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Batlle y Ordóñez



José Pablo Torcuato Batlle y Ordóñez (Montevideo, 21 de mayo de 1856 - 20 de octubre de 1929) fue un reconocido político y periodista uruguayo.

Dentro de su trayectoria política, fue Presidente de la República durante dos períodos: 1903-1907 y 1911-1915.

Nace en Montevideo el 21 de mayo de 1856. Estadista reformador, conductor político, caudillo social y periodista. Hijo de Amalia Ordóñez y del general Lorenzo Batlle, que fue presidente de la República en 1868-72. Al terminar sus estudios primarios, inició la carrera de Derecho, que no terminó.

Su participación política en el Partido Colorado lo llevó en 1887 al cargo de jefe político del departamento de Minas, y en 1891 diputado por el departamento de Salto. Luego formó parte del Consejo de Estado del gobernante Cuestas, y fue electo senador en 1898. Siendo presidente del Senado, ocupó de forma interina la presidencia de la República entre el 14 de febrero y el 10 de marzo de 1899.

En 1879 comenzó su carrera de periodista como redactor en el periódico "El espíritu nuevo" en el cual oficiaba como un duro detractor del gobierno militarista de Lorenzo Latorre. Hacia 1880, realizó un breve viaje a Europa, donde cursó estudios y amplió conocimientos en España y Francia. Esta experiencia le permitió entrar en contacto con las ideas políticas del momento, algo que aprovechó para su futuro mandato presidencial. Poco después de su regreso al Uruguay, fue fundador del diario El Día, desde donde se dedicó a criticar a ciertos sectores del gobierno que él consideraba despóticos. Su dura oposición a la gestión del gobierno del general Máximo Santos le valió algunas detenciones en la cárcel, debido al alto contenido filosófico y provocativo de muchos de sus discursos.[1]​ Asimismo participó en la Revolución del Quebracho en contra de este presidente, y en este marco fue hecho prisionero y encarcelado en Palmares de Soto en 1886.[2]

A poco de ser instalado su gobierno, en el año 1903 debió afrontar el alzamiento armado protagonizado por el caudillo blanco Aparicio Saravia. Este conflicto se sorteó con un endeble acuerdo de paz que duró solo hasta el año siguiente, desembocando en la revolución de 1904.

A pesar de tener estos enfrentamientos, el gobierno pudo realizar varias obras industriales y de infraestructura. También hubo importantes cambios en el plano educativo y laboral.

Con la asunción de Claudio Williman se continuó con un gobierno batllista.

El acuerdo entre los colorados y blancos firmado el 18 de septiembre de 1897, denominado "Pacto de la Cruz", estableció, entre otras cosas la coparticipación de los dos partidos en el gobierno, así como la dirección de los blancos en seis Jefaturas Políticas (actuales Intendencias Departamentales). De este modo, este partido gobernaría los Departamentos de Rivera, Cerro Largo, Treinta y Tres, Maldonado, Flores y San José, cuyo cargo máximo sería llenado con ciudadanos de filiación blanca.[4]

Previo a la elección de José Batlle y Ordóñez a la presidencia, los blancos habían procurado dar sus votos para elegir a Juan Carlos Blanco, el cual encabezaba una fracción colorada, a condición de que se respetara el "Pacto de la Cruz". A pesar de esto, Batlle pudo ser electo debido a que la fracción blanca de Eduardo Acevedo Díaz lo apoyó en el Senado resultando vencedor con 55 votos contra 33. Esto provocaría la expulsión de Acevedo Díaz de las filas de su partido. Al momento de distribuir las Jefaturas Políticas, Batlle otorgó dos de las que correspondían a los blancos a Acevedo Díaz, lo cual fue tomado como una violación del "Pacto de la Cruz".

A consecuencia de esto, Saravia convocó nuevamente a la revolución de los blancos, cuyas fuerzas se movilizaron en esos Departamentos. La guerra civil fue evitada, sin embargo, por una misión que viajó a entrevistarse con Saravia, y el 22 de marzo de 1903 se concretó el "Pacto de Nico Pérez", firmado en esa localidad del departamento de Florida, por el cual se estableció que a las Jefaturas políticas de cinco departamentos serían asignadas a ciudadanos blancos nominados de común acuerdo entre el Gobierno y el Partido Nacional y en el sexto departamento sería designado un blanco, pero sin intervención de la autoridad partidaria blanca.

A una semana de llegar a este acuerdo, también en la localidad de Nico Pérez, Saravia concentró y luego dispersó unos 20.000 hombres (la mayoría de ellos jinetes), junto a los comandantes de división nacionalistas, en un impresionante desfile que representó una demostración de fuerza que presagiaba la tensión que viviría el país en meses posteriores.

En los meses que siguieron a la firma del pacto ambos bandos se aprovisionaron de armamento preparándose para un enfrentamiento que resultaba inevitable, dadas las condiciones políticas y sociales del Uruguay de esa época.[5]​ Batlle mejoró el Ejército, al que dotó de cañones Krupp, ametralladoras Maxim y fusiles Mauser de repetición.[5]

A pedido del Jefe político del departamento de Rivera (que era de filiación blanca), el gobierno envió a ese departamento al ejército por temerse una incursión brasileña, a causa de la detención efectuada por la Policía de Rivera, y siguiente fuga hacia el Brasil, del hermano del Prefecto de Livramento.

Los blancos afirmaban que hubo un acuerdo verbal en el "Pacto de Nico Pérez" que implicaba que el gobierno no enviaría fuerzas militares a los departamentos controlados por ellos, aunque los colorados replicaban que esa cláusula solo se refería al envío de estas fuerzas para modificar situaciones electorales.[5]​ Este hecho fue nuevamente tomado como una violación de los acuerdos contraídos, por lo que Saravia proclamó nuevamente la guerra civil el 1 de enero de 1904. Este detonante de la Revolución de 1904 puede parecer menor, pero en realidad canalizó la profunda rivalidad de poder entre los dos partidos, y del inestable equilibrio de poder que existía desde el "Pacto de la Cruz", en el cual de hecho existían dos gobiernos en el Uruguay. Uno de ellos se constituía en el gobierno central con sede en Montevideo mantenido por los colorados, y otro de filiación blanca estaba establecido en la "Estancia del Cordobés" en Cerro Largo, donde vivía Saravia. Ambos partidos consideraban injusta esta situación: los colorados, por un lado consideraban que por ser el gobierno electo, debían tener autoridad sobre todo el territorio nacional, y los blancos por otro, consideraban que su marginación política del gobierno central se debía a las condiciones de fraude sistemático en que se daban las elecciones nacionales, por lo que reclamaban la depuración de los registros civiles, mayores garantías para el voto y representación proporcional, entre otras reivindicaciones de carácter político.[6]

Los bandos enfrentados contaron con fuerzas muy desiguales. El gobierno por su parte preparó un ejército de 30 000 hombres, con el armamento que había ido acumulando desde el levantamiento del año anterior. Saravia por su parte, contó con 15 000 hombres, mal armados, aunque con un número mayor de caballos. En ese sentido, los nacionalistas basaron su estrategia en la movilidad que les otorgaba este elemento, apostando a generar un clima tal en el campo que provocara que los estancieros presionaran al gobierno para que pactara una paz, en la que los revolucionarios tendrían una ventaja.[7]

Las batallas que tuvieron lugar en los 9 meses que duró el enfrentamiento fueron cada vez más duras y sangrientas, destacándose las batallas de Mansavillagra, Fray Marcos, Paso del Parque, Tupambaé y por último Masoller, en donde el líder nacionalista Aparicio Saravia es herido de muerte, falleciendo 9 días más tarde en territorio brasileño. Con la desaparición de esta figura, el ejército nacionalista no tardo en disgregarse provocando el fin de la revolución, y la posterior firma de la "Paz de Aceguá" el 24 de septiembre de ese año.[7]

Las consecuencias más importantes de esta revolución fueron políticas, aunque también hubo algunos efectos económicos notables, como la destrucción de 16.000 km de alambrados, la pérdida de cientos de miles de cabezas de ganado (600.000 vacunos, 700.000 ovinos y 200.000 equinos), y la dispersión de la mano de obra, entre otros.[8]

En el plano político, el triunfo del partido gobernante trajo como consecuencia la finalización de la dualidad de poder entre Montevideo y la estancia del Cordobés. A partir de ese momento la consolidación de la unidad del estado implicó que las órdenes impartidas por el gobierno central se cumplieran en todo el país.[8]​ Junto con la dualidad de poderes, también terminó la co-participación política de los dos partidos, inaugurándose un período de exclusividad en el ejercicio del poder del partido vencedor en las elecciones.[8]​ Las ideas de Batlle y Ordóñez en ese sentido se sintetizan en las palabras que pronunciaría años más tarde:

Durante la segunda presidencia de José Batlle y Ordóñez hubo importantes aportes a los derechos laborales de los trabajadores. Se prohibía el trabajo de menores de 13 años, se restringía la jornada a los menores de 19, la mujer dispondría de 40 días de descanso en el período de embarazo, el descanso obligatorio era de un día cada siete y un máximo de 48 horas semanales de trabajo. Se estableció la jornada de trabajo en 8 horas. También se creó una ley de pago de indemnizaciones por accidentes de trabajo. Se estableció la indemnización por despido que dependía de la cantidad de años trabajados.

Se aprobó una pensión a la vejez que podían utilizar todas las personas mayores de 65 años y de cualquier edad en caso de invalidez absoluta, que se encontrara en la indigencia.

En lo que se refiere a la actividad económica del Estado (estatización y nacionalización), el principio ideológico era que los servicios públicos esenciales debían estar en manos del Estado, ya que este era el organismo representativo de la sociedad, es decir, de todas las clases sociales, y estaba por encima de sus disputas. El Estado debía intervenir donde el capital privado fuera indeciso o temiera perder dinero, porque no estaba guiado por el afán de lucro sino de servicio público; el Estado debía sustituir a las empresas extranjeras que se llevaban la ganancia fuera de fronteras debilitando así el país.

Fue así que se produjo la estatización del Banco de la República Oriental del Uruguay, 1911 y 1913, la del Banco Hipotecario del Uruguay, en 1912, y la de los seguros, que pasaron de manos privadas a manos estatales con la creación en 1911 del Banco de Seguros del Estado. Se creó en 1915 la Administración de Ferrocarriles del Estado.[9]

El parlamento promulgó la ley de divorcio, redactada por Carlos Oneto y Viana donde se incluía la disolución del matrimonio por la sola voluntad de la mujer. Se produjo la secularización de actos públicos, y la consecuente división entre Iglesia y Estado.

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Batlle y Ordóñez impregnó al Partido Colorado de una impronta socialdemócrata, y la sociedad uruguaya pasó a caracterizarse por ser hiperintegradora y mesocrática a lo largo del siglo XX.

Característico en el imaginario popular fue el sobretodo de Batlle, con el cual siempre aparecía representado en las fotografías.[11]


La influencia que ha tenido la figura de José Batlle y Ordóñez dentro del Partido Colorado resulta contundente. Su desarrollo político dio origen a una corriente política denominada como batllismo, la cual implica identificarse con los principales valores que el exmandatario colorado defendió durante sus dos mandatos presidenciales.

Por otro lado, generó el desarrollo de innumerables sectores políticos denominados como "Batllistas" o bajo el nombre de "Batllismo", tales como Batllistas, Unidad Batllista, Colorados Batllistas Independientes, Pilar Batllista, Pasión Batllista, Acción Batllista, Visión Batllista, Batllismo Abierto, Propuesta Batllista, Corriente Batllista Independiente, Uruguay Batllista, etcétera.

Varios lugares llevan su nombre:



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