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Batllismo



Batllismo es el nombre dado a una corriente del Partido Colorado de Uruguay inspirada en las ideas y en la doctrina política creada por José Batlle y Ordóñez, que –en sus aspectos más básicos– sostiene que para el desarrollo de un país y una sociedad el Estado debe controlar aspectos básicos de la economía por medio de monopolios estatales, así como crear un amplio cuerpo de leyes sociales; que como resultado forjaría una sociedad de clases medias bajo el amparo de una economía pujante y de un Estado benefactor, intervencionista y redistribuidor de ganancias. Desde el retorno a la democracia, el principal sector batllista dentro del Partido Colorado ha sido el Foro Batllista, en contraste con la más liberal Lista 15.

El batllismo de Batlle significó la continuidad histórica del predominio del Partido Colorado en el poder, consolidado en 1865 tras la victoria de la Cruzada Libertadora de Venancio Flores . Aunque muchos batllistas sostengan que el movimiento, dada su fuerte impronta reformista, significó una ruptura con la tradición colorada, el propio Batlle y Ordóñez se consideró un continuador “De las gloriosas tradiciones de la Defensa”. Sin embargo, la ruptura con los elementos esenciales del coloradismo fue notoria. Un ejemplo de esto fue el rechazo a la Influencia Directriz de Julio Herrera y Obes.

Además, el Batllismo significó el dominio final del elemento urbano e intelectual sobre el Uruguay indudablemente rural y caudillesco del siglo XIX y principios del siglo XX, dominado por el Partido Nacional, que dio su última batalla en la denominada Revolución de 1904, en la que fallecería el indiscutido líder rural del Partido Nacional, Aparicio Saravia, finalizando de una vez y para siempre las constantes rebeliones rurales que pusieron en jaque a los sucesivos gobiernos uruguayos del siglo XIX.

Aunque tal vez más que ningún otro movimiento político formado en Uruguay, el Batllismo estuvo inspirado y dirigido por un líder carismático, es un error –en el que han caído con demasiada frecuencia los batllistas- hacer de Batlle y Ordóñez un iluminado que cambió la realidad con el solo peso de su pensamiento. El Batllismo, como ya se ha señalado, significó la continuidad de una tendencia que tenía largos antecedentes en la historia del Uruguay y que, en algunas de sus pautas esenciales, fue acompañado no solo por los colorados no batllistas y por la naciente izquierda marxista, sino incluso por una amplia corriente del Partido Nacional.[cita requerida]

En 1913 Batlle y Ordóñez publicó unos apuntes en los que expresaba sus ideas para la creación de lo que él consideraba como un «país modelo». Este documento y la larga prédica periodística realizada en el diario "El Día" –que él mismo fundó– constituyen la base teórica del Batllismo y revelan sus fundamentos filosóficos, basados en el pensamiento de teóricos como Karl Krause, Heinrich Ahrens o Paul Janet.

Propugnaba un país de clases medias, en el que «los ricos fueran menos ricos para que los pobres fueran menos pobres» y consideraba que ese ideal solo podía lograrse por medio de la acción de un Estado intervencionista y redistribuidor.

El Batllismo, con su política nacionalizadora, su legislación social avanzada, su economía dirigida con un puntilloso cuidado por los equilibrios macroeconómicos, logró forjar una sociedad mesocrática excepcional en América Latina, la “Suiza de América” a cuyo recuerdo aún se aferran los nostálgicos.

Fue mérito de Batlle, y en especial de sus continuadores (Claudio Williman, Baltasar Brum, José Serrato, Juan Campisteguy, Gabriel Terra, Alfredo Baldomir, entre muchos otros), el mantener el modelo en lo primordial, pese a retrocesos conocidos popularmente como “El alto de Viera” –detención de las reformas durante la presidencia de Feliciano Viera– o derrotas circunstanciales (como la pretensión de instaurar un Poder Ejecutivo Colegiado), a través de 30 años de intensa vida política, en muchos de los cuales el Batllismo hubiese carecido de las mayorías parlamentarias que hubiese necesitado.

Cuando Batlle y Ordóñez falleció en 1929, Uruguay era un país esencialmente distinto al de 1903, cuando accedió por primera vez a la presidencia. Una sociedad fuertemente laica, integrada con aspectos principales de la economía en manos del Estado, con una legislación social notablemente avanzada, una notable extensión de la enseñanza y un sistema electoral depurado que, pese a sus limitaciones y defectos, permitió que el país transitara en paz durante 30 años. Y todo esto sólo durante las dos presidencias de José Batlle y Ordóñez (1903 – 1907, 1911 – 1915), a lo que se debe sumar una gran labor posterior de sus continuadores, así como de legisladores nacionalistas y socialistas, entre otros.

El Batllismo tuvo sus limitaciones, algunas fueron evidentes para sus forjadores, otras se fueron revelando a través del tiempo. Entre las primeras, la más notable (y de ella fue consciente el propio Batlle y Ordóñez) fue la omisión de una Reforma Agraria que racionalizara y modernizara la tenencia de la tierra, omisión hecha en gran parte por la debilidad del batllismo en el medio rural. Esto provocó que el Estado batllista estuviese precariamente sostenido en un sistema productivo extensivo y primario, en un país que siguió siendo básicamente agro exportador.

La corriente batllista dentro del Partido Colorado ha continuado, con matices, hasta el presente. Sus continuadores inmediatos fueron Claudio Williman, Baltasar Brum, José Serrato, Juan Campisteguy, Gabriel Terra, Alfredo Baldomir y Luis Batlle Berres.

Precisamente, fue Luis Batlle Berres, sobrino de Batlle y Ordóñez, quien lideró el sector batllista más importante del Partido Colorado. En las elecciones de 1946 fue elegido Vicepresidente de la República, acompañando a Tomás Berreta. Asumió la Presidencia de la República a la muerte de Berreta el 2 de agosto de 1947, desarrollando una corriente política que recibió el nombre de neobatllismo.[1]​ Entre sus más entusiastas militantes se destacaba un grupo conocido como los jóvenes turcos, que integraban Zelmar Michelini, Teófilo Collazo, Guzmán Acosta y Lara, Norberto Sanguinetti, Tabaré Hackenbruch y Julio María Sanguinetti.[2]

A su muerte, en 1964, el partido quedó profundamente dividido y sin un liderazgo claro. La línea batllista fue continuada por el Foro Batllista y políticos como Julio María Sanguinetti, Zelmar Michelini, Aquiles Lanza, Hugo Batalla, Amílcar Vasconcellos, Renán Rodríguez, Manuel Flores Mora, Enrique Tarigo y Manuel Flores Silva. Sin embargo, esta corriente resultó derrotada en las elecciones de 1966 y de 1971, cuando triunfaron facciones más conservadoras lideradas por Óscar Gestido, Jorge Pacheco Areco y Juan María Bordaberry. El batllismo volvió a triunfar en las elecciones de 1984 y Elecciones generales de Uruguay de 1994, cuando accedió a la presidencia Julio María Sanguinetti.

Con vistas a las elecciones de 2019 se conforma una nueva agrupación, Batllistas, que recibió el beneplácito del expresidente Sanguinetti.[3]



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