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Credo (liturgia)



Un credo es una profesión, declaración o confesión de fe que es compartida por una comunidad religiosa, y en particular es una fórmula fija que se recita en la liturgia.

La fórmula más conocida es el símbolo niceno-constantinopolitano (llamado también símbolo niceno). En la liturgia de la Iglesia católica y de varias denominaciones protestantes se usa también el símbolo de los apóstoles.

El Credo niceno-constantinopolitano, que a finales del siglo V se recitaba en la liturgia en Antioquía y desde 511 en Constantinopla,[1][2]​ fue introducido en la liturgia de la cristiandad occidental por decisión del III Concilio de Toledo en el año 589.[3]

La práctica se extendió en España, las Islas Británicas y el reino franco, pero por mucho tiempo no fue aceptada en Roma. Cuando Carlomagno convocó en 809 un concilio en Aquisgrán y quiso obtener la aprobación papal de la decisión del concilio de incluir en el Credo la cláusula Filioque, el papa León III se opuso a la añadidura (a pesar de declarar ortodoxa la doctrina expresada) y sugirió seguir el ejemplo de Roma al no incluir el Credo en la celebración de la misa.[4]

En 1014 con motivo de su coronación como emperador del Sacro Imperio, Enrique II solicitó al papa Benedicto VIII la recitación del Credo en la misa. El papa accedió a su petición, con lo que por primera vez en la historia el Credo se usó en la misa en Roma.[4]

Son dos las fórmulas utilizadas: el Símbolo Niceno-Constantinopolitano (a menudo llamado el Símbolo Niceno) y el Símbolo de los Apóstoles.

Lo que se llama comúnmente el "credo niceno" y más correctamente el "credo niceno-constantinopolitano" no es exactamente el texto formulado durante el Segundo Concilio Ecuménico en la Ciudad de Constantinopla (año 381), revisión radical del texto del Primer Concilio Ecuménico en Nicea (en el año 325). Los textos que, por ser de las liturgias bizantina y romana, son más conocidos difieren del de ese Concilio del año 381 al utilizar el número singular de los verbos "Creo", "Confieso", "Espero": lo que el texto original dice es "Creemos" (πιστεύομεν), "Confesamos" (ὁμολογοῦμεν), "Esperamos" (προσδοκοῦμεν). El texto de la liturgia mozárabe conserva la forma plural. Los textos en latín tienen dos frases ausentes en el texto original del Concilio de Constantinopla (381). Una, Deum de Deo, se encontraba en el símbolo del Concilio de Nicea (325) mas no en el texto del año 381. Sobre la otra, 'Filioque en el rito romano, et Filio en el rito mozárabe, ha habido una importante controversia entre las Iglesias católica y ortodoxa. Además el texto mozárabe añade, después de Per quem omnia facta sunt, quae in cælo, et quae in terra, frase también presente en el símbolo 325, mas no en el símbolo 381, y omite, al hablar de la crucifixión y la resurrección de Jesús, las dos frases pro nobis y secundum Scripturas.

El llamado Símbolo de los Apóstoles o Credo de los Apóstoles es el símbolo bautismal de la Iglesia romana.[9]​ Su gran autoridad le viene de este hecho. San Ambrosio dijo: "Es el símbolo que guarda la Iglesia romana, la que fue sede de Pedro, el primero de los Apóstoles, y a la cual él llevó la doctrina común." Y su nombre, "Símbolo de los Apóstoles", se debe al hecho de ser considerado el resumen fiel de la fe de los apóstoles.[10]

Su contenido dogmático es el siguiente:

En la misa del rito romano revisada en 1969, el Credo se recita a conclusión de la Liturgia de la Palabra, después de la homilía y antes de la Oración de los Fieles. "El Símbolo o profesión de fe tiende a que todo el pueblo congregado responda a la Palabra de Dios anunciada en las lecturas de la Sagrada Escritura y expuesta en la homilía, y a que, al proclamar la norma de su fe, con la fórmula aprobada para el uso litúrgico, recuerde y confiese los grandes misterios de la fe, antes de comenzar su celebración en la Eucaristía."[39]

Se recita sólo en domingos y solemnidades, mas puede también decirse en peculiares celebraciones más solemnes.[40]​ En ocasiones, se omite después de la profesión de fe expresada en una renovación de promesas bautismales.

Si se canta, lo inicia el sacerdote o, según la oportunidad, un cantor, o el coro, pero lo cantan todos juntos. Si no se canta, lo recitan todos juntos, o a dos coros alternando entre sí.[40]

A la mención de la Encarnación de Jesucristo, debe hacerse una profunda reverencia. En la Navidad y el día de la Anunciación, todos se arrodillan en esta parte.[41]

El Misal indica en primer lugar el Símbolo niceno-constantinopolitano,[42]​ pero permite de reemplazarlo, particularmente en la Cuaresma y el Tiempo Pascual, por el Símbolo bautismal de la Iglesia romana conocido como el Símbolo de los Apóstoles.[9]

En la Misa tridentina el Credo se recita los domingos (incluso si, como era común antes de la reforma de Pío X, la misa celebrada no es la del domingo sino la de una fiesta en la que normalmente no se recita el Credo), en las fiestas de los apóstoles y de los doctores de la Iglesia, y en varias otras misas listadas en las ediciones del Misal romano anteriores a la de 1962.[43]​ La edición de 1962 publicada por Juan XXIII redujo el número de tales misas, excluyendo, por ejemplo, la recitación del Credo por el solo motivo de una conmemoración de otra fiesta.[44]​ A las palabras et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine: et homo factus est, se hace siempre una genuflexión.[45]

En la actualidad, debido al motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI[46]​ está permitido a todos los sacerdotes de la Iglesia latina emplear la edición 1962 del Misal romano en lugar de la más reciente, sin pedir el permiso a nadie, cuando celebran la misa privadamente, y también, bajo ciertas condiciones, con el permiso del solo rector de la iglesia cuando celebran públicamente.

En las Iglesias ortodoxas[47]​ el texto del Credo es siempre la forma litúrgica griega del Símbolo Niceno-Constantinopolitano y se recita en cada celebración de la Divina Liturgia, no solo en los domingos. Durante la recitación se ventila el pan y el vino con un velo, acción que representa el descenso del Espíritu Santo.[2]

El Credo se recita en el rito mozárabe después de la consagración y antes del Padre nuestro. Antes de su aparición en cualquier otra liturgia occidental, lo insertó en la misa mozárabe o hispana el Tercer Concilio de Toledo en 589, a imitación de lo que se hacía en el oriente y "con la función precisa de preparar los fieles a la comunión … para que la comunidad cristiana se uniese a Cristo, en la oración y en la comunión sacramental, habiendo confirmado su fe en la plena divinidad del mismo, Dios igual al Padre, según la doctrina de la Iglesia católica. " Como en el rito bizantino, el Credo se dice en todas las misas y no está reservado, como en el rito romano, a los domingos y fiestas más solemnes.[48]

Al celebrar la "Santa Comunión", la Iglesia de Inglaterra ahora autoriza el uso no solo del Símbolo Niceno-Constantinopolitano, el Símbolo de los Apóstoles y el Símbolo Quicumque (estos tres mencionados en los Treinta y Nueve Artículos),[49]​ sino también de muchas otras profesiones de fe.[50]

John Wesley, fundador del Metodismo, al revisar la liturgia anglicana, omitió la mención de los tres símbolos entonces reconocidos por la Iglesia de Inglaterra, mas conservó en las Oraciones de la Mañana y de la Tarde (Maitines y Vísperas). A cierto punto se dejó de celebrar estas, pero el Símbolo de los Apóstoles se insertó en 1896 en el servicio principal de culto.[51]

En Alemania, los luteranos usan el Símbolo de los Apóstoles en su liturgia.[52]​ En los Estados Unidos usan también el Símbolo Niceno-Constantinopolitano, sugiriendo este último para las ocasiones más solemnes.[53]

En una misa cantada, el Credo (en la forma tradicional del Símbolo Niceno-Constantinopolitano) es el texto más largo de todo el Ordinario de la Misa del domingo o de la solemnidad. Por eso las composiciones polifónicas del Ordinario de la Misa, que no incluyen el Credo, son denominadas Missae breves. Este término no se aplica normalmente a un réquiem polifónico: una misa de réquiem no tiene Credo, mas el arreglo musical generalmente incluye el Dies irae, que es más largo que el Credo.

Entre los compositores de misas musicales están Josquin des Prés (quien perfeccionó la técnica de la misa parodia), Giovanni Pierluigi da Palestrina, Alessandro Scarlatti, Joseph Haydn, Wolfgang Amadeus Mozart (por ejemplo, la Misa Credo), Ludwig van Beethoven, Franz Liszt, Charles Gounod, Anton Bruckner e Ígor Stravinski.



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