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Biblioteca Nacional (Argentina)



¿Dónde nació Biblioteca Nacional (Argentina)?

Biblioteca Nacional (Argentina) nació en Buenos_Aires.


La Biblioteca Nacional Mariano Moreno, llamada habitualmente Biblioteca Nacional, es la biblioteca más importante de Argentina. Creada en 1810 en el Cabildo de Buenos Aires, se encuentra ubicada en el barrio porteño de Recoleta.

La Biblioteca Nacional fue creada por un decreto de la Primera Junta el 13 de septiembre de 1810, bajo el nombre de Biblioteca Pública de Buenos Aires. Su primera ubicación fue, durante dos años, el edificio del Cabildo; en 1812 abre sus puertas al público en una sala del edificio que se encuentra en la esquina formada por las calles Moreno y Perú, dentro de la zona que actualmente se conoce como la Manzana de las Luces. Su primer material bibliográfico fue donado por instituciones como el Cabildo Eclesiástico y el Real Colegio San Carlos, y varios particulares como Luis Chorroarín, Manuel Belgrano[2]​ y el obispo Manuel Azamor y Ramírez.[3][4]

Mariano Moreno fue designado Protector de la Biblioteca en 1810. Mientras que Cayetano Rodríguez y Saturnino Segurola fueron designados respectivamente primero y segundo bibliotecario[5]​. En enero de 1811 asumió la dirección Luis Chorroarín, quién se mantendría en el cargo hasta 1821, cuando mediante un decreto de Martín Rodríguez fue reemplazado por Saturnino Segurola. Desde 1822 a 1828 ejerció el cargo Manuel Moreno[6]​, hermano de Mariano, y la biblioteca contaba en ese entonces con un patrimonio considerable: en 1823 la biblioteca contaba con más de 17 000 volúmenes. También pueden destacarse los directorios de Vicente Gaspar Quesada, que incorporó gran cantidad de material traído desde el extranjero y realizó mejoras en la infraestructura, y de Manuel Trelles, quien también incorporó gran cantidad de material bibliográfico hasta que la Biblioteca pasó a depender del Gobierno Nacional y fue reemplazado. Estas mejoras que sufrió la Biblioteca Pública se manifestaron en los 7.715 lectores que concurrieron en 1881 y los 32 600 volúmenes con los que contaba en 1882.[cita requerida]

El 5 de octubre de 1884 fue designado José Antonio Wilde como primer Director Nacional, quien falleció poco después de asumir al cargo. Desde ese momento es conocida oficialmente como Biblioteca Nacional.[7]

El 19 de enero de 1885 asumió el cargo Paul Groussac,[8]​ quien duraría en el mismo hasta 1929.

Periodista, escritor, crítico e historiador de origen francés, Groussac (1848-1929) llegó a la Argentina cuando tenía unos 18 años y se desempeñó en tareas muy diferentes hasta tornarse director de la Biblioteca Nacional en 1885 (fue periodista, profesor, inspector escolar, etc.).[9]​ Ocupó durante 44 años el cargo de director de la Biblioteca Nacional, contribuyó a la sistematización del acervo creando, entre otros, un Catálogo Metódico de la Biblioteca Nacional, un Catálogo de documentos del Archivo de Indias, un Catálogo de revistas y periódicos y un Repertorio Cronológico y Alfabético del Catálogo de Documentos; también fundó dos publicaciones, La Biblioteca y Anales de la Biblioteca.[10]

La revista La Biblioteca fue fundada en 1886, publicaba artículos sobre historia, ciencias y letras, en ella escribieron grandes intelectuales de la época. A partir del primer número, Groussac fue publicando allí una completa historia de la Biblioteca Nacional, fruto de sus investigaciones historiográficas. En 1898, a raíz de la polémica con Norberto Piñeiro sobre el Plan de operaciones, Groussac recibe un llamado de atención del ministro de Justicia Culto e Instrucción Pública, quien le recuerda que Piñeiro es en ese momento un representante diplomático argentino y que la revista La Biblioteca, desde la cual el francés atacaba a este último, recibe sus fondos de la nación. En respuesta al ministro, Groussac anuncia el cierre de la publicación[11]​ que contaba en ese momento con 8 números y que, efectivamente, dejará de aparecer en ese mismo año.[12]

Entre 1900 y 1915 Groussac organiza los Anales de la Biblioteca, una publicación en 10 volúmenes que dedicada a “documentos relativos al Río de la Plata” y en la cual también participa activamente.[13]

Durante su gestión el patrimonio bibliográfico fue aumentado en gran cantidad (en 1893 la Biblioteca contaba con 62707 volúmenes), y fue construida una nueva sede en el número 564 de la porteña calle México.

Tal "antigua" sede interiormente tiene áreas de gran valor arquitectónico como la que fuera sala principal de lecturas públicas cubierta de una amplia cúpula y con boiseries y esculturas que representan a celebridades del positivismo de esa época; actualmente tal edificio con algunas modificaciones ha sido reciclado y transformado en el argentino Centro Nacional de la Música.

La gestión de Gustavo Adolfo Martínez Zuviría al frente de la Biblioteca abarca de 1931 a 1955. De tendencias nacionalistas, el escritor tuvo una buena relación con Juan Domingo Perón y gozó en su momento de una enorme popularidad, siendo un prolífico autor y uno de los más editados en el país.[cita requerida]

También debe destacarse la gestión del prestigioso escritor Jorge Luis Borges, quien desempeñó el cargo de Director desde 1955 a 1973. Durante su gestión se promovió la construcción de una nueva sede (la actual), que era necesaria debido al amplio patrimonio con el que contaba la Biblioteca. En 1958, el presidente Arturo Frondizi firmó el decreto 5512/58, adjudicando los fondos presupuestarios para la obra y creando una Comisión Honoraria presidida por Borges, que debería redactar el programa de necesidades para el futuro edificio.[14]

Tres directores de la Biblioteca Nacional ejercieron el cargo estando ciegos: José Mármol, Paul Groussac y Jorge Luis Borges.[15]​ Mármol fue director de la entonces Biblioteca Pública de Buenos Aires entre 1858 y 1871. En el año que asumió el cargo ya tenía problemas de visión, en 1861 perdió la de su ojo derecho. Su situación fue empeorando, cuando murió estaba prácticamente ciego, era todavía director de la biblioteca.[16]​ Borges, que dirigió la biblioteca entre 1955 y 1973, no veía prácticamente nada cuando su gestión comenzó y Groussac, que como Mármol ejerció el cargo hasta su muerte, pasó los últimos 4 años de su vida ciego.[17]​ En su Poema de los dones, Borges nombra a Groussac y describe esta circunstancia excepcional que los identifica:

“Algo, que ciertamente no se nombra

con la palabra azar, rige estas cosas;

otro ya recibió en otras borrosas

tardes los muchos libros y la sombra.”[18]

Durante el gobierno del presidente Arturo Frondizi por medio de la Ley N.º 12.351 de 1960 se destinaron tres hectáreas ubicadas entre las avenidas del Libertador y Las Heras, y las calles Agüero y Austria, donde hasta 1956 se levantó el Palacio Unzué, utilizado por Juan Domingo Perón como residencia presidencial y demolida por orden de la dictadura llamada Revolución Libertadora, que derrocó a Perón en septiembre de 1955. Esta casona, había pertenecido a la familia Unzué, fue bombardeada en el mismo momento en que se tiraban las bombas en la Plaza de Mayo en junio de aquel año, donde murieron cerca de 400 personas. Tras el derrocamiento del gobierno constitucional. En 1956, el poder fue usurpado por Pedro Aramburu, un acérrimo enemigo del presidente depuesto, quien en 1958 definió que el Palacio Unzué debería ser demolido completamente por su valor simbólico para los seguidores de un gobierno que acababa de ser decretado prohibido por ley en la sociedad argentina.[19]

La obra fue adjudicada mediante un concurso nacional que cerró en abril de 1962, y cuyo veredicto se anunció el 12 de octubre siguiente. Participaron importantes estudios de la época, como el de Mario Roberto Álvarez (cuarto premio), el de Rivarola y Soto (tercer premio), o el de los jóvenes arquitectos Justo Solsona y Javier Sánchez Gómez, pero el elegido entre decenas de propuestas fue el proyecto de los arquitectos Clorindo Testa, Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga de Bullrich.[20]​ Frondizi expreso el sentido de "reunificación" que tenía usar las tierras donde vivió Perón con Evita:

La piedra fundacional del edificio fue colocada recién el 13 de octubre de 1971, once años después de la sanción de la Ley y la construcción fue llevada adelante por la firma Com-Ar-Co S.A. Las obras avanzaron lentamente se demoraron, y finalmente fueron suspendidas a comienzos de los años 80, durante la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional, retomándose hacia 1982. Durante la obra, ocurrieron grandes avances en el campo de la bibliotecología, como la llegada de la informática que permitió la digitalización de la consulta de materiales, con lo cual el funcionamiento de una biblioteca cambiaría radicalmente. La nueva Biblioteca Nacional pudo ser terminada gracias a un préstamo del Reino de España realizado en 1990, y fue inaugurada finalmente el 10 de abril de 1992, por el presidente Carlos Menem, y el material bibliográfico se terminó de trasladar el 21 de septiembre de 1993. El edificio cuenta con tres depósitos subterráneos: dos de ellos destinados a libros, que permiten depositar tres millones de libros, y uno destinado a guardar revistas y diarios, con una capacidad de quinientos mil ejemplares. Además, en el edificio funciona actualmente la Escuela Nacional de Bibliotecarios, fundada en 1956.

En 2019, se lo declara Monumento Histórico Nacional, mediante la publicación del decreto 797/19.

El edificio de la Biblioteca Nacional es un gran ejemplo a nivel internacional de diseño brutalista, un estilo surgido en los años 50 que se caracteriza por privilegiar las estructuras de hormigón armado dejadas a la vista y tratadas de manera escultórica, y principalmente se aprecia el lugar del parque dejado en el nivel de suelo y la sala de lectura como mirador sobre el puerto y el Río de la Plata.

La idea principal, según lo relata el arquitecto Clorindo Testa, fue ubicar los depósitos del establecimiento bajo tierra, aprovechando que el Estado decidió expropiar la totalidad de la manzana para crear una plaza pública. Esto protegería a los libros del efecto nocivo de la luz y a su vez, permitiría en un futuro expandir el espacio de los depósitos, de ser necesario sin interrumpir el funcionamiento del establecimiento. Una vez liberada la estructura del edificio del enorme peso de los depósitos de libros, se eligió elevarla sobre pilotes para permitir la vista libre, dejando una plataforma de acceso abierta de forma permanente, como una continuación del parque "por debajo" de la biblioteca. De esta forma, resultó un edificio sostenido por cuatro grandes columnas, que Testa caracteriza como un cuadrúpedo, como si se tratase de un ser vivo.[22]

En una de las etapas de la extensa construcción se decidió —por razones presupuestarias —eliminar de la fachada los parasoles metálicos que protegerían los sectores de lectura de la luz exterior, un hecho que actualmente da un aspecto inconcluso al edificio, y perjudica a los lectores en determinados horarios del día. Ya en la etapa final de la obra, el Estado removió a los arquitectos Testa y Bullrich de la dirección, dejándola a cargo de la Dirección General de Arquitectura Educacional (DGAI), que modificó otros detalles como los revestimientos del auditorio (eligiendo materiales más económicos), los materiales para los pisos y el mobiliario nuevo, diseñado ad hoc para las salas de lectura y hemeroteca. De todas formas, el antiguo mobiliario original de la vieja Biblioteca fue conservado y trasladado al nuevo edificio, y se lo puede apreciar en la sala de lectura pública.[14]

Luego de dos niveles subterráneos de depósitos de revistas y libros, sigue un nivel semienterrado donde se alojan oficinas y la hemeroteca, cuya sala está iluminadas por una lucerna que asoma del piso de la terraza de acceso en el nivel superior como una cúpula piramidal. La entrada al hall principal es por esta terraza elevadas con respecto a la plaza circundante, a la cual se accede por una serie de rampas, escalinatas y escaleras caracol, al espacio protegido por el edificio y rodeado por las cuatro columnas que lo elevan, permitiendo vistas de la avenida Las Heras, el barrio La Isla y el Puerto de Retiro. Este nivel también se conecta con la Escuela Nacional de Bibliotecarios, que funciona en un edificio independiente cuya terraza es de acceso libre y tiene una serie de lucarnas de hormigón con forma de hongos, y maceteros alargados que también funcionan como bancos. El hall de entrada tiene una pequeña sala de exposiciones, y da acceso a las dos escaleras y batería de dos ascensores que conducen a todos los niveles del edificio: en el primer piso está el auditorio y una sala de exposiciones, y tiene un entrepiso donde funciona la dirección y otras oficinas, en el tercer y cuarto piso están las salas de consulta especializadas, y el quinto piso es la sala de lectura general en doble altura, con la sala de recepción y entrega de libros, y una rampa en zigzag conduce al sexto piso, donde hay salas de consulta especializadas.[14]

En 2013 el edificio no dejó de generar opiniones opuestas entre los porteños. Según una encuesta realizada por el diario Clarín a 600 personas no especializadas en arquitectura, la Biblioteca Nacional fue elegida al mismo tiempo como el cuarto edificio más lindo de la ciudad, y el segundo más feo según las respuestas.[23]​ En agosto de 2014, con ocasión de celebrarse los cien años del nacimiento de Julio Cortázar se inauguró una escultura, obra de Yamila Cartannilica, en la Plaza Libertador que es un anexo de la Biblioteca Nacional.[24]

El edificio posee una escultura que conmemora al escritor argentino Jorge Luis Borges[25]​ y al expresidente Juan Perón, Eva Duarte, y otros impulsores de la cultura nacional.

La vieja sede de la Biblioteca en la calle México fue cedida al Centro Nacional de la Música. En 2012, el Ministerio de Economía destinó $5.000.000 a las tareas de construcción de los parasoles de la Biblioteca Nacional, obra que se estimó terminaría a fines de 2013.[26]

El acervo bibliográfico de la Biblioteca Nacional está compuesto por un fondo general de libros de más de 900 000 ejemplares, 55 000 títulos de publicaciones periódicas (diarios y revistas), 30 000 fotografías y 1500 negativos, 12 000 mapas, 300 000 partituras impresas, un fondo sonoro y discográfico de más de 70 000 piezas y una colección de 5.000 títulos de imágenes en movimiento en soportes analógicos y digitales y más de 90 fondos archivísticos.[27]​ Además, se encuentra disponible para la consulta pública el Archivo Institucional Histórico, es decir, el fondo documental producido por la propia Biblioteca Nacional en el desarrollo de sus funciones y actividades a lo largo del tiempo.

La Biblioteca cuenta con una Biblioteca de Voces, el Fondo Bibliográfico del Tesoro (donde se guardan una gran cantidad de material bibliográfico de suma importancia histórica y cultural), una Sala de Mapoteca y Materiales Especiales, una Sala de Lectura para no videntes; una sala de lectura de libros "Paul Groussac", una sala especializada en partituras musicales y una muy importante hemeroteca "Ezequiel Martínez Estrada" que cuenta con diarios y revistas que van desde el primer periódico publicado en el ámbito del Río de la Plata "El Telégrafo Mercantil", Buenos Aires 1801, hasta nuestros días.
Ha de señalarse una singularidad apócrifa: Lovecraft en varias de sus principales obras mencionó a la BNA con sede en Buenos Aires como uno de los tres lugares en donde se puede encontrar un ejemplar original del Necronomicon esto debido al renombre cultural y lugar del "fin del mundo" (Cono Sur sin contar la Antártida que era prácticamente desconocida como continente hasta los 1930) que merecidamente poseía Argentina.[cita requerida]

Los incunables son los libros que surgieron desde la creación de la imprenta hasta principios del siglo XVI. La Biblioteca cuenta con 21 incunables, que si bien no son una cantidad importante son de una gran calidad:[28]

El artículo 57 de la Ley 11.723[29]​ establece la obligación de los editores a efectuar el depósito legal de toda obra que haya sido publicada. Este trámite consistente en hacer entrega de 1 o 4 ejemplares completos (incluyendo el material complementario que los acompañe), de acuerdo con la tirada efectuada. Los ejemplares depositados son destinados a la Biblioteca Nacional y a la Biblioteca del Congreso, Archivo General de la Nación y Dirección Nacional del Derecho de Autor. Cuando se deposite un solo ejemplar, quedará en custodia en la mencionada Dirección.

La Biblioteca Nacional publicó entre 2004 y 2015 Abanico,[30][31]​ una revista de letras distribuida exclusivamente a través Internet y actualizada mensualmente.

La Biblioteca: revista fundada por Paul Groussac, en su primera época fue publicada entre 1896 y 1898, luego fue recuperada por Borges. En la que se considerada como su tercera época, se publicó en formato impreso y con frecuencia irregular hasta su número 15 (primavera de 2015).[32]​ A partir de mayo de 2017 se retomó su publicación (nominándola como número 1 de la cuarta época y sin el subtítulo), solo en formato digital.

Bibliographica americana: revista interdisciplinaria de estudios coloniales, se comenzó a publicar a partir de diciembre de 2005, solo en formato digital.[33]

Desde septiembre de 2016 la Biblioteca Nacional publica, en formato impreso y digital, una agenda bimestral sobre sus actividades llamada Cuaderno de la BN.[34]

En diciembre de 2016 se publicó el primer número de la revista Marca de agua, solo en formato digital.[35]

El Registro Nacional de Objetos Digitales (RODNA) concentra recursos digitales de bibliotecas, universidades, archivos y otros centros de documentación del país y los dispone a la consulta; constituyéndose en un portal que permite a los visitantes realizar búsquedas globales de estos recursos entre todas las instituciones participantes.[36][37]

Difunde a los repositorios y bibliotecas implicados ya que redirige al usuario a los propios sitios de estas instituciones para visualizar los objetos. Su lanzamiento fue el 19 de junio de 2019. Las siguientes instituciones que participan en el proyecto, son:

En 2006, se anunció la futura construcción del “Museo del Libro y el Autor Clásico Argentino”.[38]​ El proyecto original de la Biblioteca Nacional de 1962 contemplaba la demolición de todos los edificios que ocupaban su manzana, pero eso no fue concretado. Uno de ellos fue cedido a la República del Paraguay para que estableciese su embajada, y otros dos en la Avenida Las Heras alojaron distintas reparticiones públicas, hasta que quedaron sin uso.[39]

El Museo del Libro ocuparía el espacio de esos dos edificios, liberando casi todo el frente de Las Heras para que se pudiese contemplar la Biblioteca desde allí. El proyecto fue elaborado por los mismos arquitectos Testa y Bullrich, y fue presentado al público en enero de 2008.[40][39]​ Como detalle de impacto público se anunció que el nuevo museo alojaría en azotea cuatro lunetas, fragmentos de los murales originales de las Galerías Pacífico, pintados por Spilimbergo, Berni y otros artistas, que habían sido desmontados cuando el centro comercial se reformó, en 1990.[41]​ Los murales están en restauración, y el trabajo artesanal continuará mientras las obras estén expuestas en los muros del edificio.[cita requerida]

Finalmente, en enero de 2010 la presidenta Cristina Fernández de Kirchner firmó el convenio para la construcción del Museo, adjudicada a la constructora LBESA.[42]​ Las obras comenzaron a los pocos meses. El edificio contó con un presupuesto de 10 millones de pesos[43]​ que implica la finalización de las obras de la Biblioteca Nacional.

Inaugurado el 29 de septiembre de 2011 por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el museo abrió al público el 10 de octubre. Mientras la planta baja posee una exposición permanente dedicada al libro y la historia de las editoriales en la Argentina, la planta superior estará destinada a exposiciones temporales artísticas, comenzando a funcionar con una de Roberto Jacoby dedicada al Artículo 14 bis de la Constitución Nacional.[44]

La Escuela Nacional de Bibliotecarios (ENB) es una dependencia de capacitación técnica de la Biblioteca Nacional. Fue creada el 10 de septiembre de 1956 por Decreto n.º 16.491, con la finalidad de formar profesionales bibliotecarios que puedan desarrollar su labor en bibliotecas públicas y privadas del país. En agosto de 1964, se perfeccionó la titularidad de sus diplomas con el Decreto n.º 6.797 que incluye a la Escuela en las disposiciones especiales para la enseñanza superior del Estatuto del Docente (Ley n.º 14.473) con carácter de Instituto de formación profesional de nivel terciario. En 1991, se trasladó a su sede actual y definitiva, un edificio anexo al de la biblioteca, sobre el frente de la calle Austria y con entrada independiente.[45]

El ciclo lectivo tiene tres años de duración, con asistencia diaria y obligatoria. Las clases son teóricas y prácticas y abarcan toda la gama de los conocimientos bibliotecológicos, tanto históricos como contemporáneos. Su cuerpo docente está compuesto por un rector, un regente, tres ayudantes de trabajos prácticos y trece profesores especializados. A lo largo de sus años de existencia ha formado a los más destacados profesionales de la bibliotecología; muchos de ellos se desempeñan en la actualidad en bibliotecas oficiales y privadas del país y también como docentes.[45]

Tres aulas magistrales y dos de trabajos prácticos, más una sala de conferencias, completan el moderno edificio de la Escuela, integrado al edificio de la Biblioteca Nacional. Cuenta, además, con la “Biblioteca del Bibliotecario”, siendo la consulta de su fondo bibliográfico no solo para nuestros estudiantes, egresados y docentes, sino también para todo tipo de lectores.[45]




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