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Bucólicas



Las Bucólicas (en latín Bucolica, también conocidas como Églogas, Eclogae) constituyen la primera de las grandes obras del poeta romano Virgilio.

Roma conoció la poesía bucólica (del griego βουκολική ἀοιδή, «canto de pastores»), según parece, por las ediciones que se hicieron a lo largo del siglo I A.C . de los Idilios (del griego εἰδύλλιον, «pequeño poema») de Teócrito, varios de los cuales tenían este carácter pastoril. Teócrito había nacido en Siracusa (Sicilia), hacia 310 a. C. y había marchado en torno a 275 a. C. a Alejandría, que Ptolomeo II Filadelfo estaba convirtiendo en un centro fundamental de cultura y arte. Allí entró en contacto con otros poetas, especialmente con Calímaco y Apolonio de Rodas, con quienes compartió el amor por lo pequeño, refinado y nuevo. No se sabe gran cosa de los orígenes o precedentes de esta poesía pastoril, ni se sabía tampoco en época del propio Teócrito, lo que lo deja en una posición de creador o, al menos, recreador del género.

Virgilio había sentido siempre profunda admiración por los poetas alejandrinos del siglo III a. C. La que profesó por Teócrito se manifiesta en las múltiples ocasiones en que se inspira en él para sus Bucólicas. De las propias afirmaciones de Virgilio se deduce que fue incitado a la composición de estos poemas por Cayo Asinio Polión, quien parece haber contribuido a que se solucionara el problema de la confiscación de las tierras que pertenecían al padre del poeta.

Son diez poemas de entre 63 y 111 versos. En general se consideran escritos entre los años 41 y 37 a. C., si bien hay alguna propuesta de rebajar la fecha de su publicación definitiva hasta el 35. El orden de la colección no se corresponde con el de composición. A la hora de preparar la publicación, Virgilio reordenó el material con criterios puramente estéticos. El metro empleado es el hexámetro dactílico, que será también el de toda la producción virgiliana posterior.

La poesía pastoril crea unos fuertes tópicos de género que se manifiestan en el paisaje que sirve de fondo a los poemas, sus personajes, temas, concepto del amor y recursos de construcción poética.

El paisaje bucólico es supuestamente el de la Arcadia, región montañosa del centro del Peloponeso, en Grecia. Entre los montes quedan pequeños valles fértiles, aptos para la agricultura y el pastoreo. Pero este territorio se convirtió en un paisaje eminentemente literario de localización indeterminada: la Arcadia de Teócrito estaba en su tierra siciliana; para Virgilio fue la Galia Cisalpina. Por su naturaleza literaria el paisaje bucólico es muy estereotipado y escenográfico: los ríos y arroyos son siempre frescos y cantarines, los árboles copudos y umbrosos, el campo un lugar de disfrute, no de trabajo extenuante. El ganado pasta como un elemento más del decorado y su cuidado y explotación solo aparecen mencionados incidentalmente como parte de la puesta en situación.

Los pastores de Virgilio no son criaturas rústicas e ignorantes, sino seres refinados, urbanícolas que saben de poesía, música y mitología, poetas disfrazados con atuendo pastoril. En muchos casos bajo el vestuario rústico se encubren personajes reales de Roma: escritores y políticos que nada podrían hacer en el campo, salvo recitar y cantar a la sombra del haya copuda junto al frescor del arroyo.

El amor, compartido o contrariado, carece de matices: solo cabe la alabanza incondicional de la persona amada o la queja lastimera ante el rechazo o el abandono. El perfil de la persona que es objeto de los desvelos del pastor no está trazado con ningún detalle y parece como si la ausencia del lugar donde transcurre la acción del poema la convirtiera en una simple sombra, un pretexto para la poesía.

Además del tema amoroso, aparecen, aunque solo sea como elementos para la puesta en situación, los tópicos relacionados con la actividad pastoril: las cabras, el ordeño, el queso; en fin, todo aquello que representa la riqueza de los pastores. Sobre este telón de fondo, se añaden los asuntos mitológicos y los panegíricos o adulatorios, siempre relacionados con las letras o la política, urbanos, en todo caso. El mundo pastoril sirve de escenario para asuntos diversos, por completo ajenos al mundo rural y al carácter y educación de sus gentes.

Se ha señalado que el metro empleado por Virgilio para sus Bucólicas es el hexámetro dactílico. La forma de construcción poética puede ser muy diversa: sirve el diálogo pastoril (I, IX), el debate poético entre pastores o canto amebeo (III, VII y, en cierto modo, V), el epilio, que se emplea para los temas mitológicos (IV, VI), incluso la epístola poética que sirve de introducción a otras formas de construcción (VI). Es muy frecuente el recurso un tanto efectista de la poesía dentro de la poesía, que se emplea en la mayoría de las églogas.

El concepto de originalidad en la antigüedad no excluía la inspiración en modelos anteriores. Así, la literatura romana podría ser considerada desde nuestro punto de vista como una imitación excesiva de lo griego, pero nos equivocaríamos por completo si la juzgáramos desde nuestros presupuestos actuales. Para un romano cabía la originalidad en la elección de unos u otros modelos y en los tratamientos concretos de los asuntos y formas anteriores. Ya hemos ido señalando las principales fuentes que utiliza Virgilio para la composición de sus Bucólicas. Uno de los procedimientos poéticos que marcan la originalidad en el tratamiento de los modelos griegos es el conocido como contaminatio, que Virgilio emplea cuando refunde en un solo poema elementos de varios distintos de Teócrito.

Virgilio organizó su colección de églogas según un esquema nada casual de simetrías y correspondencias. El esquema anterior representa las más evidentes. Los nueve primeros poemas están organizados de forma circular, de tal manera que el primero se corresponde con el noveno, el segundo con el octavo, el tercero con el séptimo y el cuarto con el sexto. El quinto actúa como centro de simetría y se relaciona a su vez con el tercero y séptimo. El décimo sirve de epílogo, pero está relacionado según diversos criterios con muchos de los anteriores, muy especialmente con el segundo y octavo, con los que comparte el asunto del amor contrariado.

Las Bucólicas de Virgilio son, por tanto, una cuidada elaboración literaria en la que predomina la búsqueda de lo refinado, lo ingenioso, lo culto. Constituyen un universo exclusivamente poético en el que lo más importante es la consecución de la belleza formal.

La primera traducción directa de las Bucólicas de Virgilio al español fue realizada en verso por Juan de Fermoselle, más conocido como Juan del Encina, en su juventud, cuando era discípulo de Antonio de Nebrija, y la incluyó en su Cancionero (1496). Va dedicada a los Reyes Católicos, presenta dos prólogos y un «argumento» que precede a cada una de las diez églogas, con la clave interpretativa del contenido pastoril que se explica como alegoría política, en general. Emplea el arte menor, generalmente octosílabos (en el 90 % de los casos) con pies quebrados (en la mitad de las églogas); solo en una usa el arte mayor, en concreto el dodecasílabo: en la IV bucólica, justamente la de la Sibila, con la profecía de una nueva Edad de oro.[2]​ La traducción vivifica y da frescura al texto, pero lo convierte en obra más dramática que lírica. Después las tradujo en octavas y tercetos fray Luis de León; también las dos primeras el humanista Francisco Sánchez de las Brozas, aunque prefirió editar el texto latino con comentarios. En prosa publicó una versión fiel y anotada Diego López, que tuvo la fortuna de alcanzar once ediciones entre 1600 y 1680. Entre 1615 y 1618 se publicó la traducción en verso de Cristóbal de Mesa, que como la de fray Luis utiliza tercetos y octavas reales. El agustino fray Antonio de Moya publicó otra bilingüe bajo el nombre de Abdías Joseph en 1660.




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