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Centro Editor de América Latina



El Centro Editor de América Latina fue una editorial argentina fundada en 1966, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, por Boris Spivacow. La editorial funcionó hasta 1995, año en que tuvo que cerrar sus puertas. El CEAL se caracterizó por tres cuestiones fundamentales: la excelente calidad de quienes escribían y organizaban las colecciones, su precio económico y accesible para amplias capas sociales y por su escasa rentabilidad económica. El equipo del CEAL estuvo conformado por el diseñador Oscar Díaz, Beatriz Sarlo, Aníbal Ford, Horacio Achával, Graciela Montes, Susana Zanetti y Jorge Lafforgue. La editorial funcionó en Piedras 83, Capital Federal, en Av. de mayo de 1365, en Cangallo 1228, en Rincón 87, en Junín 981, en Tucumán 1736 y en Agüero N° 2500 esquina O’Higgins, Avellaneda. El 26 de junio de 1980 se llevó a cabo una quema de libros en la cual se incineraron la mayor parte de los libros de la editorial, en una salvaje operación de la dictadura militar de Argentina.

Cronología con sucesos y colecciones importantes.

En 1958, Boris Spivacow había sido designado como director general de la Editorial Universitaria de Buenos Aires, donde ejerció hasta 1966. El 29 de julio de 1966, el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía sanciona el decreto ley 16.912, que determina la intervención de la Universidad de Buenos Aires, prohíbe la actividad política en las facultades y anula el gobierno tripartito (integrado por graduados, docentes y alumnos). Los integrantes de la comunidad académica deciden protestar en contra del decreto ley de manera pacífica y la policía los reprime, en los episodios que se conocen como la Noche de los Bastones Largos. A raíz de esta represión brutal, muchos docentes e investigadores deciden renunciar a sus cargos. Spivacow presenta su renuncia a la Editorial Universitaria de Buenos Aires el 3 de agosto de ese mismo año, es decir, sólo cuatro días más tarde de la represión.

En septiembre de ese mismo año se encuentra formulando el proyecto de lo que sería el Centro Editor de América Latina. Convoca a amigos y conocidos para que aporten sus capitales en el Centro, que comenzó con una escasa cantidad inicial de dinero. Spivacow aglutinó a muchas de las personas que, a partir de la represión de Onganía y al igual que él, habían decidido renunciar a sus cargos en EUDEBA. En 1967 la editorial lanza su colección estrella: Capítulo. La historia de la literatura argentina.

Las colecciones del Centro Editor de América Latina circulaban mayormente en circuitos poco tradicionales de venta: primero llegaban a los kioscos de diarios y revistas y luego, en segunda mano, podían llegar a venderse en librerías. Generalmente los libreros eran reacios a vender los libros del CEAL en sus negocios, dado que el bajo costo de los libros implicaban una competencia para el resto de los libros. En este sentido, Spivacow mantuvo en CEAL la misma premisa que lo guio en EUDEBA: los libros no debían ser objetos de lujo, eran una necesidad primaria y por lo tanto debían tener un bajo costo que permitiera su alcance a la mayor cantidad de gente posible. El CEAL adoptó como política de distribución esta modalidad porque Spivacow entendía que "la política de distribución no es otra cosa que una política social y cultural". El CEAL fue una de las primeras editoriales en hacer publicidad en la televisión o en medios poco convencionales, tales como propagandas callejeras.

El Centro Editor fue un importante polo de atracción cultural que reunió a los principales intelectuales argentinos de la década de los 1960-1970. Allí escribieron David Viñas, Ismael Viñas, Noé Jitrik, Josefina Ludmer, entre otros. Los libros del CEAL permitieron la aparición de numerosos intelectuales en la vida cultural argentina, y sus libros influyeron sobre múltiples generaciones de niños y adultos, que crecieron con las colecciones del CEAL. Según Horacio Tarcus,

El Centro Editor de América Latina fue pionero en ingresar literatura y estudios africanos dentro de Argentina. En la colección Siglomundo. La historia documental del siglo XX, incluyó tres títulos sobre África. Dos de Norberto Vilar uno denominado África ocupada, que venía con un mapa desplegable de África en 1914, y el otro África colonizada, con un cuaderno ilustrado sobre la guerra de Etiopía. El tercero fue una obra de Carlos Martínez denominada África: independencia y neocolonialismo. En la Biblioteca fundamental del hombre moderno, Francisco Ferrara elaboró una selección, introducción y notas para dar origen al libro Asia y África: de la liberación nacional al socialismo, y la colección incluyó también un título de María Elena Vela de Ríos sobre África, botín del hombre blanco (1972) y una compilación de textos realizada por Ferrara llamada Revolucionarios de tres mundos, donde participaron Vela de Ríos, Noel Barbú y Carlos María Gutiérrez. En Transformaciones. Enciclopedia de los grandes fenómenos de nuestro tiempo, Vela de Ríos publicó África, de la liberación al presente (1972). En Capítulo universal. La historia de la literatura mundial, el número 78 de la colección contó con África para La historia de la literatura mundial[2]​. El fascículo crítico, elaborado por Estela dos Santos, versaba sobre Las literaturas del África negra (1970), y el título de la Biblioteca básica universal era una selección de Poesía y prosa del África negra realizada también por Estela dos Santos. En la colección Historia del movimiento obrero se editaron dos obras de Marta Cavilliotti, África del Norte: liberación nacional y movimiento obrero y África Negra: movimiento obrero y liberación nacional del Sahara al Zambezi. En Transformaciones del Tercer Mundo, colección que estaba centrada sobre el Tercer Mundo (Asia, África y América Latina), se publicó Asia y África contra el colonialismo, de Diana Guerrero y C. Ceretti, y El presente de África, de Carlos Martínez. En Transformaciones. Enciclopedia de los grandes fenómenos de nuestro tiempo, María Elena Vela de Ríos publicó también La revolución africana (1970), y Miguel Ángel Palermo publicó en Pueblos, hombres y formas en el arte, las obras Trabajos en metal. Arte popular africano y Arte popular africano. La escultura. Esto dio origen al Tomo 22 sobre Arte popular africano, que incluyó también una obra de Ana María Dupey titulada Las máscaras. En 1971, en Los hombres de la historia, Vela de Ríos publicó Lumumba, sobre la vida de Patrice Lumumba, que volvería a publicarse en Transformaciones en el Tercer Mundo, y Malcolm X, sobre la vida de Malcolm X; en 1973, en Transformaciones en Tercer Mundo, una obra llamada La rebelión de los Mau-Mau y otra La batalla de Argel, sobre los temas homónimos. En esa misma colección se editó un libro de Dante Crisorio titulado Argel 1973. Las naciones unidas del Tercer Mundo.[3]

En 1969 la dictadura de Juan Carlos Onganía aplica la Ley Nacional 17.401 de represión de las actividades comunistas, redactada por Guillermo Borda[4]​ para prohibir la circulación de Siglomundo. La historia documental del siglo XX. Dada esta ley, que establece en su artículo 2 que la encargada de vigilar las actividades comunistas será la SIDE Secretaría de Inteligencia del Estado, la DIPBA Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires produce un informe donde se informa que:

De esta forma, la publicación de Siglomundo quedó truncada.

En 1974 la Triple A secuestró y asesinó a Daniel Luaces, trabajador del Centro, luego de que votara en una asamblea estudiantil contra la gestión de Alberto Ottalagano, interventor de la Universidad de Buenos Aires. Spivacow, junto con Oscar Díaz, debieron identificar el cuerpo de Luaces en la morgue. Spivacow continuó pagándole el sueldo de Luaces a su madre.[6]

Sus libros, colecciones y escritores fueron sistemáticamente perseguidos por las dictaduras militares, sobre todo por la inaugurada a partir de 1976 con la Dictadura Cívivo-Militar. Era habitual que grupos comandos colocaran bombas en las instalaciones de la editorial. En ocasiones, cuando no se los intimidaba mediante la amenaza física, se los perseguía fiscalmente como modo de control de las actividades de la editorial. También se le inició un proceso judicial a Boris Spivacow por "publicación y venta de material subversivo", y también se ordenó la quema de libros pertenecientes a la editorial CEAL y a EUDEBA.[7][8]

El 3 de octubre de 1978, la resolución Nro. 2977 del Ministerio de Educación publicaba la lista de libros prohibidos para uso, tenencia y/o recomendación de los libros que se incluían en la lista. Entre ellos figuraba la colección "Historia presente", del CEAL.[9]​ Violar la resolución era considerado una "falta grave", y quien la violara debía atenerse a las sanciones disciplinarias correspondientes[10]​.

El 7 de diciembre de 1978, inspectores municipales y el Cuerpo de Caballería de la región, allanaron y clausuraron los depósitos que el Centro Editor alquilaba en Avellaneda. Héctor Gustavo de la Serna, un mayor retirado del ejército que actuaba como juez federal en la ciudad de La Plata, dictaminó la aplicación de la Ley 20.840[11]​ y junto con la clausura de los depósitos, ordenó apresar a catorce empleados del Centro, acusándolos de haber infringido la Ley 20.840. Spivacow se presentó voluntariamente al juez para declararse como único culpable del delito que se le imputaba.[12]

El Informe de Inteligencia,[14]​ elaborado luego de la clausura, distinguió entre:

Definida la clasificación, el informe concluye que "sólo el 30 por ciento cuestionable es atentatorio a la realidad social actual de nuestro país (...) propiciando éstas la difusión de ideologías, doctrinas, sistemas políticos económicos o sociales marxistas, tendientes a derogar los principios sustentados por nuestra Constitución". Entre otras salvedades destaca "que en los mismos no se hace mención de organizaciones subversivas proscriptas en Argentina y que de los ejemplares analizados no existen antecedentes de prohibición en el organismo interviniente".[13]

De esta forma, el 25 de marzo de 1980, el juez Héctor Gustavo de la Serna dictamina que deberá quemarse ese 30% de material cuestionable, nada menos que un millón y medio de ejemplares. El 26 de junio de ese mismo año se queman las publicaciones en un baldío de la localidad de Sarandí. La causa dictaminó que el acusado, José Boris Spivacow, debía estar presente durante la quema para dar cumplimiento a la orden judicial.

También se quemaron libros del CEAL en la Universidad Nacional del Sur, en Córdoba[15][16]​ y en Rosario, con la quema de los libros de la biblioteca Constancio Vigil.[17]

La cuestión de los derechos de autor constituye parte del anecdotario sobre Spivacow y el CEAL. En efecto, en muchas ocasiones se arreglaban las traducciones para esconder a los traductores originales, o se buscaban obras del dominio público para evitar el pago de derechos. Los escritores no cobraban por las reediciones que proponía Spivacow y que dirigían los diferentes directores. Beatriz Sarlo recuerda su trabajo en la dirección de la colección de Biblioteca Fundamental del Hombre:

En la Revista Primera Plana, del 5 de noviembre de 1968, se menciona el caso de Néstor Sánchez:

En el libro de Judith Gociol, Francisco Ferrara rememora:

El título Nro. 61 de la colección La historia popular. Vida y milagros de nuestro pueblo llevaba por nombre Los fusilamientos de la Patagonia, y estaba escrito por Oscar Troncoso, quien dirigió varias colecciones del Centro. En el libro, Oscar citó un artículo que el escritor Osvaldo Bayer había publicado en la revista Todo es historia junto con dos mapas realizados por su hijo. Osvaldo Bayer le inició a Troncoso juicio por plagio de las imágenes, el juicio duró diez años y fallaron en contra de Troncoso, quien tuvo que pasar siete meses en la cárcel de Devoto, desde el 26 de diciembre de 1979 al 25 de junio de 1980.[21]

En el año 2006, la Biblioteca Nacional comenzó a reunir la bibliografía del Centro Editor de América Latina.[22]​ En 2008 la Biblioteca Nacional publicó el libro Más libros para más. Colecciones del Centro Editor de América Latina. El 21 de marzo de 2006, se bautizó a la plaza ubicada en Las Heras y Austria, de la Biblioteca Nacional, con el nombre de Boris Spivacow.[23]

El fondo documental que la Biblioteca Nacional guarda del archivo del Centro Editor de América Latina consiste en cuatro cajas de archivo y un sobre con láminas relacionadas con la labor del CEAL y de Spivacow. Entre los documentos, hay libros, fascículos, láminas, mapas y cuadros, cartas, notas, fotografías digitales y en papel, recortes de prensa, entrevistas, fascículos y libros con marcas de edición, invitaciones a homenajes, audios de entrevistas realizadas entre 2006 y 2007 a diferentes personas vinculados al CEAL y otros documentos administrativos del CEAL.[24]

En el año 2010, el diputado Antonio Arnaldo María Morante presentó un proyecto de resolución a la Honorable Cámara de Diputados de la Nación para "Expresar reconocimiento a la trayectoria cultural del Centro Editor de América Latina - CEAL - Al conmemorarse el 30º aniversario de la quema de alrededor de un millón y medio de ejemplares de esa editorial por la última dictadura militar, el 26 de junio de 2010".[25]

Si bien la mayoría de los libros eran publicados en colecciones, hubo algunos libros que tuvieron una existencia independiente de colecciones.

El CEAL llegó a editar casi 5.000 títulos agrupados en 78 colecciones.[6]​ Muchas ediciones eran fasciculares, generalmente de baja calidad de papel para abaratar sus costos. Ver: Anexo:Colecciones del Centro Editor de América Latina. Algunas colecciones destacadas son: Los cuentos de Chiribitil, Los fundamentos de las ciencias del hombre, Capítulo. La historia de la literatura argentina. Biblioteca argentina fundamental, Atlas total de la República Argentina y Siglomundo. La historia documental del siglo XX.

Muchos intelectuales, escritores y artistas iniciaron su carrera en el Centro Editor de América Latina.



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