro de Villagra, primo del fallecido Francisco de Villagra, fue nombrado gobernador interino. Ya con experiencia en la guerra se abocó a ganar tiempo con los indígenas tratando de hacer las paces, aunque presentía una tensa situación. Por tanto tomó medidas para resguardar los emplazamientos ya realizados. Conocía que uno de los objetivos indígenas era sitiar Concepción y se hicieron los preparativos para soportar un largo sitio.

Justamente como lo presentía Villagra, los mapuches construyeron un pucará en Lebotacala a algunos kilómetros de Concepción. Luego de un breve combate logró desbaratarlo, pero fue informado de una concentración de 3.000 indios comarcanos al mando de un cacique de nombre Loble que estaba casi a las puertas de Concepción, el cual ya había vencido a las tropas del capitán Francisco de Vaca, tras un breve combate. Además, el cacique Millalelmo atacó y venció a las tropas de otro capitán español, Juan Pérez de Zurita, en una ciénaga a dos leguas de Concepción.

Ambos combates habían mermado considerablemente la guarnición de Concepción. Los sobrevivientes que llegaron a Santiago no pudieron hacer que el Cabildo fuera en auxilio para romper el cerco que se tendía en Concepción. Por su parte, envalentonados por las victorias obtenidas, algunas tropas mapuches resolvieron destruir Angol antes de marchar a Concepción.

En Angol estaba destacado el capitán Lorenzo Bernal del Mercado, quien supo que los rebeldes habían construido un pucará cerca. Bernal del Mercado ordenó una patrulla de reconocimiento y observó que los indígenas al mando del cacique Illangulién habían escogido muy bien la posición y optó por retirarse. Las tropas indígenas cambiaron a una segunda posición más cerca de Angol, a lo que el capitán Bernal del Mercado responde con un nuevo reconocimiento, encontrando que esta nueva posición también era inexpugnable y, por tanto, se volvió a retirar.

Sintiéndose victoriosos y dando por hecho la destrucción de Angol, los indios se emplazaron en una tercera posición en espera de que se le sumasen más huestes desde el interior. Esta vez, viendo la peligrosa proximidad, el capitán Bernal optó por atacar la posición antes de que se reuniesen más indígenas y les produjo una contundente derrota con más de 1.000 mapuches muertos incluyendo el toqui Illanguelén.

Mientras tanto, los caciques Millalelmo y Loble establecieron el cerco al fuerte de Concepción a partir de febrero de 1564, encerrando a Villagra y toda la población en las empalizadas. El sitio duró alrededor de dos meses de continuas escaramuzas.

La situación se habría mantenido de no ser por Juan Jufré, quien estando en su encomienda al norte del Maule notó que todos los indígenas que se asentaban entre el Maule y el Itata se encontraban en el cerco de Concepción. Resolvió entonces atacar sus asentamientos con 12 españoles y 700 indígenas amigos. El ataque tenía como objetivo secuestrar a sus mujeres e hijos y arrasar las sementeras. Los indígenas, enterados de esta noticia, dejaron el cerco poco a poco para ir en defensa de sus ranchos.

Los caciques, viendo que sus tropas iban desertando, convinieron en dar un asalto a Concepción antes de retirarse. Así, el 30 de marzo de 1564 asaltan las murallas del fuerte de Concepción. Villagra logró conducir bien la defensa provocando una espantosa matanza entre los atacantes, quienes finalmente desistieron de seguir la acción retirándose hacia sus asentamientos y ofreciendo paz a Concepción.

Villagra junto con Zurita y otros capitanes supieron que en Perquilauquén, al noroeste de Reinohuelén, se habían fortificado algunos mapuches rebeldes en un pucará. Villagra intentó por todos los medios llegar a un acuerdo de paz con los rebeldes, pero fueron constantemente rechazados. Finalmente, tomó por asalto el pucará venciendo en una recia lucha con 152 españoles y 700 yanaconas.[8]​ Unos 700 indígenas fueron tomados como prisioneros, castigando a algunos y soltando a otros con mensajes de pacificación.

Villagra emboscó al cacique Loble cerca del poblado de Tulmillán, quien luego de un duro combate se rindió a las fuerzas españolas. Villagra tomó de rehén a Loble y perdonó la vida a sus huestes a cambio de hacer la paz con los españoles.

Poco después del término de las campañas de los Villagra, Pedro de Villagra era reemplazado por Rodrigo de Quiroga como gobernador interino, quien en 1565 recibía en buenas condiciones la gobernación, pues los indígenas se encontraban en aparente paz.

Rodrigo de Quiroga gozó de esta paz en Arauco aprovechando para extender la conquista y llegando hasta Chiloé. Este período de tranquilidad entre mapuches y españoles comprendió entre los años 1565 y 1567.

Felipe II, rey de España, tenía un panorama muy complicado de lo que ocurría en Chile. Sus opiniones se basaban principalmente en lo que reportó García Hurtado de Mendoza, quien veía a los antiguos conquistadores como ineptos y sin prestigio. Por otro lado, la guerra contra el pueblo mapuche ya se había prolongado demasiado tiempo con un costo muy alto en términos de vidas. Por lo tanto se creó la Real Audiencia que no era otra cosa que una junta de testigos directos con cargo de gobernadores para Chile y que tenía como misión reportar al rey la situación real de lo que ocurría en Chile.

Los oidores llegaron en agosto de 1567, instalándose en Concepción y no en Santiago como se esperaba. Estas autoridades venían acompañadas de Alonso de Reynoso, quien resultó muerto cuando llegaba a Concepción al hundirse su nave, escolta de la de los oidores.

Esperaban que Melchor Bravo de Saravia, su presidente, se les reuniese pronto y enajenaron de su cargo sin mayores consideraciones a Rodrigo de Quiroga, quien ejercía como gobernador interino.

Al igual que García Hurtado de Mendoza, los Oidores quisieron establecer relaciones de paz con los naturales rebeldes, pero los capitanes Juan Godíñez, Alonso Ortiz de Zúñiga y Lorenzo Bernal del Mercado les hicieron darse cuenta de la gran dificultad que esto implicaba, puesto que los síntomas de una nueva rebelión se habían hecho notar y quedaron en prepararse para entrar en acciones ofensivas.

En efecto, los indígenas habían construido un pucará en un cerro cercano a Cañete y estaban reuniendo tropas para la batalla.

Así, Bernal del Mercado, el capitán vencedor de Angol, sitió dicho fortín iniciando las acciones y destruyendo el emplazamiento no sin antes tener algunas pérdidas, pero los rebeldes pudieron escapar a la merced de la difícil topografía del terreno.

En este punto los Oidores cometieron desatinos increíbles: quitaron del mando al general Martín Ruiz de Gamboa y al capitán Bernal del Mercado, despojando de toda iniciativa al suplente capitán Avendaño.

Empezando 1569, Melchor Bravo de Saravia llegó del Perú y puso un poco de orden en la confusión producida por sus subordinados. Designó nuevamente a Martín Ruiz de Gamboa como general, a Bernal como maestre de campo y a Avendaño como capitán.

Al igual que sus predecesores había pensado en hacer las paces, pero rápidamente se dio cuenta de lo inútil que era debido a que las actividades belicosas de los indígenas ya impedían trabajar en las minas. Además, se supo de que los mapuches conducidos por Millalelmo y Longonabal nuevamente habían construido un pucará admirablemente situado en el cerro de Catiray en el valle de Lincoya.

Bravo de Saravia no permitió participar a Bernal del Mercado y confió el ataque a Avendaño y Velasco, subordinando a Ruiz de Gamboa. Ambos militares mostraron una falta de coordinación e incapacidad militar injustificable si se toma en cuenta su experiencia.

Francisco Jufré, hijo de Juan Jufré, inició el asalto al fuerte pero debido a lo escabroso del terreno los indígenas los rechazaron. Los españoles volvieron a atacar y esta vez los mapuches salieron en masa del fuerte, arrollando a los 140 soldados españoles y matando a 88 efectivos para luego fugarse.

Esta derrota causó que el mariscal Bravo de Saravia desalojara los fuertes de Arauco y Cañete por la imposibilidad de mantenerlos, embarcándose en barcos hacia Concepción y dejando casi la totalidad de los caballos, por falta de espacio, a merced de los indígenas.

Bravo de Saravia ordenó al general Avendaño ir al Perú en busca de refuerzos, y en enero de 1570 se entrevistaba con el nuevo virrey, Francisco de Toledo. El Virrey, no sin dificultades, reunió un contingente de 200 soldados que incluía mestizos, condenados por crímenes, y algunos soldados de valor, y los envió con Avendaño a Chile por mar.

En septiembre de 1570, Avendaño avanzó con 100 refuerzos y en Purén fueron emboscados por unos 1500 mapuches al mando del cacique Pailacar, quien les infligió una tremenda derrota y provocó la fuga de los españoles hacia Angol. Fue la primera vez que los mapuches vencieron a los españoles en campo abierto, ya que fue la primera vez que usaron armas de hierro y cotas de malla que les robaron a los españoles. El orgullo hispano se vio muy lastimado y fueron obligados a ponerse a la defensiva.[9]

Felipe II, a raíz de las graves derrotas que Avendaño le expuso mediante cartas, revocó la autoridad de la Real Audiencia y renombró a Rodrigo de Quiroga como gobernador estable en 1571.

Posteriormente, Rodrigo de Quiroga como la vez anterior, logró una paz estable con los indígenas. Salvo alguno que otro incidente, debido casi siempre a los malos tratos que dispensaban los españoles a los nativos, la paz se alargó hasta 1575.

A causa de una serie de desastres naturales que los indígenas interpretaron como una señal fatídica de sus deidades en contra del dominio español, nuevamente se despertó en ellos la rebelión.

En este punto los Huilliches fueron los que llevaron la iniciativa de sublevación al aliarse con los mapuches para luchar como un solo cuerpo ante el español. Una serie de escaramuzas y guerra de guerrillas obligaron a Quiroga a mantener una guerra defensiva mientras pedía refuerzos a España, los cuales llegaron en 1576 con una provisión de 400 españoles bien armados.

En 1578, comenzó la marcha de esta fuerza al mando de Lorenzo Bernal del Mercado y Martín Ruiz de Gamboa (cuñado de Quiroga y artífice de la llamada Tasa de Gamboa). El objetivo era desarrollar una enérgica campaña que permitiera pacificar a los indígenas ya fuera por la palabra o la fuerza, ejecutando a los más belicosos y enviando a otros como esclavos a La Serena y el valle de Coquimbo.[10]

El mestizo Alonso Díaz (Paineñamcu) fue esta vez el opositor de Bernal del Mercado, quien lo fustigó con una serie de guerrillas robándole cabalgaduras. Rodrigo de Quiroga, sobrino del gobernador, capturó a otro cacique mestizo Juan de Lebú y lo ajustició.

Antonio de Quiroga, otro sobrino del gobernador, se internó en la cordillera de Nahuelbuta y sorprendió a los araucanos reunidos en el pucará de Lincoya. Se tomó la determinación de destruir las sementeras y talar los campos de modo que los indígenas se vieran obligados a abandonar tan ventajosa posición.

En efecto los indios abandonaron la posición pero salieron tras el ejército español, alcanzándolo en el Valle de Andalicán el 21 de marzo de 1578, donde vencieron a los españoles sin perder a un solo hombre.

Una segunda campaña a finales de 1578 dio como resultado una victoria con más de 200 indios muertos o heridos en Coyuncos, cerca de Angol, donde el mismo gobernador, a pesar de una postrante enfermedad, se batió en primera línea con los suyos. Asimismo, ordenó a Martín Ruiz de Gamboa afianzar la ciudad de Valdivia, ya que el interrogatorio a un indio había revelado que los huilliches pensaban atacar dicha ciudad.

Dos años después, los indios seguían realizando guerrillas mientras Rodrigo de Quiroga fallecía en Santiago, siendo uno de los pocos gobernadores españoles que obtuvo cierto éxito en la Guerra de Arauco.

Alonso de Sotomayor salió de Cádiz a finales de 1581 con un cuerpo de 600 soldados con la finalidad primitiva de reemplazar a Rodrigo de Quiroga, a quien Felipe II, mal informado por el nuevo virrey de Perú, Francisco de Toledo, aún suponía vivo.

Llegó en septiembre de 1583 a Chile viniendo por tierra desde Buenos Aires con un ejército de 430 hombres, puesto que más de 150 habían desertado al saber de las características de la guerra con los araucanos, encontrando al país en un lamentable estado de laxitud económica y de voluntad guerrera, en gran medida debido a la aplicación de la Tasa de Gamboa que paralizó la economía de la colonia. A Martín Ruiz de Gamboa se le siguió un juicio de residencia por esta causa.

La primera medida de Alonso de Sotomayor fue derogar la Tasa de Gamboa y reponer la antigua Tasa de Santillán, con algunas mejoras. Sin embargo, el daño era profundo: la tasa que se derogaba había sido amparada por eclesiásticos que se enriquecieron a costa de los indígenas. En estos se había profundizado el odio al español, ya fuera vestido de armadura o de sotana.

Su estrategia militar consistía en guarnecer regularmente las ciudades españolas y establecer fuertes en sitios estratégicos fácilmente defendibles. Además, se enviarían regularmente fuerzas contra los indios rebeldes para no darles tiempo para reunir grandes ejércitos. Sin embargo, persistían la falta de recursos y el desconocimiento de la geografía y las tácticas bélicas de los araucanos.[11]

En 1584, Sotomayor pudo disponer de un cuerpo relativamente bien apertrechado (390 españoles y 300 indios) y se dirigió hasta Angol. Ordenó al capitán Alonso de García Ramón una expedición punitiva con 150 soldados contra los indígenas comarcanos, que produjo más de 200 naturales muertos al ser sorprendidos desprevenidos en sus aldeas. Seguidamente, Sotomayor con 280 jinetes españoles penetró en la cordillera de Nahuelbuta y cayó sobre Tucapel y Arauco, realizando las mismas acciones punitivas y cogiendo de pasada al mestizo renegado Alonso Díaz (cuyo nombre indígena era Paineñamcu) y a un español pasado a las filas mapuches llamado Jerónimo Hernández, quien estaba desde algunos años adiestrando a los indígenas en el uso de las armas de fuego. Ambos fueron ajusticiados sumariamente.[12]

Estando en Mareguano, cerca de Catiray, fue emboscado con 350 españoles por un escuadrón de 5.000 o 6.000 indígenas[13]​ al mando del segundo hombre después del mestizo Alonso, otro español renegado. De no mediar la intervención de García Ramón habrían sido exterminados. Mientras tanto, la rebelión de los huilliches iba tomando un tinte muy peligroso en la región.

En Libén, lugar costero de Mareguano, los indígenas construyeron un pucará que fue desbaratado por el hermano del gobernador, Luis de Sotomayor.

Alonso de Sotomayor después de estas campañas se convenció de que los araucanos eran realmente difíciles de vencer y que no temían a los castigos ni matanzas, pues tan pronto como abandonaba un sector aparentemente pacificado, los indígenas hacían renacer nuevos brotes de insurrección.

Finalmente, decidió hacer la guerra defensiva instalando tres fuertes en el Biobío, lugares en que los españoles a la larga vivieron prisioneros. Despachó a Perú al capitán Juan Álvarez por ayuda, la que se materializó a mediados de 1585 con la llegada del galeón San Juan de Antona cargado de pertrechos. La mala suerte quiso que el galeón volara en pedazos al inflamarse una botija de pólvora durante la operación de descarga. Este hecho dejó las esperanzas de Sotomayor por los suelos, y al ejército en las peores carencias. La miseria de la soldadesca conllevó conatos de sublevación que Sotomayor tuvo que reprimir con la mayor dureza. Los mapuches advirtieron la debilidad ofensiva de los españoles y aprovecharon para atacar Purén, el cual debió ser despoblado.

Sotomayor tuvo que esperar hasta 1586 los refuerzos venidos desde Perú, quien estaba a cargo del nuevo virrey y exgobernador de Chile, García Hurtado de Mendoza. Solo recibió un refuerzo de 300 soldados a cargo del capitán Luis de Carvajal, más otro de 200 hombres que García de Hurtado de Mendoza juzgaba como suficientes. Además, el virrey le ordenó emprender una enérgica campaña de sofocación de la rebelíon y el repoblamiento de los territorios perdidos.

En octubre de 1590 salió de Santiago hacia Angol, donde reunía una fuerza de 515 soldados y 1300 yanaconas. Desde Angol salió a batir la costa de Mareguano (Talcamávida) y llegó a la célebre cuesta de Marigueñu, donde después de transmontada hubo una batalla en la cuesta de Lavermán donde los mapuches tuvieron una derrota con la pérdida de un español por el otro bando. Sotomayor fundó el fuerte de San Ildelfonso cercano al de Arauco y mientras permanecía allí, una epidemia de viruela le mató casi a la totalidad de los yanaconas y también alcanzó a los mapuches, que perdieron un tercio de sus guerreros y población.

Despachó a su segundo al mando, Alonso de García Ramón, al Perú a solicitar más refuerzos. García Hurtado de Mendoza le recibió bien pero le mandó una exigua cantidad de 106 soldados y la indicación de que no se le molestara más. En 1592, era relevado de su cargo y renombrado como gobernador de Panamá. En su lugar se nombraba a García Oñez de Loyola.

En septiembre de 1592 asumía el mando Martín García Oñez de Loyola, capitán preferido y sobrino del ex virrey Francisco de Toledo. Este nombramiento hecho directamente por Felipe II fue muy resistido por García Hurtado de Mendoza, dadas las características personales del nuevo sucesor de Alonso de Sotomayor. El nuevo gobernador no pasaba de ser un capitán muy honesto, de probada valentía, pero carente de la sabiduría necesaria para llevar a cabo con algún grado de éxito la guerra de Arauco.

Oñez de Loyola al imponerse del mísero estado de la colonia en Chile, solicitó refuerzos inmediatos al Perú que fueron acogidos en algún grado por García Hurtado de Mendoza, pero al querer enrolar a soldados en el Perú estos se rehusaban a prestar servicio diciendo:

Tuvo que enrolar soldados en Panamá, donde era menos conocido lo que pasaba en Chile. Finalmente logró reunir 300 soldados. Este refuerzo, pobre por lo demás, no iba a llegar tan pronto a Chile, por lo que se le ordenó a Oñez de Loyola hacer una guerra defensiva mientras se mantenía a la espera de los refuerzos.

Oñez de Loyola, apresurado por probarse con los mapuches, intentó enrolar a pobladores y confiscarles bienes, pero estos por presiones en el Cabildo resistieron la orden. Oñez de Loyola acató lo que el Cabildo le imponía y que estaba sustentado por un acuerdo de la Real Audiencia de Lima. Los españoles no estaban dispuestos a ser enrolados como soldados, ser, además, labriegos y comerciantes y para colmo que se les quitasen los escasos bienes.

Salió en su primera campaña con una exigua fuerza de 154 soldados y batió Lumaco y sus alrededores, fundando Santa Cruz de Oñez, estableciendo tratos pacíficos con algunas poblaciones huilliches de la zona.

Los indígenas no estaban aún en condiciones de hacer la guerra y esperaban el momento de recuperarse de la epidemia de viruela que los había dejado mermados y acogieron las peticiones de paz que ingenuamente Oñez de Loyola ponderó con un valor que no se merecían las circunstancias.

Sin embargo, capitanes como Bernal del Mercado le hicieron ver la urgente necesidad de pedir refuerzos. En Perú, García Hurtado de Mendoza (prácticamente saliente de su cargo) le envió un refuerzo de 300 soldados, muchos de ellos de no más de 20 años de edad y sin experiencia militar. Entre ellos venía Gabriel de Castilla, sobrino del recién nombrado nuevo virrey Luis de Velasco, a quien le nombró maestre de campo como una forma de asegurarse los refuerzos de la mano del propio virrey.

En febrero de 1597, nuevamente se dio una batida por Lumaco y se fundó el fuerte de San Salvador de Coya. Ahí se dio cuenta Oñez de Loyola de lo fútil que había sido su primera campaña anterior.

Penetró la Araucanía a mediados de junio y mientras intentaba ingenuos tratados de paz con los fingidos mapuches, estos se dejaron caer encima del nuevo fuerte de San Salvador obligándole a volver a marchas forzadas a Coya.

Llegó en medio de una torrencial lluvia y hubo que guarecerse en un nuevo emplazamiento, donde fue cercado por los indígenas con la pérdida de 8 españoles. Logró escapar hacia Angol, y los huilliches asociados a los mapuches ocuparon todo lo que se había conquistado en Lumaco.

La rebelión indígena se esparció por toda la Araucanía desde el Itata hasta el canal de Chacao comprometiendo la estabilidad de siete ciudades españolas. Aun así, Oñez de Loyola no conseguía aquilatar el temple de los nativos de la región y el odio irrevocable que despertaba en ellos el español, y seguía haciendo ofrecimientos de paz.

A fines de 1597 llegó un segundo contingente desde el Perú de escasos 140 soldados más bastimentos, además de baratijas para utilizar como regalos a los indígenas para que hicieran la paz. Gabriel de Castilla traía asimismo la revocatoria de la prohibición de reclutamiento de pobladores como soldados. Oñez de Loyola, convencido de su estrategia de establecer tratos de paz con alguno que otro mapuche que venía en aparente son pacífico, entregaba como premio y muestra de confianza azadones, palas e incluso armas. El gobernador pretendía que los mismos mapuches fueran aliados suyos contra otros mapuches. Cada material de hierro y metal que recibieron los indígenas se convirtieron en lanzas y puntas de flecha.

El 21 de diciembre de 1598, estando en La Imperial con sus fuerzas reunidas, Oñez de Loyola recibió un aviso de que el fortín de Longotoro en Purén había sido asaltado y exterminado el contingente. Resolvió salir desde La Imperial rumbo a Angol con una exigua fuerza de 50 soldados y alrededor de 300 yanaconas. Se le había advertido de los síntomas evidentes de rebelión y que los indígenas huilliches estaban al mando de los caciques Anganamón y Pelantarú. Un cacique amigo llamado Naucopillán advirtió a uno de los capitanes de Oñez de Loyola del peligro para que desistiera del viaje o bien aumentara sus fuerzas, a lo que el gobernador se negó, ignorando las advertencias, quizás pensando que una mayor fuerza visible sería confundida con una de las temidas expediciones punitivas de Sotomayor por los indígenas.

A dos jornadas resolvió acampar en Curalaba, a orillas del río Lumaco prescindiendo de toda medida de precaución de avance en territorio enemigo: no apostó guardias, no reconoció los alrededores y permitió a su gente vivaquear y dormir tranquilamente.

En la noche del 23 de diciembre de 1598, tres escuadrones indígenas conducidos por Anganamón, Pelantarú y Gauiquimilla se acercaron al campamento español y esperaron la amanecida. Cuando se tocaba la diana, los indígenas cayeron sobre el campamento y la contienda se trastocó en una carnicería salvaje. Oñez de Loyola solo alcanzó a defenderse bravamente pero cayó abatido junto a sus capitanes, pereciendo la totalidad de los yanaconas, 48 españoles, incluido el gobernador, que fue decapitado, extraído su corazón, y su cráneo al igual que el de Valdivia llevado como trofeo de guerra junto a los de sus soldados.

Solo se salvó un soldado, Bernardo Pereda, que se refugió en unos matorrales haciéndose el muerto. Llegó a La Imperial dos meses después, prácticamente en los huesos, para contar lo sucedido al gobernador. Oñez de Loyola, gracias a su ingenuidad, pasó a ser el segundo gobernador muerto por los naturales.

El desastre de Curalaba encendió la guerra de Arauco con una fuerza incontenible en toda la región. Las consecuencias de esto fueron la destrucción de Valdivia y Osorno, el despoblamiento de la ciudad de Arauco, la destrucción de Villarrica y Santa Cruz, los sitios de Angol y La Imperial que finalmente tuvieron que ser abandonadas, además de la destrucción de Boroa y Quilacoya por el ataque de mil indígenas a caballo al mando de Anganamón y Onangali.[14]

La ciudad de Chillán fue atacada el 10 de abril, el 13 de septiembre y el 9 de octubre de 1599 por 2000 guerreros pehuenches del jefe Quilacán. La ciudad fue defendida por Diego Serrano, quien había cometido varias crueldades y encarcelado al cacique Millachinge en Coihueco. Resultaron muertos 5 soldados y 3 civiles, llevándose los indígenas a 33 sacerdotes, mujeres y niños. Se culpó de esto al encargado de la zona, Jufré del Águila, quien fue reemplazado por Miguel de Silva.[15]

En enero de 1600 los pehuenches intentaron nuevamente atacar Chillán con 3.000 guerreros, pero fueron rechazados por Luis de Jofré y sus tropas. Sin embargo, ese mismo año los pehuenches lanzarían nuevos ataques al mando del cacique Paillamaqui.[15]

La cifra total de muertos ascendía ya a 200 españoles, siete ciudades arrasadas, sitiadas o despobladas. En esta etapa de la guerra se apuntan varios casos de españoles pasándose al bando indígena para ir a ofrecerse como esclavos. En una carta del año 1600 de Gregorio Serrano al gobernador Alonso de Ribera dice que desde la muerte de Oñez de Loyola a la fecha habían perdido 700 soldados, 300 mujeres y niños fueron capturados, se perdieron 500.000 cabezas de ganado y 10.000 caballos.[16]

Los mapuches fortalecieron su alianza con los huilliches, formando una fuerza coherente que atacó en forma metódica los asentamientos hispanos. Así, el panorama era mucho más grave que en los tiempos de Valdivia.

Como consecuencia del llamado Desastre de Curalaba, casi todas las ciudades y fuertes al sur del río Biobío terminaron siendo abandonadas por los conquistadores (a excepción de Castro, por su condición insular). Posterior a estos hechos se daría inicio al periodo de la Colonia de Chile.

Desde ahora en adelante los españoles dejarán de realizar la expansión por el territorio mapuche de la misma manera que se hizo a lo largo del siglo XVI, y dividirían los territorios españoles en Chile, al tener su territorio norte (la Capitanía General de Chile) como frontera sur el río Biobío y su territorio sur (Chiloé) como frontera norte el canal de Chacao (exceptuando la posterior recuperación de la ciudad de Valdivia en 1645, y la recuperación a fines de la colonia (siglo XVIII) de los territorios al sur de esta ciudad, como la refundación de la ciudad de Osorno).

El virreinato del Perú nombró apresuradamente y en reemplazo del fallecido Martín García Oñez de Loyola a Francisco de Quiñónez un militar ya entrado en años y con pocas aptitudes para el escenario que le tocaba enfrentar, pero si dotado de una gran prudencia. Este gobernador vio con horror el estado de la colonia y solicitó refuerzos urgentemente. Mientras, se dedicó a apuntalar con lo que tenía aquellos asentamientos que valía la pena defender.

Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no estaba a la altura de los acontecimientos, hizo lo humanamente posible por estabilizar su situación, enfermó y solicitó su relevo. El 29 de julio de 1600 desembarca en Valparaíso Alonso García de Ramón, nuevo gobernador de Chile, antiguo maestre de campo de Alonso de Sotomayor acompañado de 45 soldados lusitanos traídos desde Buenos Aires.[17]

Este militar, dotado de un carácter enérgico y resuelto equipó a 400 soldados quitándoles prácticamente a la fuerza caballos, armas y batimentos a los pobladores de Santiago y se dirigió resueltamente a Chillán y luego a Concepción. Realizó una batida punitiva por Arauco logrando rescatar algunas mujeres españolas y se reunió con Francisco del Campo en Osorno. Francisco del Campo era un capitán de prestigio que había hecho traer Quiñónez desde Perú.

Ya se había establecido un plan de reconquistas de las plazas perdidas que consistía en avanzar en columnas punitivas y una columna de repoblación. Fue relevado abruptamente por el nuevo gobernador Alonso de Ribera nombrado por el también nuevo rey de España, Felipe III. Esto causó una gran decepción al saliente gobernador.

Alonso de Ribera tenía una preparación y aptitudes similares a las de su predecesor, pero no tenía experiencia alguna en el escenario que iba a tomar. Asumió en febrero de 1601 la gobernación de Chile en una situación algo más estable que la que asumió Francisco de Quiñónez, pero no fue bien recibido por la colonia chilena quien ya había probado la mano enérgica de Alonso de García Ramón.

Llegó con 260 soldados bien equipados, muchos de ellos mestizos traídos desde Perú, Ecuador y México.

Para entonces, los mapuches eran formidables enemigos, diestros en el manejo de la caballería, armas de fuego y tácticas de guerrilla y emboscamientos. Aquellos españoles que eran capturados se enfrentaban a un destino muy incierto, puesto que si eran considerados cobardes se les mataba horriblemente y si demostraban valentía y coraje tenían la esperanza de salvarse y vivir como esclavos.

El plan de Ribera era algo opuesto al de García Ramón y consistía en avanzar en líneas sucesivas de fuertes empujando lentamente la frontera hacia el sur. García Ramón le propuso su plan pero fue desechado por Ribera.

Ribera salió con 540 soldados de Concepción en febrero de 1601 y se internó por el camino de la cuesta de Marigueñú en la costa de Laraquete sorprendiendo a los mapuches y arrasando sus sementeras, obligándolos a huir. Una vez destruidas las cosechas y asentamientos volvió a Concepción, hizo preparativos para una defensa de sitio y luego se encaminó a Santiago, fundando de paso Lonquén en el río Itata.

Hay que hacer notar que Ribera tenía fama de mundano a los ojos de las autoridades eclesiásticas, en especial un obispo llamado Juan Pérez de Espinosa y los vecinos de Concepción y Santiago por estar en concubinato con una hermosa limeña María Lisperguer, tía de Catalina de los Ríos y Lisperguer, llamada La Quintrala. El obispo Pérez de Espinoza trató por todos los medios, y mediante el concurso de vecinos descontentos, hacer llegar a la Inquisición en Perú de la conducta liberal del gobernador.

Ribera propuso al rey Felipe III, la creación de un ejército permanente y profesional como un modo de mantener con algún grado de éxito la guerra de Arauco, sin necesidad de expoliar a los sufridos habitantes de la colonia.

Para lograr la autorizacón Rivera le aseguró al monarca que si le daba la autorización lograría la pacíficación de la provincia en tres años si contaba con un refuerzo profesional de al menos 1.000 hombres y se les daba un sueldo a los 1200 que ya tenía bajo su mando.[17]

Creó una economía autónoma para proveer a este ejército, conocido también como los "Tercios de Arauco", de los elementos materiales que requería, pues los que venían del Perú se demoraban demasiado. De este modo nacieron fábricas artesanales y talleres de confección de herrerías, telas y zapatos, que dio trabajo a sastres, herreros y carpinteros que se agruparon en asociaciones estatales.

Estos costos eran pagados con dinero del virreinato o del mismo reino y evitó las llamadas "derramas" o contribuciones forzadas de aprovisionamiento por parte de los vecinos. Prohibió la presencia de indígenas en las ciudades y fuertes y suprimió la prostitución de soldados españoles con las "rabonas" o indias mestizas como un modo de asegurar que la información no se traspasara al enemigo.

Durante el verano a fines de 1602 el gobernador lanzó una nueva campaña contra los indígenas, logrando vencerlos en Purén y Paicaví.[18]​ Se solicitó además el envío de unos 5.000 soldados españoles, proyecto rechazado por la Corona española,[19]​ dicho contingente formaba parte del plan de Rivera de tener 2.700 hombres resguarneciendo la línea del Biobío y otros 4.000 en Valdivia que se encontraba aislada.[20][21]

Tuvo que, además, ir en auxilio de los pobladores de Osorno y Valdivia, quienes estaban padeciendo de hambre. Dejó 100 hombres en la primera a cargo de Francisco Hernández Ortiz y en la segunda 220 soldados al mando de Rodrigo Ortiz de Gatica.[20]​ El 24 de septiembre en Valdivia rechazaron un asalto de los indígenas pero Ortiz murió en la refriega, quedaban 60 o 92 soldados,[20]​ por lo que el fuerte fue sitiado. Hacía diciembre se les agotaron las provisiones a los defensores y se vieron impedidos de salir a buscar alimentos.[20]

En enero de 1603 Ribera avanzó con 1.000 hombres por la costa[22]​ hasta el Biobío y fundó varios fuertes, como el de San Pedro de la Paz en el vado de Chepe.

El día 24 del mencionado mes el general Juan de Añasco llegó a Valdivia con refuerzos y una orden de Ribera por medio de la cual se despacharan a las mujeres y niños sobrevivientes a Chiloé, de la guarnición quedaban 34 hombres, se dejaron 40 a 50 soldados en el fuerte y el resto se llevó a Osorno. La tropa dejada se sublevó y arresto a su jefe, el capitán Gaspar Doncel, pero este escapó en un bote. Enterado el gobernador reunió a sus hombres y se ordenó la retirada a Concepción.[20]

El gobernador adelantó la "frontera" hasta llegar al Biobío y fundó un fuerte llamado Nuestra Señora de Halle. Con 500 españoles decidió aprovisionar la guarnición del fuerte de Santa Fe fundado un año antes, pero fue emboscado por Nabalburi y 4.000 guerreros, Ribera que iba en la vanguardia ordenó retroceder hasta encontrar al resto de sus tropas, ante esto los mapuches se retiraron. Los hispanos tuvieron un muerto, el capitán Pedro Silva, y 3 heridos graves.[23]​ Ribera prosiguió su camino.

Cuando llegó al fuerte se enteró que en el invierno, Pelantaro con seis o siete mil lanzas sitió el lugar e intento tomarlo, de los 140 españoles originales quedaban en febrero de 1603 solo 39 soldados y su capitán Alonso González de Nájera. Durante el asedio muchos soldados desertaron o murieron de hambre, por lo que su comandante tomo drásticas medidas contra la cobardía.[23]

Ribera reabasteció y reparó el fuerte, luego con 400 hombres atacó Mulchén arrasando todo a su paso. Sin embargo, solo tres caciques con 23 guerreros pidieron la paz, tras esto volvió al norte.[23]

En octubre partió de Concepción al sur con un poderoso ejército cruzó la cordillera de Nahuelbuta saqueando y quemando, rescató algunos cautivos pero otros se negaron ya que se habían integrado con los mapuches y tenían familias con ellos.[24]

Ya en diciembre Rivera y sus hombres volvieron al norte, pero cuando atravesaban las ciénagas de Lumaco fueron emboscados, al ser inoperante su caballería se les ordenó a los yanaconas cubrir el camino con totoras y luego los arcabuceros dispararon hasta dispersar a los araucanos. El día 24 se fundó el fuerte de Nacimiento en la confluencia del río Vergara con el Biobío.[24]

En 1604, Ribera creó un ejército permanente de 1500 hombres, pagado de réditos reales. Su plan estratégico era concentrar las fuerzas españolas en una serie de fortalezas a lo largo de la frontera y consolidar la energía española, que podría entonces avanzar al sur. En su primer período de gobierno, pudo avanzar en el territorio de mapuche y construir 19 fortalezas.

En 18 de febrero llegaron de Lima 361 refuerzos a Concepción.[25]

En febrero de 1604, Ribera salió de Concepción con un batallón punitivo de 590 soldados en dirección a Catiray y Purén, pero los indígenas no presentaron batalla limitándose a darles paso. Ribera tuvo que contentarse con asolar las sementeras y quemar rucas vacías, logrando liberar 20 cautivos.[25]

El día 13 Ribera evacuó a 44 hombres que quedaban en Valdivia y marchó a Carelmapu a evacuar Osorno, desconocía que el fuerte había sido sitiado, muertos de hambre Hernández y su tropa salieron quemando el lugar el 15 de marzo de 1603 (durante el asedio se llegó al canibalismo con tal de sobrevivir), de inmediato fueron emboscados y tuvieron 16 bajas, tomando rumbo a Chiloé.[20]​ Llegaron a Calbuco tras un agotador viaje en el que murieron 24 personas y ahí recibieron ayuda de Castro, lugar con el que tenían comunicaciones gracias a que Hernández había enviado varios mensajes señalando sus intenciones. Ahí se establecieron y fundaron un fuerte.[20]​ Tanto en la salida de Osorno como en el viaje hacia Calbuco, contaron con el apoyo de un contingente de auxiliares indígenas que fueron recompensados con tierras en el archipiélago de Calbuco, la eximición de la encomienda para ellos y sus descendientes; este grupo constituye el origen de los denominados "indios reyunos".

El 1 de abril penetró en la comarca de Arauco donde no encontró resistencia y ordenó trasladar el fuerte junto al río Curaquilla para poder abastecerlo desde el mar. Mientras esto sucedía los indios atacaron los alrededores de Concepción, Hualqui y Quilacoya, estas dos últimas eran estancias del rey.[25]

Durante el invierno, Ribera cifró sus hombres en 1.219 y tras un consejo de guerra efectuado en Santiago el 18 de julio mandó como pedido al Rey un refuerzo de 1500 hombres.[25]​ Mientras que en el fuerte Arauco Pedro Cortés y 500 soldados derrotaron 32 veces a concentraciones de guerreros de cuatro mil o más, recuperándose 800 caballos y tomándose 400 prisioneros.[17][25]​ En el de Nacimiento el sargento Garci López Valerio y 19 soldados desertaron y se pasaron al bando mapuche.[25]

A finales de septiembre el gobernador volvió a Concepción y su subordinado, Pedro Cortés, tras acosar constantemente al cacique Antemaulén, toqui de Lavapié, logró que este pidiera la paz, dejando sometida toda la provincia de Arauco, los jefes prestaron 500 lanzas al servicio del hispano.[25]​ Para su nueva campaña el gobernador partió al sur con 900 yanaconas y 400 españoles.[17]

En diciembre de 1604 y enero de 1605 Ribera ordenó abandonar Arauco retirando la frontera al Biobío.[19][26]​ Jorge Ribera, hermano del gobernador, atacó Catiray con 80 hombres encontró a los locales haciendo una fiesta, los atacó y masacró, llevándose 86 mujeres. Tras esto, las tribus de la comarca pidieron la paz.[25]​ En la de Tucapel dos jefes pidieron la paz, siendo atacados y asesinados por sus congenéres. El gobernador marchó a Tucapel donde aplastó la resistencia de las tribus.[25]​ En la desembocadura del Lebu fundó el fuerte de Santa Margarita de Austria[19][26]​ El gobernador en Claroa fue atacado por una columna de 2.000 a 3.000 mapuches pero la derrotó, marchó a Tucapel pasando por Ilicura y Lleolleo.[17][25]​ En Paicaví fundó un nuevo fuerte, donde se reuniría el 9 de abril de 1605 con su sucesor.[25]

Los mapuches de las zonas de Angol y Mulchén[22]​ realizaron guerra de guerrillas, con ataques menores que generalmente buscaban hacerse de elementos materiales evitando atacar las mayores guarniciones en la línea del Biobío.[22]​El 28 de enero en Yumbel una guarnición de 40 españoles del teniente Cristóbal Delgado[25]​ salió del fuerte en busca de forraje, fue emboscada y 25 fueron muertos y 3 son capturados,[22]​ los sobrevivientes volvieron al fuerte, heridos en su mayoría, la tropa principal fue a atacar a los indígenas pero estos se dispersaron y ocultaron.[22][25]

El gobernador mandó a los alrededores de Laja, Yumbel y Angol al maestre de campo Pedro Cortés con 30 soldados, quien saqueó los poblados alrededor de los fuertes de Nuestra Señore de Halle, Nacimiento y Santa Fe, cruzando el Biobío al sur, atacando las tierras del cacique Nabalburi donde arrasó un campamento, matando unos 60 indígenas.[22]​ Los mapuches no presentaron batalla en ningún caso, ni tampoco establecieron sitios a las ciudades importantes como en antaño. Muy probablemente esto se debía a una epidemia de tifus que los diezmaba.

Al final, las intrigas de la iglesia en contra de Ribera dieron fruto y el gobernador fue relevado de su puesto y reasignado a Tucumán, siendo reemplazado por Alonso García Ramón, mientras se llevaba un juicio de residencia en contra de Ribera.

Durante toda la primavera y el verano de 1606 el gobernador español Alonso García Ramón armado con refuerzos traídos desde Mendoza, Buenos Aires y Lisboa contaba con más de 1.000 soldados, considerándose lo suficientemente poderoso como para organizar una campaña de conquista definitiva ya que contaba con el apoyo de la Corte de España y la Iglesia católica.

El 15 de enero García Ramón partió su campaña con 1200 soldados y 500 yanaconas,[27]​ dividió sus fuerzas en dos columnas, la primera de 500 hombres al mando del coronel Pedro Cortés y el maestre de campo González de Nájera marchó por la costa, atacando a los rebeldes de Arauco y Tucapel para volver al valle central a Purén para reunirse con el gobernador.[27]​La segunda columna dirigida por el mismo gobernador y el maestre de campo Diego Bravo de Saravia contaba con 600 tropas y recorrió el valle central hasta el punto de reunión.[27]

En ambas marchas los locales presentaron poca resistencia, retrocediendo a zonas boscosas, montañosas o pantanosas, ante esto las tropas españolas se limitaron al saqueo y el pillaje.[27]​Solo Cortés encontró batalla en el valle de Elicura tras recorrer la zona de Tucapel.[27]​Por el lado del gobernador, cerca de 150 yanaconas que acompañaban su columna lo traicionaron y dejaron solo matando al jefe Nabalburí que había dado muestras de sometimiento.[27]​El 2 de febrero ambas fuerzas se reunieron en Purén cuando llegó la columna de Cortés,[27]​el gobernador ya había llegado el día 30 de enero.[28]

García Ramón sabía que en los vados de Purén y Lumaco se refugiaban miles de guerreros[27]​con 200 cautivos, sin embargo, no logró liberarlos ni por medio de las armas ni por el intento de intercambiarlos o comprarlos.[29]​ En sus intentos lanzó varios ataques en la zona del río Cautín y donde estaban las ruinas de La Imperial y Villarrica, por esto tomó la decisión de fundar el fuerte de San Ignacio de la Redención de Boroa, durante la construcción de este sufrió dos feroces ataques, los nativos esperaron que la tropa principal saliera para hacer su ofensiva nocturna, en ambos casos fueron rechazados gracias a la acción del sargento mayor Diego Flores de León.[27]

Tras esto el gobernador volvió a la ofensiva pero en la orilla norte del río Colpi fueron emboscados y derrotados el 2 de abril, muriendo los capitanes Juan Sánchez Navarro y Tomás Machín.[27]​Con el invierno ya volvió al norte llegando a donde se encontraba la ciudad de Angol, allí al inicio de su campaña había fundado un fuerte[30]​a cargo del capitán Núñez de Pineda, este a fines de marzo solicitó refuerzos, unos 150 hombres al mando del capitán Antonio de Villarroel fueron enviados desde Concepción,[27]​cuando estaban cerca de Angol[19]​tuvieron que pasar por un estrecho paso donde la retaguardia formada por novatos traídos de México fue emboscada y derrotada,[30]​sufriendo 20 bajas (incluidos dos oficiales).[27]​Tras esto las comarcas de Angol y Tucapel se rebelaron y los españoles se vieron forzados a despoblar el fuerte dejando aún más aislado al de Boroa,[30]​la rebelión indígena empezó a extenderse en diversos lugares.

En Boroa, el maestre de campo Juan Rodulfo Lísperguer fue el único comandante español que se ofreció a quedarse a cargo de la plaza,[31]​ se dedicó a hacer varias salidas consiguiendo rescatar varios cautivos y tomar prisioneros y un amplio botín. Pronto el fuerte tuvo gran cantidad de provisiones, armas y víveres lo que lo hacía un blanco importante. Sin embargo varios soldados desertaron por las malas condiciones de vida, pasándose al enemigo y dándoles información vital.[27]

En agosto Lísperguer supo de una gran masa de indígenas, en su mayoría de Purén y Tucapel,[27]​se reunió en las afueras del fuerte al mando de los caciques Pelantaro,[30]​Aillavilu II y Paillamachu y el desertor mestizo Juan Sánchez.[27]​Sin embargo, Lísperguer continuó con sus salidas. Los mapuches se mantuvieron quietos esperando el momento oportuno para el ataque.[27]​En las cercanías de aquel lugar el cacique Pelantaro reunió unos 3.600 guerreros[30]​con los que planeaba emboscar a la columna mientras otros miles de mapuches con los demás jefes procederían a atacar el fuerte de Botoa.

El 20[31]​o 29 de septiembre[27]​Lísperguer salió del fuerte con entre 150[27]​y 293[31]​soldados por el carbón, al entrar en la quebrada la avanzada fue atacada pero prevaleció por el fuego de arcabuces, pero el grueso de la fuerza española llevaba las mechas apagadas, los mapuches se enteraron y atacaron destruyendo las columnas, dividiendo a los españoles en pequeños grupos aislados. Tras una feroz lucha, los españoles agotados y rodeados por masas compactas de guerreros cayeron uno a uno tras sucesivos ataques desde todas partes. Lísperguer animó a sus hombres primero a caballo y luego cuando mataron a su animal combatió a pie hasta que cayó.[27]​ La quebrada quedó cubierta de cadáveres. Ningún español logró escapar, aparte 10 o 15 fueron capturados para sacrificios o por canje de prisioneros.[27]​Fue por el número de muertos la mayor derrota de los españoles en Chile.[31]

Mientras tanto, en el fuerte quedaron 94 soldados al mando del capitán Francisco Jil Negrete de 25 años, que al sospechar por la tardanza de sus compañeros y con la posterior llegada del alférez Alonso Gómez que había sido capturado tras la batalla pero que logró escapar y llegar al fuerte, mandó a imponer activa vigilancia, retrocedió de las posiciones indefendibles y mantuvo un estricto racionamiento ante un posible asedio. Fue capaz de rechazar dos grandes ataques, sin embargo poco a poco sus hombres empezaron a perder la moral.[27]

El gobernador pasó el duro invierno el Concepción, el 9 de octubre se enteró de la rebelión en Tucapel y el día 15 marchó a Purén, lugar que sometió y luego al fuerte de Arauco donde acabó con las fuerzas nativas que se concentraban en sus cercanías, partió a liberar el fuerte de Paucaví arrasando el valle de Cayocupil.[27]

Durante su victoria en Purén un soldado de apellido Rivas sobreviviente del desastre de Boroa le llegó con las noticias del desastre, el hombre había sido capturado y había escapado y sobrevivido oculto en la selva, el soldado desconocía lo sucedido con la guarnición del fuerte.[27]​Muchos oficiales aconsejaron a García Ramón volver al norte creyendo nulas las esperanzas de hallar sobrevivientes pero este ordenó marchar con todo el ejército al sur.[27]

El 24 de noviembre el gobernador llegó con un ejército de 2.000 hombres a romper el asedio, las condiciones dentro del fuerte eran terribles, de los sobrevivientes al desastre inicial 42 habían muerto o desertado, de los aún vivos muchos estaban enfermos o heridos. El día siguiente el gobernador ordenó una investigación oficial de los sucedido, el 26 de ese mes los españoles abandonaron el fuerte y retrocedieron desmoralizados a Tucapel y Paicaví, el gobernador, sus hombres y los colonos perdían así las esperanzas de someter definitivamente la región. Hubo pánico y desmoralización en la población, el 19 de diciembre el Cabildo de Santiago se reunió de emergencia por temor a una posible rebelión en el Maule se desarmó a los indígenas pacificados y con el tiempo la calma volvió a la colonia.[27]

Ante tan desastrosa derrota, con sus fuerzas cansadas y muy menguadas y notando la negación de los mapuches a la paz el gobernador ordenó la retirada al norte y el fin de la campaña de ese verano. Poco después llegaron unos 500 hombres desde el Perú.[27]

Entre 1607 y 1608 durante el verano el gobernador reorganizó sus tropas,[32]​cifradas en 2.000 hombres,[33]​con 1.000 yanaconas[34]​y lanzó una nueva campaña. Sus tropas se concentraron en el río Biobío sucediéndose enfrentamientos en el río Lebú y en las provincias de Arauco y Millapoa.[32]

En 1608 una Real Cédula autorizó la esclavitud de todos los indios rebeldes, en ese momento las tropas llevaban cerca de cinco años de guerra continua y sin descansos por lo que las deserciones eran masivas[33]​muchos de ellos fueron a la Gobernación del Tucumán.[32]

La siguiente campaña de verano (1608-1609) fue bastante ambiciosa gracias a que el capitán Pedro Martínez de Zavala, exgobernador de Buenos Aires, llegó con los refuerzos encargados, 150 soldados y 1500 caballos desde el Paraguay y Tucumán en mayo de 1608. El gobernador llegó a Purén pero en mayo del 1609 retrocedió a Concepción por el inicio del invierno, ese año hubo fuertes inundaciones en todo el reino.[32]​ Por su cuenta el coronel Pedro Cortés lanzó un ataque sorpresa contra el campamento del cacique Paillamacu cerca de Tucapel, el jefe mapuche fue capturado y colgado sumariamente con los demás prisioneros.[35]

En la que sería su última campaña (verano de 1609 y 1610) García Ramón tomó fuertes castigos contra los indígenas, estos escarmientos provocaron una nueva sublevación.[36]​ Durante noviembre y diciembre de 1609 el gobernador preparó e inició su campaña en las provincias del sur.[35]​ El maestre de campo Diego Bravo de Saravia llevó varias correrías militares en la provincia de Tucapel, dirigiendo una fuerza de 350 hombres, pensando en que la larga guerra había debilitado a los nativos el español marchó confiado, inicialmente atacó y persiguió a los mapuches sin que estos ofrecieran gran resistencia, abandonó Tucapel y continuó por la cordillera de la Costa. Sin embargo, a mediados de diciembre en un lugar llamado Cuyuncaví fue emboscado por guerreros de Purén, donde no pudo oponer una resistencia organizada, 34 españoles murieron o fueron capturados y más de 60 fueron heridos.[35]​ Los mapuches llevaron un gran botín en caballos, municiones y armas, durante su regresó a sus tierras fueron acosados por un destacamento del capitán Pedro de Escobar Ibacache, sin embargo, este no pudo derrotarlos y volvieron vencedores a sus tierras.[35]​ Al saber del desastre el gobernador ordenó que tal afrenta no quedara sin castigo.[35]

Salió con 470 hombres desde Concepción, rápidamente marchó y atravesó la sierra de Catirai y el 26 de diciembre llegó al valle de Purén, lugar de origen de los guerreros que emboscaron a Bravo. Allí quemó sembradíos y construyó un campamento en el mismo lugar donde Valdivia fundó un fuerte, sin embargo, no encontró resistencia.[35]

El 31 de diciembre, sabiendo que las tribus costeras eran las que ofrecían mayor resistencia, se preparó a atacar los valles vecinos, pero su plan se interrumpió cuando tras levantar su campamento ordenó a su vanguardia explorar los alrededores pero esta fuerza cruzó un arroyo y quedó separada del resto de la tropa española. Un enorme ejército de mapuches salió a su encuentro, eran las fuerzas unidas de los caciques Aillavilu II, Anganamón, Pelantaru y Longoñongo.[19]

El ejército araucano que se dividía en cinco grandes cuerpos cargó sorpresivamente contra la tropa española con un gran ímpetu. El gobernador llegó con el resto de sus hombres a salvar a su vanguardia, pero la resistencia mapuche resultó tan feroz que él y el resto de su ejército se hallaron durante un largo tiempo al borde de un desastre militar.[35]​ Finalmente los españoles lograron que algunos regimientos indianos rompieran filas por lo que los caciques y sus guerreros se retiraron sin ser perseguidos.[35]​ Los españoles resultaron en su mayoría heridos y tuvieron dos muertos, los mapuches tomaron sus cuerpos y los decapitaron mandando sus cabezas a la costa como mensaje para que las tribus de aquel lugar se alzaran.[35]​En tanto que con los yanaconas nunca se mencionaron ni cuantos lucharon ni cuantos murieron en la batalla.

El mensaje de rebelión tuvo éxito, los locales de Lebú se rebelaron creyendo al gobernador muerto y su ejército destruido. Pronto la insurrección se extendió por toda la llanura costera y la guerra recrudeció.[35]​ García Ramón retomó la marcha y sometió Lebú y alrededores. Luego mandó llamar a los jefes de Tucapel y Arauco a un parlamento, ahí decapitó a 20 asistentes y ahorcó a seis mensajeros.[35]​ Otra versión dice que el gobernador delegando el mando por enfermedad en el oidor de la Audiencia de Santiago, doctor Luis Merlo de la Fuente, quién con diez hombres sorprendió a los caciques mientras estos conspiraban un nuevo alzamiento y los hizo arrestar y ejecutar.[19]

Sea cuál sea la verdad, García Ramón volvió a Concepción a inicios de febrero de 1610 para recibir 200 refuerzos enviados desde el Perú, estos fueron apenas suficientes para reemplazar las bajas de la campaña, como los 23 ahogados al hundirse un bote cuando cruzaban el Biobío o el capitán que con sus 12 hombres fueron emboscados y masacrados alrededor del fuerte Nacimiento. El gobernador volvió al sur de la frontera y el capitán Nuñez de Pineda fundó el fuerte de Francisco de Montes Claros en Angol, al finalizar el verano se dio por finalizada la campaña, que terminaba como las anteriores, con altas perdidas y ningún avance hacia la pacificación.[35]​ García Ramón se retiró a Concepción[35]​ por el invierno, y murió el 2 de septiembre de 1610.[19]

Durante el gobierno de García Ramón murieron 414 españoles en batalla y más de 600 por enfermedades o habían sido o bien capturados o desertaron con casi ningún avance en la guerra.[33]​ Su sucesor Luis Merlo de la Fuente organizó una campaña punitiva arrasando todo a su paso, capturando esclavos en Purén.[33]​ Por esas fechas se implantaría la guerra defensiva en la frontera en la que los misioneros católicos tomarían una importante influencia en las negociaciones, esto fue posible en particular gracias al fracaso político-militar de las campañas de García Ramón.

El virrey del Perú asignó, por instrucciones de Felipe III, al sacerdote Luis de Valdivia como cabeza de las directivas de la guerra en Arauco.

El padre Luis de Valdivia estaba convencido de que el medio más eficaz para concluir con la Guerra de Arauco era la supresión del servicio personal de los indígenas y el término de la guerra ofensiva, lo que debía ir acompañado por un esfuerzo evangelizador de los religiosos. En 1606 viajó al Perú y expuso estas ideas al recién llegado Virrey, el marqués de Monterrey, quien lo envió a España para obtener la sanción real del sistema propuesto.

Luego de recibir la aprobación en 1612, el padre Luis de Valdivia viajó ese mismo año desde Tucumán junto a Alonso de Ribera; quién había sido liberado de los cargos que se le imputaban y se le reasignaba un segundo mandato en Chile. La condición de esta nueva oportunidad de gobierno para Ribera era que aceptara el libre concurso del padre Valdivia en la guerra defensiva.

Alonso de Ribera convocó el 9 de diciembre de 1612 una junta de paz en Paicaví, a la que asistieron los caciques Anganamón, Tereulipe y Ainavilú. En ella el padre Valdivia los trató con extrema condescendencia, prometiendo la destrucción del fuerte de Santa Fe, el regalo de las embarcaciones anexas y la liberación de los indios del servicio; a cambio los indígenas debían aceptar la paz y que misioneros estuvieran entre ellos en labores evangelizadoras. Los caciques mirándose unos con otros, aceptaron con falsas promesas de paz a los sacerdotes Horacio Vechi, Martín de Aranda y a Diego de Montalbán en sus asentamientos.

Al ser muertos los sacerdotes por Anganamón luego de que una española y algunas otras mujeres suyas le fuesen robadas por un español enviado del cura Valdivia (F. Nuñez, el Cautiverio feliz, entre otros). Esto, ilustra que a pesar de las disposiciones reales sobre la guerra defensiva, el ejército permanente de la frontera, acostumbrado a las malocas y al tráfico de esclavos que el rey había autorizado por real cédula en 1608, difícilmente pudo abandonar sus hábitos, de ahí que el levantamiento mapuche no se hiciera esperar.

Así, Ribera tuvo que reemprender la guerra ofensiva, además de lidiar con correrías de piratas. Pero el Alonso de Ribera que llegó de Tucumán no era el mismo de antes, ya estaba cansado y muy enfermo. Finalmente falleció, profundamente enemistado con el padre Valdivia, en 1617.

Entre 1619 y 1623 se declaró una segunda epidemia de viruela entre la población indígena alcanzando también a la población mestiza en la colonia. Para suerte de la colonia, esta epidemia imprimió un freno a la rebelión desatada en Curalaba pues diezmó a las poblaciones rebeldes en un momento en que la gobernación de Chile, desde la muerte de Alonso de Ribera, pasaba por una y otra mano donde ninguno de los interinatos tenía mayores aptitudes militares.

La excepción a la regla fue Pedro Osores de Ulloa un anciano militar dotado de un carácter enérgico que impuso disciplina al desastrado e inoperante ejército colonial: ejecutó a los desertores e imprimió un nuevo impetú de armas a sus soldados. Cuando estuvo ya en condiciones operativas la soldadesca salió en una campaña punitiva contra los indios de Purén quienes no le dieron batalla por encontrarse diezmados y rehuyeron el combate frontal.

Por estas fechas llegó a Chile Catalina de Erauso, llamada la monja alférez, quien se alistó para luchar en esta guerra bajo las órdenes del capitán Gonzalo Rodríguez, que venía con una fuerza de 1600 hombres de Lima a la ciudad de Concepción.[37]​ Luchó como cualquier soldado frente a los mapuches y tuvo una acción destacada en la defensa de Valdivia por lo cual recibió el grado de alférez. Sin embargo, sus excesos con los indígenas le privó de seguir avanzando en la carrera militar. Según su autobiografía al morir su capitán en la batalla de Purén quedó al mando de la compañía por 6 meses.[38]

Osores de Ulloa, además, planteó al virreinato del Perú la reconstrucción de Valdivia y la factibilidad de hacerlo recayó en el conde de Guadalcazár, a quien había sido encomendado el reconocimiento de las costas australes en prevención de ataques de piratas holandeses.

Esta expedición naval llegó y remontó hasta Valdivia. Viendo que los indígenas reunidos en tierra le exponían una gran cruz como aparente signo de bienvenida se dispuso el desembarco de Pedro de Balmaceda con 10 soldados, apenas hubieron puesto los pies en tierra fueron masacrados por la turba de indios ante la atónita vista de la gente en las embarcaciones y huyeron del lugar.

Osores intentó hacer llegar un informe del estado de la Guerra de Arauco a Felipe IV, el nuevo rey, pero este monarca estaba aún influenciado por los informes del Padre Valdivia y solo atinó a enviar directamente desde España una flota de tres navíos con 400 soldados a cargo de Iñigo de Ayala, la cual zozobró a la altura del Estrecho de Magallanes, salvando solo un navío que desembarco la infantería sobreviviente, de la que solo llegaron 80 soldados a Chile por tierra.



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