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Baltasar Brum



Baltasar Brum Rodrígues (Costas del arroyo Catalán, actual departamento de Artigas,[nota 1]18 de junio de 1883 - Montevideo, 31 de marzo de 1933) fue un abogado, diplomático y político uruguayo, presidente de Uruguay entre 1919 y 1923.[1]

Formado en su adolescencia en el Instituto Politécnico de Salto, estudió derecho en Montevideo, recibiéndose de abogado en 1909. Dirigente estudiantil durante el período de sus estudios, instaló su bufete en Salto, donde también se dedicó a la docencia y al periodismo.

Partidario incondicional de la ideología del estadista José Batlle y Ordóñez, se prestigió rápidamente desde su temprana actuación política en el Partido Colorado, en el que simbolizó a la generación más joven que apoyara el batllismo.

En junio de 1913 fue nombrado Ministro de Instrucción Pública. Al asumir el mando el 1 de marzo de 1915, el presidente Feliciano Viera lo designó Ministro del Interior, cargo que ocupó hasta septiembre de 1916, cuando fue designado Ministro de Relaciones Exteriores, puesto en el que ganaría una enorme notoriedad.

En aquellos momentos, contemporáneos al desarrollo en Europa de la Primera Guerra Mundial, en el Uruguay (que se había declarado neutral al comenzar el conflicto en agosto de 1914) había una fuerte campaña periodística en favor de los Aliados, al igual que en la Argentina, y en la que se pedía la ruptura de relaciones con Alemania y Austria-Hungría. En esta campaña influyeron decisivamente los órganos de prensa vinculados a las colectividades francesa, inglesa e italiana.

Tras la entrada de los Estados Unidos en el conflicto del lado de los Aliados, en abril de 1917, a la mencionada campaña se sumó la presión diplomática de estos sobre los países de América Latina para que cortaran los vínculos con los aliados de Alemania. En algunos casos, como por ejemplo en el de la Argentina, por entonces presidida por el neutralista Hipólito Yrigoyen, las presiones no rindieron fruto alguno, por lo que en septiembre de 1917 se hizo presente en el Río de la Plata una escuadra norteamericana comandada por el almirante James Caperton, en lo que parecía ser una visita de cortesía.

Sin embargo, el almirante estadounidense comunicó a Yrigoyen en términos insolentes que su gobierno esperaba que la Argentina rompiera relaciones con Alemania, a lo que el presidente argentino se resistió con firmeza, desafiando a Caperton a que iniciara acciones militares si eso era lo que se proponía.

El almirante estadounidense prefirió no dar ese paso, y la escuadra puso rumbo a Montevideo, donde fue recibida con entusiasmo. Baltasar Brum, en nombre del gobierno, dio la bienvenida a la escuadra, y a partir de ese momento los acontecimientos se precipitaron en el sentido de la finalización de la neutralidad uruguaya en la guerra.

Semanas después, en de octubre de 1917, ocho barcos alemanes que, se alegó, transportaban nitratos y otros componentes para la fabricación de explosivos rumbo a Alemania y que estaban circunstancialmente en el puerto de Montevideo fueron requisados por el gobierno del Uruguay, siendo posteriormente entregados a una comisión de los Aliados. Al mismo tiempo, el gobierno de Feliciano Viera rompía relaciones diplomáticas con Alemania.

Este hecho muestra, entre otras cosas, la tradicional orientación diplomática del batllismo hacia los Estados Unidos, que provenía del concepto que José Batlle y Ordóñez sostenía: el porvenir de la humanidad pertenecía a las "naciones jóvenes" como la norteamericana, en oposición a los "despotismos", "naciones viejas" como la Alemania del káiser Guillermo I. El Uruguay debería seguir la senda de las primeras.

Poco después, el ministro Baltasar Brum fue invitado a visitar los Estados Unidos por parte del secretario de estado estadounidense, Robert Lansing. El viaje tuvo lugar a principios de 1918, volviendo Brum a Montevideo en noviembre de ese mismo año.

Relevante fue su actuación en el seno de la "Comisión de los Ocho", conjuntamente con los doctores Domingo Arena, Ricardo Areco y Juan Antonio Buero, estando representado a su vez el Partido Nacional por los doctores Leonel Aguirre, Carlos A. Berro, Martín C. Martínez y Alejandro Gallinal,; dicha Comisión trabajó durante 1917, redactando el texto final de la Constitución de 1918.[2]

El 1 de marzo de 1919 Baltasar Brum fue elegido presidente de la República, tras el accidentado proceso de gestación de la constitución de 1918, con la que habría de gobernar. Si bien el nuevo mandatario era un partidario decidido del poder ejecutivo colegiado, hubo de aceptar una constitución que no establecía al mismo como poder ejecutivo único, sino coexistiendo con la presidencia de la república.

Baltasar Brum tenía al asumir el mando, 35 años de edad. Asumió el cargo de presidente en el paraninfo de la Universidad de la República. Tradicionalmente se ha dicho que fue el hombre más joven en asumir la presidencia constitucional del Uruguay, dato que es erróneo, porque el 1 de marzo de 1879, al ser designado para el mismo cargo, Lorenzo Latorre tenía 34 años. La imagen juvenil de Brum simbolizó para muchos de sus partidarios al nuevo país que se abría con la instauración de la nueva constitución y las reformas en la legislación social impulsadas por el sector político de José Batlle y Ordóñez.

Su presidencia transcurrió en líneas generales dentro de una estabilidad política y económica importante. Un hecho notable de la misma es que la distancia electoral que mediaba entre el batllismo y el Partido Nacional, liderado por Luis Alberto de Herrera, se fue acortando ostensiblemente. Igualmente, y a pesar de los esfuerzos de Batlle y Ordóñez en contrario, continuaron las divisiones internas del Partido Colorado.

El 28 de febrero de 1923, en el último día de su mandato, Baltasar Brum inauguró en Montevideo el monumento a Artigas en la Plaza Independencia, en lo que configuró uno de los momentos más importantes del culto laico a la figura de aquel caudillo político, que venía gestándose desde tiempo atrás.

Participó luego de entregar la presidencia de las luchas internas del Partido Colorado, y volvió a ocupar un cargo en el gobierno en 1931, cuando integró el Consejo Nacional de Administración.

Su gabinete estuvo integrado por:[3]

En tal cargo lo sorprendió el golpe de estado del 31 de marzo de 1933, en el que el presidente Gabriel Terra, del partido colorado, con apoyo del Ejército, la Policía y un sector del Partido Nacional disolvió el parlamento y suspendió la Constitución de 1918.

Baltasar Brum trató de instar al batllismo a resistir el golpe de Estado, y se atrincheró en su casa particular del centro de Montevideo (Río Branco 1394), dispuesto a rechazar a la policía cuando esta fuera a arrestarlo. Secundado por su hermano y un puñado de partidarios, mantuvo un breve tiroteo con los policías y permaneció a la espera de un levantamiento popular contra la dictadura que no llegó a producirse. Salvo en el caso de algunos sectores de la izquierda y del propio batllismo, el golpe fue mirado con cierta indiferencia por la población. Incluso en torno al domicilio de Brum, se había reunido una multitud de curiosos que contemplaban los hechos reseñados como si se tratara de un accidente de tránsito.

Al promediar la tarde de ese día, 31 de marzo de 1933, se habló insistentemente de que el gobierno de Terra autorizaría a Brum a abandonar el país garantizando su seguridad personal, pero en todo caso éste declinó la oferta. En aquellos momentos de incertidumbre, y comprobando que su resistencia no arrojaba fruto alguno, Baltasar Brum caminó hacia el centro de la calle en solitario, y tras gritar ¡Viva Batlle! ¡Viva la libertad! se suicidó con un disparo en el corazón.

El suicidio de Brum ha sido interpretado de diversas maneras por contemporáneos del hecho, que incluso alegaron un desequilibrio mental de parte del expresidente, pero es visto en la actualidad como un símbolo de la resistencia a la dictadura y un sacrificio por la libertad, en un gesto romántico y dramático.

Desempeñando la primera magistratura de la República, propició la idea que Horacio Arredondo le sugiriera de restaurar la Fortaleza de Santa Teresa y el Fuerte San Miguel, realizando plantaciones apropiadas en sus alrededores, para detener el inexorable avance de las arenas que ya comenzaban a cubrir a la primera. Con este fin, Baltasar Brum logró romper la inercia de la Asamblea General, consiguiendo los rubros necesarios. Desde entonces y hasta el final de sus días, Brum hizo de Santa Teresa su lugar de refugio e inspiración.

“Este árido lugar ha de convertirse en un gran jardín, el día en que sea hallado el Corazón de Piedra de Alúa”, le habría de confesar a Baltasar Brum, en abril de 1929, un descendiente de indios arachanes. El hallazgo de esta reliquia en la cima del Cerro Árido, junto a su historia, fue transformador. Las “plantaciones apropiadas” en torno a la fortaleza se transformaron en un parque exótico de especiales características. La historia indígena original, sirvió a Brum como argumento para su mística versión: “El Corazón de Piedra de la Sirena” que, de su puño y letra, quedaría inmortalizada en el Libro de Honor de este parque. Por otra parte, el Corazón de Piedra del Parque Nacional de Santa Teresa, se ha convertido en el símbolo singular de esta reserva.  




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