El término judeo-masonería, judeo-masónico, contubernio judeo-masónico o conspiración judeo-masónica se relaciona con teorías conspirativas que atribuyen a la francmasonería y al judaísmo un papel protagonista en situaciones de influencia, alianza y/o subordinación. El término es empleado principalmente por adversarios de estos dos grupos, sean antimasónicos, antijudaicos o antisemitas.
La amalgama entre esos dos grupos fue hecha por los católicos franceses durante los años posteriores a la publicación del libro de Augustin Barruel Memoria para servir a la historia del Jacobinismo, en 1797, donde denuncia una conspiración masónica en la revolución francesa. Algunos años después, las logias masónicas se abren a los judíos y los dos grupos son entonces relacionados. En 1871, a los judíos de Argelia francesa se les concede la nacionalidad francesa por los decretos Crémieux, en referencia a Adolphe Crémieux, ministro de Justicia, a la vez judío y francmasón. Su denuncia constituye el verdadero nacimiento de la "conspiración judeo-masónica".
En 1816 Johann Christian Ehrmann publica en Alemania de manera anónima un libro apoyando la tesis de que los judíos masones de Fráncfort del Meno querían una república mundial fundada sobre el humanismo. Ehrmann es francmasón.
Según Jacob Katz, es en un libro de 1852 de Eduard Emil Eckert, que una hostilidad común contra francmasones y judíos fue argumentada por primera vez.
En 1903, Isidore Bertrand defiende la tesis en un libro.
En 1921, Ernest Jouin retoma la tesis.
En 1929, Léon de Poncins asocia igualmente las dos comunidades.
En 1932, el sacerdote católico Juan Tusquets publica Orígenes de la revolución española, considerada la obra con la que introduce en España el mito de la conspiración judeo-masónica internacional.
En 1935, Joseph Santo denuncia una conspiración judeomasónica en la represión de los disturbios del 6 de febrero de 1934.
En las décadas de 1940 y 1950, Barry Domvile señala a la organización "judmas", un contubernio judeomasónico responsable de una influencia negativa sobre la historia mundial.
Gustave Bord fue uno de los primeros historiadores en negar la existencia de una conspiración judeomasónica.
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