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Charros



El charro, en México, es un jinete, alguien que práctica la charrería, considerada como el deporte nacional de este país.[1]

Por la relevancia de participación en diferentes sucesos históricos, acontecidos desde la independencia hasta la época post revolucionaria, se considera al charro como el emblema personificado de México; y en cualquier parte del mundo donde se vea un sombrero de charro, de manera inmediata se hace referencia a México.[2]

Recientemente, la charrería ha tomado un gran auge ya como actividad competitiva y reglamentada. Desde 2016 es considerada patrimonio inmaterial de la humanidad [3]​ y encuentra su manifestación auténtica en las prácticas ecuestres desde la Colonia hasta la Revolución mexicana.

La palabra charro está documentada ya en el idioma español del siglo XVII (1627) como sinónimo de 'basto, tosco, aldeano, de mal gusto'[4]​ y lo atribuye a la palabra del euskera txar 'malo'. Este origen es el que reproduce la Real Academia.[5]

Durante el Virreinato de la Nueva España, los españoles trajeron la cultura de la ganadería, que con el tiempo adquirió características propias.[6]

Con el tiempo, tanto los terratenientes de origen español como sus empleados conformaron, primero en el centro de México y después en casi todo el país (incluyendo los actuales estados del sur y oeste de los Estados Unidos), un estilo hípico nuevo y único, adaptado a las características de este variable y accidentado territorio, la llamada "Escuela Hípica Mexicana".[7]

Después de la independencia proliferaron los hombres "de a caballo" propietarios de pequeñas extensiones de tierra, arrieros y arrendadores conocidos como "cuerudos" y posteriormente durante las intervenciones francesas le conocerían como "chinacos"; mientras que a los empleados de las haciendas y algunos independientes se les llamaba simplemente "Mayorales", "Caporales", "Arrieros" y/o "Vaqueros".

Los hacendados ricos gustaban de ornamentaciones similares a las de los aristócratas y de los oficiales de caballería en trajes con un corte totalmente distinto haciendo alarde de sus riquezas, mientras que los jinetes menos acaudalados los hacían adornar con bordados de "pita" proveniente de la fibra del maguey, chumeteado (en hilo de algodón) o con grecas y calados en gamuza.

El general Ignacio Zaragoza en 1861, durante el gobierno de Benito Juárez, crea el primer "Cuerpo de Rurales", que eran auxiliares del ejército así como encargados de perseguir asaltantes de caminos y poblados rurales. Durante período de Porfirio Díaz, se caracterizaron por garantizar la seguridad. Eran jinetes muy experimentados y estaban uniformados con trajes de charro de color gris y sombrero. Sus armas las componían el machete, la reata, pistola, carabina de montar y una larga lanza; temibles en el uso de esta última, se dice que "con el lazo y con la lanza se forjó el charro".[8]

Para mediados del siglo XIX, los de a caballo en México se enfrentaron en la Guerra de Reforma, algunos de los charros de abolengo se acercaron al príncipe extranjero Maximiliano de Habsburgo, que buscaba rodearse de ellos para integrarse a México y a sus tradiciones, e incluso se le atribuye la modificación al pantalón de charro y el uso de botín en vez de las botas de campana. Por otra parte estaban los plateados, que eran rancheros acaudalados imitando el modo de vestir de los Bandidos de Río Frío, quienes usaban las piezas de plata producto de los bienes substraídos, para sustituir los botones de cuerno y hueso de sus trajes de cuerudos; pero liberales y los chinacos (cuerudos que en las guerras de guerrillas solo combatían por la noche) peleaban por la República.[9]

El Duque de Regla y Marqués de Guadalupe, Don Carlos Rincón Gallardo de Romero y Terreros, Carlos Rincón Gallardo, es considerado como uno de los representantes históricos de la charrería (quien regularmente era invitado a los coleaderos organizados por Maximiliano I de México, en el bosque se Chapultepec) y es antepasado de muchos charros notables y jugadores de polo.

Uno de los personajes históricos más representativos del charro mexicano fue el General Emiliano Zapata, quien aún antes de la Revolución era conocido en la región del Sur de México por ser un extraordinario jinete y arrendador de caballos.

La charrería se originó en el estado de Jalisco, posterior a eso se heredo a los estados de Tlaxcala, Puebla, de México e Hidalgo, y es hacia la década de 1920 con la migración del campo a la ciudad, principalmente hacia las capitales de estos estados, incluso la Ciudad de México, cuando surge la charrería como un deporte reglamentado y se construyen los Lienzos Charros agregando mangas a los ruedos de plazas de toros.

La silla de montar mexicana es una de las principales características del charro. Este tipo de montura de fuste con cabeza es de diseño único, pues las anteriores eran de origen militar y la mexicana está diseñada para trabajo en el campo. No obstante el hecho de que es relativamente pesada comparada con otras, es muy cómoda tanto para el caballo como para el jinete y básicamente se conforma por un "fuste" o esqueleto de madera con cabeza (la cual se utiliza para amarrar las sogas o reatas), cuerajes y estribos, entre otros accesorios. Existen tan bellas sillas de montar que son auténticas obras de arte: de cuero talabarteado o amartelado que forman figuras en todas sus elementos o arreos; las hay con herrajes de oro o plata, con bordados en pita, oro y plata o hiladuras (chumeteado) de colores que alegran y embellecen los arreos, y se acompañan de tientos, donde se atan y cuelgan lo mismo un machete que una cuarta o una reata, un rifle o un gabán.[10]

Los arreos y avíos del charro o vaquero mexicano fueron copiados por el cowboy o "buckaroo" estadounidense (la propia palabra "buckaroo" es una transcripción espontánea de la fonética de "vaquero" en labios anglosajones), luego de la colonización del territorio mexicano perdido a manos de Estados Unidos. La silla de montar tejana está también basada en la silla mexicana de los chinacos, al igual que las de otras escuelas hípicas latinoamericanas y sudamericanas (gaucho, huaso y chalán, entre otros).

Durante la Revolución mexicana el caballo criollo mexicano prácticamente desapareció, debido a su excesivo uso durante el combate. Así que los caballos más utilizados para la charrería son el Cuarto de Milla, de origen norteamericano y el caballo Azteca, que es una raza reciente.

El caballo charro debe ser de mediana alzada, muy fuerte, de temperamento noble y veloz.

La "reata" o soga de lazar es indispensable para la charrería así como las espuelas, chaparreras y el traje de charro.

Las haciendas, hasta principios del siglo XX, constituían en la práctica pequeños feudos con jerarquías más o menos rígidas, y esto también se hacía evidente en la indumentaria: los trajes de faena que el patrón y los varones de su familia utilizaban eran más lujosos y en ocasiones con colores distintos. Los charros más ricos usaban los atavíos de sus antecesores que cabalgaban "a la Jineta". Después adoptaron la indumentaria que consistía en un "coleto", que era una chaqueta muy corta, pantalones bastante amplios con tapabalazos; calzoneras de casimir con botones de plata en los costados y en los tapabalazos; y en la parte inferior, que dejaba al descubierto del calzón, este lucía bordado, deshilado y otras delicadas labores. Generalmente los criollos vestían de lana con ornamentos en plata y los más modestos adornaban sus trajes con grecas de gamuza. Por otra parte, los peones (empleados "de a pie") se conformaban con manta de algodón y huaraches como calzado en lugar de botas.[11]

Las principales creadoras de esta vestimenta del vaquero mexicano y del caporal han sido las mujeres del campo, quienes con gran habilidad e ingenio echaban mano de materiales menos lujosos que los de los patrones de sus maridos e hijos para confeccionarles prendas resistentes tanto como hermosas. Una prenda muy importante son las chaparreras. Por chaparreras se entiende una prenda de vestir útil para realizar ciertas faenas del arte de la charrería; no se ha de olvidar que la práctica del manejo de animales mayores en México fue el origen de lo hoy es llamado arte de la charrería. No es un mero folklore ni un juego sino el resultado del manejo de los animales para herrarlos y agruparlos para conducirlos bien al matadero o otros lugares lejanos, para vacunarlos u otros menesteres. La chaparrera es pues un faldón de cuero que se ata con correas a la cintura por la parte trasera y penden de él dos tiras amplias de cuero recio que a su vez se atan, con cintillas o botonadura, por atrás de las piernas, los muslos, y llegan a cubrir casi hasta los tobillos formando como una coraza protectora a la hora de realizar suertes a caballo. Un ejemplo de su uso es el protegerse de los "chaparros" o arbustos -de allí su nombre-, que al cabalgar o trabajar en el campo rozan con la pierna y rasgarían el pantalón si no fuera por esa protección "chaparrera" de las ramas bajas y espinadas o inclusive alambres de púas. En la suerte de los piales -además- la reata suele rozar con el muslo, cosa que de no ser por la chaparrera se quemaría la ropa y el muslo con la fuerza del tirón tan fuerte para derribar el animal. Además, cubre un poco más la parte interior del muslo que roza con el fuste de la silla y, que con el mucho montar y ajetreo, llega a producir llagas severas.

Los chinacos usaban un sombrero plano parecido al andaluz. Calzón de manta largo cubierto por otro pantalón abierto de los lados exteriores los cuales eran abrochados por una botonadura que dio lugar a la que posteriormente han usado los charros mismos que en aquel entonces tenían una indumentaria similar a la del chinaco, pero más ostentosa.

Con la Revolución mexicana esta vestimenta se "democratizó" y pasó a ser el atuendo nacional.

El traje de charro reglamentado, que puede ser de faena o de gala, debe ser confeccionado con lana, gamuza o la combinación de ambos materiales. Consta de pantalón, chaquetilla, camisa (en ocasiones chaleco), botines y corbata de rebozo.

Los colores permitidos son toda la gama de café, azul oscuro, marrón, gris y verde seco los cuales contrastan con las "grecas" o calados y las botonaduras. También se utiliza el rojo oscuro mezclado con negro únicamente en el pantalón de caporal y en los complementos de la montura. Los botines deben ser del color del cueraje de la silla, es decir miel, café o bayo. El traje negro es solamente para bodas o funerales y es el único que debe llevar botines negros.

La camisa puede ser de cuello militar, conocida también como "pachuqueña", o cuello civil, también llamado "cuello doblado", dando preferencia al blanco y al color hueso.

El sombrero de charro es de origen español, de la región de Andalucía y también de Navarra, donde era un accesorio para hacendados acaudalados.[12]​ Está elaborado con fieltro de lana, de pelo de liebre o de paja de trigo y es una auténtica protección para el brillante sol y para la caída desde el lomo de un caballo. Por eso el verdadero sombrero de charro es de ala ancha, levantado de la parte posterior; lleva en la copa cuatro "pedradas" que le dan resistencia en caso de impacto. Para ese último caso es mejor el sombrero hecho de palma, que es más sólido sin ser demasiado pesado.

De acuerdo a la región presenta variantes: en las zonas más secas, el ala es más ancha que en las zonas boscosas, y en aquellas con mayor humedad, los materiales son más frescos y ligeros que en las tierra altas.

Suelen adornarse generalmente con toquillas y ribetes bordados o "calados". Los tipos de sombrero más usados son el "San Luis Moderado", "Pachuca", "Cocula", "Hacendado", entre otros.

Un sombrero de charro verdadero es elaborado por artesanos especializados, y es muy distinto al que se vende en las tiendas de "souvenirs" para turistas.

Se pueden añadir más usos del sombrero charro. Para quienes lo han usado saben los múltiples usos y beneficios de su diseño. Algunos pueden ser: no sólo cubrir del brillante sol sino igualmente del viento y, sobre todo, del polvo; con él se atiza un fuego como se apaga si se enciende el campo; se ataranta una víbora y luego se la mata; se realiza un bonito lance a un toro bravo que sale por el monte y se le esquiva; se le da de beber a un cuaco (caballo); se cubre el anonimato antes de un lance de amor o de librarse de un enemigo; se utiliza como escudo en la defensa de un ataque a machete o navaja, tomándolo del barbiquejo; cubre estupendamente de la lluvia que, con manga de paja o lona ahulada, es el mejor paraguas a pie o a caballo; en jaripeo, sobre todo de toros cebú, protege de los peligros de una cornada y, en caso de caída, hace las veces de casco; y otros usos se que podrían añadir por quienes lo han utilizado en el campo.

Ya a fines del siglo XIX, el charro era sinónimo de un jinete muy diestro o experimentado.

Uno era el rico terrateniente y otro el peón de hacienda, si bien ambos usaron sombrero ancho durante mucho tiempo. El charro al ser terrateniente o empleado de confianza del dueño de la tierra, tenía generalmente un estatus social "superior" al de los otros campesinos.

Durante los siglos XIX y XX los jinetes que no pertenecían a las clases altas eran peones comunes

El amansador o el vaquero jornalero (hábil jinete), aun siendo humilde, contaba con el prestigio de ser mejor "cotizado" como empleado que cualquier otro tipo de trabajador y vestía trajes de charro semejantes a los de los patrones.

Con excepciones notables como la del mismísimo caudillo revolucionario Emiliano Zapata o Benjamín Argumedo, el charro actual es en muchos casos conservador y con frecuencia reaccionario. Por eso, en el sindicalismo mexicano se le llama "líder charro" a aquel que representa los intereses del patrón y no de los agremiados (una curiosa paradoja es el caso del Jorge Negrete, quien en el cine representaba al charro, pero como sindicalista fue notable por su honestidad y por las conquistas laborales que logró en su tiempo).

Los caballerangos, herreros, pastores y arrieros no eran considerados necesariamente charros, pero aspiraban a serlo. De manera bastante similar al servicio personal en la España medieval, en las haciendas mexicanas los charros tenían un prestigio caballeresco al cual muchos de los vaqueros buscaban acceder.

El discurso oficial de las primeras décadas del siglo XX estableció al charro como "arquetipo del mexicano al lado de la china poblana.

No obstante el origen clasista del charro mexicano, en la actualidad, en los equipos que practican la charrería hay atletas tanto humildes como acaudalados que destacan por su desempeño en un ambiente de igualdad (al menos) durante las prácticas y encuentros.

En las zonas rurales, la posición social del charro ha sido emblemática, aunque desde hace varias décadas, con la influencia globalizadora han cambiado mucho las cosas.

El fenotipo más común en el charro es el del criollo y luego del mestizo con facciones predominantemente ibéricas o “mestiblanco”, variando desde luego en cada región: en Jalisco hay charros de tez clara a morena clara; en la costa del golfo los hay con rasgos mulatos y en el sur se ve más el tipo indígena. Curiosamente una buena parte de los descendientes de inmigrantes libaneses y sirios se ha integrado al ambiente de la charrería.

Existen en Estados Unidos asociaciones de Charros, tanto de aficionados como profesionales, debido a la enorme población de origen mexicano en ese país.

El charro cancionero y alegre del cine mexicano no es tan ficticio como sus críticos pretenden, ya que antes de la era de los medios masivos de comunicación, la gente del campo se entretenía haciendo música y bailes, y esto fue la fuente del folclore.

En México, la cultura de la fiesta y de la convivencia hicieron del charro un personaje alegre, un tanto fanfarrón y un ente completamente social a diferencia del (parco) aunque también machista vaquero estadounidense o cowboy.

La influencia de la cultura de la charrería está presente en el México actual en múltiples expresiones; por ejemplo la palabra lana como sinónimo de dinero, ya que esta fibra era distintivo de las clases dominantes en el campo; expresiones como "no te bajes del caballo" o sea: "no cedas"; o bien el imperativo "pícale" (con las espuelas al caballo) para significar "corre" o "apúrate". Este "pícale" también ha derivado en "ándale" con la misma función.

Los cuadros del pintor Ernesto Icaza retratan diversas escenas de charrería en el campo, documentando las costumbres y características de la charrería de finales del siglo XIX y principios del XX.

En el cine, el charro ha sido tema tan recurrente como el cowboy. Algunos de los charros cinematográficos han sido: Pedro Infante, Luis Aguilar, Javier Solís, Tito Guízar, Miguel Aceves Mejía, Francisco Avitia, entre otros.

Un particular charro de México fue Antonio Aguilar, originario de Zacatecas, quien era un auténtico charro y no solo actor, excelente caballista que con sus espectáculo ecuestre dio a conocer la charrería con giras por diferentes países junto con toda su familia. En sus películas se le puede ver practicando diferentes suertes sin efectos de cámara como: lazar, colear, calar y hacer pasos de la muerte. También sus hijos son excelentes charros, Pepe Aguilar y Antonio Aguilar Jr., a quienes en las películas también se les ve efectuando suertes charras

Jorge Negrete, el Charro Cantor, es considerado el mejor representante del charro mexicano en el cine.

Notable por sus brillantes espectáculos ecuestres ha sido Antonio Aguilar, posiblemente el último representante genuino del charro en la industria del entretenimiento, misma que en las últimas décadas ha contribuido a la distorsión del concepto y de la imagen del charro en telenovelas de baja calidad y con cantantes puramente comerciales, con poco o escasísimo contenido cultural.

En muchas mujeres de Hispanoamérica aún producen suspiros el charro, el rejoneador o el gaucho, tal vez porque en el inconsciente colectivo representan a la virilidad original y originaria.

Aun cuando México se caracteriza por su riqueza y variedad folclórica, la imagen del charro unifica a México debido a que su uso no ha estado limitado a una sola región y a que representa el mestizaje mismo, que se considera la base de la identidad mexicana.

Las Asociaciones de Charros, a la manera provinciana y tradicional, eligen una "Reina de los Charros" cada año, que es una joven perteneciente a una asociación o a una región que comprende varias asociaciones. Su función es social y son encargadas de inaugurar temporadas o festejos.

En un contexto con cada vez más equidad de género, la amazona es una deportista activa en el medio de la charrería y su principal disciplina es la escaramuza charra. Para esta se utiliza una montura llamada albarda charra. Además, hay mujeres que practican otras suertes también muy intrépidas y espectaculares.



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