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Ptolomeo II Filadelfo



Ptolomeo II Filadelfo, «el que ama a su hermana» (griego: Πτολεμαῖος Φιλάδελφος) (308246 a. C.), fue el segundo faraón de la dinastía ptolemaica; gobernó en Egipto de 285 a 246 a. C.

Nació en la isla de Cos, en el Egeo, en 308 a. C., hijo de Ptolomeo I Sóter y de su tercera esposa Berenice. En 285 a. C. su padre le asoció al trono, y a su muerte (283 a. C.) comenzó a reinar en solitario.

Ptolomeo fue un rey melancólico, poco diestro en la guerra (al contrario que su padre) pero muy hábil diplomático, amante e impulsor de las ciencias y las artes; coleccionó manuscritos, pinturas y animales exóticos. Fue el miembro más rico y poderoso de su dinastía. Le sucedió en el trono su hijo Ptolomeo III Evergetes.

Ptolomeo II tuvo dos esposas:

Repudió a su primera esposa, Arsínoe I, y se casó con su hermana, a la que adjuntó al trono con el nombre de Arsínoe II. Este hecho, desconocido en el mundo helénico pero habitual entre los faraones egipcios, fue imitado por la mayoría de los posteriores miembros de la dinastía. El primero de ésta a quien se rindió culto como divinidad en vida fue precisamente Ptolomeo II, que lo hizo junto a su hermana-esposa, recibiendo ambos el apelativo de "dioses filadelfos" ("dioses hermanos que se aman mutuamente").

Ptolomeo II pertenece a la generación de reyes llamados epígonos, que sucede a la de los diádocos (los primeros herederos políticos de las conquistas de Alejandro Magno). Es uno de los tres más importantes de ellos, los cuales consolidaron sus respectivas dinastías, a la postre las más longevas y menos inestables del periodo helenístico. El seléucida Antíoco I Sóter y Antígono II Gónatas de Macedonia fueron los otros dos monarcas coetáneos con los que Ptolomeo tuvo que contar para su política exterior, en la que, si bien también hubo fuertes enfrentamientos, los cambios geopolíticos no serán tan radicales como los habidos durante el reinado de sus predecesores. En líneas generales se puede decir que el balance final de la política exterior de Ptolomeo II fue positivo, pues supo contrarrestar con habilidad diplomática los efectos de sus derrotas militares. Básicamente fueron tres los conflictos que afrontó:

En Egipto Ptolomeo II fundó nuevas e importantes ciudades que se repoblaron con grupos de griegos. Entre ellas, una serie de portuarias a lo largo de la costa del mar Rojo, para facilitar el comercio con India y Arabia.

Intensificó la tradicional organización egipcia del trabajo (y en especial la agricultura) con el fin de maximizar la producción. La introducción de esta nueva economía planificada ya fue iniciada por su padre, pero de estos años se conservan una gran cantidad de fuentes escritas que nos muestran de primera mano la naturaleza de la vida social, económica y burocrática del periodo. El monarca también instauró un nuevo sistema monetario.

La economía de Egipto se sustentaba en dos pilares: el campo, donde Ptolomeo II intentó perfeccionar al máximo la explotación fiscal, para la producción; la ciudad de Alejandría, para el comercio. Los campesinos egipcios proporcionaban mano de obra barata, por lo que no hubo necesidad de implantar un sistema de base esclavista como el que había en otros Estados de la época. Sólo los extranjeros podían ser esclavos. Además, Ptolomeo II impulsó programas de irrigación, sobre todo en la región del oasis de El Fayum. Alejandría, con su importante puerto mediterráneo, era el principal núcleo comercial egipcio, y de allá partían las exportaciones mediante las que el rey obtenía cuantiosos ingresos.

Ptolomeo también mostró interés por la religión de sus súbditos, tanto griegos como egipcios. Visitó santuarios tradicionales egipcios y destinó muchos gastos a erigir nuevos templos. Además, en una sociedad en la que los ámbitos político y religioso estaban estrechamente relacionados, para fortalecer su poder introdujo, por vez primera en el Egipto helenístico, el culto religioso al rey en vida, así como a sus antepasados, y en su caso también a su hermana y esposa Arsínoe II (se hicieron llamar theoi adelphoi, "dioses hermanos").

Parece ser que fue Ptolomeo Filadelfo quien mandó transportar el cuerpo de Alejandro Magno, que estaba enterrado en Menfis, hasta Alejandría, cuya tumba fue llamada “sema” o “soma”.

Una de las mayores reputaciones de Ptolomeo II fue la de haber sido un gran patrón de las artes y las ciencias, al convertir Alejandría en uno de los principales núcleos culturales y de investigación del mundo antiguo. A ella acudieron grandes sabios de su tiempo procedentes de todo el mundo helénico como Euclides, Teócrito, Calímaco y Manetón. El rey mejoró y aumentó la Biblioteca de Alejandría y el famoso Museo, financiado para realizar investigaciones.

El monarca amparó también la religión y costumbres de la comunidad judía, que tras establecerse en Alejandría durante el reinado de su antecesor, se acomodó rápidamente a la vida de la ciudad, hasta el punto de adoptar el griego como lengua propia. Por ello, Ptolomeo II mandó traducir del hebreo al griego las Sagradas Escrituras a 72 sabios que dominaban ambas lenguas, asesorados por estudiosos llegados de Judea. Esta versión se conoce como Septuaginta, Versión de los Setenta, o Versión Alejandrina, y en ella se basarían posteriormente las antiguas traducciones de la Biblia a otros idiomas (latín, copto, armenio, georgiano, etc.).

En su época se construyó el gran faro en la isla de Faros.



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