David Viñas cumple los años el 28 de julio.
David Viñas nació el día 28 de julio de 1927.
La edad actual es 97 años. David Viñas cumplió 97 años el 28 de julio de este año.
David Viñas es del signo de Leo.
David Viñas nació en Buenos Aires.
Boris David Viñas, más conocido como David Viñas (Buenos Aires, 28 de julio de 1927 – ib., 10 de marzo de 2011) fue un escritor y crítico literario argentino. Miembro de la llamada «Generación de Contorno», fue uno de los intelectuales de referencia de la literatura argentina durante décadas. Destacó como narrador, como dramaturgo y como crítico, con su novela Los dueños de la tierra (1958), su obra de teatro Lisandro (1972) y su libro de ensayos Literatura argentina y realidad política (1964), con el que revolucionó la crítica literaria argentina y aun hoy es considerado una obra de referencia.
Nació en Buenos Aires, el 28 de julio de 1927, si bien él mismo situaba su nacimiento en Monte, localidad de la provincia, donde pasó temporadas en su infancia. Su padre, Pedro Ismael Viñas, descendiente de una familia de origen andaluz que había inmigrado a Argentina en la primera treintena del siglo XIX, era un juez de militancia radical que intervino en el conflicto entre peones rurales y hacendados de 1921 conocido como Patagonia trágica, y que dejó un saldo de 1500 obreros fusilados. Asimismo, su abuelo participó en la Conquista del Desierto de Julio Argentino Roca. Por su parte, su madre, Esther Porter, era una judía emigrada de Odesa, a la que Viñas le atribuyó ideas anarquistas y una personalidad rebelde, contrastando con la figura de su padre, pese a su temprana muerte. Estos elementos marcarían fuertemente el pensamiento y la obra de Viñas, tanto en el origen migratorio y el cruce de culturas (italiana, española, judía) como en la relación con su padre.
Cursó sus estudios primarios en un colegio de curas Salesianos de Don Bosco, y a los trece años ingresó al Liceo Militar General San Martín, donde fue compañero de Jorge Rafael Videla, Roberto Viola y Raúl Alfonsín. Viñas no toleró el autoritarismo y la violencia del ambiente castrense, por lo que se hizo expulsar en 1945, en el último año, al insultar a un teniente primero. Después de rendir las últimas materias en otro colegio, ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras.
El ingreso a la universidad coincidió con la llegada del peronismo, con el que los intelectuales y universitarios de la época mantuvieron una relación conflictiva. Si por un lado Juan Domingo Perón decretó en 1949 la gratuidad universitaria, posiblitando el ingreso de hijos de familias trabajadoras, por otro intervino la Universidad de Buenos Aires y persiguió a los docentes que no se adhirieran a la doctrina oficial que se impartía también en escuelas primarias y secundarias. Viñas nunca negó su antiperonismo, pero prefería definirse como "contrera" más que como "gorila": «mi familia no era gorila; éramos contreras, que no es lo mismo. Los gorilas despreciaban al pueblo, los contreras criticaban al peronismo sin ningunear sus bases». Paradójicamente, en 1951 le tocó fungir como el fiscal de mesa que le tomó el voto a Eva Perón, en ese momento internada por el cáncer del que murió un año después. También destacó como militante, llegando a ser presidente de la FUBA. En la universidad conoció a conoció a Adelaida Gigli, artista plástica ítalo-argentina, que se convirtió en su pareja y con quien tendría a sus dos hijos, Maria Adelaida en 1954 y Lorenzo Ismael en 1955.
Los primeros contactos de Viñas con el ambiente literario fueron a través de su trabajo de corrector en la editorial Losada, además de escribir algunas novelas por encargo, firmadas bajo el seudónimo de Pedro Pago. Pero es en 1953 cuando irrumpe formalmente, cuando junto con su hermano mayor Ismael, Susana Fiorito y Adelaida Gigli fundaron la revista Contorno. Surgida como una escisión de Las ciento y una, un proyecto de Héctor A. Murena que no pasó del primer número, Contorno se convirtió en una publicación emblemática de la época, por su discurso rupturista, sus filiaciones con el existencialismo y el marxismo, y su relectura de la literatura argentina en clave política, criticando por igual la tradición liberal y la cultura populista, tomando como precursores a Ezequiel Martínez Estrada como ensayista y a Roberto Arlt (por entonces un autor todavía menospreciado por la crítica académica) como novelista. Esta actitud polémica y el cuestionamiento a los autores canónicos hicieron que el grupo Contorno también fuera conocido como «parricidas», como los denominó el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal. Publicó diez números y dos cuadernos entre 1953 y 1959, y por sus páginas pasaron autores como Juan José Sebreli, León Rozitchner, Noé Jitrik, Adolfo Prieto Carlos Correas, Oscar Masotta, Ramón Alcalde y Rodolfo Kusch.
En 1955, el mismo año que un levantamiento militar derrocó a Perón, Viñas publicó su primera novela, Cayó sobre su rostro, en la que aborda por primera vez la crítica a la oligarquía porteña. La crítica elogió la obra, declarando que con ella «Viñas parece abrir seriamente (...) una nueva brecha en la problemática siempre vigente de las esencias de la realidad argentina»; no obstante, la dictadura autodenominada Revolución Libertadora prohibió su publicación. Un año más tarde apareció Los años despiadados, a la que siguió Un dios cotidiano, novelas de clave autobiográfica en las que evoca los años del peronismo y sus años en el colegio salesiano durante la Década Infame respectivamente. Con Los dueños de la tierra, novela de 1958 centrada en la represión de los obreros patagónicos a manos del Ejército, de la que su padre fue testigo en su papel de juez mediador, Viñas culmina este primer período de su obra.
Ese mismo año también debutó como guionista de cine con El jefe, dirigida por Fernando Ayala, película que fue vista como una alegoría del peronismo y de su líder. Con Ayala también firmó un segundo guión, El candidato, estrenada un año después.
En 1962 Viñas firmó su tercer guión, Dar la cara, dirigido por José Martínez Suárez, sobre el cual escribió su siguiente novela, con el mismo nombre y publicada ese mismo año. La obra representó una innovación dentro de su narrativa, al estar ambientada en el contexto inmediato (el gobierno de Arturo Frondizi, derrocado por un golpe de Estado el 29 de marzo de ese año), pero además, porque por primera vez incorporaba un procedimiento que en sus siguientes libros Viñas iría complejizando: la reflexión metaliteraria, al incluir una crítica de la película y mencionar al mismo autor como un personaje dentro de la novela, como una forma de crítica al texto novelístico dentro del mismo texto. Estos cambios eran resultado del acontecimiento fundamental de la década en América Latina, el triunfo de la revolución cubana.
Como a otros escritores de su generación, como Haroldo Conti, Rodolfo Walsh, Paco Urondo, o incluso de la generación anterior, como Ezequiel Martínez Estrada, la revolución produjo en Viñas un interés que se materializó en un acercamiento y posterior compromiso con ella. Es así que llegó a vivir una temporada en La Habana y se desempeñó como funcionario cultural del gobierno cubano en diferentes países de América y Europa. También actuó como jurado del Premio Casa de las Américas, que él mismo obtuvo en 1967 con su novela Hombres de a caballo, otorgado por un jurado formado por Leopoldo Marechal, Julio Cortázar, José Lezama Lima, Juan Marsé y Mario Monteforte Toledo.
Este compromiso político también se plasmó en otro de sus textos fundamentales, Literatura argentina y realidad política, publicado en 1964. Escrito originalmente como su tesis de doctorado, desde su aparición fue considerado como uno de los libros más importantes de la crítica literaria argentina, tanto por las lecturas que propone como por el característico estilo polémico de Viñas. La obra tuvo varias revisiones y ampliaciones, llegando a publicarse en una nueva edición con el título Literatura argentina y política, en dos tomos, el segundo de los cuales abarca el siglo XX.
Durante los años siguientes, Viñas continuó con su prolífico ritmo de publicación, con la aparición de ensayos (Rebeliones populares, 1971), novelas (Jauría, 1971) y teatro (Lisandro, 1972; Tupac Amaru, 1973). Al mismo tiempo, se publicaron otros dos volúmenes de ensayos, De Sarmiento a Cortázar (1970) y La crisis de la ciudad liberal (1973), compuestos en parte por capítulos tomados de Literatura argentina y realidad política más otros inéditos. Para entonces, Viñas ya era considerado uno de los principales referentes de la intelectualidad argentina, pese a no militar en ningún partido u organización, cosa que sí hicieron Walsh, Urondo y Conti, e incluso sus hijos, ingresando a Montoneros o al Partido Revolucionario de los Trabajadores.
Sin embargo, la situación en Argentina empezó a degradarse. La violencia política y la represión se agudizaron: el golpe de Estado contra Isabel Perón en marzo de 1976 marcó el inicio de la época más oscura del país. En mayo, la dictadura secuestró y desapareció a Haroldo Conti; un mes más tarde, Paco Urondo fue emboscado y asesinado en Mendoza. Finalmente, y por consejo de un primo, en julio de ese año Viñas decidió exiliarse en España, instalándose en El Escorial, mientras se mantenía como profesor en universidades de Madrid, Odense y Berlín. Desde allí siguió recibiendo noticias de pérdidas de amigos como Rodolfo Walsh, asesinado y también desaparecido el 25 de marzo de 1977. Pero la peor pérdida fue la de sus dos hijos, ambos militantes en la izquierda peronista: Maria Adelaida, de 21 años, fue secuestrada el 29 de agosto de 1976, en el Zoológico de Buenos Aires, mientras paseaba con su hija, que fue posteriormente entregada a sus abuelos paternos; cuatro años después, el 26 de junio de 1980, fue desaparecido Lorenzo Ismael, de 25 años, mientras intentaba cruzar la frontera entre Argentina y Brasil.
El dolor por la pérdida de su hija y la propia situación exiliar fueron plasmados por Viñas en Cuerpo a cuerpo, publicada en 1979 y considerada su novela más compleja. Unos años más tarde, ya instalado en México, publicó Indios, ejército y frontera, ensayo histórico-literario escrito a partir de sus investigaciones en el Instituto Iberoamericano de Berlín, en el que aborda el problema de los pueblos originarios y cómo fueron exterminados e invisibilizados por los gobiernos positivistas latinoamericanos de fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
Después de casi ocho años, en 1984 Viñas volvió a Buenos Aires. Dos años más tarde, ocupó la cátedra de Literatura argentina en la Facultad de Filosofía y Letras, donde continuó dictando clases que encontraron una gran afluencia de alumnos. Asimismo, unos años antes se había reeditado su Literatura argentina y realidad política, ya convertido en un libro de referencia entre los jóvenes universitarios. Por entonces, inició una relación sentimental con la actriz Soledad Silveyra. En 1989, y ante el inminente triunfo del peronismo en las elecciones de ese año, Viñas tuvo su primera participación en un partido político, al postularse como candidato «simbólico» a intendente de la Capital por la coalición Izquierda Unida, un cargo que por entonces todavía era designado por el Presidente, y para el que los principales candidatos ya habían anunciado nombres.
En 1991 volvió a sorprender con otro gesto que pocos entendieron, cuando rechazó la Beca Guggenheim que él mismo había solicitado un tiempo antes. Viñas alegó que fue un homenaje a sus hijos desaparecidos: «Resolví tirar 25 mil dólares por la ventana. Y si me apurás un poco, mirá, fue un homenaje a mis hijos. Me costó 25 mil dólares». En esta década volvió a publicar ficción después de más de diez años, con las novelas Prontuario y Claudia conversa. Al mismo tiempo, colaboró en Página/12, el principal medio opositor a Carlos Menem, con artículos sobre literatura y política, de los cuales reunió una selección que publicó en el 2000 con el título Menemato y otros suburbios. En 2006 publicó su última novela, Tartabul.
Con la llegada del kirchnerismo, pese a compartir algunos puntos de vista con el gobierno, que concitó una importante adhesión de intelectuales, escritores y militantes de los años setenta, Viñas prefirió mantener su independencia; rechazó la invitación a integrar el espacio Carta Abierta alegando que «un intelectual no puede ser oficialista».
Continuó con sus clases en la Universidad de Buenos Aires y como director del Instituto de Literatura Argentina hasta pocos años antes de su muerte, ocurrida el 11 de marzo de 2011, a los 83 años, a causa de una infección generalizada por una neumonía. Se le hizo un homenaje en la Biblioteca Nacional, tras el cual sus restos fueron llevados a Monte por su familia, donde fueron cremados. Una semana después, trascendió que sus cenizas serían arrojadas al Río de la Plata, como él había pedido, «para estar con sus hijos».
Como escribió Ricardo Piglia, «uno de los ejes de la obra de Viñas es la indagación sobre las formas de la violencia oligárquica. (...) En esta perspectiva podría decirse que todos los libros de David Viñas se pueden leer como un gran texto único: una amplia saga balzaciana en la que distintos géneros y registros de escritura (novela, teatro, cuento) se transforman en investigación de los momentos clave en los que esa violencia y esa dominación se cristalizan». Esta definición de Piglia resume el «programa» literario de Viñas, por lo menos desde lo temático. Un segundo eje está vinculado a los debates sobre literatura comprometida y el rol del intelectual revolucionario, que tuvo un gran auge en la literatura latinoamericana entre las décadas del sesenta y setenta. Así, sus primeras novelas transcurren o están vinculadas a episodios de la historia argentina que le interesa problematizar: el roquismo en Cayó sobre su rostro, el peronismo en Los años despiadados, la Guerra civil española y la Década Infame en Un dios cotidiano, la Patagonia trágica en Los dueños de la tierra.
La irrupción de la revolución cubana abre un nuevo período en la obra de Viñas, que si en lo temático prolonga y actualiza los tópicos abordados en novelas anteriores, al problematizar el presente inmediato y ya no un pasado más o menos lejano, en lo formal empieza a incorporar un autocuestionamiento sobre el propio texto y la práctica literaria. Este procedimiento, que comienza en Dar la cara, tiene una transición en Hombres de a caballo, antes del salto experimental de Cosas concretas, novela en la que Viñas intercala la experiencia personal con los debates de la época sobre literatura comprometida e intelectuales revolucionarios, utilizando un discurso fragmentado articulado a partir de los vínculos que establecen los personajes femeninos entre los narradores. La actualización de los núcleos temáticos y de los procedimientos formales culmina en Cuerpo a cuerpo, novela en la que la fragmentación del discurso y el intento de poner la corporalidad en la superficie del texto escrito llegan a proponerse como estrategias de combate (intención denotada desde el título) contra una violencia institucional que recorre un siglo de historia argentina, desde la Campaña al Desierto de Roca hasta la dictadura de Videla.
Este itinerario de su narrativa tiene su correlato en su ensayística, cuyo centro es sin duda Literatura argentina y realidad política, texto al que Viñas regresó una y otra vez a lo largo de los años, revisándolo, ampliándolo, cambiándole el título o reeditando capítulos en volúmenes separados. En esta obra, el escritor reformula el aparato crítico de Contorno y lo expande hacia una relectura de todo el canon liberal-conservador de la literatura argentina del siglo XIX, desde Esteban Echeverría y Domingo Faustino Sarmiento hasta los autores de la Generación del 80 (Eugenio Cambaceres, Julián Martel, Miguel Cané, entre otros), pasando por autores como José Mármol, José Hernández y Lucio V. Mansilla. En ediciones posteriores, Viñas amplió el análisis al siglo XX, en el que, al mismo tiempo que muestra la crisis del modelo de escritor liberal burgués, del cual Jorge Luis Borges sería el último exponente, propone dos recorridos inversos a partir de esta crisis, sintetizados en dos autores: Leopoldo Lugones y Rodolfo Walsh. Si Lugones inicia militando en el anarquismo y el socialismo para terminar convertido en el intelectual orgánico del poder y apoyando el fascismo de José Félix Uriburu, Walsh empieza como un escritor ajeno a la política pero con simpatías por la derecha nacionalista, para ir virando de a poco a la izquierda revolucionaria, y de la literatura policial «pura» a la militancia en una organización armada. Esos recorridos, finalmente, también sirven para demostrar otra de las tesis centrales de Viñas: a mayor crítica y radicalidad, mayor es la sanción aplicada desde el poder. De esta manera, toda escritura verdaderamente revolucionaria presupone el exilio, o incluso, el asesinato.
Si Literatura argentina y realidad política es el texto crítico nuclear de Viñas, puede considerarse a Indios, ejército y frontera como la obra con la que "clausura" estas relecturas de la literatura canónica desde la violencia política. Escrito casi al mismo tiempo que Cuerpo a cuerpo, que lo prefigura, este ensayo prolonga la tesis de esa novela, a la vez que la amplía, al ya no circunscribirse a la Argentina sino al incorporar una proyección continental de las burguesías liberales positivistas de fines del siglo XIX, desde Porfirio Díaz en México hasta Roca en Argentina. Recurriendo a partes militares, crónicas y otros textos de la época, Viñas busca establecer un paralelismo entre el Ejército de Roca en 1879 y el de Videla un siglo más tarde, al grado de sostener que «los indios fueron los desaparecidos de 1879», vocablo que en el contexto tiene un doble significado: desaparecidos en tanto víctimas de un genocidio, pero también en tanto que son sujetos borrados de la historia, invisibilizados, negados por el discurso y la literatura oficial.
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